Trasversales
José Luis Redondo

La Unión Europea en el mundo

Revista Trasversales número 17,  invierno 2009-2010

Textos del autor
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El final de la etapa Bush ha acabado con el discurso del unilateralismo norteamericano. No ha sido un cambio de política debido al Gobierno de Obama, sino al reconocimiento del fracaso de la anterior política unilateral.
Se ha comenzado a hablar de un G-2 entre EEUU y China. Es un falso concepto, estos dos países no pueden hegemonizar un mundo que tiene polos diversos de poder. Solamente puede decirse que los dos Estados están implicados, China compra deuda americana y EEUU se ha convertido en su deudor, sin embargo la discrepancia es rotunda, tanto en cuanto a su sistema político como en cuanto a sus intereses en el mundo, si acaso pueden formar una coalición negativa, tal como se ha dado en la Conferencia sobre el Cambio Climático. Hay que sospechar, más bien, que puedan llegar a ser en el futuro dos potencias enfrentadas.
Debemos partir de que el G-20 representa mucho mejor el multilateralismo real. Aunque debe añadirse que además de los Estados hay otros protagonistas del sistema mundial: organismos internacionales como el FMI, un sistema financiero autónomo, grandes multinacionales, ONG con gran influencia como la que han tenido en la lucha contra el cambio climático, así como los grandes medios de comunicación. Esto dificulta, no ya el gobierno, sino la regulación de un mundo globalizado debido a la enorme dispersión de redes de poder e influencia que existen.

En este panorama la UE es uno de los grandes protagonistas, maneja el 30% del comercio mundial de bienes, es una gran potencia económica mundial. Sin embargo es un enano político, de hecho tienen una influencia mayor los Estados que la forman, sobre todo Gran Bretaña, Francia y Alemania. Si quiere tener un peso político equivalente al que tiene en la economía mundial debe dar un gran salto. Este avance difícilmente puede darse desde el voluntarismo de los gobiernos de los Estados o de la Comisión Europea, lo que ha venido sucediendo durante el desarrollo de la Unión. Son los pueblos y los ciudadanos los que deberían ser los sujetos. Hay que partir de que las poblaciones de muchos de los países europeos son más nacionalistas que sus gobiernos. Han sido los votantes de Francia y Holanda los que han echado abajo la Constitución Europea, ha sido la población irlandesa la que ha frenado la puesta en marcha del tratado de Lisboa y sólo con concesiones a la carta ha dicho que sí. Por lo tanto, el mayor esfuerzo debe ponerse en incorporar al marco europeo el complejo de sentimientos y actitudes que se denomina nacionalismo, se trata de que predomine la razón política sobre prejuicios y atavismos.
Esta limitación de partida no impide que el tratado de Lisboa pueda ser el marco para aumentar la conciencia europeísta. Es por esto por lo que puede ser adecuado el nombramiento de Von Rompuy como presidente, aunque hubiera sido deseable alguien mas carismático, la UE necesita priorizar los acuerdos entre los 27 y Von Rompuy se caracteriza por su habilidad negociadora. También puede servir el nombramiento de Catherine Ashton como Alta Representante al incorporar a la Gran Bretaña siempre con un pie fuera de la UE. No puede haber posición común de la Unión ante otros países sin acuerdos previos, para lo que se tiene que construir un aparato diplomático y lanzar iniciativas internacionales.

Tampoco cabe esperar grandes avances en políticas sociales o en propuestas progresistas cuando la mayor parte de los gobiernos son conservadores y también lo es el Parlamento Europeo. De nuevo es evidente que cambiar la correlación de fuerzas exige cambios electorales en la mayor parte de los Estados que forman la UE.
Cabe preguntarse si merece la pena, desde un punto de vista progresista, apostar por el protagonismo de la Unión. Hay que afirmar rotundamente que ya no son posibles cambios sociales importantes en el marco nacional, son necesarios acuerdos y normas al menos a escala europea cuando no mundial, como pasa con la crisis económica o el cambio climático.

La UE es la zona del mundo donde los ciudadanos tienen los mayores derechos civiles, la mayor protección social. La Unión es avanzada en la lucha contra el cambio climático y en las ayudas al desarrollo, aunque no se deba olvidar las deficiencias democráticas de los Estados y de la Unión, ni que un tercio de su población está en los umbrales de la pobreza. Sin embargo, las condiciones europeas son referencia para los países en desarrollo, por esto se da la inmigración. También en algunos aspectos lo es para EEUU, como en el intento de generalizar la protección sanitaria para toda su población.
La UE tiene que enfrentarse con una política propia a los problemas mundiales más urgentes:
Afganistán y Pakistán, los focos mundiales del terrorismo yihadista. La UE tiene tropas en Afganistán y va a aumentarlas a petición de Obama. Una guerra que puede estar pasando de lucha contra Al Qaeda y los talibanes a enfrentamiento con la población afgana. La retirada de las tropas volvería a Afganistán a la situación anterior a la intervención, con el peligro de colapso de Pakistán, que es una potencia nuclear. La guerra sin conseguir mejoras para la población puede llevar a la derrota y al mismo resultado que la retirada.

