Trasversales
Josu Montalbán

Honduras en la memoria

Revista Trasversales número 15, septiembre 2009

Textos del mismo autor

Josu Montalbán es diputado por Vizcaya en las Cortes Españolas (PSE-PSOE)



Ya han pasado dos meses desde que se consumó el Golpe de Estado en Honduras. Ya casi no nos acordamos de nada. Ni de cómo fue. Pocos saben que Zelaya gobernaba el país aupado por uno de los dos grandes partidos que han venido gobernando Honduras desde que celebra elecciones. Zelaya es liberal y ha sido derrocado violentamente por alguien que obedece consignas del partido nacional, sobre todo de los empresarios y oligarcas, debidamente conducidos y protegidos por el Imperio de EEUU que, a pesar de Obama, aún existe y aún ejerce su dominio. Es cierto que algunos recordamos la imagen de Zelaya vestido con un pijama, bajando por la escalera de un avión que en la noche del 28 de Junio le trasladó a Costa Rica, pero el tiempo va ocultando las consecuencias posteriores.

Conviene recorrer los pasajes que van desde la llegada  de Colón y Hernán Cortés, en la primera mitad del siglo XVI hasta hoy para comprender la historia de los hondureños atribulados constantemente por conquistadores desmedidos, esquilmadores ilimitados y sátrapas de todos los tenores. Ahora mismo Honduras tiene más de siete millones y medio de habitantes que viven en un territorio mayoritariamente montañoso, y encierra una gran riqueza natural y medioambiental. Sus límites, -por el norte con Guatemala, el mar Caribe y el océano Atlántico; por el sur con El Salvador, Nicaragua y el océano Pacífico-, la convierten en un territorio  ubicado estratégicamente, donde EEUU no ha dudado en desarrollar programas estratégicos militares (Plan Maya-Jaguar), instalar bases militares (entre ellas la base de Palmerola, de gran actividad), e inaugurar una base antidroga, recientemente, en el Departamento de Gracias a Dios, fronterizo con Nicaragua.

La población hondureña es en un 90% mestiza (amerindio y europeo), un 6% amerindios, un 2% de raza negra y un 1% de raza blanca (europeos y árabes). Para llegar a estas características definitivas los hondureños han superado todo tipo de vicisitudes, hasta consumar su independencia en el año 1821 y convertirse en Estado soberano e independiente en 1838. Los conquistadores españoles no anduvieron con remilgos. Los sucesivos caciques indígenas fueron reducidos durante el siglo XVI: Hernán Cortés derrotó a Picazura y Mazatl; Diego López de Salcedo hizo lo propio con el Señor de Silca, a quien dio muerte abandonándole en medio de una jauría de perros; Alonso de Cáceres eliminó a los caciques Copán Galel y Lempira; Pedro Alvarado derrotó a Cicumba. Igual que había ocurrido en otras regiones y países del Centro y del Sur de América, Honduras quedó en manos de reyes e imperios dirigidos desde muy lejos de allí hasta su independencia y su proclamación como Estado soberano.

Sin embargo los importantes cambios que se han producido durante el siglo XX han marcado los comportamientos hasta llegar a este episodio del último Golpe de Estado. A principios de  siglo se instalaron en Honduras tres compañías fruteras de EEUU (Standard Fruit Company, Cuyamel Fruit y United Fruit Company) que convirtieron a Honduras en el primer exportador de bananas del Mundo, junto a Guatemala y Costa Rica, con quienes se acuña el término, hoy despectivo, de “repúblicas bananeras”. La defensa de los intereses de dichas empresas llegó a provocar una primera invasión de marines de EEUU en 1924. Antes ya se habían constituido los dos partidos mayoritarios que aún perduran. Obedecían al interés de las dos compañías fruteras más importantes. Ambos partidos fueron pensados como partidos de ideología conservadora, pero pronto quedó  claro que el partido liberal estaba dispuesto a construir una sociedad más justa e igualitaria  que el partido nacional.

Por ejemplo, en 1957 el liberal Villeda inició una Reforma Agraria e intentó profundizar con un plan educativo, lo cual provocó un Golpe de Estado auspiciado por la oligarquía hondureña, con el apoyo de EEUU, que llevó al poder al Coronel López Arellano, a su vez destituido mediante otro golpe por el Coronel Melgar, a su vez también destituido por el golpe del Coronel Policarpo Paz. Siempre tutelados por EEUU, el triunfo de la Revolución Sandinista en la vecina Nicaragua derivó en unas elecciones en el año 1980 y, posteriormente, la promulgación de la Constitución de 1982 en base a los intereses de la oligarquía. Entre otras razones, la más importante fue que EEUU necesitaba usar Honduras como base de operaciones militares contra el nuevo gobierno sandinista de Nicaragua. A partir de entonces se suceden los dos grandes partidos en el poder hasta que al liberal Carlos Flores le sustituyó el empresario Maduro, favorecido por la debacle que supuso el paso del Huracán Mitch, que empobreció el país y causó más de 10.000 muertos. Tras Maduro llegó Zelaya.

