Trasversales
Luis M. Sáenz

La justa huelga del Metro de Madrid, la inquina reaccionaria de las élites y la fragmentación de la clase trabajadora

Revista Trasversales número 19,  julio 2010

Textos del autor en Trasversales



No tengo coche. Me muevo por Madrid en metro, autobús o andando. No me viene bien que el metro no funcione. No obstante, sólo personajes antisociales y carentes de cualquier principio ético pueden estar a favor o en contra de algo sólo en base a si les viene bien o mal. Además, sería un estúpido si pensase que me vendría bien que las trabajadoras y trabajadores del metro perdiesen la huelga y que ganase Esperanza Aguirre. Soy un trabajador asalariado y de ninguna manera me puede venir bien que Esperanza Aguirre pueda romper los acuerdos firmados. Lo que está en juego es muy importante: ¿los derechos ganados se consolidan o la patronal - pública o privada- puede cambiar las reglas cada vez que le dé la gana?
El Plan de Ajuste de Zapatero rompió unilateralmente los acuerdos alcanzados en 2009 con los sindicatos más representativos en la función pública. También rompió unilateralmente los acuerdos establecidos en el Pacto de Toledo. La contrarreforma laboral ha creado procedimientos para que las empresas modifiquen las condiciones de trabajo y el régimen salarial establecidos en los convenios sectoriales, sin necesidad de alcanzar un acuerdo con la representación sindical. Convenios a los que ya sólo faltaba firmar los acuerdos alcanzados se han quedado colgados porque la patronal ha llegado a la cita para firmar pidiendo bajadas de sueldo del 5%... Y Esperanza Aguirre quiere romper el convenio colectivo del Metro de Madrid. Así están las cosas.

Pues bien, sin la cobertura que nos dan los convenios colectivos, alcanzados gracias a la entrada en juego de una fuerza colectiva, cada trabajador(a) sólo será un(a) rehén de la patronal (pública o privada), sin protección alguna. Ya está bien de hacer el canelo. A nuestros sindicatos hay muchas críticas que hacerles, pero pensar que sin sindicatos, sin representación sindical, sin movilizaciones, sin convenios  y sin protección legal vamos a estar mejor gracias a la buena voluntad de la patronal y a su agradecimiento por nuestra sumisión es, perdóneseme el término, una estupidez. Lo que tenemos es fruto de la lucha social, pero no vamos a vivir toda la vida de los réditos de luchas pasadas. De hecho, ya hemos perdido mucho y la patronal, el Gobierno regional de Aguirre y el Gobierno de Zapatero quieren quitarnos mucho más.
Debemos apoyar a las trabajadores y trabajadores del Metro de Madrid porque tienen razón, es mezquino ignorar eso sólo porque nos viene mal, porque tenemos que madrugar más, porque tenemos que ir en autobús amontonad@s (lo que por cierto también pasa muchos días en los que el metro funciona) o darnos alguna larga caminata. Miren ustedes, si hay que levantarse una hora antes, pues habrá que hacerlo. Y debemos apoyar a las y los trabajadores también por nuestro propio interés, porque si logran destrozar a los sectores más organizados y con más capacidad de presión de la clase trabajadora, luego no podremos emprender con posibilidad de éxito ninguna acción general contra las medidas que nos están arrebatando nuestros derechos. Abandonar a su suerte a l@s insumis@s es condenarnos a un futuro de servidumbre asalariada.

Sí, claro, ahora saldrán las voces de la reacción, pero también las de las élites "progresistas", diciendo que reconocen el derecho de huelga pero que hay límites en las molestias que se pueden permitir y que los servicios mínimos tienen que cumplirse. Al hablar así, con tanto cinismo, toman partido por Esperanza Aguirre y se sitúan en bando hostil a los derechos de la gente asalariada. En general, porque si las huelgas no pueden "molestar" ni notarse, ya me dirán para que valen; decir que se apoya la huelga pero que los metros tienen que llegar cada seis minutos en vez de cada tres es una burla, una provocación, un insulto. En particular, porque Esperanza Aguirre impuso unos servicios mínimos absolutamente abusivos, boicoteadores de la huelga, frente a los que el recurso a la demanda legal puede dar lugar a un proceso que durará años, tras los que una sentencia inútil diga "sí, claro, ustedes tenían razón, eran abusivos los servicios mínimos". Todo servicio mínimo impuesto por la parte contra la que se hace la huelga, sin acuerdo con la parte huelguista, podrá ser legal pero es ilegítimo y no hay ninguna obligación ética de respetarlo. No estoy diciendo con ello que "haya" que saltarse los servicios mínimos. Digo que hay que apoyar, se compartan o no, las decisiones que al respecto tomen las trabajadoras y trabajadores que luchan por una causa de evidente justicia. Lo ejemplar de la lucha del Metro de Madrid no es una decisión coyuntural y específica sobre los servicios mínimos sino la disposición a una lucha unitaria y el carácter democrático del autogobierno de la huelga a través de las asambleas.

