Trasversales
Jesús Jaén

La revolución árabe

Revista Trasversales número 20 febrero 2011

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Un breve comentario al calor de los acontecimientos que estamos viviendo en el mundo árabe. La revolución que se ha puesto en marcha desde hace un par de meses ha sacudido a todos los países, ha tumbado dos dictaduras (Túnez y Egipto) y abierto una confrontación en Libia que se asemeja a una guerra civil. Ningún dirigente árabe puede decir que esto no va conmigo. La revolución ha destapado muchas miserias, no solamente las del pueblo, sino otro tipo de “miserias”: las de los gobiernos de Occidente, las de los dictadores a los que no solo les chorrean los petrodólares sino la sangre de su pueblo, y finalmente, las miserias de los dirigentes que en nombre de la izquierda anteponen sus intereses personales a los de los pueblos. Este es el caso de Fidel Castro, Daniel Ortega y Hugo Chaves.

LA REVOLUCIÓN ÁRABE nos está mostrando algunas cosas:
La primera, que eso de las revoluciones no es cosa del siglo pasado ni de unos cuantos lunáticos. La revolución del siglo XXI tiene viejos protagonistas: la exigencia de libertad e igualdad.
La segunda, los actores principales en estos días ya no son el mundo financiero de Wall Street, sino las calles de El Cairo, Trípoli, Rabat, Argel o Bahreim…
La tercera, que la clase trabajadora existe, y existe como tal, y no solo como fuerza de trabajo superexplotada: ahí están las huelgas, las demandas salariales y el nuevo sindicalismo incipiente en Egipto.
La cuarta, que el ejército puede ser un instrumento de represión o un aliado del pueblo para derrocar a los tiranos (por ejemplo la confraternización de militares y civiles en las calles de Bengasi, El Cairo y Túnez). La balanza se inclina de uno u otro lado dependiendo, en parte, de la movilización popular.
La quinta, que más allá de las fronteras impuestas por el viejo colonialismo, los árabes son una sola nación y un solo pueblo pese a sus gobernantes (además de la sincronización de la revolución, no hay más que ver la solidaridad que se está viviendo en la frontera de Túnez con Libia).
La sexta, que la revolución del siglo XXI no es igual pero se parece mucho a la de los siglos XVIII, XIX y XX (a pesar de las valoraciones sobredimensionadas e interesadas sobre el papel de Internet o la sociedad virtual); la movilización popular, la ocupación de la calle, las huelgas, los comités populares, el armamento de la población, la insurrección, hasta el enfrentamiento armado. Las redes sociales son un instrumento al servicio de… pero en última instancia el cambio político o social viene  de los suburbios, las calles, los centros de trabajo o las universidades.
La séptima, que el peligro islamista es el “coco” que utiliza Occidente para desprestigiar la revolución árabe (curiosa coincidencia ésta con la propaganda de Gadafi sobre Al Qaeda).
La octava, que la juventud no está dormida ni alienada como dicen, sino que es la principal fuerza  impulsora de la revolución árabe.
La novena, que los calificativos de “atrasados” o “fanáticos” a los árabes son un estereotipo ampliamente desmentido por los recientes acontecimientos.
Y la décima, pase lo que pase, no hay vuelta atrás, la hoguera está encendida, como dicen los geólogos “todo terremoto tiene sus réplicas”, o lo que es igual, la crisis financiera del 2007 nos ha traído una crisis global (económica, energética, alimentaria, social y ahora revolucionaria). Parafraseando a intelectuales como Wallerstein o Arrighi se trata de una “crisis sistémica”.
“Se puede incluso avanzar la hipótesis de que el capitalismo ha agotado su carácter progresista, en el sentido de que su reproducción pasa en adelante por una involución social generalizada.” (El capitalismo puro. Michel Husson).

