Trasversales
Luis M. Sáenz

El sindicalismo es cosa nuestra

Revista Trasversales número 20,  octubre 2010

Textos del autor en Trasversales

Luis M. Sáenz es afiliado de base de UGT




1. El capitalismo y el sistema salarial. El rasgo más característico del capitalismo es que se funda sobre el trabajo asalariado. Y para que éste se generalice y sea la forma más extendida de trabajo es imprescindible que la mayor parte de la sociedad sea desposeída desde que nace de cualquier medio de vida que no sea el trabajo para otro a cambio de un salario. El capitalismo requiere que previamente una minoría sea beneficiaria de una apropiación privativa de la riqueza, de los medios de vida y de los medios para crearles, de manera que el trabajo asalariano no sea, por la mayoría de la población, una opción entre otras, sino una necesidad de superviviencia.

2. El capitalismo implica una asimetría radical en el "contrato" entre capital y trabajo. Cuando un empresario E, que dispone de medios de vida propios y de medios de producción, se encuentra con un(a) trabajador(a) T1 en el mercado laboral, la asimetría es absoluta. Y lo es porque para T1 es urgentísimo encontrar un empleo que le facilite un salario, y porque, salvo en el caso de una élite profesional, a E le da igual T1 que T2, T3..., disponiendo de una enorme masa laboral entre la que escoger. La misma asimetría sigue rigiendo cuando E ha contratado ya a T1, pues la posibilidad de que T1 se convierta en un T1 sin empleo siempre está ahí, ya que hay un montón de T2 sin empleo esperando ponese en el lugar de T1. Esa situación, por cierto, es la que trata de agravar aún más la nueva legislación de despido, diluyendo los límites que la legislación laboral había ido poniendo a la arbitrariedad patronal.

3. Esa asimetría sólo puede ser atemperada gracias a la unión y solidaridad entre la población asalariada y desemplada. Como se acaba de señalar, la confrontación E-T1 está ganada de antemano por el empresario. Frente a la patronal, las trabajadores y los trabajadores "tomados de uno en uno, son como polvo, no son nada". En tales condiciones, el régimen laboral y salarial queda al arbitrio de la patronal. ¿Cuándo cambian las cosas? Empiezan a cambiar cuando ya no es E ante T1, sino E ante T1, T2, T3..... Y aún más cambia cuando el conflicto enfrenta a la patronal en su conjunto con trabajadoras y trabajadores de muchas empresas, cuando puede recurrirse a la huelga, cuando se puede impedir, legalmente o por la fuerza, el uso de esquiroles, cuando se pasa a ejercer una presión política y se gana una ley que reconoce el derecho de huelga y prohibe sustituir a las/los trabajadores en huelga. Cuando nos identificamos con quienes están en huelga en vez de irritarnos si eso nos causa alguna molestia. Si no sentimos y construimos una fuerza colectiva, todo nos lleva a ser lacayos en vez de clase trabajadora.

4. Si queremos ser algo, tenemos que unirnos y organizarnos, por muy diferentes que seamos. Más aún, es preciso que quienes nos organicemos seamos muy diferentes, porque si somos muy semejantes lo más probable es que seamos muy pocos, más secta que sindicato. Un sindicato no puede ser de quienes simpatizan con tal o cual partido, de quienes tienen tal o cual concepción del mundo. Un sindicato debe ser de trabajadoras y trabajadores para la defensa de ls intereses comunes.
Sí, esa organización común que ncesitamos es un sindicato, algo mucho más importante que un partido, ya que éstos sólo pueden ser formas más o menos duraderas, pero en definitiva transitorias, que en cualquier momento pueden alejarse de las necesidades de la clase trabajadora y girar en torno a intereses propios.

