Trasversales
Lois Valsa

Instantáneas de un viaje promocional

Revista Trasversales número 20, otoño 2010

Otros textos del autor en Trasversales



Andrés Neuman, Cómo viajar sin ver (Latinoamérica en tránsito), Alfaguara, Madrid, 2010)

Cuando Andrés Neuman, como “promocionador” por toda Latinoamérica de su propio libro, concretamente del premio Alfaguara de novela 2009, El viajero del siglo, llama a su editorial para preguntar por “lo de Tegucigalpa” (Capítulo 13: Tegucigalpa, lo que no pude ver), al ver las noticias del estado de sitio en Honduras (Honduras: Michelotti decretó el estado de sitio Tegucigalpa-Agencia EFE 27/09/2009), cae en la tentación de “ver” (“si voy, podría tomar notas de todo lo que vea”). Y Asun, de la editorial, le responde amable pero tajantemente: “Ya. ¿Pero tú no estabas escribiendo sobre lo que no ves?”. En este diálogo (página 173) se concentra quizá la esencia del último libro de Andrés Neuman cuya propuesta desde el comienzo del libro y de su viaje es “cómo viajar sin ver”. Y es en este punto dónde se da el punto de encuentro entre “ficción”, por otra parte “real”, y la posibilidad del periodismo ya que el escritor propone entrar y contar la realidad directa de lo sucedido en el país. Pero si llegase a hacer eso traicionaría su “propuesta” de “viajar sin ver”. Entonces, curiosamente, este espacio de “ausencia” se rellena con noticias de prensa: accidentalmente, el periodismo sustituye a la narración literaria.

 Antes de nada tengo que reconocer que ante esta obra de Andrés Neuman me surgieron muchas dudas. ¿Por qué se pone este escritor a escribir otro libro cuando está tan reciente el anterior? ¿Por qué no se toma tiempo y deja reposar el siguiente? ¿Qué prisa tiene en ponerse a escribir de nuevo? ¿Tiene miedo a olvidarse que ante todo es un escritor y no un vendedor? Pensé: ahora va a caer en la trampa de ponerse a escribir otro libro sobre la escritura de este libro y así sucesivamente.. y yo voy a caer en su trampa de seguir reseñándole una y otra vez (ver mi reseña sobre El viajero del siglo en el último número de Primavera de la revista Letra Internacional)… Pero parece que al final no ha caído en esa tentación de promocionar este libro y tomar notas de nuevo para otro libro como un cuento de nunca acabar, como un cuento de Las mil y una noches del viajero por los siglos de los siglos. Ha dicho: “Estoy desesperado por volver a casa y escribir. Una promoción es posar de escritor a cambio de dejar de ejercer el oficio de la escritura. Cumplido este ejercicio, ahora lo que me gustaría es inventar un país desde mi mesa”. (Entrevista de ABC, 19/05/2010).

 Sinceramente, además de otras dudas, yo también tenía miedo, miedo por ejemplo a leer otro libro suyo después de lo mucho que me había gustado su novela El viajero del siglo. Entre otras cosas temía que, sobre todo por las prisas, este buen escritor nos cocinase un “entretenimiento”, un simple “producto promocional” de puro trámite, y no una obra de calidad. Reconozco que este Cómo viajar sin ver es a todas luces una obra menor, sobre todo comparada con la gran novela anterior, pero creo que Neuman ha logrado salir airoso del intento. Con esta obra, este viajero somnoliento, y a veces tan despistado que olvida formularios de aduanas, ha cumplido dignamente los trámites de cualquier aeropuerto y con ella puede pasar sin problemas todas las aduanas, pero al tiempo creo que este escritor está llamado a volar a mayores cotas literarias.

 Neuman nos presenta aquí una obra de estilo fragmentario, que busca un cruce entre la micronarrativa, el aforismo y la crónica relámpago, en el que el escritor posee una gran experiencia, tanto de aforismo como de prosa muy breve, por sus habituales colaboraciones en los suplementos culturales de Babelia y ABC Cultural. Desde el comienzo del libro asume que viajar en este caso se compone sobre todo de “no ver”: “Si no es posible la mirada exhaustiva y documentada sobre un lugar sólo nos queda el recurso poético de la inmediatez: mirarlo con el asombro radical de la primera vez”: Todo esto lo aclara ya desde la introducción de bienvenida. Por otra parte, tenía claro que no quería hacer “crónica social” del premio literario ni nada relacionado con la promoción de la novela: sólo quería escribir de lo que mirase, escuchase, comprendiese o malinterpretase mientras atravesaba ese laberinto denominado Latinoamérica (página 15), O sea, una Latinoamérica en tránsito. ¡Es el subtítulo!

 Para ello el escritor toma notas para “un libro instantáneo que voy escribiendo y que se escribe en movimiento”. La escritura captura así la realidad como una cámara polaroid. No deja de ser curioso que la primera cita del libro sea para el fotógrafo Daniel Mordzinski, observador exprés. El mismo escritor se declara “observador” en la entrevista citada. Frente al exhaustivo itinerario de la gira, después de lamentarse por no tener más tiempo para ver cada lugar, se conforma: “¿No estaré por experimentar sin haberlo planeado una hipérbole del turismo contemporáneo?” Desde el principio del libro tiene, pues, claro que “no debe forzar la escritura sino adaptarla a ese tiempo, a los tiempos. Así la forma del viaje y la forma del diario serían idénticos”. Todo ello quizá reprime bastante el aliento poético característico en la obra de Andrés Neuman y que aquí se expresa dando cuenta de poemas de distintos poetas de diferentes países, y que aflora, por ejemplo, en el brindis por el joven poeta costarricense Felipe Granados (página 244).
 Esta obra, además de una bienvenida y una despedida, está dividida en 19 capítulos que recorren de Argentina a Costa Rica, y consta de dos partes seguidas aunque separadas por un paréntesis veraniego en España. Lo que destacaría en ella es la maravillosa información que nos da sobre los escritores de estos países, muchos de ellos poco o nada conocidos por estos pagos, y de sus obras. Es muy curiosa la referencia de libros de la tienda del aeropuerto de Santiago de Chile que a nadie se le ocurriría meterla en una guía de viajes. Otro elemento que considero muy importante es su relato testimonial (según él, pasa de protagonista a testigo) de ciertos “no lugares” como aeropuertos (“los aeropuertos están llenos de metáforas, son como un aleph del mundo”) o de lugares íntimos como hoteles o incluso taxis (“en esos lugares en los que teóricamente no había nada que ver…porque en esos espacios teóricamente neutrales hay mucha cultura que descodificar y muchísima identidad que percibir”). Descodificar la identidad y también el idioma: para el escritor, y claro está para todos sus lectores, ha sido fundamental escuchar la gran riqueza idiomática de un castellano que se ramifica y vivifica a través de sus variantes continentales (“Era como sentirte extranjero con tu propia lengua materna”).
 

Trasversales