Trasversales
Carl Finamore

Tras la Plaza Tahrir: reconstruir Egipto

Revista Trasversales número 21 abril 2011

Carl Finamore es delegado en el San Francisco Labor Council, AFL-CIO, en representación del Machinist Local Lodge 1781.
Texto original en inglés



Decenas de miles de personas llenaron la Plaza Tahrir el 1 de abril, demostrando el fracaso de los prolongados intentos del gobierno militar de Egipto para desmovilizar y desmoralizar al movimiento pro-democracia. A las quince mil personas que, según la agencia estatal de noticias MENA, habían asistido  a la oración del viernes en la Plaza Tahrir, se sumaron por la tarde el doble de manifestantes, abarrotando la plaza principal de El Cairo, según France Presse.
Ese día, al que se ha denominado "el viernes del rescate de la revolución", los manifestantes exigieron el enjuiciamiento del depuesto presidente Hosni Mubarak y desus compinches, la derogación del Estado de emergencia y la liberación de todos los presos políticos. De hecho, importantes sectores de la población siguen pidiendo reformas democráticas serias y fundamentales, más allá de los cambios superficiales de la desacreaditada constitución de Mubarak propuestos por la cúpula militar.

Sin embargo, el ejército logró presentar el referéndum constitucional del 19 de marzo como la mejor oportunidad de estabilizar la economía y de avanzar más rápidamente hacia un gobierno civil, lo que dio lugar a una amplia participación y a la aprobación de la reforma planteada, pese a que muchos de los más conocidos activistas por la democracia denunciaron las enmiendas del gobierno como una tibia reescritura de algunas de las cláusulas de la prorrogada constitución del dictador, sin ninguna garantía adicional para las libertades civiles.
El Centro de Servicios para Sindicatos y Trabajadores de Egipto, destacado defensor de la recién formada Federación Egipcia de Sindicatos Independientes, editó un folleto invitando a votar contra las enmiendas, indicando que "eran las mismas ya propuestas por el depuesto presidente Mubarak" y pidiendo "una nueva Constitución que ponga las bases de un nuevo Egipto". También organizó el 27 de marzo una movilización "Vota No" en la Plaza Tahrir, en la que participaron alrededor de 3.000 estudiantes, activistas de derechos humanos y sindicalistas, según contó su representante Tamer Fathy en una entrevista telefónica desde El Cairo.
Por otra parte, el Centro de Solidaridad que actúa en Washington DC, con apoyo de AFL-CIO, señaló que los votos favorables a la reforma constitucional aumentaron significativamente porque no se permitía votar por separado cada una de las nueve enmiendas. "Era todo o nada, las enmiendas se presentaban formando un único paquete", me dijo Erin Radford,  responsable en el Centro de Solidaridad del programa para Oriente Medio y Norte de África.

En realidad, en Egipto la oposición aspiraba a una nueva constitución alternativa, que pudiese ser desarrollada por un amplio sector del movimiento. "Pero, finalmente",  admite Fathy, "el debate fue insuficiente. El gobierno logró  apresurar y confundir el debate. La gente pensaba que estaba votando a favor de un poco mas de democracia, lo que dio a las enmiendas propuestas una abrumadora mayoría".

¿Se reforma la Constitución y se prohíben las huelgas?

Sin embargo, la propuesta hecha por el consejo de ministros para prohibir las huelgas y las protestas es más peligrosa aún que este evidente timo constitucional. Incluye multas onerosas y duras penas de prisión para cualquier incumplimiento de lo propuesto en este proyecto de ley, que ahora está siendo considerado por el Consejo Supremo Militar. Si finalmente fuese ratificado y aplicado, sería silenciada toda oposición organizada al gobierno. Estas siniestras amenazas han acelerado la reivindicación de derogación del estado de emergencia en vigor desde 1981, bajo el cual podrían promulgarse legalmente ese tipo de restricciones. Esa fue una de las reivindicaciones centrales en la movilización del 1 de abril.

Es evidente que el Consejo Militar sigue caminando sobre una frágil cuerda floja política. Pero, sorprendentemente, ha demostrado ser muy hábil y rápido de reflejos, a diferencia de la inepta torpeza de Mubarak, que provocó la colera social con su intransigencia y su arrogancia imperial.
Por un lado, el Consejo Supremo intenta desmovilizar desesperadamente y vilipendia al movimiento reformador por medio de maliciosas acusaciones de sabotaje económico o de efectivas amenazas físicas. Al mismo tiempo, el Consejo concede periódicamente varias importantes reformas, muchas de las cuales son prudentemente anunciadas días antes de las protestas más destacadas.
Por ejemplo, pocos días antes del 1 de abril toda la familia de Mubarak fue puesta bajo arresto domiciliario. También se prohibió viajar al extranjero al jefe del Partido Nacional Democrático y a quienes, bajo la presidencia de Mubarak, fueron su jefe de gabinete y presidente del Parlamento.

Tras la rebelión, la confianza

En grandes sectores industriales y comerciales del país, amplias franjas de trabajadores y de pobres participan en masivas protestas organizadas. Su participación deja una huella política mayor que la de otras recientes explosiones sociales en Oriente Medio.

