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Consejo editorial de Trasversales

La(s) crisis

Revista Trasversales número 15 venaro 2009



Recorre estas páginas un eje común: las crisis. En plural, sin relegar urgencias críticas a costa de la crisis, esto es, de la crisis económica, aunque ésta no es un invento, sino muy real, teniendo en las clases subalternas su principal víctima. Una de esas crisis que están en el código genético del capitalismo y que no pueden posponerse indefinidamente (Astarita).

Esta crisis no es mera consecuencia de los excesos y desregulación del capital financiero, aunque los excesos sean reales y las regulaciones necesarias. Su raíz es la inhibición inversora del capital en nuevos medios de producción, por haber dejado de rendir ganancias a la altura de lo esperado por los capitalistas. Eso dio lugar a la recesión de 2000/2001 en Estados Unidos. Las ganancias se recuperaron entre 2002 y 2006, sostenidas, entre otros factores, por el aumento de la explotación absoluta del trabajo, el expolio de los bienes comunes, la extensión de las relaciones sociales capitalistas y por una especie de “adelanto” a cuenta de supuestas ganancias futuras. Pero la inversión en la economía productiva seguía siendo “poco rentable” y el capital buscó inversiones que rindiesen intereses o rentas, dando lugar a una sobreacumulación de capital-dinero, abundancia de préstamos, bajas tasas de interés e inversión desproporcionada en el sector inmobiliario y sus derivados, ámbitos proclives a especulaciones y aventuras. Mas intereses y rentas son una fracción del plusvalor global, el cual, aunque se incremente la explotación, no puede crecer sin límite si la inversión productiva se estanca.
La crisis va dejando un reguero de desocupación, precariedad y miseria. En las páginas que siguen se proponen ejes de reflexión sobre los que crear nuevas estrategias ante ella (Universidad Nómada)  y políticas para hacer frente a la ofensiva laboral y social con la que el capital trata de saldar la crisis de la manera más favorable a sus intereses (Ignacio Fernández Toxo, María Pazos, Vicenç Navarro), incluyendo el ámbito educativo y, en particular, la Universidad (Galcerán, Roogero, Do, Roca), escenario muy sensible a las nuevas relaciones entre trabajo simple y trabajo complejo en un capitalismo que crecientemente explota las capacidades afectivas e intelectuales humanas.

Para salir del papel de víctima, resignada o furiosa, y construir otras salidas a la crisis, hay que ir más allá de la lógica del capital, vincularla a reformas sociales y a las crisis permanentes: el cambio climático y la crisis de energía ligada a la limitación de los combustibles fósiles y a su imposible sustitución en los próximos años (Redondo, Wade, Valsa), la contrarrevolución patriarcal y religiosa contra el clamor de las mujeres por sus derechos sociales y reproductivos (Pazos, Ortega), el hambre (Redondo), las xenofobias (Ibarra) y todas las formas de dominación presentes en nuestro planeta. Y hay que poner en juego otras perpectivas (bienes comunes, cooperación, bienestar humano, gobernancia regional y global, autonomía) frente a las hegemónicas (apropiación privativa, mando, crecimiento y ganancia, Estado-nación, iglesias). Todo ello pone en primer plano, quizá como prioridad estratégica, la urgencia de repensar y rehacer la política y la participación política (Casacuberta).

En la lógica del capital, la crisis económica no tiene más salida que la  destrucción y concentración de capital, el paro, los recortes sociales... hasta que se inicie un paulatino despegue de la tasa de ganancia. No cabe  refundación del capitalismo, pero, lejos de la alternativa infernal adaptación/apocalipsis, cabe fomentar la (auto)reforma social, la creación de no-capitalismo al lado y en tensión con el capitalismo y la liberación de ámbitos hoy sometidos a éste, única vía para lograr la autocapacitación social necesaria para librarse de las relaciones capitalistas y jerárquicas sin que sean sustituidas por otra forma de dominación semejante o peor. Varias de las aportaciones insisten en ligar la defensa ante esta crisis con perspectivas transformadoras no dependientes de la voluntad del capital. El capitalismo es el modo de producción global en las sociedades del siglo XXI, pero el modo de producir no es todo y las sociedades y sus gentes no se reducen a meros engranajes del capitalismo, pese a la propensión de éste a ocuparlo todo. La idea de que en el capitalismo todo es capitalismo es letal para la izquierda. Se pueden experimentar nuevas formas de vida, relación y creación (Gimeno, Castro, Valsa, Casacuberta), así como influir sobre las políticas e instituciones públicas, limitando y erosionando el poder capitalista, aunque no sea un progreso líneal automático sino una posibilidad abierta -y reversible- en términos de conflicto social, relación de fuerzas y creación histórica.

Las políticas y los conflictos actúan en determinados espacios geopolíticos y, en sus momentos más transformadores, los transforman y crean. La actual crisis es la crisis más global y simultánea que haya existido nunca. Una de las grandes tragedias de la izquierda, moderada o antisistema, es que carece de estrategias transnacionales. Puede hablarse de otra regulación financiera, de "deslocalizaciones" o del cambio climático, pero son retos sin salida nacional (Wade, Crespo, Hammerstein). Y no basta con promover la coordinación de las luchas y de los movimientos, lo que es necesario... pero al fin y al cabo insostenible sin proyectos de y para  espacios transnacionales de acción política, especialmente, en nuestro caso, la Unión Europea. Si las izquierdas y los movimientos siguen sin entender esto, la transformación social positiva se hará casi imposible. Las grandes quiebras de las tradiciones emancipadoras (I Guerra Mundial, estalinismo) siempre han estado vinculadas al “patrioterismo” y al estatalismo.

No queremos terminar sin citar a los artistas gráficos que ilustran este número generosamente. Gracias pues a Jorge Chamorro, L.L. de Mars y Juan Ramón Mora.



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