5. Sin sindicarnos, es decir, sin unirnos, no somos nada ante los capitalistas ni ante el Estado. Y las trabajadoras y trabajadores que no se afilian comenten un gravísimo error, del que quizá no se hayan hecho aún conscientes porque, afortunadamente, en España las elecciones sindicales y el alcance de la negociación colectiva dan cobertura sindical a cada trabajador(a), pero tal y como van las cosas muy pronto todo el mundo puede pagar muy caro el bajo índice de afiliación existente, si no hay una reacción contundente, de la que el 29-S fue el primer paso pero que debe ir a más si no queremos que su impulso se agote. Fortalecer los sindicatos debe ser uno de los motores de esa reacción, entendiendo que eso no es incompatible con ejercer la crítica; más aún, al igual que digo que cada trabajador(a) debería tomar la iniciativa de afiliarse al sindicato de clase que prefiera, también digo que los sindicatos deberíamos cambiar para incentivar esa afiliación.

6. Ellos odian a los sindicatos. Hablar mal de los sindicatos se ha puesto de moda, especialmente a partir de la convocatoria de la huelga general del 29-S. Por parte de la derecha y de los líderes empresariales, la campaña es feroz. Toda calumnia vale. Todo puede decirse. Y lo han dicho; han llegado a pedir la ilegalización de los sindicatos y la prohibición de las huelgas, han dicho que las y los sindicalistas no podemos comer alguna vez donde ellos comen ni tomar unas modestas vacaciones si el viaje es en barco. La derecha y la patronal son conscientes de que las organizaciones sindicales, con todos los defectos que puedan tener, son el principal obstáculo al imperio de su puro arbitrio, son el principal obstáculo a la servidumbre asalariada y al abandono de la población desempleada a su suerte. Pues es totalmente falso que las centrales sindicales sólo defienden a quienes tienen empleo estable, aunque ya carezca de sentido usar esa expresión, pues todo el empleo se ha convertido en precario de la mano de la contrarreforma laboral.

7. El Gobierno y los "opinantes profesionales" cercanos a él han sido más prudentes, intentando partir la crisma al movimiento sindical pero con buena educación. Efectivamente, al PSOE no le interesa que desaparezcan las organizaciones sindicales, ya que una desarticulación extrema del movimento obrero le condenaría a una eterna oposición o incluso a una absoluta debacle. Sin embargo, ahora que ha optado por una política propatronal dirigida no sólo a aumentar los beneficios capitalistas sino también a minar nuestra capacidad de resistencia de forma duradera, el Gobierno está tomando medidas durísimas que pretenden debilitar la capacidad real del sindicalismo, destacando entre ellas las que se refieren al despido y a la negociación colectiva. Toda ilusión de una alianza parcial entre el sindicalismo y este PSOE como brazo político de una izquierda moderada frente a los excesos patronales y la derecha debe ser abandonada. De hecho, sólo una fuerte movilización social y política contra el giro conservador de Zapatero puede lograr, como logro colateral, que el PSOE no se escore tanto a la derecha.

8. Los sindicatos cometeríamos un error letal si confundiésemos las calumnias de la canalla reaccionaria con las críticas y malestares que existen entre nuestra gente. Es verdad que está de moda descalificar a los sindicatos: en la calle o en los trabajos siempre hay quien sale echando pestes. Por ejemplo, criticar a los sindicatos ha sido una excusa muy usada para no hacer la huelga del 29-S en sectores en los que, sin embargo, no había graves riesgos de represalias por hacerla. Eso tenía que pasar porque media España es de derechas y porque en los últimos años ha crecido mucho el sector extremista de la derecha. Sin embargo, a esa gente se le suele notar enseguida de qué va, porque odian a los sindicatos, odian a la población inmigrante, a gays y lesbianas o a la existencia de un ministerio de Igualdad, cosa en la que por cierto Zapatero acaba de regalarles una victoria que pagaremos muy cara, sobre todo las mujeres. Pero hay otra mucha gente que no pertenece a ese sector y que se expresa muy críticamente hacia todos los sindicatos. Descalificarla sin más y pasar página sería el más grave error que podríamos cometer. Tenemos que escuchar lo que dicen y buscar la parte de verdad que habrá en ello y la parte de responsabilidad nuestra, de quienes sí estamos en los sindicatos. Eso va a ser vital para el futuro, porque muchas compañeras y compañeros nos critican con toda honestidad y algo de razón tendrán.

