Trasversales
José Luis Redondo

La energía nuclear ataca de nuevo

Revista Trasversales número 16,  otoño 2009

Textos del autor
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La catástrofe de Chernobil (1986) parecía haber producido una herida de muerte a la energía nuclear como fuente de producción eléctrica. Se había parado la construcción de reactores de fisión, que eran 444 en 2002 y 436 en 2007. Salvo China y Rusia pocos países estaban proyectando nuevas centrales. En Europa sólo Finlandia estaba construyendo una central de tercera generación, con su gemela en Francia, ya que la tecnología era francesa. Sin embargo, en estos últimos años han aparecido propagandistas, interesados o nuevos conversos, sobre todo entre políticos (como Felipe González) y periodistas, aparte claro está de los profesionales directamente ligados a las empresas eléctricas o de tecnología nuclear. Han aumentado los países que proyectan construir centrales nucleares para contribuir al “mix” energético, en Europa Rumania (1), Bulgaria (2), Eslovaquia (2), Lituania (1) y Ucrania (2), en Italia se ha abierto la veda para construir nuevos reactores, en Alemania ha jugado un papel importante en la campaña electoral, ya que la Democracia Cristiana pretende prolongar la vida de las centrales de 10 a 15 años, centrales que por acuerdo entre el SPD y los Verdes deberían cerrarse antes de 2022, y en España hemos asistido a la enorme presión para prolongar la vida de Garoña incluyendo el dictamen del propio Consejo de Seguridad Nuclear.

¿Qué ha pasado para este cambio? Puede explicarse, en primer lugar, por la crisis energética y el horizonte del final de la era del petróleo y del gas natural, originada por la disminución de nuevos yacimientos que puedan equilibrar el consumo mundial, siempre en aumento. En segundo lugar por el cambio climático y la necesidad de frenar la producción de dióxido de carbono.

En todos los argumentos que esgrimen los propagandistas de lo nuclear se parte de la imposibilidad de frenar el aumento del consumo mundial de energía. Nadie parece pensar que el freno en el consumo y la posterior disminución, es la única solución a la crisis energética que amenaza a la civilización tecnológica. Ya que no hay solución, a escala mundial, para reemplazar las fuentes con carbono y responder al tiempo al consumo mundial de energía, se esgrime la energía nuclear como una respuesta de transición. Hay que tener en cuenta que la producción eléctrica de origen nuclear no supone más del 6% en el mundo y que esta proporción debe reducirse, debido al próximo cierre de centrales antiguas. Ya nadie niega, puesto que es negocio, el desarrollo de las energías renovables, así la eólica ha tenido un desarrollo explosivo en los últimos años. Sin embargo las energías renovables no pueden, por sí solas, responder al consumo siempre creciente de energía, lo más que se intenta en la UE es que en 2020 se cubra con ellas el 20% de toda la energía y el 40% de la eléctrica.

Sobre esta base se defiende la energía nuclear, se dice que disminuye la dependencia del petróleo y del gas en aquellos países que no tienen yacimientos, como en España. Igualmente que no emite dióxido de carbono y que es barata. Por lo tanto puede servir mientras se desarrollan nuevas tecnologías que abaraten la producción del KWh. Salvo en el caso de Francia, ningún país pretende producir la mayor parte de su electricidad a partir de la energía nuclear de fisión.

¿Deberíamos embarcarnos en la utilización de una energía peligrosa por no cambiar nuestro consumo? Es evidente que la respuesta es sí para fuerzas muy poderosas con un número creciente de lobbystas.