"No se puede comprender los acontecimientos en Egipto sin entender el papel absolutamente decisivo de la clase obrera, antes, durante y después de los acontecimientos de la Plaza Tahrir", dijo el conocido abogado laboralista Khaled Ali desde El Cairo en una entrevista concedida a Democracy Now y que fue televisada el 18 de febrero. "Por ejemplo, no cabe ninguna duda de que el aislamiento de los estudiantes y los jóvenes en la plaza terminó una vez que los trabajadores comenzaron a realizar huelgas y protestas, alrededor de 30 o 40 diarias a lo largo de todo el país durante los días revolucionarios de la Plaza Tahrir y en los días siguientes. El papel de la clase obrera fue absolutamente decisivo para nuestra victoria.

La participación masiva de la clase obrera en la rebelión ha aportado la confianza necesaria para su participación en la próxima etapa de la revolución.

Aliados y antagonistas

La inmensa unidad nacional del Movimiento 25 de enero por la libertad se reorienta ahora. Las cruentas luchas para acabar con la corrupción y con la dictadura dan paso a un debate público sobre la manera de reconstruir "un nuevo Egipto". Este cambio de rumbo conlleva otros cambios en la dinámica social respecto a lo ocurrido durante los días de rebelión en la Plaza Tahrir. Ahora, quienes fueron aliados en la calle son a veces antagonistas en los debates. No podía ser de otra manera. La alianza de todo un país en tiempo de guerra no podía mantenerse a la hora de decidir exactamente la forma que el país debería tomar en tiempo de paz. En consecuencia, las diferentes clases, sectores y estratos sociales que estuvieron hombro con hombro en Tahrir, en Alejandría y en Suez, ahora promueven con toda naturalidad sus propios programas sociales, políticos y económicos.

Los derechos democráticos ganados por la revolución han permitido que este debate sumamente importante se produzca de forma abierta. Sus resultados determinarán si las conquistas revolucionarias se limitarán al sector empresarial y a las clases altas o se extenderán también a la clase obrera y mayoría pobre del país. La amplia participación de los trabajadores en el diálogo nacional es, por tanto, absolutamente fundamental.

Nada está garantizado.

Las formas parlamentarias de todos los países, no sólo en Egipto, están casi exclusivamente restringidas a los ricos y poderosos que pueden traficar influencias, construir maleables partidos y montar costosas campañas electorales nacionales.

La organización democrática de este debate y la participación de la clase trabajadora y los pobres en él sólo podrá garantizarse si se organizan de manera independiente, reconociendo que tienen intereses distintos de los encarnados en una estructura de poder derivada de la existente en la era Mubarak, en gran parte intacta..
"Los objetivos democráticos de la revolución también incluyen la creación de organizaciones civiles como los sindicatos, que están siguiendo un camino natural e instintivamente democrático al fomentar la plena participación de la gente", me dijo Tamer Fathy. "La democracia debe ser un medio para alcanzar nuestros objetivos sociales. Se trata de la gente y de cómo puede organizarse para mejorar sus vidas".

¿Y ahora qué?


A juzgar por la amplia participación y del resultado del referéndum constitucional, el ejército logro evitar que la discusión se centrase en la auto-organización del pueblo, llevándola a un terreno que le es más seguro y familiar, el de las reformas legislativas, donde la elite tradicional puede reafirmarse más fácilmente a través de sus partidos políticos y de las estructuras económicas.
Por ejemplo, el actual salario mínimo sólo es de 74 miserables dólares al mes, tras haberse mantenido en 6,50 dólares durante 26 años, desde 1984. Por otra parte, raras veces se cumple la legislación sobre salario mínimo. Millones de personas siguen languideciendo en la pobreza, obligadas al pluriempleo en el sector informal como vendedores ambulantes o en una de las zonas económicas especiales, reservadas para empresas estadounidenses, zonas en las que los salarios son bajos, no hay prestaciones sociales y los sindicatos son duramente reprimidos.

Pero, por otro lado, la presencia constante de los sindicatos independientes se hace cada vez más fuerte. En la enseñanza, la sanidad, el textil, el transporte, enre los recaudadores de impuestos y en otros sectores rse siguen formando sindicatos, que rompen con el sindicato oficial controlado por el gobierno y se unen a la federación de sindicatos independientes, EFITU, formada el 2 de marzo.
"Nos estamos concentrando más en la organización de la clase obrera, porque sabemos que en última instancia esta es la única manera de obtener nuestra parcela de democracia y un estándar decente de vida", señaló Fathy. "Aquí, los trabajadores no tienen la experiencia de un sindicalismo libre e independiente, todo es nuevo para nosotros. Pero estamos muy contentos con los progresos que estamos haciendo".

Mientras el debate sobre el futuro de Egipto se lleve a cabe con la plena participación de una clase obrera organizada y de sus aliados entre los pobres, los estudiantes y las clases medias, tanto más factible será que se mantengan los objetivos sociales, económicos y políticos de la revolución, y tanto más crecerá la posibilidad de alcanzarlos.


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