9. Tenemos que crear las bases de un nuevo entendimiento para la cohabitación de la pluralidad sindical y la unidad de acción. Mi experiencia, sin duda limitada y que tiene que ser contrastada con otras experiencias, es que cada vez que un sindicato de clase lanza una crítica furibunda a otro sindicanto de clase en términos como traidores, borrokas, corruptos, extremistas, vendidos, marginales..., cuando nos denunciamos en los juzgados por motivos intrascendentes, cuando si no vamos a obtener representación en una empresa preferimos impugnar las listas de otro sindicato de clase aunque sea a costa de que allí no haya representación sindical, cuando tratamos de excluir de las negociaciones a sindicatos que representan a una parte importante de quienes trabajan en nuestra empresa o sector, cuando nos negamos a reconocer las representaciones elegidas por la mayoría, las consecuencias son muy malas para el sindicato que critica y para el sindicato criticado. Al menos eso ocurre en mi centro de trabajo cada vez que llega algún correo electrónico de algún sindicato criticando a otro en términos agresivos o despectivos. Mi opinión es que habría que erradicar esas maneras y que la ofensiva de la patronal y del Estado que estamos sufriendo pone en primer plano la urgencia de compatibilizar la unidad de acción con la pluralidad sindical y con la legítima y necesaria expresión democrática de los diferentes puntos de vista, tanto entre diversos sindicatos como dentro de cada sindicato.

10. La pluralidad sindical es un hecho, pero desde ella también puede construirse una alianza sindical en toda España y en la UE para hacer frente a la ofensiva neothatcherista que sufrimos a escala continental. Tenemos un montón de sindicatos, dos muy mayoritarios, CCOO y UGT, algunos con presencia muy fuerte en ciertos territorios, como CIG, un sindicato con más pequeña pero real y creciente influencia, como CGT, otros como STES-Intersindical, MATTS o Solidaridad Obrera arraigados en ciertos  sectores o empresas, un sindicato histórico como la CNT, hoy por hoy no muy extendido pero con una experiencia valiosa... Yo creo que son demasiados, pero defiendo el derecho a crear sindicatos y que hay que tomarse las cosas como son. Personalmente me sentiría cómodo en cualquiera de esos sindicatos, pertenezco a UGT, en la que estoy muy a gusto, y preferiría una central unitaria (no por ley, me gustaría que nos juntásemos en un sindicato común o muy mayoritario, no en un sindicato único impuesto), siempre y cuando que fuese ampliamente democrática y participativa, abierta a diversas tendencias y corrientes, pero sobre todo abierta a la participación y a la capacidad de decisión de todas las trabajadoras y de los trabajadores, así como a la realización de experiencias diferentes, a la libre expresión interna y externa de las diferentes alternativas, etc. Hoy por hoy, no parece que sea algo cercano, aunque podría haber convergencias parciales. Por ejemplo, desde que se emanciparon de la tutela del PSOE y del PCE no veo grandes motivos, más allá de la tradición, para que UGT y CCOO no pudieran converger en una misma gran central. Las diferencias que puede haber entre la línea general de ambas no son mayores que las que hay dentro de cada central. También creo que se podría avanzar en la unidad del sindicalismo de raíz libertaria. Me parece perfectamente posible que CGT, Solidaridad Obrera y CNT construyesen una central común. Sé que hay un gran problema para ello: la participación en las elecciones sindicales, tema en el que creo la CGT tiene razón y la CNT se equivoca. ¿Pero no se podría solventar eso de alguna manera? Por ejemplo, que cada sección sindical decidiese si se presenta o no. Y en ese marco quizá también cupiesen algunos otros sindicatos de clase, pero sectoriales. Mas reconozco que por ahora todo esto son meros deseos y que no soy quien para decir a ninguna organización lo que debe hacer. Lo que sí me parece de gran actualidad y urgencia es el respeto mútuo y una dejación de hostilidades, que no de rivalidad y confrontación de alternativas. Y una voluntad coherente de construcción de una alianza sindical entre las organizaciones de clase, de todas, no de las grandes marginando intencionadamente a las que no son tan grandes, pero cuentan en muchas empresas, ni de las pequeñas contra las grandes desalificándolas sin más como traidoras o corruptas, sin poder dar una explicación coherente sobre los motivos por los que durante décadas las trabajadoras y los trabajadores sigan dándoles una representación mayoritaria. Ignorar las razones de ser de los demás sindicatos y  las razones sociales por las que ocupan un espacio, grande o pequeño, lleva a reforzar ciertos sentimientos de identidad pero no a  reforzar al movimiento de las y los trabajadores.
Así, en la entidad pública en que trabajo, en la que surgió una agria controversia en torno al convenio colectivo, creo que fue muy contraproducente el cruce de alianzas, CCOO y UGT con el sindicato corporativo CSIF, por un lado, y CGT con diversos sindicatos aún más corporativos que CSIF, por otro, así como el intento por parte los primeros de cerrar el grueso de la negociación sin la participación de un sindicato como CGT, con escasa presencia en funcionarios pero mucha en laborales, o, recíprocamente, el tono de las acusaciones lanzadas por el bloque "minoritario", a mi entender poco explicativo sobre contenidos y desmesurado en acusaciones de corrupción sin fundamento real. Y digo todo esto al margen del contenido específico de la polémica sobre la firma del convenio, en la que mi posición era un tanto singular, pues creo que no debió firmarse pero por razones que ningún sindicato citó. Por descontando, la huelga del 29-S devolvió las cosas a su lugar: CCOO, UGT y CGT trabajando, con más aciertos o con más errores, por ella, el resto de los sindicatos negándose a apoyarla, excepto USO, que no cuenta con representación allí pero sí ha sido una central convocante de la huelga.

