Trasversales
Beatriz Gimeno

Las mujeres árabes y la revolución

Revista Trasversales número 21, marzo 2011

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Aprovechando la coincidencia la semana pasada de la conmemoración del Día Internacional de la Mujer con las revoluciones que están sacudiendo los países árabes, casi todos los medios de comunicación han dedicado espacio a la participación de las mujeres en dichos acontecimientos y han discutido si estas revueltas iban a significar o no avances en su situación. Desde que EE.UU. utilizara la situación de las mujeres afganas como excusa para invadir aquel país, la situación de las mujeres se ha convertido en un tema del que siempre hay algo que comentar cuando se informa de la situación social o política en cualquier país. Es un gran avance porque hasta hace poco eso daba igual. Por lo menos ahora se habla de ello y encuentra espacio en los medios. Por primera vez, aunque aun de manera difusa, la situación de las mujeres aparece como un indicador de la situación general de un país.

Por eso ahora los medios de comunicación han convertido en un asunto de interés la presencia de las mujeres en las revoluciones árabes. Y así las hemos visto en primera fila, como por otra parte han estado siempre las mujeres en todas las revoluciones, en todas las guerras, en todos los cambios políticos, aunque no siempre se nos diera cuenta de su presencia. Ahora ha quedado mucho más claro, nadie podrá decir que no estuvieron. Al seguir sus pasos desde el principio, también hemos podido enteramos de algo que era previsible que pasara: que una vez que la revolución ha triunfado o el cambio se ha producido, ellas son traicionadas. A estas alturas ya sabemos de sobra que cuando se dice que “los pueblos” luchan por esto o lo otro se están refiriendo a la parte masculina de esos pueblos; sabemos de sobra que las mujeres son admitidas mientras se necesita que haya gente que esté dispuesta a arriesgar lo que sea, incluso la vida; pero de sobra sabemos también que una vez conseguidos los objetivos revolucionarios, los hombres revolucionarios pretenden mandar a las mujeres a casa. Las revoluciones en las que participan masivamente los hombres nunca buscan cambiar nada en lo que se refiere a las relaciones entre los sexos porque éstas siempre les benefician a ellos. Esa revolución sólo pueden protagonizarla las mujeres; seguramente casi en exclusiva.

Lo hemos visto en Egipto claramente. La escritora feminista, Nawal el Saadawi afirmaba eufórica que había llegado el momento de las mujeres egipcias y las convocaba a una manifestación en la plaza Tahir en defensa de sus derechos. Pero la manifestación se produjo y fue dispersada, entre insultos y golpes, por una multitud de hombres que las mandaba “a hacer la comida y ocuparse de los niños”. Al mismo tiempo nos enterábamos de que en la Comisión que prepara la nueva constitución egipcia hay solo una mujer y que en la mayoría de los nuevos órganos de gobierno no hay ninguna. Todo esto nos revela claramente que los nuevos gobernantes egipcios (también tunecinos) no tienen ninguna intención de tener en cuenta los derechos de las mujeres.

Por los medios y las redes sociales feministas se extendía la sensación estar asistiendo a una nueva traición, a un nuevo fracaso. Desde luego es así, pero no había ninguna razón para creer que fuera a ser diferente. Nada hacía suponer que los hombres egipcios, tunecinos o libios fueran menos machistas, por muchas revoluciones que hagan. Las revoluciones que hacen ellos jamás nos han incluido, las revoluciones que nos afectan tenemos que hacerlas nosotras mismas y no es fácil ni es de un día para otro, pero en democracia se terminan haciendo. Por eso, el cambio que se está viviendo en esos países hacia la democracia y el respeto a los derechos humanos es fundamental para que las mujeres puedan hacer su revolución. No hay fuerza capaz de oponerse a eso. Puede que las echen de las plazas y que pretendan mandarlas a la cocina, pero no será por mucho tiempo cuando puedan votar y voten, cuando puedan ser juezas y lo sean, y diputadas y algunas lo sean, y activistas feministas y lo sean y se organicen y reivindiquen. Para empezar, una escritora egipcia, Anas Elwogud Elawa, ya se ha convertido en la primera mujer candidata a las próximas elecciones presidenciales y lo hace con la intención de provocar “un choque” en una sociedad en la que, según ella, el 80 por ciento de las personas rechaza que una mujer sea presidenta. Elwogud Elawa se presenta convencida de que “la libertad y la democracia son para cualquier ciudadano del pueblo”. Pues es así. Hoy las echan de las plazas pero no será por mucho tiempo. Volverán y ocuparán todas las plazas y todos los espacios que les pertenecen.

16 marzo 2011



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