Trasversales
Beatriz Gimeno

La iglesia y el sexo

Revista Trasversales, marzo 2010

Textos de la autora
en Trasversales

Artículo publicado originalmente en (c) El Plural bajo licencia Creative Commons


La mayoría de la gente está convencida de que la prevalencia de pederastia entre los curas se debe a la obligatoriedad del celibato. Yo estoy convencida de que no, o al menos no del todo. En realidad los curas son célibes, pero a la vista está que muchos no son castos. Esa idea de que la sexualidad masculina es como una bomba hidráulica, algo que se llena de un fluido mágico que tiene que salir por algún sitio o explota, es un viejo mito propio de la ideología sexual masculina, pero no es más que un mito y hay muchas personas, hombres y mujeres, castos por necesidad o por elección que están tan tranquilos sin acosar, abusar o violar a niños. Y también hay muchos hombres casados que son pederastas o violadores

Si de desahogarse se tratara, hay muchas maneras de saltarse el voto de castidad que no son delictivas o dañinas para otros/as. Podrían masturbarse, por ejemplo (supongo que lo harán, claro, pero quizá no lo suficiente). En todo caso, como ignoro los usos eclesiales no se si en su locura, la masturbación seguirá siendo un pecado grave al que algún cura se resista con complejo de culpa. Es una pena, la masturbación es una práctica sexual perfecta para mantenerla en secreto, así que si de desahogarse se trata la masturbación es la solución ideal, deberían promocionarla. Pero hay muchas más posibilidades. Los curas podrían saltarse el voto de castidad teniendo relaciones sexuales con mujeres que, al fin y al cabo, es lo más fácil, sería mucho menos escandaloso, sería considerado más natural y es lo que han hecho toda la vida de la iglesia. Descubrir que hay curas por ahí que han tenido relaciones con mujeres no creo que fuera primera página de ningún periódico.

Por seguir, los curas podrían tener relaciones sexuales entre ellos que sería lo más sencillo. Al fin y al cabo se pasan la vida juntos y el sexo entre chicos en los colegios o internados no es tampoco algo que vaya a descubrirse ahora. Sería una buena opción porque en este caso, además del consabido alivio sexual esta opción les ofrecería una posibilidad de alivio también emocional, así podrían sentirse sentimentalmente acompañados. Y todo eso con la enorme ventaja de que se podrían proteger mutuamente con el secreto. Nadie tendría por qué enterarse.

Pero no se sabe por qué, los curas no escogen ninguna de esas opciones, sino que la toman con los niños (y no por las niñas) que están a su cargo. Yo no sé por qué a los curas les da por los niños y no por ninguna de las anteriores opciones mucho más fáciles, seguras, y que tendrían mucha menos sanción pública. (Dejo aparte el bienestar de los niños porque parece que esa es la última preocupación de los curas) Una posibilidad es que el trabajo de cura atraiga a los pederastas porque es un trabajo que permite tratar con niños sin levantar sospechas. (Que no levante sospechas es increíble a estas alturas, dicho sea de paso, pero esa es otra historia). Esta posibilidad no es desdeñable y es posible que sea así para algunos, aunque la verdad es que la mayoría de los curas comienzan en el seminario siendo niños pequeños y sin posibilidad de elegir.

En realidad, de una manera psicológicamente compleja, creo que lo que hace que los curas se decanten por los niños es, por una parte, el profundo desprecio que la iglesia siente por las mujeres y que inculca de manera obsesiva en todos sus acólitos. Ese desprecio profundo, ese considerar que las mujeres son fuente de todo mal y de pecado hace que muchos no sean psicológica ni físicamente capaces de tener relaciones con mujeres. Aunque ahora hayan moderado su discurso, a los hombres de la iglesia las mujeres les deben dar asco desde cualquier punto de vista. A esas ni tocarlas. Pero si a eso le añadimos la obsesión enfermiza que la iglesia manifiesta por el sexo, por el sexo voluntario, libre y gozoso, eso asegura que tampoco sean capaces de masturbarse (libre y gozosamente al fin y al cabo) ni de relacionarse con otros hombres (adultos libres y con capacidad de elección)

No puedo saber cómo lo elaborarán psicológicamente pero me inclino a creer que a ellos les debe parecer que esa relación con los niños es menos importante, de alguna manera menos sexual, que una relación sexual con otro adulto/a. Puede que en su desapego emocional hayan conseguido llegar a ver a los niños a los que se supone educan, como meros objetos a medio hacer y consideren que lo que no se puede hacer con un/a adulto/a, allí donde interviene la libertad de ambos, se puede hacer en cambio con un niño, al que no dejan de ver como una cosa a su servicio. Yo creo que ellos piensan que eso no es sexo, sino algo así como un necesario alivio sin muchas consecuencias para los niños. Llama la atención la absoluta falta de empatía que toda la iglesia, como institución, ha mostrado ante el sufrimiento de estos miles de niños por lo que nunca se preocupó, nadie, ni el acosador, ni la institución, nadie. A los que ha pedido un perdón genérico a regañadientes y cuando se han visto obligados por la presión de la opinión pública. Está claro que no tienen conciencia del dolor provocado.

Que la iglesia considera que la pederastia no es algo muy grave lo demuestra sus diferentes reacciones ante ésta y el sexo adulto. Cuando un cura es descubierto por haber tenido relaciones sexuales con cualquier adulto, y especialmente si se trata de una mujer, es rápidamente suspendido; cuando es sorprendido con niños, se le envía a otra parroquia sin más, no se le suspende, no se le aparta, se le cambia de niños, para que no repita mucho. Hasta ahora así se ha venido haciendo. Así que creo sinceramente que el celibato no es el problema de la iglesia, sino que lo es su actitud ante las mujeres, ante la sexualidad y ante las relaciones humanas. Además, para que la iglesia permitiera que los curas se casasen no bastaría con cambiar la norma, habría que cambiar toda su concepción del sexo y de las relaciones humanas, del amor, la intimidad y las mujeres. Dicho todo esto ¿no es gracioso que todo el que quiera casarse por la iglesia esté obligado a recibir un cursillo sobre sexualidad y amor impartido por un cura? Me parece de las cosas más desternillantes que pueden contarse y lo que no entiendo es como los novios no se parten de la risa en medio de la clase.

Beatriz Gimeno es escritora y ex presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales



Trasversales