Trasversales
Luis E. Herrero

No contéis con los dedos. Nunes o el instinto

Revista Trasversales número 18 primavera 2010

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“Movimiento de ojos, de ruedas, de paisajes, negras, blancas, corcheas, combinación de orquestación visual: ¡el cine! Drama quizá, pero drama concebido con absoluta originalidad, lejos de las leyes que rigen la escena y la literatura”

Germaine Dulac

El 16 de marzo de 1957 la revista Destino se hace eco del estreno de  Mañana…, “una obra distinta de cuantas han sido rodadas en España hasta la fecha”, según suscribe Sebastián Gasch. Es la historia de cuatro casos en los que gentes que viven y están marcadas por la noche aplazan sus decisiones para un mañana que nunca llega. El film, en cierta manera premonitorio de alguno de los caminos que tomará la heterodoxia cinematográfica nacional, ha sido escrito y dirigido por un portugués afincado en Barcelona de nombre José María Nunes.

A No dispares contra mí (1961) y La alternativa (1962), “la peor película del mundo”, les seguirá la fundamental Noche de vino tinto (1966), epopeya nocturna etílico-poética y viaje personalísimo que presenta a unos personajes perdidos a los que la película no sirve, como en cambio suele suceder, para encontrarse. Ella, una joven de clase alta que acaba de separarse de un novio algo mayor, decide seguir a Él, un universitario bohemio a quien ha escuchado hablar en la terraza de un bar y que hará las veces de tutor en el rito iniciático que les llevará por las calles y tascas de una Barcelona lúgubre y crepuscular. El consumo ritual de los primeros vasos de vino, a modo de sacralizadas libaciones ofrendadas a Dionisos, rápidamente distingue a nuestros personajes del ambiente tabernario que les rodea, plagado de broncas,  ostentosas carcajadas y bailes flamencos. La película será el primer largometraje producido por FilmsContacto, la productora creada por el padre de Jacinto Esteva a instancias de éste que posteriormente dará su apoyo a Después del diluvio (Jacinto Esteva, 1968) o Cabezas cortadas (Glauber Rocha, 1970).

Como buen rapsoda, Nunes (Faro, 1930) propone una historia formalmente rupturista y genéricamente grandilocuente que es fácilmente localizable en ese tipo de cine al que el crítico Ricardo Muñoz Suay etiquetara como Escuela de Barcelona. La experimentación cinematográfica de los Jacinto Esteva (Lejos de los árboles, Dante no es únicamente severo…), Carlos Durán ( Cada vez que…, Liberxina 90), Gonzalo Suárez (Ditirambo vela por nosotros, El horrible ser nunca visto…), Jorge Grau (Noche de verano, Tuset Street), Pere Portabella (No compteu amb els dits, Nocturno 29), Jaime Camino (Los felices 60, Mañana será otro día…), Vicente Aranda (Brillante porvenir, Fata Morgana…) o el primer Jordà (Día de muertos, Dante no es únicamente severo) fue parte sustancial de ese cine de laboratorio experimental que se contraponía a la propuesta neorrealista patrocinada por José Mª García Escudero desde la Dirección General de Cinematografía (1962) y que se conoció como Nuevo Cine Español (imitando vagamente la defensa del patrimonio cinematográfico francés que había acometido André Malraux desde el correspondiente Ministerio de Cultura). Si bien en 1955 y bajo la tutela del antiguo SEU las Conversaciones de Salamanca abrieron la primera de las luces en el cine español, todavía tosca y netamente franquista, la posterior consolidación en los 60 de los Martín Patino, Saura, Camus… en torno a la Escuela Oficial de Cine de Madrid supondrá la inminente aparición de un grupo de jóvenes cineastas que, como contrapunto, trabajan en Barcelona y optan por asumir fuertes riesgos formales que les alejan de la distribución mainstream y les acercan no pocas veces a historias esnobistas y de desigual recorrido. Los mencionados iconoclastas no formarán un grupo cinematográfico compactado y autoconsciente (Portabella renegará en múltiples ocasiones de su pertenencia al contubernio) pero en cambio sí compartirán afinidades estéticas, fetichizadas actrices (Serena Vergano, Teresa Gimpera) y un estatus social de media y alta burguesía catalana que será posteriormente objeto de crítica por parte de las nuevas generaciones que reivindicarán un cine militante coincidiendo con los estertores del Régimen.
Sin embargo entre aquella pléyade de gente bien de Bocaccio y gauche divine hay un tipo que desentona por su febril actividad y su procedencia proletaria y arrabalera. El Nunes, decimos, trabaja durante los años 50 en todos los puestos posibles dentro de la productora de Ignacio F. Iquino, acumulando una amplia experiencia como ayudante de dirección en más de una decena de películas. Aprendido el oficio, con Mañana… comienza a poner en marcha una maquinaria creativa transgresora y una estética audaz en un contexto cinematográfico tan gris como la España de su momento y al que Juan Antonio Bardem acababa de calificar como “políticamente ineficaz, socialmente falso, intelectualmente ínfimo, estéticamente nulo e industrialmente raquítico”. Después de Noche de vino tinto, ese “monstruo maravilloso”, prosigue su carrera disidente con las clandestinas y autoproducidas Biotaxia (1968) y Sexperiencias (1969), la primera con una Nuria Espert en estado de gracia (“tiene 4 minutos 11 segundos con un plano fijo de su cara ¡y nadie se ha levantado nunca de la sala!”) y la segunda, una genuina muestra de su comprensión del cine, prohibida por la Dirección General de turno al no haber sido presentado previamente guión ni permiso de rodaje alguno. “La película -dice Nunes- sigue prohibida y no he querido hacer ninguna gestión para que la autoricen”. Sexperiencias, sin duda una de sus obras mayores, hace virtud no de la necesidad sino del defecto. Las dificultades técnicas, de rodaje, etc. fueron cruciales para el resultado final, aprovechando  la película su propia insuficiencia para crear una deformación consciente y enfatizada. El interés ya evidente por la desestabilización de los cánones discursivos le acercará de manera natural a los Esteva, Jordà y Durán, con quienes comienza a configurarse esa Escuela de Barcelona interesada en la renovación del lenguaje cinematográfico a rebufo de la Nouvelle Vague.

