Trasversales
Luis M. Sáenz

Carta a un amigo antiimperialista: Ponte en su lugar

Revista Trasversales número abril 2011

Textos del autor en Trasversales

Dossier Revolución árabe



Querido amigo, desde hace mucho tiempo tenemos interesantes y amables polémicas. Sin embargo, con la revolución libia hemos llegado a enfadarnos, aunque eso debemos superarlo, como hemos hecho otras veces. Estamos de acuerdo en que queremos la derrota de Gadafi y la victoria de la Libia rebelde. Estamos de acuerdo en que las potencias occidentales aplican dobles raseros, han apoyado (y apoyan) a regímenes criminales o incluso protagonizan ellas mismas operaciones criminales. No estamos de acuerdo en la actitud a tomar ante la intervención internacional autorizada por la ONU en Libia. Tú crees que hay que movilizarse contra la intervención y yo, por el contrario, creo que una intervención internacional se había hecho necesaria, pese a desconfiar de sus protagonistas y de sus intenciones.
Uno de los motivos de la discrepancia entre nuestras respuestas es que partimos de preguntas diferentes. Tú empiezas preguntando por la fiabilidad  y legitimidad del Estado estadounidense, o del francés o del británico, para ir decidiendo por ahí cuándo y dónde intervienen. En eso tu respuesta y la mia es la misma. Pero yo entiendo que en este caso hay una pregunta más importante y previa: un pueblo en rebelión contra el que el régimen tiránico implantado en su país ha desatado una guerra sanguinaria, ¿está legitimado para pedir y recibir apoyo armado de quien quiera que pueda dárselo? Mi respuesta es que sí. El problema principal no son las intenciones y motivaciones de las potencias occidentales al intervenir, aunque hay que analizarlas, sino las consecuencias que el que intervengan o no intervengan tienen para el pueblo rebelde de Libia.

Me parece peligroso partir de una mera negatividad. Nuestro punto de partida no puede ser el rechazo automático a todo lo que haga el Estado estadounidense o nuestro gobierno, sino la afirmación positiva de solidaridad con la revolución democrática libia y con la rebelión de la gente corriente que recorre el mundo árabe e Irán.
No voy a negar que mi postura es, en gran parte, sentimental. Una vez que Gadafi comenzó a recuperar territorio, a bombardear ciudades, a ocuparlas o a cercarlas, me dije que, si me sentía solidario con la población rebelde y su lucha contra Gadafi, para valorar su petición de una intervención internacional sin tropas extranjeras en suelo libio debería intentar ponerme en su lugar.  Sé que "en su lugar" sólo me pondría si me fuese allí a luchar y con la decisión de ligar mi suerte definitivamente a la del pueblo libio, e incluso así nunca viviría el bombardeo de una ciudad en la que no conozco a nadie de igual modo que lo sufriría en una ciudad en la que habitan muchas personas queridas. Pero, de todas formas, me pareció que sería esclarecedor tratar de ponerme en su lugar en la medida "virtual" en que me fuese posible, como experimento mental. Traté de imaginarme en una ciudad libia. Una ciudad bombardeada desde tierra y desde el aire, sin que apenas tengamos capacidad militar para responder a ese machaque. Una ciudad en cuyos suburbios han comenzado a entrar las tropas de Gadafi y cuya ocupación total parece inminente. Una ciudad a la que el propio Gadafi había anunciado una represión a lo Franco. Por ejemplo, Bengasi en los momentos anteriores a la intervención.
Entonces, me pregunté: si esa fuese mi situación, ¿recibiría con alegría o con indignación que alguien lo impidiese? Miré en mi interior y descubrí que me alegraría. Para entenderte, trate de imaginarme también en esa situación pero diciendo "no quiero esta intervención, porque a Gadafi lo debemos derrotar el pueblo libio", o "no, nuestra causa es justa, pero no admitimos injerencias, esto es cosa de libios", o "como éstos sólo quieren nuestro petróleo no quiero que de momento nos ayuden a impedir que Gadadi nos masacre". Al hacerlo, me sentía muy coherente, muy radical, muy limpio... y que me estaba engañando. Por descontado, esos sentimientos no me dan la razón, es posible que me falte visión universal a la hora de decidir qué ayuda puedo recibir si van a matarme, pero en todo caso no voy a pedir a nadie que se comporte de manera distinta a cómo creo que me comportaría yo en su situación.