11. Los comportamientos de las y los sindicalistas es un factor esencial para obtener la confianza de la gente y fortalecer las centrales sindicales. Vaya por delante que a mi entender en las organizaciones sindicales se agrupa la parte más consciente de la clase trabajadora y que, especialmente en las pequeñas y medianas empresas del sector privado, las personas que asumen papeles de representación sindical vía elecciones sindicales o a través de las secciones sindicales asumen una responsabilidad difícil en beneficio del interés común. Vaya también por delante mi convicción que hay que repudiar la campaña interesada de la derecha contra lo que denominan "los liberados", figuras que, en la mayor parte de los casos, proceden por la acumulación y redistribución de las horas que, para representar a las y los trabajadores, corresponden por ley o por acuerdo colectivo a quienes nos representan, a diferencia de esa enorme cantidad de enchufados y "liberados políticos" que pululan en torno a los gobiernos de muchos municpios, comunidades autónomas, etc., personas que reciben un salario con fondos públicos cuando en realidad para quienes están trabajando es para su partido y que usan una parte considerable de su jornada laboral para tareas privadas de su partido -algunos para cosas peores- y no para gestión pública. Eso no excluye que haya problemas, reducidos a una minoría, pero que manchan la imagen de los sindicatos, problemas que en algunos casos son directamente de corrupción y en otros posiblemente consecuencia de una interpretación que considero incorrecta. Sí, hay quienes se despegan de quienes les han elegido y se limitan a cumplir formalmente con las obligaciones que les corresponden; por ejemplo, en las administraciones públicas ocurre más veces de las que debería que se atienden las negociaciones de carácter general pero no se da atención debida a cada caso particular que se plantea. Sí, hay quienes representando a organizaciones sindicales convocantes y en centros en los que hacer huelga no causaba riesgos de represalias, no hicieron la huelga del 8 de junio en las administraciones públicas o la huelga general del 29 de septiembre; incluso hay quienes retiraban la propaganda de su propio sindicato convocando la huelga y que había sido llevada por otras trabajadoras o trabajadores. Sí, hay, muy pocos pero hay, quienes acostumbran a utilizar horas sindicales para beneficio propio. Sí, hay quienes, con mucha honestidad pero de manera a mi entender equivocada, creen que es imprescindible agotar todas las horas sindicales, aunque no tengan alguna tarea sindical que hacer, para no "regalárselas" a la empresa, sin entender que esas horas no son suyas ni del sindicato sino de aquellas personas a las que representan, por lo que las horas deben usarse para lo que son, para hacer sindicalismo, o en caso contrario no usarse. Sí, hay estructuras sindicales acomodadas a una rutina, y hay quienes, como yo, estando afiliado a un sindicato y con cierta experiencia acumulada en tiempos pasados, hemos estado años "a verlas venir", dedicándonos a otras actividades políticas o sociales, sin hacer la parte del trabajo que puede y debe hacerse por quienes estamos en el sindicato, porque el sindicalismo no se hace sólo desde los "cargos". Creo que todo esto debe cambiar en la medida de lo posible, con medidas concretas, con vigilancia y con participación. Por ejemplo, aunque ya sé que esto será mal visto por muchos compañeros, creo que sería muy sano y generaría una mayor vinculación con el resto de la gente el que todos los sindicatos en todas las empresas hicieran público, no para que lo sepa la  empresa sino para que lo sepan las y los trabajadores, un informe explicando el uso hecho de las horas sindicales por sus delegadas y delegados. En general, creo que todo el sindicalismo, desde las ejecutivas confederales hasta cada miembro, deberíamos hacer un enorme esfuerzo para reducir al mínimo esas anomalías. Debemos admitir que la huelga del 29 de septiembre ha representado un enorme esfuerzo que ha dado lugar a un triunfo importante, pero que también ha puesto de relieve que en ciertos sectores hay una gran dificultad para poner en marcha de forma comprometida a las estructuras sindicales, ya sea por acomodamiento, ya por errores en la forma de dirigirse a nuestras compañeras y compañeros, entre ellos una marcada insuficiencia de la información distribuida respecto al conjunto de las medidas contra las que hacíamos la huelga, en lo que creo se ha abusado del vídeo y la frase declarativa justo cuando lo que hacía falta era difundir la literalidad de los recortes impuestos por el Gobierno.