Una posición única en política internacional, en el marco de la ONU, con acuerdos con EEUU cuando sean posibles, pero sin retroceder ante los desacuerdos. En la presión ante Israel, la existencia de un Estado palestino viable es fundamental para la relación con los países islámicos. Ante Rusia, que suministra la mayor parte del gas consumido en Europa y es un vecino al que ven con desconfianza los países que han estado bajo el dominio de la URSS. También ante las potencias emergentes como China, India y Brasil.
Con propuestas de apoyo a los países en desarrollo, ante el hambre, las enfermedades epidémicas y las causadas por la desnutrición. En África y América Latina están los focos principales de la emigración hacia Europa. La inmigración es imprescindible para la UE ante el envejecimiento de su población, pero al no ser capaz de regularla ni de integrarla produce el estallido de brotes periódicos de racismo y de partidos populistas. Así que una de las tareas de la UE debería ser la contribución al desarrollo de estos países.
Ante la crisis económica y mas allá ante el funcionamiento del sistema económico. La UE tiene que impulsar instrumentos de regulación, impuestos sobre las transferencias financieras, desaparición de los paraísos fiscales, control de los procesos de creación de dinero privado (como los fondos basura) o limitación de los sueldos de los directivos. Cuestiones que ya están en la agenda, pero que tienen que impulsarse por la Unión ante el G-20 y los organismos de la ONU.

En la UE hay diferencias de desarrollo importantes entre los países que la forman y entre las capas sociales de cada país, su rápida nivelación debería de ser uno de los objetivos del futuro. Para ello tienen que aproximarse sus sistemas fiscales (un Tesoro Europeo) y su desarrollo tecnológico.
Sobre todo, la UE está en las mejores condiciones para abanderar la transformación de un sistema consumidor de bienes y energía, insostenible, hacia un sistema equilibrado y sostenible. Un principio de pasos en esta dirección son los que se están dando ante el cambio climático.
En el pasado, Europa ha producido, a partir del siglo XVII, la Ciencia para poder interpretar el mundo y la Técnica para transformarlo. Al tiempo ha vertido sobre la humanidad la ideología del crecimiento indefinido y de una naturaleza manipulable sin límites. El efecto de este sistema, que ya es global, empieza a ser gravemente destructivo: el aumento de la temperatura, la desaparición de especies, la contaminación del medio y el agotamiento de las materias primas. Sin embargo, es en Europa donde de manera incipiente comienzan a darse respuestas con capacidad de incidir en su solución.

Por otra parte el dominio de la ley, las formas políticas de democracia con separación de poderes, la defensa de los derechos humanos, parecen consolidados después del atroz siglo XX. La UE también aparece, en estos aspectos, como un polo de referencia. Más allá del peso económico de la Unión, son estos valores y sus instituciones los que pueden ser útiles en este mundo globalizado y en esta sociedad en crisis. Las movilizaciones sociales, los cambios en la conciencia individual y social, tienen que partir de lo existente para extenderlo a otros países y profundizarlo en los países europeos. Es un combate interno y externo a los países de la UE.
La tradición europea es fuertemente contradictoria, desgarrada entre guerras terribles ha recuperado la negociación como método para resolver diferencias. Imperialista y colonial, parece entender la importancia de la ayuda al desarrollo. Ha desarrollado instituciones únicas en el mundo para la educación y la protección social, aunque sigue siendo incapaz de integrar a los inmigrantes.

A España le corresponde la presidencia rotatoria en los próximos meses, periodo decisivo para asentar las instituciones nuevas, así como trabajar con las competencias más amplias del Parlamento Europeo, sin olvidar la posibilidad de la iniciativa ciudadana. En este periodo tienen que establecerse las relaciones con el EEUU de Obama, acuerdos energéticos y militares con Rusia. Tiene que abordarse una salida a la crisis económica que no sea más de lo mismo. Tiene que enfocarse la integración y regulación de la inmigración superando el racismo y la xenofobia. Tiene que afrontarse el terrorismo y la seguridad en Afganistán, el Sahel y Somalia. Tiene que impulsarse las propuestas de la Unión para remediar el desastre de Copenhague de cara al encuentro de México.

El gobierno de Zapatero está a la izquierda de la mayor parte de los países de la Unión y esto debería notarse, aunque no ha destacado por su capacidad de iniciativa en la UE.
Ninguno de los desafíos a los que se enfrenta la Unión, en parte propios y en parte de nivel mundial, pueden conseguirse sin presión social. Las luchas sociales y ecológicas tienen que darse en el marco europeo cuando no en el mundial. Sin cambios en las opiniones públicas de los países de la UE, sin presiones de sus ciudadanos, la Unión puede retroceder hasta simplemente convertirse en una coordinación de los intereses de los Estados más importantes que la forman. Hay que ser conscientes de la importancia que puede tener crear un polo de referencia en el mundo para que éste pueda cambiar. La hegemonía no se afirma necesariamente por una política de poder: la influencia en las opiniones públicas y en otros Estados puede ser determinante para producir cambios.


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