Trasversales
Sean Matgamna

¿Por qué no debemos condenar la intervención en Libia?

Revista Trasversales número 21 marzo 2011

Artículo traducido a partir de su versión original en inglés, publicado en Workers'Liberty


"Un individuo, un grupo, un partido o una clase que "objetivamente" mira para otro lado  mientras hombres ebrios de sangre masacran a personas indefensas está condenado por la historia a la putrefacción y a ser pasto de los gusanos aún en vida" (León Trotsky)

Un supuesto izquierdismo se ha enredado de nuevo en un falso dilema político: la creencia de que para no dar un apoyo total a la "intervención liberal" francobritánica en Libia, debe oponerse  estridentemente a ésta y a cada cosa específica que hagan ambos Estados. Al menos, a todas las acciones militares. De hecho, ese dilema se lo han inventado ellos mismos.

Por supuesto, los socialistas no deben dar apoyo político positivo a los gobiernos y a los capitalistas que dominan en Gran Bretaña, Francia, EEUU, la ONU, Libia o en cualquier otro lugar. Incluso cuando parece que lo que están haciendo puede tener, o es probable que tenga, resultados deseables, siempre actúan por sus propias razones, no por las nuestras.
Por supuesto, su preocupación "humanitaria" para evitar que Gadafi asesine a los rebeldes libios no es ajena a su preocupación por el petróleo libio. Por supuesto que son hipócritas. Por supuesto que usan dobles raseros. Por supuesto, no debemos darles crédito político o  aprobar cualquier cosa que hagan. Por supuesto,  no podemos confiar en que hagan lo que dicen estar haciendo y en que sólo hagan eso.
Por supuesto, también, que la zona de exclusión aérea aplicada al régimen de Gadafi podría, en determinadas condiciones, convertirse en  invasión y ocupación. Cuando se produce una escalada bélica, los combatientes se encuentran ante situaciones que no previeron. Por supuesto, se despliega una lógica política entre sus propias necesidades y los intereses de las grandes potencias.
En 1882 el gobierno liberal de Gladstone ocupó Egipto "temporalmente", pero Gran Bretaña se mantuvo allí durante 70 años, hasta 1952.  Darles apoyo sería repetir la experiencia de aquellos que, respecto a Irak, dieron ardiente apoyo a EEUU. En otras palabras, sería una estupidez y, para los socialistas revolucionarios, políticamente autodestructivo.

Sin embargo, tenemos que observar la situación tal como es. La ONU, con Gran Bretaña y Francia como instrumentos, se ha fijado objetivos muy limitados en Libia. No hay razón alguna para pensar que las "grandes potencias" quieren ocupar Libia o están haciendo algo distinto a una limitada operación de policial internacional en lo que ven como "frontera sur" de Europa. Aún tienen muy frescas las amargas lecciones de sus torpezas en Irak.
Lo que están haciendo ha impedido, al menos hasta el momento, la inmediata masacre a gran escala con la que el coronel Gadafi amenazó a sus adversarios, a los que prometió un trato "sin piedad". ¿En nombre de qué, entonces, podríamos oponernos a lo que en este momento están haciendo en Libia? ¿En nombre de qué alternativa deberíamos pedirles que detengan el uso de su fuerza aérea cuando ésta ha evitado que Gadafi masacre a un número incalculable de personas de su propio pueblo? Esa es la pregunta decisiva en todas estas situaciones.

Sí, ¿por qué? ¿Les decimos que dejen que Gadafi mate su propio pueblo porque pensamos que está bien que lo haga? ¿Porque somos pacifistas, pura y simplemente, y nos oponemos a una acción militar de cualquier tipo en cualquier situación? ¿Porque queremos que Gadafi recupere el control sobre toda Libia? ¿Porque acciones que en sí mismas pueden parecer adecuadas no lo son realmente si las llevan a cabo aquellos de los que, con razón, desconfiamos, aquellos a los que querríamos derrocar? ¿Porque defendemos, por principios y en toda circunstancia la autodeterminación de cualquier Estado frente a la intervención de Estados más poderosos? ¿Porque manejamos como un fetiche consignas del tipo "fuera tropas" (de donde sea). sostenidas más allá de la historia y de las circunstancias?