A lo que asistimos es una estrategia de las élites políticas, económicas y comunicacionales (reaccionarias o "progresistas", con minoritarias excepciones) dirigida a fragmentar a la clase trabajadora, a hacernos olvidar sus abusos, corrupciones y privilegios para enfrentarnos, parad@s contra ocupad@s, sector privado contra sector público, precariado con contratos temporales contra semiprecariado con contratos fijos fácilmente rescindibles, población activa contra población pensionista, trabajadores en cuanto usarios de los servicios contra trabajadores en cuanto ejecutores de los mismos, sindicalizad@s contra no sindicalizad@s... El futuro depende, esencialmente, de si entramos en ese juego o nos salimos en él.
Salirse de ese juego, en este caso, es entender que si nos viene mal que el metro no funcione algunos días lo que tenemos que hacer es sumarnos a la lucha contra los culpables de lo que ocurre, Aguirre y su gobierno, de cuya actuación no puede desentenderse la población de Madrid porque están ahí con los votos que muchos les dieron. Digámoslo claramente: si nuestra solidaridad fuese lo bastante fuerte para juntarnos cien mil personas para decir que queremos que el Metro funcione y que exigimos a Aguirre que respete el convenio, es posible que ni siquiera fuese necesario que en el Metro continuasen la huelga. Pero si no somos capaces de dedicar un par de horas a eso, no tengamos el descaro de pedir a las trabajadoras y a los trabajadores del Metro que "no molesten". Hay que desenmascarar el retorcido razonamiento por el cual aquellas trabajabadoras y trabajadores que prestan servicios de especial utilidad social deben renunciar en la práctica a la defensa de sus derechos frente a los abusos patronales. Si tan importante papel juegan, tanta más razón para que sus derechos sean respetados y sus condiciones sean dignas. Pues ni siquiera piden mejoras, sólo defienden lo ya firmado.
Por cierto, ¿y si lo intentamos? O sea, ¿y si intentamos una movilización ciudadana de apoyo al Metro? Voy a comentarlo en los colectivos en los que estoy para ver si hay alguna manera de unirnos con otros grupos y convocar una movilización ciudadana en defensa del Metro de Madrid y de quienes le hacen funcionar. No soy muy optimista, y más en estas fechas, pero igual...

Anexo 1: Una vez ya publicado este texto leo que Esperanza Aguirre considera ilógica una huelga en la que l@s huelguistas pierden 100 euros diarios para impedir que les quiten 30 euros al mes. Lo dice para confundir, claro, porque sabe muy bien que, por el contrario, es muy lógica. Para empezar, porque ella empezó queriendo quitar el 5%, y ahora ya habla del 1,5%, gracias a la huelga. Y además porque en este conflicto o en la huelga del  8-J en la función pública, lo más importante no es el dinero, que lo es, sino el si vamos a permitir que la patronal (pública o privada) rompa los acuerdos firmados. O paramos esa tendencia propiciada por la CEOE, Zapatero y Aguirre, o a partir de ahora ningún logro será estable. Aunque más apropiado sería decir que o les paramos ahora o ya no habrá logros, sino sólo retrocesos, en el espacio hacia la China del siglo XXI o en el tiempo hacia la Inglaterra del siglo XIX.

Anexo 2: Finalmente, la Asamblea de trabajadoras/trabajadores de Metro Madrid aprobó firmar un acuerdo en el que las retribuciones dismuyen un 1%, con una votación más o menos 70/30, cuatro sindicatos del comité de huelga a favor y uno en contra. No me corresponde a mí juzgar cuál era la opción más apropiada, han decidido quienes tienen que hacerlo, en torno a dos posturas razonables y respetables en la difícil disyuntiva de si no firmar podía llevar a que Esperanza Aguirre lograse disminuir los sueldos un 5% o si firmar cerraba las puertas a una posible victoria en la que se respetase el convenio. Había que optar y yo no voy a entrar en ello desde fuera. Por descontado no es un acuerdo justo, lo justo era respetar el convenio, pero la mayoría ha decidido que era un acuerdo necesario. Me quedo con dos cosas: a) la calaña de quien hoy por hoy gobierna la Comunidad de Madrid; b) la falta de solidaridad ciudadana con la huelga del Metro, en lo que casi tod@s tenemos una parte de culpa.


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