Trasversales
Luis M. Sáenz

Por la victoria de la revolución libia: ¡fuera Gadafi!
Apoyemos la rebelión popular en Túnez, Egipto, Irán, Marruecos, Argelia...


Revista Trasversales número 21,  marzo 2011

Textos del autor en Trasversales



La población libia lucha con extraordinario valor contra el régimen criminal de Gadafi. El resultado de esa lucha no está decidido. Es una lucha desigual y asimétrica: por un lado, una multitud, la gente común de libia, con escaso armamento y sin preparación militar; por otro lado, los sicarios de Gadafi y sus mercenarios, sus tanques, sus aviones. Con la rebelión simpatiza mucha de la gente común del mundo, con gadafi simpatizaron hasta ayer mismo los gobernantes occidentales que le recibieron con honores y propiciaron negocios con él, desde la industria energética hasta la venta de armas, y simpatizan aún dinosaurios post-estalinistas aferrados al poder que, como Castro o Daniel Ortega, no han dudado en expresar su apoyo al tirano, más sutilmente el primero, abiertamente el segundo.

Quien ame la libertad y la justicia sabrá de qué lado estar, sin verborréa ideológica, y se reconocerá en la rebelión de la gente común en el mundo árabe y en Irán. Quien ame la libertad y la justicia no se parapetará tras la "complejidad" y la "desinformación" para  cuestionar o calumniar la revolución libia, ni se escudará en el peligro islamista para dar soporte a regímenes corruptos frente a esta cadena de sublevaciones que comenzó en 2009 con la revolución verde iraní contra el régimen teocrático y que ha estallado ahora en túnez, egipto y libia, que resuena también en Marruecos, Argelia, Bahrein, Yemén..., o  en las/los jóvenes que en gaza y cisjordania comienzan a expresar tanto su odio a la ocupación colonial israelí como su rechazo a los régimenes de hamas y de la autoridad palestina. Es una lección extraordinaria, una muestra radical de la potencia de la gente común cuando se une contra las élites que monopolizan poderes y riquezas. Ya nada será igual, porque incluso si las revoluciones fuesen derrotadas o desviadas hacia la reinstauración de nuevas formas de dominación sus frutos vivirán en las mentes transformadas de sus protagonistas.

Ahora bien, esas revoluciones, con extraordinaria urgencia la libia, necesitan algo más que simpatía. Necesitan solidaridad efectiva. ¿podemos hacer algo desde aquí, en españa? Sí, podemos. Sabemos que la política internacional de los estados está guiada por intereses geoestratégicos y económicos, poco sensibles a los derechos humanos. Pero fuimos capaces de sacar a las tropas españolas de irak, donde estaban metidas en una guerra injusta, y lo logramos con nuestras movilizaciones, aunque su efecto fuese retardado y mediado por un cambio institucional. Los pueblos de Egipto y Túnez han sido capaces de echar a Mubarak y Ben alí, y en Libia se enfrentran armas en mano a las tropas de Gadafi. ¿no seremos capaces aquí, con menos riesgos, de presionar al gobierno español y a la ue para que adopten medidas activas de apoyo? Nuestra responsabilidad ética no acaba en la denuncia de nuestros gobernantes actuales y pasados: sí, hay que denunciar la connivencia mantenida con las dictaduras árabes e incluso con la iraní, pero no para nuestro confort ideológico sino para obligar al gobierno español y a la ue a cambiar de actitud.

En las movilizaciones de solidaridad que se han desarrollado en madrid hemos gritado "gadafi matando y europa mirando". Si era algo más que una frase bonita, es que queríamos y queremos que europa no se limite a mirar, que haga algo. Europa somos nosotras y nosotros, en primer lugar, pero lo que hagamos será bastante testimonial -salvo que nos fuésemos a libia a tomar las armas- si no concentramos nuestros esfuerzos sobre el gobierno español y sobre la unión europea para exigir otra actitud, para exigir que se facilite a los pueblos en rebelión el apoyo que quieran y necesiten, porque los recursos que los gobiernos utilizan son fruto de nuestro esfuerzo y no podemos permitir que hagan con ellos lo que quieran. Debemos reclamar una actitud beligerante en favor de los pueblos en rebelión, una actitud de apoyo activo sin ingerencias. Los pueblos de Libia, Túnez o Egipto no necesitan "lecciones" sobre la transición ni tutelas de ningún tipo. No se trata de sustituir unos amos por otros.

En primer lugar, por tanto, debemos reclamar el cese de cualquier forma de connivencia, colaboración o reconocimiento con los tiranos y regímenes que masacran a sus pueblos en rebelión. En particular, las legaciones diplomáticas fieles a Gadafi deben ser desconocidas y entablarse conversaciones inmediatas con el pueblo insurgente a través de quienes él mismo decida. Es ahora, cuando aún se desconoce el resultado de la lucha, cuando hay que anunciar, para contribuir a su victoria, la plena ruptura con el viejo régimen y el reconocimiento de que la representación del pueblo libio recae sobre las mujeres y los hombres en rebelión.

