Una de las cosas que más llaman
la atención de las acampadas en Sol y en las demás plazas españolas
es el cuidado que los Indignados ponen en mantener la limpieza y el orden,
en generar bienestar a su alrededor, no sólo en los espacios físicos
que han ocupado, sino también en el espacio social que han creado.
Podríamos entender que los Indignados no sólo tienen reivindicaciones
políticas, sino que también reivindican, con su actitud y su
manera de estar, la recuperación de la dignidad.
En Sol se ha hecho desaparecer, conscientemente o no, algo que inunda nuestras
vidas desde hace tiempo y que es parte de un estilo de vida se nos ha impuesto:
el individualismo, el egoísmo, el mal rollo, la crispación,
el estilo hooligan, todo eso aquí no cabe. Los estúpidos y
permanentes debates crispados, los tertulianos sabelotodo que no saben de
nada; la telebasura, el pseudoperiodismo del insulto, la mentira y el aspaviento
absurdo, la promoción permanente de la estupidez, de la corrupción,
de la amoralidad, de la pasividad, que se hace desde todas las instancias
y todo el tiempo, todo eso no es banal. Son comportamientos, pensamientos,
actitudes, que se promocionan y se intentan imponer porque son útiles
para los intereses del neoliberalismo feroz. En Sol, y sin necesidad de hablarlo,
todo eso es rechazado con firmeza de la misma manera que se rechaza el sistema
económico. A cambio: civismo, solidaridad, generosidad, empatía,
activismo, inteligencia, amabilidad, disposición para cambiar las
cosas…
Protocolos para la no violencia, recomendación de no beber alcohol,
miles de personas metidas en un pañuelo moviéndose con orden
y con educación, gente que me pedía perdón si me pisaba
un pie, colas ordenadas para todo, chicos y chicas que cada rato pasaban
con bolsas para que tiráramos la basura y la gente preocupadísima
por encontrar papeleras donde tirar un papel, gente que barría, que
se cuidaba de no estropear nada, ni las plantas, ni los árboles,
ni el mobiliario urbano. Debates inteligentes, debates ordenados, respeto
por el otro/la otra, por el turno de palabra, respeto por las opiniones
diversas, preocupación por ponerse en el lugar del otro… Todo esto
no son naderías, es la dignidad que se ha revuelto también
ante la mierda que nos dan para comer día sí y otro también
y que no queremos comer más. Esa masa de gente, no es masa, son miles
de personas que han decidido volar y no arrastrarse.