Trasversales
Carlos Artola

El nuevo poder territorial de la derecha

Revista Trasversales número 22,  junio 2011

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El desmoronamiento del poder municipal y autonómico del PSOE tras los resultados electorales del 22 de mayo tiene su correlato en la acumulación por el Partido Popular de la mayor parte de dicho poder territorial. La pérdida por el PSOE de más de 500 alcaldías y hasta una veintena de diputaciones y cabildos insulares culminará cuando se constituyan los parlamentos autonómicos con el cambio de signo en Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha y Asturias. Y queda Extremadura donde esta en manos de IU evitar el gobierno del PP (aunque ya han permitido que la derecha gobierne algunos municipios en esa y otras Comunidades Autónomas).
El descomunal poder que ha acumulado el PP nos debe asustar y preocupar. Lo consigue un partido que no ha hecho ningún esfuerzo para regenerarse y sanearse, ni para eliminar las prácticas corruptas de muchos de sus cargos políticos en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Las numerosas imputaciones judiciales existentes aparentan ser únicamente las ramas de un tronco con raíces podridas, donde las prácticas clientelares, los tratos de favor,  el aprovechamiento privado de los recursos públicos y la financiación ilegal no serían casos singulares sino un problema mucho más extendido. La Valencia de Camps viene a ser un símbolo de lo que el PP ha sido y no parece tener intención de dejar de ser.

El PP concentra en sus manos el gobierno de la inmensa mayoría de las ciudades importantes del país y tememos, justificadamente, que lo va a ejercer en contra de un modelo social y participativo de convivencia. La derecha ha utilizado siempre el poder local como un instrumento al servicio de intereses económicos e ideológicos reaccionarios. Dispone ahora de una plataforma idónea no sólo para promover su victoria electoral en los comicios generales, sino también para impulsar la derechización de la sociedad y extender planteamientos contrarios a la igualdad, a los derechos sociales e, incluso, a las libertades civiles.
Es cierto, como se dice, que el avance del PP no es una consecuencia de sus méritos sino del desastre político de la segunda legislatura de Zapatero. Pero el PP es hoy una derecha sin complejos, nada homologable a los partidos conservadores de otros países europeos, que se permite defender la herencia franquista (véanse sus posiciones ante el diccionario biográfica de la RAH o la ley de memoria histórica), que es cada vez más clerical, que explora vías xenófobas (como el impresentable nuevo alcalde de Badalona) y que prepara privatizaciones escandalosas de servicios públicos (como en Madrid con el canal de Isabel II).

Será la ciudadanía la que, siguiendo la estela del movimiento 15-M, deba afrontar desde el primer días la previsible ofensiva de la derecha reaccionaria en muchos territorios. Haríamos mal en confiar en los instrumentos políticos de una izquierda tradicional incapaz de la defensa consecuente de los derechos sociales y de otros objetivos cívicos. Frente al inmenso poder que tiene la derecha, la única esperanza para frenar sus iniciativas más peligrosas será la movilización popular.

12 de junio de 2011


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