Trasversales
José M. Roca

Impuestos

Revista Trasversales número 15,  septiembre 2009

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Aunque todavía tiene que ser discutida en el Congreso, es decir someterse al criterio de otros partidos, al fin hemos conocido la propuesta fiscal del Gobierno  sobre la que se han hecho tantas cábalas.

Siguiendo la imprudente costumbre de anunciar reformas sin concretar, en el mes de agosto José Blanco anticipaba una subida de impuestos que gravaría especialmente a las grandes fortunas; a los más ricos, dijo. El simple anuncio de una reforma fiscal hizo correr ríos de tinta y suscitó las arremetidas del PP, de la patronal y de los ultraliberales de su entorno sobre la inconveniencia de subir los impuestos en época de crisis. Rajoy predijo los peores desastres si la reforma se llevase a cabo.  Más de un mes después, Zapatero ha ratificado la idea de Blanco al señalar que el esfuerzo fiscal iba a recaer sobre las rentas más altas.

Ahora ya conocemos el alcance de la reforma: se grava el consumo de todo el mundo con la subida del IVA, que pasará del 16% al 18% en el tipo general y del 7% al 8% en el reducido; se suprime la deducción 400 euros del IRPF a todos los contribuyentes; se reduce del 25% al 20% el impuesto a las pequeñas y medianas empresas que creen o mantengan empleo; sube del 18% al 19% el impuesto para rentas del capital para los primeros 6000 euros y pasa al 21% a partir de ese monto. La contribución de las rentas más altas, refugiadas en las Sociedades de Inversión de Capital Variable (SICAV) que tributan el 1%, no se toca (¿Hacienda somos todos?).

Cabe preguntarse si esta es la reforma fiscal que presentaría el Gobierno si tuviera mayoría absoluta o si se trata sólo de una táctica para que pueda ser retocada durante la discusión de los Presupuestos Generales en el Congreso, donde el Ejecutivo tiene que recabar apoyos. Es posible que así sea, pero dada la correlación de fuerzas y la debilidad de la izquierda, algunos retoques son posibles, mas no cabe pensar que, tras su paso por las Cortes, vaya a cambiar de sentido.

De momento, la reforma tiene un carácter populista, pues, bajo una apariencia falsamente igualitaria, no corrige el desequilibrio en la carga impositiva sino que, en líneas generales, lo mantiene. No grava más a quién tiene más, sino al contrario, y una vez más las grandes fortunas se escapan, mientras trata como millonarios a quienes realmente no lo son.

De este modo, el Gobierno, metido a sociólogo, ha ofrecido una recomposición de las clases sociales en España, que ahora serían según él esencialmente tres: la clase más alta, la de los riquísimos, que salen indemnes de la reforma fiscal; los parados, a los que hay que ayudar (y que como consumidores tributan más), y una solidaria clase alta, que somos todos los demás. Sin comerlo ni beberlo, Zapatero nos ha convertido a casi todos en millonarios y nos obliga a tributar como tales, con la esperanza, eso sí, de que cuando seamos supermillonarios tributaremos muy poco.


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