12. Para fortalecer el sindicalismo, más transparencia, más igualdad y más democracia. A mi entender, las confrontaciones que en los últimos años han cruzado el sindicalismo, tanto entre sindicatos como dentro de cada uno de ellos, han dejado de lado los problemas esenciales. Carece de sentido, por ejemplo, una eterna discusión sobre la huelga general, hay grupos a los que durante más de 20 años les he visto uno de mayo tras uno de mayo diciendo que hace falta ya una huelga general, pero dado que sólo ocasionalmente hay condiciones adecuadas para tal tipo de acción es evidente que cuando aciertan es por mera casualidad, como el reloj parado que acierta dos veces al día. A mi entender, los debates sobre las movilizaciones a realizar o sobre si hay que firmar o no determinados acuerdos, que suelen tener el papel estrella en las polémicas sindicales, tienen una gran importancia táctica en cada momento pero no pueden solucionarse con una regla general, ya sea "siempre negociemos sin movilizar, siempre pactamos", ya sea "siempre hay que llamar a la huelga, nunca firmemos acuerdos", por lo que creo que, desde una opción abierta a negociaciones y movilizaciones, y conscientes de que los logros que se alcancen dependerán de la capacidad de presión y movilización que tengamos, hay que afrontar otros retos estratégios que, a mi entender, son aún más decisivos: a) los citados en el apartado anterior, por lo que no me repetiré; b) la extremada masculinización del lenguaje, de las estructuras y de la actividad de casi todos los sindicatos de clase; c) la pieza clave para el logro de un sindicalismo potente, esto es, la vinculación del sindicato con el conjunto de la clase trabajadora gracias a la democracia cotidiana.

