Trasversales
Fernando Gil

Agitación en el Magreb

Revista Trasversales número 21, febrero 2011

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Las revueltas actuales tuvieron un cercano precedente en los años 90, en los llamados motines de la sémola, que fueron respuestas populares al hambre. En Argelia dieron paso a una violencia inusitada, casi una guerra civil entre los islamistas de GIA y el ejército, que acabó suprimiendo el resultado de las elecciones y reforzando la dictadura del FLN.

Lo que ocurre en Egipto, con sus peculiaridades, es semejante a aquello y a la reciente revuelta de Túnez, en lo que tienen de respuestas populares: son países hermanados por la cultura, el idioma, la religión y por el origen poscolonial de sus regímenes políticos, y son semejantes por una base social empobrecida, con millones de jóvenes sin trabajo ni futuro, y por unos gobiernos corrompidos apoyados en la fuerza.

Egipto está menos influido por la cultura occidental, especialmente francesa, que Túnez; Egipto es más islámico. Tradicionalmente ha sido un lugar de profundización y renovación del Islam, particularmente en sus versiones más rigoristas. Es el país de origen de Hasán Al Banna (1906-1949), fundador de los Hermanos Musulmanes, y de Sayed Qutb (1906-1966), fusilado por Nasser,  cuyo hermano fue maestro de Ben Laden.

Como revueltas contra poderes despóticos, tanto la tunecina como la egipcia, son justas; la primera, una vez abandonado el país por la camarilla gobernante, parece que está encontrando una salida pacífica, aunque el proceso puede torcerse dependiendo de la avenencia entre los sobrevivientes del régimen y la élite de sus detractores sobre la profundidad y la velocidad de los cambios que exija la población movilizada. En Egipto parecía que podría haber una salida <a la portuguesa>, con el ejército apoyando al pueblo para desmontar la dictadura, pero la situación empieza a apuntar a una solución <a la turca>.

Aunque en la mayoría de la población movilizada no ha mostrado, hasta ahora, una marcada preferencia religiosa, no se puede descartar una deriva hacia el islamismo integrista, en particular si Mubarak no cede y tiene la tentación de reprimir la movilización popular de forma sangrienta, lo cual podría radicalizar las protestas y dar alas a los seguidores de la yihad, cuya influencia social se desconoce. Aunque no es lo mismo, se calcula que los Hermanos Musulmanes pueden aglutinar a cerca del 15% de la población en edad de votar, pero, dada su capacidad para movilizarse a partir de asociaciones confesionales de ayuda y solidaridad, esa influencia se puede multiplicar en poco tiempo si se agrava el conflicto.

En estas circunstancias, para esas poblaciones sería de gran utilidad una postura más clara por parte de occidente, de la Unión Europea, si la señora Ashton sale del sopor, y sobre todo de EE.UU., por un lado, apoyando unas movilizaciones populares, que son pacíficas, reclaman derechos civiles, acabar con la corrupción, renovar la clase gobernante y dotar a sus países de un funcionamiento democrático, lo cual es inobjetable desde el punto de vista de los principios occidentales. Y, por otro, exigiendo a las corruptas élites dirigentes, y sobre todo a Mubarak, que abandonen el poder, a ser posible sin vaciar la caja, para facilitar procesos constituyentes, pacíficos y democráticos.

Sería un error que, desde Europa y EE.U. se antepusieran los intereses comerciales y estratégicos (y los de la propia élite gobernante, como en el caso de Francia) a los principios que, en teoría, configuran nuestras sociedades, que las gentes de esos países ahora se esfuerzan en instaurar.

Tal como sucedió en Irán, con lo que acarreó la deposición del shá, el apoyo a estos dictadores del norte de África puede ser un elemento más de distancia respecto a Occidente, utilizado por quienes rechazan de plano no sólo la protección que Occidente dispensa a esos tiranos, sino la propia civilización occidental. Una dudosa lógica política ha llevado a EE.UU., que está muy lejos, a apoyar regímenes dictatoriales en el norte de África pretendiendo que hagan de gendarmes frente al avance del islamismo. Pero parece que es al contrario: lo que hacen es favorecer su expansión.
 

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