Trasversales
Juan Manuel Vera

Compañero Solano

Revista Trasversales número 20, septiembre 2009

Textos del autor en Trasversales



El fallecimiento de Wilebaldo Solano el pasado 7 de septiembre ha supuesto la desaparición del último dirigente vivo del POUM. En su doble condición de testigo y de protagonista de las turbulencias del siglo veinte, su trayectoria política ha sido un testimonio, extraordinariamente rico, de hechos y capítulos históricos que poderosos aparatos, tanto estatales como paraestatales, habían intentado borrar de la memoria colectiva.
En cuanto Wilebaldo fue un luchador contra el franquismo, el nazismo y el estalinismo, su vida reúne fragmentos de luchas distintas pero confluyentes. Esa experiencia vital incluyó las esperanzas y desilusiones de la etapa republicana, la resistencia obrera y popular al golpe militar de Franco y la revolución social catalana. Y, al mismo tiempo, la memoria de la represión contra el POUM, la del ataque estalinista contra la experiencia colectivizadora y, por supuesto, el trauma del secuestro y asesinato de Andreu Nin y otros revolucionarios. Miembro de una generación de luchadores sociales que el franquismo intentó sepultar, lo fue también de una minoría política socialista revolucionaria que el estalinismo pretendió exterminar.

La presencia y el activismo incesante de Solano ha sido un recordatorio constante, para próximos y para ajenos, de la existencia en España de una corriente política anticapitalista y antiestalinista en la década de los treinta.
Durante los últimos veinte años de su vida, he mantenido una constante colaboración con él y con su compañera, María Teresa Carbonell. A lo largo de ese tiempo Solano siempre me ha transmitido su pasión histórica por el POUM y lo que éste representó, pero, sobre todo, su compromiso permanente con la lucha emancipatoria.
Solano nunca se sintió un combatiente de otros tiempos. Siempre dedicó la parte esencial del tiempo que compartimos, por carta, por correo electrónico, por teléfono, en encuentros en Barcelona, en París y, alguna vez, en Madrid, a analizar la situación política española e internacional. Y su mensaje siempre tenía un contenido común y una preocupación constante, la necesidad de combinar la más amplia unidad de la izquierda con el reagrupamiento de un polo de referencia de quienes, de una forma u otra, reivindicaban la memoria y las experiencias del socialismo antiestalinista.

Era muy consciente de que vivíamos, tras la caída del muro de Berlín y el bloque soviético, una nueva etapa histórica mucho más móvil (término suyo) e impredecible. La crisis sistémica del capitalismo era otro argumento central de su discurso frente a la apología liberista del libre mercado tan generalizada en las últimas décadas.

Wilebaldo no era un sectario. Creía en la colaboración entre gente de izquierda con diferentes posiciones y, por ello, fue capaz de tejer lazos que alcanzaban al PSC pero también a organizaciones trotskistas o a socialistas independientes. Esa ausencia de cualquier tipo de sectarismo fue determinante para la creación y mantenimiento, desde hace 25 años, de la Fundación Andreu Nin como marco de colaboración de activistas de diferentes corrientes políticas u orientaciones ideológicas, desde el respeto mutuo y la unidad de actuación.
Sobre su vida no voy a extenderme porque ya se han publicado excelentes recordatorios de su actividad durante la República, la revolución, la guerra mundial y el exilio. Muchas de ellas están disponibles en la web de la Fundación Andreu Nin.
Solano tuvo importantes satisfacciones en la última fase de su existencia, en la cual se produjo un amplio reconocimiento de la auténtica significación histórica del POUM y se prestó nueva atención a los crímenes del estalinismo. Numerosos actos y presentaciones con masiva asistencia de público, películas como Tierra y libertad u Operación Nikolai, el emocionante homenaje que en marzo de 2007 se le rindió en el Congreso de los Diputados, etc.
Cuando conseguimos reunir en Madrid a varios cientos de personas en la primera presentación de su libro, se quedó admirado, porque era muy consciente de que las raíces del POUM eran aquí mucho menos profundas que en Cataluña, y lo interpretaba como un signo de la apertura a esa experiencia histórica de personas de diversas izquierdas.
Mientras preparábamos la edición de su obra El POUM en la historia, Wile estaba muy emocionado por poder reunir y ordenar unos textos dispersos en una obra que era el resumen, destinado a permanecer, de una actividad política de décadas. También quedó muy satisfecho con la edición francesa y el gran eco que tuvo en la izquierda de aquel país. Actualmente se está traduciendo al ruso y ésa fue una de sus últimas y más íntimas satisfacciones.
Siempre tuve por Wilebaldo Solano un enorme respeto personal y político. Recibí de él, como muchos otros, una amistad imborrable y muchas enseñanzas. Estoy seguro de que, entre quienes le conocimos, su recuerdo permanecerá como evocación íntima del compromiso de lucha por una sociedad más justa.

 

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