Trasversales
Beatriz Gimeno

Rajoy quiere descasarme

Revista Trasversales número 20, noviembre 2010

Textos de la autora
en Trasversales

Artículo publicado originalmente en El Plural, bajo Licencia Creative Commons




Así que Rajoy va a descasarnos a todos los que aprovechando la llegada de la igualdad decidimos casarnos igual que hizo él en su día. Desde luego no lo hicimos por la iglesia, como él. Unos porque somos ateos o agnósticos y otros porque la igualdad no ha llegado a la iglesia católica. Nos casamos por lo civil, como Soraya Sáenz de Santamaría, por ejemplo, y seguramente por las mismas motivaciones que él, que ella, que todo el mundo que se casa. Unos porque nos parecía que el matrimonio es una buena manera de festejar el amor, ante la familia y los amigos; otras porque necesitaban un papel u otro, algunas porque les parecía que era mejor para los hijos que tenían en común con su pareja; algunos porque les era económicamente rentable; otros más porque soñaban con la lista de boda, algunas por las vacaciones en el trabajo, otros porque querían dar ese gusto a su madre o a su abuela; algunas, de todo hay, porque querían ponerse aquel traje con el que llevaban toda la vida soñando; otros más y otras porque por fin éramos ciudadanos y ciudadanas iguales y queríamos darnos el gusto de experimentarlo. Todos, desde luego, porque estábamos enamorados.

Ahora, cuando la igualdad se abre paso en todo el mundo, cuando en Argentina o México han aprobado leyes de matrimonio y pronto serán más los países que se sumen a la lista, ahora, Rajoy pretende descasarnos incluso aunque el máximo tribunal diga que el matrimonio entre personas del mismo sexo es plenamente constitucional. Estoy en mi casa leyendo esa noticia y de repente me imagino que mañana una ley puede declararme soltera. ¿La razón? Según el líder del PP no le gusta la palabra matrimonio aplicada a nuestras uniones, es decir, que no le gusta que nuestras uniones sean iguales que la suya. Pues ya le digo que es un tema delicado. Cambiar el estado civil adquirido legalmente es algo que ha hecho poca gente. Por ejemplo, lo hizo Hitler, a quien tampoco le gustaban los matrimonios de arios con judíos. También lo hizo Franco, que disolvió los matrimonios civiles porque no le gustaba que los no creyentes pretendieran ser iguales que los demás. ¿Puede un gobernante democrático descasar a personas que se han casado legalmente? Los dictadores sí que pueden: Hitler y Franco lo hicieron, pero también Mao y Stalin disolvieron matrimonios entre opositores a sus regímenes.

Hay otra posibilidad. Ésta es que nos deje a los casados en paz y simplemente prohíba a la gente seguir casándose. En ese caso habría en España varias clases de ciudadanos y ciudadanas e incluso varias clases de matrimonio: Matrimonios de toda la vida (heterosexuales), los buenos; y después los formados por personas del mismo sexo, iguales ante la ley pero en extinción, los últimos de nuestra especie. Ya me veo a los del PP y los fundamentalistas esperando a ver si nos morimos todos para poder declarar entonces que el matrimonio ya sólo es heterosexual. Habría también entonces dos clases de ciudadanos: heterosexuales y homosexuales; rizando el rizo Rajoy habría conseguido que hubiera también dos clases de homosexuales, los que están casados y son iguales y los que no pueden casarse. Supongo que si mi vecino gay ve que no puede casarse y yo, lesbiana, estoy casada, acudiría a los tribunales invocando su derecho a la igualdad. Y no veo qué tribunal sería ese que no declarara la solución de Rajoy un atentado a la igualdad.

El lío va a ser de órdago. Ya veo cómo va a gobernar el país, qué ridículo internacional. En cuanto a nosotros y nosotras, esta mañana lo comentaba con un amigo. No pasa nada, vuelta a empezar, el activismo es lo nuestro. Y en cuanto al aborto, en fin, también ha dicho que va a reformar la ley y lo va a hacer según sus propias palabras porque “permite la libertad total en las catorce primeras semanas”. ¡Uy, la libertad total de las mujeres! Eso es lo que les da miedo, pavor incluso. El PP sí que da miedo, pero mucho.



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