Trasversales
José M. Roca

Jaqueca

Revista Trasversales número 12,  otoño 2008

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Como todas las borracheras, la resaca electoral también produce dolor de cabeza. Los resultados y la interpretación que de ellos han hecho los dos grandes partidos se presta poco al optimismo.
El PP ha ganado. No tanto como había pronosticado Rajoy, pero eso no impide el triunfalismo, que debe mucho al mal resultado del principal adversario. En las europeas de 2004, el PP obtuvo 6.393.000 votos, el 41,21&, y 24 escaños. En 2009, ha obtenido 6.615.000 votos, el 42,23%, y 23 diputados; un producto bastante modesto. Pero ese porcentaje obtenido con una participación del 46% se convierte en un 18% sobre el censo de votantes. Si comparamos estas cifras con las obtenidas en las generales del año pasado, cuando el PP recogió 10.170.000 votos, el 40% de los emitidos con una participación del 75%, observaremos que ha perdido 3.600.000 votos en números redondos. Así, que nada de cambio de ciclo. Otra cosa es que Rajoy, que necesita grandes éxitos aunque sean ajenos, lo quiera presentar así para afirmar su posición en el partido, mostrar que el PP ha sufrido poco daño con los casos de corrupción que le salpican y señalar a los suyos que está cerca la victoria decisiva. La petición de que Zapatero se someta a una moción de confianza va en esa línea del exceso de euforia y de propaganda interna, en la que es tan ducho.
Las elecciones han dejado claro que Rajoy es un rentista nato, que obtiene rédito del triunfo de los candidatos de su partido aunque no sean precisamente de su cuerda, y que sabe sacar de la chistera conejos como el avión Falcon o el aborto para no hablar de Europa. Lo cual vuelve a confirmar que el PP cuenta con un núcleo electoral muy estable e inmune a la corrupción, al que poco le importa que Rajoy, salvo críticas y vaguedades, carezca de medidas para salir de la crisis económica en España y más allá: lo importante es que siga zurrando al PSOE y defendiendo a la Iglesia.
 
Esa rentable inanidad del PP ante la crisis no evita que el PSOE se desgaste por gestionarla. Con 6.032.000 votos, el 38,52%, ha perdido más de 700.000 votos y 4 escaños desde las europeas de 2004, en las que obtuvo 6.741.000 votos (el 43,46%), y más de 5 millones desde las generales de 2008. El PSOE también ha hecho una campaña electoral muy volcada en asuntos nacionales, donde la Unión Europea ha quedado como un retórico telón de fondo, razón que explica, en parte, la elevada abstención (54%). Pero el PSOE ha sido también castigado por su electorado, que, sin asumir el riesgo de entregar el gobierno al PP, ha mostrado su malestar por las inconsecuencias de Zapatero.
La campaña electoral socialista ha sido mala, además de incoherente, pues ha cargado las tintas contra la derecha para luego aceptar otro mandato de Durao Barroso como Presidente de la Comisión Europea, que es el candidato del Grupo Popular Europeo, pero lo más preocupante es que el Gobierno está falto de pulso y dando marcha atrás respecto a la primera legislatura. A la tradicional debilidad ideológica del PSOE, se unen un programa poco claro y la falta de guión en lo más inmediato, que conducen a un sin fin de propuestas sobre la crisis que luego se corrigen, matizan o abandonan por otras, sin que la ciudadanía sepa a qué carta quedarse. La debilidad parlamentaria y el deseo de agradar a todos han llevado a Zapatero a abrir muchos frentes careciendo de fuerza (y convicción) para cerrar alguno definitivamente.

La táctica parlamentaria de la geometría variable se ha revelado poco útil, pues da lugar a momentáneas alianzas lo mismo a favor que contra el Gobierno, cuando lo que éste precisa es consolidar algún pacto que proporcione estabilidad, lo cual exige claridad en los objetivos, además de talante. El asunto de la financiación autonómica, especialmente en el caso catalán, agravado por el recurso de inconstitucionalidad del Estatut, no es ajeno a los malos resultados obtenidos en Cataluña, donde el PSC ha caído el 7%, con un 38% de participación.
Los resultados en Madrid y Valencia, donde el PP está inmerso en acusaciones de corrupción, son igualmente preocupantes. En Madrid, el PSOE pierde más de un 7%, mientras el PP pierde menos de un punto, y en Valencia, este último gana un 2,58%, mientras el PSOE pierde casi un cinco por ciento (4,8%). Estas dos plazas son irrecuperables a corto plazo, dada la falta labor opositora, de comunicación eficaz, de equipos alternativos y de candidatos creíbles. En Ferraz parecen haber abandonado a su (mala) suerte la capital del país y su Comunidad, en donde se dejan caer paracaidistas que fracasan como dirigentes locales pero que luego son recompensados con cargos nacionales. Así que, dentro de unos años, es posible que veamos a Tomás Gómez de ministro, mientras en Madrid sigue gobernando el PP.
Si en el PSOE se conforman con lo obtenido, y se consuelan con el argumento de que otros gobiernos europeos también han sufrido los efectos electorales de la crisis y de que otros partidos socialistas aún están peor, es que están ciegos.
Otro día hablaremos de las fuerzas políticas alternativas al capitalismo.


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