En segundo lugar, tenemos que tomarnos en serio el derecho a decidir por sí mismas que tienen esas personas y esos pueblos, más aún cuando están implicados en  una lucha a muerte y sometidos al fuego de bombardeos. Lo que exigimos al gobierno español, con urgencia, es que apoye a la revolución libia, y a los otras en marcha o que puedan estallar, dando la ayuda que se le pida, ni más ni menos, y que proponga eso mismo en la UE  y en las instituciones internacionales. Si los pieublos en rebelión piden acción diplomática, dése; si piden comida y medicinas, dense; si piden armas, dense; si piden la creación de una zona de exclusión aérea, dése. Y si no lo piden, si se oponen, que no se haga. Por ejemplo, hay muchos indicios que indican que están totalmente en contra de una ocupación extranjera, así que las tropas de ningún estado deben pisar suelo libio, pues luego tal vez quienes las envían quieran dejarlas allí, sobre todo si tenemos en cuenta el petróleo libio; de hecho, ya hay pruebas de esa clara postura, pues una delegación británica clandestina a las zonas liberadas fue inmediatamente expulsada. Pero también hay indicios de que al menos una parte de la insurgencia democrática quiere la creación de una zona de exclusión aérea, aunque no sabemos sí es compartida por la mayoría. Sin conocer eso, no podemos pedirla, pues no es obama quien debe decidir tal cosa, pero tampoco podemos rechazarla por "purismos" ideológicos de fácil recurso cuando no nos están arrojando bombas ni nos amenaza el baño de sangre que podría seguir a un triunfo militar de gadafi. A decir verdad, no nos extrañaría nada que quienes viven en una ciudad bombardeada quisieran que alguien derribe los aviones que les atacan, aunque sepan que más tarde tendrán que parar los pies a quienes traten de pasarles abusiva factura por ello. En todo caso, no es algo que nos corresponda decidir.

En definitiva, lo que cabe exigir es un inmediato reconocimiento de los órganos de coordinación de la revolución libia y la puesta a disposición de ellos de la ayuda que soliciten, sea del tipo que sea. Y digo eso con muchas dudas sobre el carácter de tales organismos, sobre si son verdadera expresión del pueblo rebelde o una convergencia de notables que en el futuro tratará de reconstruir un sistema de dominación. Pero eso también es algo que debe resolver el pueblo libio.
Igualmente, demando al gobierno español y la UE que no interfiera ni trate de sacar tajada en Túnez o Egipto en beneficio de grandes grupos capitalistas. Debe prestarse ayuda, pero a la sociedad, a la gente, sin tratar de marcarles el camino que deben seguir ni de aprovecharse de la situación para expoliar sus recursos.

A las revoluciones se las da o niega apoyo, sin pedir garantías que nadie puede dar. Ignoro cómo terminará todo esto, hay revoluciones derrotadas y revoluciones que triunfan pero que luego son deformadas para desvirtuarlas o incluso para convertirlas en su contrario. Más allá de los vericuetos institucionales que atraviesen, más allá de los estancamientos y retrocesos que puedan esperarles si élites de cualquier tipo se hacen con el control, lo principal que quedará de la revolución es lo que quede en sus protagonistas. Todo depende, por ejemplo, de si las y los ocupantes de plaza Tarhir se llevan la plaza, de forma duradera, consigo allá donde se encuentren, en sus barrios, trabajos, familias. Todo depende de si la convivencia revolucionaria entre mujeres y hombres, entre personas de diversas creencias o increencias, entre gentes de etnias diversas, se hace duradera y se asientan relaciones igualitarias entre ellas.  Depende, por tanto, de ellas mismas y ellos mismos. Pero también depende de nosotras y de nosotros, que podemos ayudar a que su extraordinaria rebelión no fracase por causas ajenas a ella misma, derrotada por los tiranos ante la pasividad del mundo o aniquilada por una nueva coalición reaccionaria entre élites nativas y élites extranjeras.

El cuerpo me pide terminar diciendo ¡armas para libia!, consciente de que en ese lema se refleja también parte de mi propia cobardía, ya que, a diferencia de quienes vinieron a españa a defender otra extraordinaria revolución contra la coalición reaccionaria capital-iglesia-ejército, yo no voy a irme a libia a coger las armas contra gadafi. Mas creo que entre el todo y la nada hay grados, que cada cual podemos y deber prestar solidaridades aunque no estemos dispuestos a jugárnoslo todo. Yo no soy un revolucionario, sólo soy alguien que trata de ser solidario con revoluciones realmente existentes y que no sabe como se comportaría si me tocase vivir alguna. Tampoco sé qué "deben hacer" estos pueblos, sólo quiero que puedan hacer lo que quieran.

De todas formas, como ya anticipé, no lanzaré la petición de armas para libia porque no sé si el pueblo libio quiere ese tipo de ayuda. Pero sí afirmaré mi profundo deseo de que la revolución libia triunfe y de que Gadafi sea derrotado, de que Egipto y Túnez prosigan un camino de emancipación, de que el pueblo iraní logre librarse de la "república islámica", de que las gentes de Marruecos y Argelia ganen su libertad, de que las mujeres de Arabia saudí o Afganistán conquisten el derecho a hacer cualquier cosa que pueda hacer un hombre sin que se les obligue a hacer nada a lo que los hombres no estén obligados...
Declaro, para terminar, mi radical lejanía y contraposición de quienes colocan la geoestrategia, su ambición y sus intereses por encima de la libertad humana, tanto da se llamen Berlusconi, Sarkozy, Castro u Ortega. Podemos equivocarnos una y mil veces, usar tono moderado o extremista, predicar tal o cual ideología, pero cuando la gente común se rebela contra los amos lo decisivo es de qué parte estamos.


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