13. La feminización de un sindicalismo masculinizado. Sin las mujeres el sindicalismo se convertirá en una cáscara vacía. El atraso en este ámbito es enorme, a veces tengo la impresión de que en esto los sindicatos vamos por detras de los partidos y de la sociedad en su conjunto. Empezaré por las anécdotas, que en realidad no lo son.
Salvo que me equivoque, desde su legalización, UGT ha tenido los siguientes secretarios generales: Nicolás Redondo, Cándido Méndez. CCOO: Marcelino Camacho, Antonio Gutiérrez, José María Fidalgo, Ignacio Fernández Toxo. CGT: José March Jou, José María Berro, José María Olaizola, Eladio Villanueva, Jacinto Ceacero. CNT: Juan Gómez Casas, Enric Marco Batlle, José Bondía, Antonio Pérez Canales, Fernando Montero, José Luis García Rúa, Vicente Vilanova, José Ros, Luis Fernando Barba, José Luis Velasco, Luis Fuentes, Ana Sigüenza Carbonell, Iñaki Gil Uriarte, Rafael Corrales Valverde, Fidel Manrique. USO: Manuel Zaguirre, Benito López, Julio Salazar. En STES-Interdindical no existe esa figura. Podríamos seguir así, pero ya basta. Salen 29 secretarías generales, sólo una de ellas ocupada por una mujer (Ana Sigüenza, en la CNT). ¿No nos dice eso nada?
Sigamos. Durante la preparación de la huelga del 29 de septiembre asistí a muchos actos y asambleas. ¡Qué exceso de mesas masculinas!, lo que se notaba más aún por la aburrida costumbre de que hablen representantes de todas las estructuras sindicales, así que en cada mesa había un montón de hombres dándose codazos. Por ejemplo, en la entidad pública en que trabajo CCOO y UGT convocaron un mitin con Toxo y Méndez. La mesa: dos dirigentes de las secciones sindicales de CCOO y UGT, dos dirigentes de la unión territorial, dos dirigentes de la federación de rama, más Méndez y Toxo. Todos hombres. Y ocho intervenciones, aunque finalmente sólo siete fueron masculinas, porque el dirigente de la sección sindical de CCOO cedió la palabra a una delegada de CCOO, lo que fue un gesto positivo en aquel ambiente, aunque habría sido mucho mejor que ni siquiera hubiera sido un gesto porque desde el principio esa compañera fuese quien estuviera en la mesa, dicho esto reconociendo de nuevo lo positivo de esa decisión en medio de ambiente tan masculino.
Tenemos también ciertos modos y costumbres, así como cierto lenguajes y consignas, que deberían erradicarse del movimiento sindical. Por ejemplo, el uso de la expresión "hijo de puta", ofensiva para mujeres que pertenecen a la clase trabajadora y habitualmente en condiciones de explotación y abuso especialmente dramáticas; por ejemplo, en una de las asambleas en las que estuve en los días anteriores al 29-S uno de los compañeros que dirigía la mesa, para hablar de uno de los que tratan de quitarnos nuestros derechos, soltó la expresión "so maricón". Y la frecuentes expresiones en determinados actos de protesta a "huevos" y similares. Todo eso está fuera de lugar.
Pero lo fundamental es que, pese a los avances que ha habido y a los esfuerzos de las secretarías de mujer, igualdad, etc., en la propia política sindical el enfoque de género sigue sin tener la dimensión debida, y el peso orgánico desproporcionado que tenemos los hombres también se refleja en las prioridades sindicales.
Así, por ejemplo, me parece muy significativo el silencio casi absoluto en que durante la preparación de la huelga general quedó uno de los recortes más crueles y agresivos, con especial incidencia sobre mujeres: la anulación de la fase transitoria para el aumento paulatino hasta 5475 días del periodo de carencia para la pensión contributiva. Igualmente, en muchas reuniones y asambleas  se refleja claramente que muchas veces la conciliación se entiende como dar facilidades a las mujeres para que cuiden a criaturas y mayores, lo que no mejora la discriminación sino que la incrementa.
En los sindicatos tenemos por delante un enorme esfuerzo para erradicar una masculinización muy pronunciada, y, digámoslo claramente, eso no sólo debe depender de buenas voluntades sino también de nuestras "leyes internas", haciendo de la paridad una obligación en las estructuras del sindicato y también cambiando nuestras maneras de funcionar.