EL CINISMO DE OCCIDENTE  (nos referimos a Estados, gobiernos y, por qué no decirlo, a un sector de la sociedad). Comencemos por el terremoto y su réplica (2007-2011). Como dice Kennet Rogoff ex economista jefe del FMI, un artículo titulado “El comodín de la desigualdad”:
“A los ricos les está yendo esencialmente bien. Los mercados bursátiles globales se recuperaron. Muchos países son testigos de un crecimiento vigoroso de la vivienda, de las propiedades comerciales o de ambos. Los renacientes precios de las materias primas están creando enormes ingresos para los dueños de minas y pozos petroleros, incluso a pesar de que las subidas de los precios de los alimentos básicos están desatando disturbios, sino completas revoluciones en el mundo en desarrollo. Internet y el sector financiero siguen desovando nuevos millonarios y hasta multimillonarios a un ritmo asombroso”.
Tiene la palabra el famoso y nada izquierdista economista Paul Krugman en un artículo para el diario “El País” titulado “Sequias, inundaciones y alimentos”:
“Las consecuencias de esta crisis (se refiere a la subida de los precios hasta de 30%) van mucho más allá de la economía. Después de todo, la gran pregunta acerca de los levantamientos contra los regímenes corruptos y opresivos en Oriente Próximo no es tanto por qué  se están produciendo sino cómo se están produciendo ahora. Y hay pocas dudas de que la subida del precio de la comida esté por las nubes ha sido el desencadenante importante de la cólera popular”.
En este contexto internacional de crisis y encarecimiento del precio de los alimentos nos encontramos con varios hechos: el primero, aunque parezca una obviedad bueno es decirlo, los ricos son cada vez más ricos y los pobres más pobres (para muestras el Imperio: en EEUU, el 1% de la población controla la cuarta parte de la renta nacional). El segundo (otra obviedad), a los Estados de Occidente no les importan las víctimas ajenas, ni los derechos humanos, sino el petróleo y el gas  que emana de esa región del mundo ¿Porqué no hacen nada ahora para presionar a los dictadores que están todavía en el poder como los reyes de Marruecos, Arabia Saudí, Kuwait o los Emiratos Árabes? Tercero, cualquier posible intervención de la OTAN o de la ONU en la crisis Libia es una injerencia inadmisible, dirigida a garantizar los intereses económicos de Occidente y no –como están afirmando los medios de comunicación- para garantizar los derechos humanos.
FIDEL CASTRO, DANIEL ORTEGA Y HUGO CHAVES han demostrado, una vez más, que por encima de los intereses de la revolución popular, defienden el derecho de los dictadores a perpetuarse en el poder (“cuando las barbas de tu vecino veas pelar….).
Dice Daniel Ortega dirigente del Frente Sandinista hablando en “Nueva Radio Ya” sobre su conversación con Gadafi:
“Le transmití la solidaridad del pueblo nicaragüense a todo el pueblo libio, a él la solidaridad de los sandinistas…
Fidel Castro tampoco le va a la zaga y después de muchos días de silencio, lo rompe de la siguiente manera:
“Se podrá o no estar de acuerdo con Gadafi. El mundo ha sido invadido con todo tipo de mentiras, empleando especialmente los medios de información. Habrá que esperar el tiempo necesario para saber qué hay de verdad o mentira” (Reflexiones).
¿Cuánto tiempo necesita Fidel Castro para informarse sobre las masacres de su amigo?
Por su parte Hugo Chaves ha preferido manifestarse en términos genéricos sobre la amistad que une al pueblo libio y venezolano. Por supuesto ni la menor condena a la brutal represión que Gadafi está llevando a cabo contra su pueblo -no hace mucho ambos dirigentes entrelazaban sus manos como símbolo de amistad- (ver foto colgada en Internet).
¿Cómo es posible (se preguntarán algunas personas de la izquierda) que estos dirigentes se identifiquen y no hagan una sola crítica a un sátrapa como Gadafi?
 A nuestro entender, esto no parece especialmente raro dado que todos ellos han basado sus modelos políticos en un populismo carente de libertades y de justicia social.  El mismo dictador libio no se ha cansado de “denunciar al imperialismo” mientras acumulaba una inmensa fortuna en bancos suizos, se hacía llamar el guía de la revolución a la vez que veraneaba con Aznar y Berlusconi, o vivía en medio de “excentricidades” tales como poseer un harén o comprar equipos de futbol.
A pesar de las ilusiones o frustraciones de algunas personas de izquierda. Este mundo, esta sociedad, no responde a un esquema tan simple como el de “países antimperialistas versus países imperialistas y sus lacayos”. Ortega ya no es el líder de la revolución sino un “respetable” político convertido a la socialdemocracia y atrapado por escándalos de corrupción. Fidel Castro lleva décadas liderando un régimen similar a los de Europa del Este o al de la R.P. China (pero deprimido económicamente).
¿Y Hugo Chaves? Su versión del “socialismo para siglo XXI” no va mucho más allá. Si ese es el modelo social al que algunos nos invitan a seguir los próximos cien años tendremos que resistirnos. A no ser que se entienda como socialista un nacionalismo burgués trasnochado mezclado con una buena dosis de populismo burocrático.
Para todos estos dirigentes, repetiremos las famosas palabras de Marx al inicio del Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte:
“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos dos veces. Pero se olvidó de agregar, una vez como tragedia y otra como farsa. Caussidiére por Dantón, Luis Blanc por Robespierre, la Montaña de 1848 a 1851 por la Montaña de 1793 a 1795, el sobrino (Luis Bonaparte) por el tío (Napoleón Bonaparte).
Una vez como tragedia y otra como farsa…
Gadafi…
Hasta nunca…


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