No se puede decir que Zelaya fuera un gobernante izquierdoso, pero una de sus primeras decisiones fue declarar inconstitucional la Ley Antipandillas promulgada por su antecesor Maduro para luchar contra la delincuencia. El argumento de Zelaya fue contundente al afirmar que los altos niveles de delincuencia estaban asociados al escaso desarrollo del país y a los altos niveles de pobreza. Zelaya, fuera por ideología o fuera por conveniencia, ha apostado por el desarrollo y las políticas sociales para ocupar un lugar importante en el mapa geopolítico de América: primero fue su incorporación al ALBA que había promovido Chávez, y además aceptó ser miembro de Petrocaribe, por lo cual obtenía petróleo de Venezuela a un precio barato y con grandes facilidades de pago. Han sido estas dos decisiones, junto a otras de carácter interno, las que han adelantado el Golpe al que Obama ha respondido con diligencia pero sin contundencia.

Tras el Golpe de Estado de Honduras se oculta una razón estratégica militar y un principio ideológico social. El Jefe de las Fuerzas Armadas que dirigió el aparato militar, Vasquez Velazques, afirmó junto a la elite de empresarios hondureños que el acuerdo de inclusión en el ALBA era malo para los intereses nacionales, mientras Zelaya consideró que con tal acuerdo se beneficiarían los hondureños más pobres. Nadie duda de que el  nuevo Gobierno de Micheletti es ilegítimo pero ¿alguien está dispuesto a combatirle en serie? Las voces que se han alzado van en la misma dirección, pero parecen voces que claman en el desierto. La oligarquía hondureña teme que una reforma constitucional, de la mano de Zelaya, les prive de todos los privilegios que le concedió la de 1982.

El Secretario General de la ONU Ban Ki-moon ha considerado “Inaceptable” el Golpe, pero la ONU no se ha movido. ¿Sirve para algo la ONU? Obama también se ha pronunciado en contra pero ¿está dispuesto a hacer algo más?  Si se desencadenase un conflicto civil, ¿al servicio de qué bando iba a poner sus armas y sus bases? Son ya muchos los hondureños que piensan como el poeta Fredy Ramón Pacheco que “Micheletti es definitivamente aliado de EEUU y el ejército hondureño es más que aliado, son casi hijos carnales del Cuerpo de Marines de los EEUU”. Da la impresión de que se trata de que nos olvidemos de lo ocurrido porque siete millones y medio de personas no son demasiadas en relación con la Humanidad, más bien son una nimiedad, y un presidente destituido no significa nada, principalmente porque se trata de alguien capaz de plantar cara a la Oligarquía y mostrar sensibilidad ante la injusticia y la pobreza.

Por eso conviene subrayar que la celebración de un referendo no vinculante para preguntar a los hondureños  si debe ser redactada una nueva Constitución que sustituya a la del 82 solo tiene un objetivo: facilitar la participación de los ciudadanos en la democracia y favorecer que en el futuro se puedan consumar las reformas económicas y sociales que precisa el país para salir de la miseria que afecta a la mayoría de la población. Pero no sol ha sido destituido por eso. Los oligarcas tampoco admiten algunas iniciativas que había tomado como el aumento del salario mínimo o la aprobación de una legislación sobre la protección laboral  más justa en aras de la dignidad de los trabajadores. Tampoco han visto con buenos ojos el anuncio de rescatar la base norteamericana de Palmerola, en suelo hondureño.

Urge escuchar una definición por parte de EEUU. Urge saber si de la mano de Obama EEUU va a seguir apoyando a sátrapas solo porque defiendan sus intereses, o será capaz de intervenir realmente a favor de la justicia y de la libertad en el seno de la Humanidad. Urge reverdecer las memorias para que nada sea olvidado. Los golpistas han llegado a justificar el golpe “para evitar que Chávez tomara Honduras”. Ni una sola vez las injerencias de Chávez han llegado a tal, en todo caso es encomiable el esfuerzo solidario de Venezuela con el resto de los países americanos que en mayor o menor medida quieren desarrollar ese “Socialismo del Siglo XXI”, tan necesario para derrotar al capitalismo neoliberal para el que las personas son meros números: productores y consumidores supeditados a las elites y oligarquías de cada lugar: meros parias de la Tierra.




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