14. Para fortalecer el vínculo entre los sindicatos y el conjunto de la clase trabajadora, la clave reside en la democracia. Sería un grave error pensar que, como suelen hacer casi todos los políticos, una vez realizadas las elecciones sindicales se dispone de cuatro años para tomar todo tipo de decisiones sin consultar con nadie. Tengo la impresión de que se recurre mucho menos de lo debido a procedimientos de consulta, ya sean asambleas, refrendos o incluso distribución y recogida de encuestas, todo ello adaptado a la realidad de cada empresa, pues tampoco podemos escudarnos, por ejemplo, en que a las asambleas va poca gente para no hacerlas o para que decida una pequeña minoría en ellas, si es así habrá que estudiar las razones, pero también buscar otras vías de consulta, pues no se trata de imponer un modelo purista sino de transformar lo existente desde lo existente. También me parece que cuando surgen discrepancias importantes entre los sindicatos no es muy frecuente que la decisión definitiva se adopte dando la palabra a quienes representamos ni de que, haya o no haya diferentes opiniones entre los sindicatos, antes de tomar una decisión importante, por ejemplo firmar un convenio, se pulse siempre la opinión de nuestra gente; a veces se hace, a veces no. En ese sentido, la huelga del Metro de Madrid me pareció ejemplar, no por algunos de los aspectos a primera vista más llamativos y que tienen que ver con la especifidad del conflicto, sino porque fue una huelga en que las decisiones más importantes fueron siempre sometidas a la asamblea general, que también fue la que tomó la decisión una vez que surgieron diferencias de opinión entre los sindicatos respecto a si había que firmar el acuerdo, aspecto sobre el que no tengo opinión y si la tuviera carecería de importancia por no formar parte del proceso real de esa huelga... No podemos imitar formas de lucha ni formas de toma de decisiones, cada empresa es distinta, pero sí debe inspirarnos el criterio democrático que guió esa movilización, adaptándolo a las condiciones de cada lugar.

15. En resumen, y repitiéndome, creo que los retos estratégicos para el sindicalismo pasan por su feminización, por la erradicación de todo comportamiento no transparente y por tomar en cuenta a nuestra gente, pues sin ella no seremos nada. En ese sentido, diré lo que antes del 29-S dije en alguna asamblea: los lamentos y quejas sobre "cómo es la gente" no valen para nada, las descalificaciones tampoco, lo único que es útil es descubrir en qué podemos mejorar y qué podemos hacer para cambiar las cosas. Y al decir eso no me refiero solamente a las compañeras y compañeros que tienen algún tipo de responsabilidad sindical, sino también al resto de quienes pertenecemos a una central sindical, que también tenemos que asumir un compromiso activo, especialmente ante la que nos está cayendo encima. El que tengamos críticas que hacer a nuestro propio sindicato y a los demás no es excusa, por el contrario, más razón para cumplir la parte que nos corresponde y dar nuestra opiniones,

16. Ciñéndome a la coyuntura, diré que creo suicida que los sindicatos nos quedásemos paralizados a la esperar de qué hace el Gobierno. A mí entender, tras el 29-S nos hemos relajado y no debe ser así. Estamos en un punto de bifurcación que requiere un esfuerzo sostenido, aunque por el momento no sea para convocar una nueva huelga, pero sí debería mantenerse la tensión informativa y la explicación de todas las medidas reaccionarias que nos están metiendo. Tenemos que superar todo síndrome de Estocolmo ante un Gobierno que nos agrede sin moderación alguna. Ha llegado el momento de lanzar con toda claridad un mensaje a este Gobierno: o rectificas, o que te voten "los mercados". Todo ello combinado con la continuidad de movilizaciones y actividades que vayan transformando el cabreo generalizado y la desconfianza hacia Zapatero y Rajoy en ánimo de unión y en confianza en nuestras propias fuerzas. Ese es el mejor y único camino para que el Gobierno rectifique y, lo haga o no lo haga, para impedir que el actual desconcierto lo capitalicen Rajoy y sus acompañentes.


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