Lo cierto es que ni tú ni yo estamos allí. Yo, por miedo físico ante todo, pero también por el temor acomodaticio a quedarme sin empleo y por amor a personas de las que no quiero separarme; tú porque consideras que el mejor apoyo que se puede dar al pueblo libio es una campaña internacional que denuncie a Gadafi y a la OTAN. Así que me parece que debemos de ser prudentes a la hora de decir qué es lo mejor para la revolución libia, y que debemos prestar mucha atención a lo que digan sus protagonistas. Como sabes, antes de la intervención internacional mi actitud no ha sido pedirla o negarla, sino presionar al gobierno español para que prestase a la revolución la ayuda que ella pidiese, sin excluir la entrega de armas o la ayuda militar directa. Más de 550 personas le hemos pedido eso a la ministra de Asuntos Exteriores de España.
Por descontado, es legítimo, aunque no lo comparto, pensar que la "intervención imperialista" causa a la humanidad en su conjunto un daño superior que el que habría causado la victoria completa de Gadafi. Lo que me cuesta entender es que tú y otros amigos digáis que hay que derribar a Gadafi cuanto antes y que hay que rechazar la intervención internacional. El uso de la forma "Hay" esconde los sujetos: "hay que derribar" quiere decir "el pueblo libio tiene que derribar a Gadafi lo antes posible" mientras que "hay que rechazar" quiere decir "nosotros nos tenemos que movilizar aquí para parar la intervención internacional aunque la hayan pedido aquellos a los que pedimos que derriben a Gadafi". No te niego que ambas cosas pudieran sostenerse al mismo tiempo si fuesen compatibles en la práctica. Es decir, si tú piensas que la rebelión iba a derrotar a Gadafi con sus propias fuerzas y que la intervención internacional sólo viene a perturbar y desvirtuar un éxito al alcance de la mano, podría ser coherente el lema "ni Gadafi ni intervención". Pero, ¿era y es esa la situación? Creo que no.

Al inicio de la revolución Gadafi perdió el control sobre la mayor parte del territorio. Pero cuando reorganizó sus fuerzas y consiguió el apoyo de tropas mercenarias, su superioridad militar fue imponiéndose, de forma que el 16 de marzo la insurgencia estaba reducida a algunos reductos liberados, prácticamente sitiados por tropas del régimen. Todo anunciaba una pronta caída tras una ofensiva final gadafista. Gadafi ya había proclamado que ejercería una represión al modo franquista. Ese desequilibrio de fuerzas militares se ha confirmado lamentablemente a consecuencia de una de las bajezas de la coalición que protagoniza la intervención, ya que, si bien tras el comienzo de ésta se liberaron rápidamente nuevos territorios, la suspensión de operaciones durante varios días permitió que las tropas de Gadafi avanzaran de nuevo.
Estoy convencido de que sin la intervención iniciada el 17 de marzo todo el territorio libio estaría hoy en manos de Gadafi. Te he preguntado tu opinión sobre esto pero no he logrado una respuesta clara: ¿crees que la revolución iba a derrotar a Gadafi con sus propias fuerzas o crees que el 17 de marzo Gadafi estaba a punto de ocupar Bengasi y el resto del territorio aún controlado por la República Libia?  Me gustaría saber que piensas.

Si me dices que Gadafi no estaba a punto de ocupar todo el territorio libio,  lo que tenemos es una valoración totalmente diferente sobre cuál era la relación de fuerzas militares en ese momento y poco más hay que discutir. Pero si admites que todo indicaba que Bengasi y el resto de la Libia libre estaba a punto de ser ocupada por Gadafi, nuestra polémica se concentra en que tú valoras que la victoria de Gadafi sería un mal menor comparada con la intervención mientras que yo pienso que la intervención es un mal menor comparado con la victoria de Gadafi.
Comparto contigo que la intervención es un mal y que también debo ponerme en el lugar de quienes sufren sus efectos. Por muy cuidadosa que fuese, y no me fio mucho del cuidado que pongan los que la ejecutan, también matará gente, incluida gente inocente, ajena al régimen gadafista o incluso opositora, y desde luego  los Estados implicados pueden intentar interferir en la autodeterminación del pueblo libio. Pero, con cierto grado de incertidumbre, como pasa en casi todas las decisiones importantes, creo que las consecuencias humanitarias y políticas de la no-intervención han sido, son y serán, en este caso, peores que las de la intervención.
a) Por razones humanitarias. Ante una inminente ofensiva final de Gadafi y su anunciada represión sin freno, imposible de detener sin una actuación aérea contra las tropas e infraestructuras militares del régimen,  creo que los daños que la intervención causará a la población serán menores que los que causaría dejar actuar a Gadafi. Por descontado, no puedo estar seguro de que quienes mandan la operación no cometan auténticos disparates, y si lo hacen hay que denunciarlo y exigir juicio y castigo.
b) Por la revolución libia. Tú y yo hemos tomado partido por la revolución libia, contra Gadafi. Pues bien, creo que el mayor golpe que podría sufrir la sublevación popular sería el triunfo de Gadafi y la ocupación de toda Libia por éste. Y ese sería el resultado inevitable de la no-intervención. Efectivamente, la derrota militar de Gadafi no garantiza nada sobre la evolución de Libia; pero es una condición  necesaria para que un futuro mejor sea posible.
c) Por la revolución árabe. Que la revolución libia no sea aplastada es muy importante para todo el mundo árabe. Tras Egipto y Túnez, donde los tiranos cayeron, se extendió la idea de que rebelarse era posible. La decisión de Gadafi de mantenerse en el poder por medio la guerra  orientó la posterior estrategia de los demás regímenes, antes desorientados. Lo que está pasando en Bahréin, Yemen o Siria  tiene mucho que ver con Gadafi. Lograr que Gadafi no se salga con la suya es un objetivo que supera a los acontecimientos de la propia Libia, tiene dimensión panárabe y a partir de ahí mundial.