¿Qué se oculta con el discurso pro nuclear? Se ocultan y se tergiversan muchas evidencias:
- Cuando se habla de no depender del petróleo y del gas, se olvida que tampoco hay uranio en España y en Europa y que se dependería de los países que lo tienen. Cuanto mayor número de centrales se construyan, más pronto se terminará el uranio que es un recurso escaso. Además, para responder a las necesidades actuales y constituir una energía de transición se necesitarían miles de reactores ( M. Coderch y N. Almiran. El espejismo nuclear. Los libros del límite. 2008).
- El uranio-238 es el que se obtiene de los minerales naturales, como la pechblenda, pero sólo puede usarse en los reactores, enriquecido de uranio-235 o transformado en Plutonio a través de reacciones nucleares. Este uranio enriquecido o el plutonio exige una tecnología que pocos países poseen, fundamentalmente los que también tienen armamento nuclear. Es una nueva dependencia de estos países. La tecnología de enriquecimiento puede llevar hasta el 90% de uranio-235 y permitir obtener una bomba de fisión, es lo que parece que está logrando Irán. Por lo tanto esta tecnología abre el camino a la proliferación de los países con armamento nuclear y a un aumento de la inseguridad mundial. ¡De nuevo son posibles guerras nucleares!
- Evidentemente no emite dióxido de carbono, aunque si en la minería del uranio y en la construcción de las centrales, pero puede emitir isótopos radiactivos, fuertemente cancerígenos. Es lo que puede pasar en las averías de las centrales y es lo que pasó de forma terrible en la catástrofe de Chernobil. Averías que de pequeño tamaño ocurren regularmente, véase las de Vandellós, averías que las empresas ocultan o disminuyen su importancia, porque pueden tener que parar el reactor, las multas del CSN compensan frente al coste de tener que parar la producción eléctrica. A medida que los reactores son más viejos, mayores son las posibilidades de deterioro. Siempre se dice que la seguridad de las centrales es muy alta, que la probabilidad de que ocurra un accidente grave es muy baja, pero para cualquiera con nociones de estadística, es obvio que al aumentar el número de centrales y el tiempo de funcionamiento aumenta la posibilidad de un accidente ¡aislado!, pero cuyas consecuencias pueden ser fatales.
- El problema más grave y que nadie sabe cómo resolver, es el de los residuos. Los residuos radiactivos de alta actividad se están almacenando en piscinas en cada central, que se están colmatando. En España se intentan centralizar en un cementerio de superficie, que en cualquier caso sería provisional. Hay que tener en cuenta que se producen isótopos radiactivos que pueden durar miles de años. Ningún país tiene la solución, se está estudiando la construcción de cementerios subterráneos que los contengan durante miles de años, pero ni la experiencia ni el coste son conocidos, ¡tienen que durar más que las pirámides de Egipto!. Naturalmente no se contempla la repercusión de estos costes sobre el KWh de electricidad. Los voceros de esta energía dejan en la sombra o minimizan el tema de los residuos, porque no parece existir solución.
- Por último, se maneja como argumento la baratura del KWh nuclear y que no depende de condicione climáticas como el sol o el viento. Claro está que los reactores tienen que parar cada cierto tiempo para recargar el uranio o para reparaciones y su producción eléctrica es difícilmente modulable. Sobre el coste de la energía eléctrica de origen nuclear hay un fuerte debate. Lo que es evidente, es que ninguna empresa privada se lanza por sí sola a construir una central nuclear, el plazo de construcción es largo y tienen que tener garantizado su funcionamiento durante más de 30 años. Es una industria protegida por el Estado, tiene que tener asegurado por el Estado un tiempo muy largo de funcionamiento, unos intereses de los préstamos a largo plazo y la no introducción en el coste de externalidades como la conservación de residuos a largo plazo, que pagarán las generaciones futuras. Es decir, que el precio de la producción del KWh no es real y está asegurado para largos plazos (Coderch, obra citada).  Lo que sí es rentable es la construcción de las centrales, coste que desde el proyectado puede duplicarse, como en la central de tercera generación de Finlandia que va a llegar hasta los 5.000 millones de euros. El coste del KWh es muy bajo después de haber amortizado la central, es la causa por lo que ha habido tantas presiones para prolongar la vida de Garoña, que debería haberse cerrado. Son curiosas las declaraciones a favor de prolongar su funcionamiento, antes del pronunciamiento, de miembros del CSN, que se supone deberían ser neutrales al pertenecer a un órgano de control de lo nuclear.

Como podemos ver se ha relanzado lo nuclear, ya no como la panacea con que se veía en los años 60, sino como modesto paso de transición hacia algún milagro tecnológico que haga la energía inagotable y además barata, propuesta de imposible realización. Todo menos aceptar que no hay solución para un mundo que traga cada vez más energía teniendo en cuenta el agotamiento de las fuentes (M. Naredo y A. Valero, dirs. Desarrollo económico y deterioro ecológico. Fundación Argentaria. 1999).

Todo menos invertir en I+D de las energías renovables, sobre todo en energía solar y en biocombustibles de segunda generación a partir de la celulosa, que parecen tener más posibilidades de abaratar el coste del KWh producido, además de en las demás fuentes renovables.
La construcción de nuevas centrales es buen negocio y la prolongación del periodo de funcionamiento de las actuales también. Por lo tanto vamos a seguir viendo y oyendo seudoargumentos de nuevos predicadores sobre la bondad de la energía nuclear.

Septiembre de 2009.





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