versales
Daniel Cohn-Bendit y José Bové

Por un nuevo impulso democrático de Europa

Revista Trasversales número 14, junio 2009



A los pocos días de una fecha crucial para el futuro de todos los europeos, las candidaturas de Europe-Ecologie ya han demostrado dos cosas que podría parecer impensables. Hemos logrado demostrar que era posible la convergencia en una dinámica común y en un proyecto compartido de las tres principales familias históricas de la ecología política: los activistas asociativos, los activistas de los movimientos sociales y los militantes políticos.
Esta convergencia es tanto más significativa por haber permitido superar, sin negarla, la oposición entre dos campos políticos que muchos creían irreconciliables
Sí, los traumatismos de la campaña del referéndum en 2005 siguen existiendo. Valmy para unos, Waterloo para otros, la batalla ha dejado profundas huellas en la opinión francesa. Porque, más allá de la sustancia del texto, el 29 de mayo de 2005 cristalizaron dos imaginarios antagonistas, dos percepciones de la finalidad y el significado de la integración europea. Desde entonces, una parte de la clase política francesa ha hecho de ello un elemento de su identidad, e insiste en querer repetir el partido, como viejos fanáticos nostálgicos de una gloria pasada, mientras que la otra parte se apresuró a disimular las secuelas tras la gran comedia de la unidad, a pesar de las heridas internas.
Por nuestra parte, hemos optado por la reflexión, la aclaración de las diferencias mediante el diálogo, el reencuentro y la comprensión, para lograr una visión común. Cuando se fijan los ojos en el espejo retrovisor, no se presta atención a lo que está delante. Sin embargo, hay que enfrentarse a enormes desafíos, cuya complejidad nos obliga a responder juntos. El peligro de volatilización de nuestras economías, el aumento del sufrimiento humano y las limitaciones de las respuestas políticas clásicas suman la urgencia social a una urgencia ambiental que ya es evidente para todos: estos dos requisitos se imponen, simultáneamente, a la acción política; si se descuida uno de ellos, volveremos a pagar la crisis y a un más alto precio. En estos momentos se decide el futuro, y nos negamos a quedar atrapados en peleas de retaguardia.
En estas circunstancia, la cuestión de los tratados, Lisboa u otros, puede parecer secundaria. Dependiendo de los caprichos de un presidente checo euroescéptico y ultraliberal, o de la decisión de los votantes irlandeses golpeados por la recesión, el Tratado de Lisboa entrará en vigor en 2010... o no entrará en vigor. Este texto es útil en muchos aspectos. Promete el final de la rotación de las Presidencias del Consejo, y, por tanto, de los "sarkoshow" nacionales. Sobre todo, refuerza considerablemente el papel de legislador del Parlamento Europeo.
Lamentablemente, en el método (miserables cambalaches intergubernamentales) y en la sustancia, es un texto que no resuelve lo esencial y deja intacto el profundo déficit de legitimidad política que socava la construcción de Europa durante los últimos quince años. Sin embargo, sólo una verdadera legitimación política del proyecto europeo por parte de los ciudadanos podrá resolver la persistente crisis de confianza hacia las instituciones europeas.
Por eso proponemos para relanzar un verdadero proceso constituyente, para dotar a Europa de una Constitución digna de ese nombre, es decir, un texto breve e inteligible para todos, común a todos los europeos, que recuerde los valores y proyectos de ellos, describiendo los derechos y las instituciones que los gobiernan y dando contenido a la ciudadanía europea, que sigue siendo una ficción.
Escrito por una Asamblea Constituyente, por el próximo Parlamento Europeo o en una nueva Convención, la principal fuente de legitimidad de este texto sería su ratificación por un referéndum paneuropeo por doble mayoría, de Estados y de ciudadanos. Los pueblos que lo rechacen podrían entonces plantear con claridad si quieren o no quieren participar en la UE.
 A pesar de sus evidentes defectos, Europa es el único embrión funcional de una democracia supranacional. Pero nuestras democracias contemporáneas nuestra la legitimidad política se forja en la participación de los ciudadanos en el espacio público. Este requisito de participación de los ciudadanos es fuerte y no debe ser sofocado. Hay que responder a él mediante el desarrollo de prácticas democráticas en todo el continente.
Europe-Ecologie propone dos de ellas. En primer lugar, las "consultas ciudadanas de interés general", siempre que el futuro de la Unión Europea esté en juego, planteando a todos los ciudadanos europeos, el mismo día, una o más preguntas sencillas y concretas sobre las reformas propuestas  En segundo lugar, un cambio en el método de elección del Parlamento Europeo, para llegar a listas transnacionales cuyas cabeceras de lista serían también la las candidaturas de los partidos europeos a la Presidencia de la Comisión. Eso contribuiría eficazmente al nacimiento de un espacio público continental, "dramatizando" las elecciones europeas.
La construcción de Europa ya no puede limitarse a facilitar la toma de decisiones entre veintisiete Estados miembros, en un gran supermercado continental. Tras cincuenta años de limitada integración económica, Europa llega a la madurez: debe entrar en una verdadera fase política y construir una democracia a escala continental. Es una oportunidad histórica para pensar, por fin, la política más allá de los estrechos y miopes intereses nacionales y de los intereses comerciales y financieros. Una democracia enraizada en la diversidad social y nacional de los ciudadanos y los pueblos de Europa, con una nueva dimensión de la acción política.
Contrariamente a lo que afirman los nostálgicos de 2005 y los soberanistas furiosos, los tratados no hacen las políticas europeas. La política hace los tratados. Ante las crisis que se conjugan, las respuestas deben necesariamente ir más allá del espacio francés. Nos hemos unido precisamente porque la política es impulsada por la visión común, la imaginación compartida y la ambición colectiva. Queremos llevar juntos esa ambición al Parlamento Europeo, y aún más allá.

25 de mayo,  2009


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