Quiero terminar diciéndote que mi furia contra las grandes potencias por su actitud no es menor que la tuya, aunque por razones diversas. Su estrategia global es contrarrevolucionaria, por eso apoyan en Egipto y Túnez salidas que mantenga en el poder a las élites con el menor número de reformas que les sea posible, por eso hacen como que no se enteran de lo que en Bahréin están haciendo las tropas de Arabia saudí y Emiratos Árabes Unidos, por eso en Libia han mantenido y mantienen el doble juego que he descrito.  Pero creo  que quienes habéis convertido el "no a la intervención" en el eje de vuestra política estáis dejando pasar una excelente ocasión de poner al descubierto las estrategias de los Estados contra la gente corriente y contra su revolución. En España la mayor parte de la población es favorable a una intervención. Al empeñaros en decir que esto es como Irak y al proponer una política que puede contribuir a la victoria de Gadafi, vuestras justas denuncias no se escuchan. Yo creo que vuestro análisis es equivocado: lo que pone de relieve la estrategia contrarrevolucionaria de Washington, París, Londres, Roma o Madrid (me refiero a los gobiernos)  no es la intervención sino la "no-intervención" primero y la "intervención a medias" posterior. La intervención fue tan tardía porque intencionadamente esperaron a que Gadafi estuviera a punto de asaltar Bengasi, para que nadie siga creyendo que los pueblos pueden vencer. También creo que ése es el motivo por el que, tras el rápido avance de las fuerzas rebeldes una vez comenzada la intervención, la "coalición internacional" han suspendido durante varios días las operaciones en zonas clave y han dejado que Gadafi las recupere. Quieren que la solución sea un pacto por arriba con sectores del régimen gadafista, sin victoria militar de la República Libia, que es la denominación que se ha dado la Libia liberada. Creo que teníamos que estar uniendo fuerzas para denunciar esto y para exigir  que la intervención se comprometa realmente con una rápida derrota de Gadafi, que es la forma de causar menos daño a la población libia; para exigir  al Gobierno español que haga algo que, aunque parezca increíble, aún no ha hecho, esto es, negar al régimen gadafista todo tipo de reconocimiento y dárselo a la República Libia; para condenar la negativa explícita que el Gobierno español dio a la  petición de armas hecha por el Consejo nacional interino transicional de la República Libia y para exigir que se rectifique esa actitud cómplice con Gadafi. Creo que esa actitud sería más eficaz y más "antiimperialista" que la campaña contra una intervención que, con razón, la mayor parte de la población española ha visto como necesaria para evitar una masacre. Todo esto dicho desde la más profunda desconfianza hacia los Estados participantes en la intervención y consciente de que son capaces de traicionar aún más descaradamente a la población rebelde libia. De hecho, hoy se hablaba de que EEUU retiraba sus aviones de combate. Claro que lo mejor sería que el pueblo libio pudiese mandar a esa banda a freir espárragos y derrotar a Gadafi sin ningún tipo de alianza militar con gente tan poco de fiar. Pero no pudo y estaba en todo su derecho a reclamar y tratar de conseguir una intervención, apoyándose para eso sobre la indignación que la población de nuestros países sentía ante lo que estaba ocurriendo.

En todo caso, querido amigo, ya seguiremos hablando de esto, manteniendo todo el cariño que nos tenemos pese a la rabia que nos inflama cuando de la revolución libia se trata, pues aunque tú sigues considerándote un revolucionario y yo creo que no paso de ser un reformista radical que no cree que puedan existir "revolucionarios sin revolución", a ambos las revoluciones realmente existentes nos despiertan una antigua pasión a la que ni tú ni yo hemos renunciado.

Un beso


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