En la década de los 70 firma y filma Iconockaut (1975) y Autopista A-2-7 (1977) en las que sigue sin abandonar ese carácter de trascendencia que caracteriza toda su obra pero que apuntan hacia una cierta  irregularidad en su producción. Incansable al desaliento y sin concesiones a las corrientes dominantes, la libérrima vocación de Nunes para el cine le lleva en los años 80 a realizar En secreto, amor (1982) e inmediatamente después Gritos… a ritmo fuerte (1984), una ficción envuelta en documental o viceversa, poco importa, por la que asoman importantes grupos de la escena musical barcelonesa de unos años en los que no sólo Madrid bulle: Código Neurótico, Rebeldes, Brighton 64, Gatotumba, Daniel Paradell, Decibelios, Johnny Destruye y los Repugnantes… un irreductible documento fílmico protagonizado por rockers, mods y punks en el que las subculturas urbanas de la Ciudad Condal aporrean sus instrumentos para desagradar, con buen tino, al respetable. Entre los solícitos jóvenes, unos reconocibles Manolo García, Loquillo, Carlos Segarra… a la cabeza de bandas que une el barrio y rompe la mili, bandas en las que cientos de historias tienen lugar, como la del parapléjico Javier Anta Tutti, vendedor de cupones en el Paseo de Gracia, o la de aquel sarcástico bajista que compagina la música con su trabajo: “yo por la mañana construyo y por la tarde destruyo”, genuina declaración de intenciones que habla de una generación y habla del no future. Una película que confirma que, para Nunes, el cine es un estado de ánimo: “No es una película musical ni un producto de consumo para jóvenes. Al contrario, es un filme aburrido, como todos los míos. Yo no puedo hacer cine alienante y pienso que Gritos… a ritmo fuerte, que es una crónica de la crisis de nuestra sociedad, es un ensayo de la película que habría que hacer a lo largo de varias décadas sobre la crisis total en que vivimos”.

Su radical y profundamente instintiva subjetividad cinematográfica sufrirá un parón durante los 90 hasta que vuelve a tomar las riendas de la dirección con nuevas propuestas que inciden en su lado más poético y contradictorio: Amigogima (2000), A la soledad (2007) y Res publica (2009), fragmentación narrativa de un Nunes en estado vanguardista, metafórico, difícil de descifrar, todavía con los recovecos de la psique humana (secreto, incomunicación, intuiciones, desencuentros existenciales…) como motor de sus películas, insistentes en unos diálogos imbuidos de una densa carga literaria de tintes metafísicos, trascendentes, imposibles. Gran conocedor de la forma institucional de hacer, la pretensión del luso siempre ha sido responsabilizarse de films que no se adapten a la ortodoxia, signifique esto lo que sea.

Nunes, recientemente galardonado por el Gobierno portugués con una de esas medallas a toda una carrera, recuperado por diversas filmotecas y protagonista del libro de Joan M. Minguet Batllori Nunes, el cineasta intrèpid, era (es) una rara avis cuya filmografía está esperando todavía ser redescubierta por el público, un autor de un cine mil veces tachado de inconexo que, cual bandada de buitres, planea en el cielo haciendo círculos a la espera de la descomposición del cadáver de lo convencional.



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