Trasversales
Beatriz Gimeno

La píldora postcoital y los farmacéuticos catalanes

Revista Trasversales número 15, agosto 2009

Textos de la autora
en Trasversales

Publicación original en El Plural



Espero no ser la única a la que le ha indignado profundamente el protocolo del Gobierno catalán respecto a la dispensación de la píldora post coital. En primer lugar la verdad es que estoy harta de esta izquierda pacata que gobierna tratando de contentar a todos sin darse cuenta de que lo único que hace es crear desafección entre los suyos y que la derecha jamás va a darles ni agua. En ese sentido envidio a los presidentes norteamericanos que cuando tienen que poner a un juez en el supremo para que influya en la política futura lo ponen de su cuerda, sin complejos y siguiendo el mandato de sus votantes: los conservadores ponen a conservadores y los progresistas a progresistas. Aquí no. Aquí la izquierda pone a conservadores para ver si así se calman. Pero ellos no se calman y nosotros dejamos de votarles. Lo de Zapatero con Carlos Dívar no tiene nombre. Lo del Gobierno catalán con la píldora del día después, tampoco.

Como no se atreven a coger el rábano por las hojas pues pasa lo que pasa. Llevamos años diciendo que la educación sexo-afectiva es imprescindible en la educación de los adolescentes y que es imprescindible para reducir los abortos. Pero, ni que decir tiene que esa educación se tiene que dar en su contexto, por personas formadas al efecto y tiene que ser una educación integral que informe de métodos anticonceptivos, sí, pero también de derechos, libertades, posibilidades... Como no se atreven a hacer eso en la escuela porque los conservadores ponen el grito en el cielo, pues… que lo hagan los farmacéuticos. Ahora resulta que, según el protocolo del Gobierno catalán para la dispensación de la píldora postcoital, son los farmacéuticos los que van a dar esa información sexual a las jóvenes. Y no sólo eso, los farmacéuticos se van a convertir en árbitros de moralidad y, si no encuentran a la joven madura para evitar su embarazo, pues no le dan la píldora y tan contentos. Como no está madura, pues que madure a golpe de maternidad no deseada. Y todo eso lo decide en un minuto el farmacéutico, ungido no se sabe por quién ¿Y quién examina de madurez a los farmacéuticos? ¿Han pasado un examen de madurez sexual, social, democrática, personal?

¿Cómo es posible que se permita que un farmacéutico le pregunte a una chica si ha tenido o ha dejado de tener relaciones sexuales seguras? Si va por la píldora será por algo y no veo razón alguna por la que haya que obligar a una adolescente a pasar por un interrogatorio sexual por parte de un extraño al que, repito, nadie ha facultado para interrogar sobre nada… ¿Son seguras y saludables las relaciones sexuales del farmacéutico? Hay por ahí personas, del Opus o de cualquier otra semisecta religiosa, que son capaces, en dos palabras, de traumatizar a una adolescente gravemente, de hacerla sentir culpable, sucia, miserable. ¿Quién se va a ocupar de que los farmacéuticos no dañen a los adolescentes? ¿Quién se va a ocupar de que los farmacéuticos no hagan que las adolescentes, que van a por el medicamento al que tienen derecho, no salgan de la farmacia sintiendo que han hecho algo horrible, o que están abortando, que la pastilla es peligrosa para su salud o que tomarla va a provocarles un trauma de por vida? Todo eso lo he escuchado yo en boca de algunos farmacéuticos. Pero, al parecer, su madurez está garantizada por no sé sabe qué asignatura que no figura en el programa de Farmacia.

Por si fuera poco, la chica tendrá que firmar un documento en el que afirma que ha sido informada de todos los riesgos y contraindicaciones y que asume la responsabilidad de tomar el medicamento. ¿Por qué no nos hacen firmar eso cuando compramos medicamentos verdaderamente peligrosos? ¿No estarán queriendo asustar a las ingenuas que se hayan acercado a la farmacia creyendo que una farmacia es un sitio en el que van a venderle medicamentos legales? Exijo que el cuestionario incorpore una casilla en la que la chica pueda decir si ha sido a) humillada, b) presionada, c) acosada, d) maltratada por el farmacéutico; así, al menos, cabría el derecho a la pataleta. Y esas preguntas… ¿Las harán en público o en privado? ¿Meterán a las adolescentes en una salita contigua o les preguntarán delante de todo el mundo? ¿Preguntarán sólo a las chicas? ¿Y la inmadurez de los chicos? Habrá que exigir que venga el culpable también ¿no? ¿O es que él se va a ir de rositas?

Y por último, resulta que los farmacéuticos pueden negarse a vender el medicamento. No se sabe si esa decisión se toma antes o después de echarle la charla a la chica. Mucho me temo que algunos farmacéuticos no van a renunciar a la posibilidad de explicarle a la inmadura lo mal que va el mundo por culpa de chicas como ella. Podrán no venderlo aunque el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo ha dicho que hay que primar la salud de las mujeres sobre un supuesto derecho a la objeción. Y podrán no venderlo aunque las leyes no les autoricen a abstenerse. Si ahora objetan los farmacéuticos para vender un medicamento que la OMS ya ha dicho que es fundamental y no abortivo ¿por qué no van a objetar para vender preservativos? Y ¿por qué no puedo objetar yo a que con mis impuestos se fabriquen armas que están matando por ahí a inocentes ya nacidos? Y por si todo no fuera bastante, y aunque la ley es para que la píldora se pueda comprar sin receta, ésta va a ser obligatoria en las farmacias de guardia. Con eso no evitarán los abortos, pero puede que consigan que las parejas se fijen una hora para tener relaciones sexuales. Así no iremos a molestar por la noche a ningún farmacéutico que, estando dormido, puede que se le olvidara echarnos la charla o examinarnos sobre nuestra madurez. Y finalmente para asegurarse de que todo esto da resultado ¿por qué no obligan a los adolescentes a firmar un documento jurando que no lo van a hacer más? Así acabamos antes.



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