Obviamente, esto reduce todo al absurdo. O, más bien, lleva a las últimas consecuencias la lógica según la cual para ser de izquierdas hay que oponerse a Francia y Gran Bretaña, sin importar las consecuencias.
Desde cualquier punto de vista humanitario, socialista o incluso desde un liberalismo decente, es conveniente no permitir que las fuerzas de Gadafi, formadas por personal militar bien preparado y por mercenarios, masacren a los rebeldes, mal armados y con escasa o nula preparación militar.
No se trata de pensar que Gran Bretaña y Francia buscan  hacer el bien. Pero es posible y necesario distinguir entre las diversas actuaciones de esas potencias. Algunas de las cosas que hacen son, desde nuestro punto de vista, deseables y no deberíamos oponernos a ellas. Nuestra arraigada oposición de clase no exige que nos opongamos y condenemos todo y cada cosa que hacen. Tomemos un ejemplo histórico.

Gran Bretaña abolió la trata de esclavos en 1808. Gran Bretaña no abolió la esclavitud en colonias como Jamaica hasta 30 años después. Se trataba de una Gran Bretaña en manos de la oligarquía corrupta que se opuso a la república democrática de América en aquella época, la Gran Bretaña que se había opuesto y combatido a la revolución francesa, la que estaba en guerra con la Francia posrevolucionaria. Los motivos de la  clase dominante no eran puros y simples. Sin embargo, Gran Bretaña hizo la guerra a la trata de esclavos en el mar. Detuvo a buques llenos de carga humana donde muchas personas eran transportadas amontonadas como sardinas, buques en los que sus capitanes arrojaban de forma rutinaria a muchas personas vivas por la borda si el mal tiempo o la necesidad de aumentar la velocidad se lo aconsejaba. Ese fue un buen trabajo, fuesen cuales fuesen los motivos de Gran Bretaña. Reconocer que fue buen trabajo no obliga a a nadie a dar apoyo retrospectivo a Gran Bretaña contra la Francia napoleónica o contra los EEUU durante la guerra angloamericana de 1812.

Los argumentos empleados por los grupos de izquierda cuyo punto de partida es que han de oponerse a Gran Bretaña y Francia hagan lo que hagan, dan muestra de la insensatez de tal postura.
Para justificar oponerse, no a la ocupación, a la que si llegase posiblemente los socialistas deberíamos oponernos, sino a esta limitada acción policial para evitar la masacre, la web de Socialist Worker despliega una lista de hipocresías de la clase dominante, dobles raseros, etc., y señala las posibles malas consecuencias, tal vez la ocupación. Incluso da el argumento de que bombardear los baluartes de Gadafi "podría matar civiles inocentes", ¡como argumento para oponerse a una acción dirigida a impedir masacres a gran escala! Es un ejemplo de una política de autonegación, suicida, propia de gente que políticamente están en una fase terminal de confusión.
En último término, su postura se reduce a la oposición a lo que las principales burguesías imperialistas hagan. No importa lo que pase. Sin duda hay que oponerse a mucho de lo que lo hacen, a la mayor parte de lo que hacen. Pero confundir nuestra duradera y arraigada oposición de clase a estas potencias con una oposición frontal a cada cosa que hagan no es mantener una posición independiente ante ellas, sino ser su servil imagen del espejo.

A partir del burdo impulso a oponerse a cualquier cosa que hagan o digan esas potencias, la supuesta izquierda cae en la insensatez. Y en una repulsiva insensatez. Eso no es una política de clase independiente.
Sobre esta cuestión, la izquierda está paralizada por su propia historia reciente. Cuando en 1999 la OTAN llevó a cabo una acción policial para impedir que las tropas serbias masacrasen y expulsasen a la población albanesa de Kosovo, vieja colonia de Serbia, el SWP y otros lanzaron un movimiento contra la guerra que se centró exclusivamente en la petición de detener los bombardeos sobre instalaciones serbias, que eran los medios de coacción utilizados para forzar que Serbia se retirase de Kosovo.En esa situación, se colocaron, completa y conscientemente, del lado de un régimen serbio implicado en un intento de genocidio (Workers’ Liberty 55, April 1999).

Es imposible encontrar un ejemplo más claro de las consecuencias letales del negativismo por principio, que sustituye a una política independiente de la clase obrera que valora de manera crítica e independiente lo que está pasando, una política que aborda los problemas planteados y no se refugia en fórmulas predeterminadas con las que elaborar políticas "antiimperialistas" insensatas y frecuentemente reaccionarias, como los niños que se limitan a rellenar con un color ya asignado zonas previamente marcadas.


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