Trasversales
Enrique del Olmo

El peligroso "autismo" de la izquierda

Revista Trasversales número 22 junio 2011

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Ha pasado ya un mes desde la manifestación del 15-M que dio lugar al movimiento del mismo nombre y a las acampadas en decenas de plazas de las ciudades de España; y han pasado también tres semanas del tremendo batacazo de la izquierda y particularmente del PSOE en las elecciones autonómicas y municipales del 22 M. Junto a ello el Partido Socialista ha nominado candidato a las elecciones general a Alfredo Pérez Rubalcaba.

Llama poderosamente la atención que mientras el 15-M ha seguido avanzando, ha clarificado sus reivindicaciones, ha tomado decisiones complicadas como el levantamiento de acampadas, ha extendido a barrios y ciudades su organización y protesta, ha rechazado medidas como la reforma de la negociación colectiva, ha ido perfilando más su plataforma y propuestas y, a vuelto a convocar una movilización masiva para el 19 de junio además de multitud de concentraciones de protesta. Mientras tanto la izquierda política sigue ensimismada en su derrota y todavía agudizándola un poco más con cosas como el absurdo “suspense” al que juega IU de Extremadura o la vía franca que abrieron  al PP en cerca de cien localidades.
Bastantes personas vinculadas inequívocamente al progresismo y a la izquierda han venido señalando el profundo escepticismo que produce la falta de reflejos por parte de la izquierda para responder a la nueva situación: dominio institucional de la derecha y movilización autónoma de la juventud reclamando la reforma de la política y una respuesta diferente a la crisis, y los hechos parecen darles desgraciadamente la razón.

Vivimos ante una izquierda atenazada por el miedo al cambio, bloqueada en justificaciones internas o superficiales del desastre político; incapaz de hacer los movimientos que le permitan reconstruir aunque sea limitadamente el dialogo con la sociedad; sólo queda la apelación al miedo al tsunami azul que se viene y la esperanza en una derrota “digna”. El mismo 15-M, apoyado por más del 75% del electorado socialista, es contemplado internamente con cierta prevención (“nos ha afectado negativamente el 22-M”, “qué es lo que quieren”) aunque de conjunto se le ve con simpatía y cómo aquellos que plantean cuestiones que es difícil de formular internamente. Se escucha con expectativa la sintonía pero no se es capaz de conectar  en la misma frecuencia.

De las 4 propuestas de base planteadas por el 15-M, de las 10 medidas más apoyadas presentadas a la Comisión de Política del movimiento 15-M (sobre 11.600 recibidas), de las 21 que sintetizo el periódico Público en su edición del 5 de junio, podemos llegar a una primera conclusión: hay terreno para el entendimiento y el diálogo, lo determinante es la voluntad política.
Veamos con más detalle el contenido de la discusión tomando como referencia las 21 medidas que recogía Público a las que nos hemos referido y que nos sirve para identificar el alcance del debate. De las 21, ¡¡16!! (el 76%) tienen que ver con la reforma de la institucionalidad y los hábitos políticos, que por mucho que se intente ocultar es el auténtico motor de la rebelión, junto al sometimiento a los poderes económicos no democráticos. Pues bien, de esas 16 medidas ¡¡9!! (Patrimonio público de los políticos, Consejos Deliberativos, diputados a tiempo completo, eliminación de privilegios, elecciones primarias….) son realizables sin grandes cambios legales; 5 obligarían a reformas de Leyes (Ley electoral, listas abiertas ley de transparencia, corrupción sin prescripción) y 2 a reforma constitucional (Revocación de mandatos, Iniciativa Popular y referendos). Es decir, hay un enorme campo de confluencia si la izquierda y particularmente el PSOE asumen la necesidad de un cambio profundo en la relación entre la política y los ciudadanos. Aún más en los casos que hacen falta cambios por mayorías muy cualificadas (leyes orgánicas y constitución), el problema no es si el PP quiere hacerlas o no sino cuál es la voluntad de la izquierda para junto a la sociedad, si quiere cambiarlas o si quiere el espectáculo lamentable de la reforma involutiva de la Ley Electoral acordada entre PP y PSOE. Si se hubiesen cambiado en un sentido proporcional algunas de las Leyes electorales autonómicas hoy no se estaría lamentando la perdida de Castilla-La Mancha, las dificultades en Canarias o el pendiente de un hilo de Extremadura. Aquí tenemos una primera conclusión: la base de la recuperación del dialogo con la sociedad por parte de la izquierda pasa por la reforma de la política, es decir. de algo que NO cuesta dinero, donde la crisis económica no sirve de justificación.

En relación a las medidas económicas, aunque hay un desarrollo más amplio realizado por la Comisión de Economía del 15 M;  de las 5 medidas propuestas, 2 son reformas legales ya planteadas: Primera: ERES sin dinero público ya que ha habido que responder al escándalo de Telefónica, más de 6.000 despidos a la vez que reparto escandaloso de beneficios. Segunda: La dación en pago de la vivienda ante las hipotecas, donde se ha abierto una subcomisión parlamentaria que no debería acabar en el limbo de los justos por mucho que moleste a la gran banca una práctica que en Estados Unidos ya es generalizada. Otras dos medidas responden a debates de carácter internacional como los paraísos fiscales (que se han logrado salvar después del primer planteamiento realizado por España en el G-20 de Londres) y la Tasa a las transacciones financieras internacionales ya propuesta en la última reunión del G-20 pero que no acaba de avanzar. La quinta medida es de decisión directa del Gobierno: recuperación del impuesto de patrimonio y otras medidas que distribuyan la fiscalidad. Es decir, tampoco se está proponiendo la expropiación de los medios de producción, sino que es un programa redistributivo clásico.
Estas no son, por supuesto, la totalidad de las propuestas que han ido surgiendo en un proceso de elaboración colectiva sin precedentes, pero sí son desde mi punto de vista significativas de lo que se está planteando. El movimiento no se agota en ellas, pero la concentración en algunos de estos puntos debe ser vertebra de demandas que de forma inevitable habrá que plantear al poder político e institucional sin dejar por ello de profundizar en la democracia y la movilización.

No es suficiente contemplar con simpatía el movimiento, no es suficiente haber actuado con racionalidad e inteligencia ante las demandas de la derecha ultramontana para arrasar los campamentos. No es suficiente porque la crisis sobre la credibilidad de la política y de los partidos y sus representantes es un auténtico socavón, la encuesta de Metroscopia del 5 de junio señalaba que el 90% de la población (la cifra más alta desde el rechazo a la guerra de Irak) demandaba cambios en los partidos. Por eso el movimiento debe partir de los partidos de la izquierda en primer lugar (IU no escapa a este cuestionamiento y mucho menos después del comportamiento “pinzero” post 22 de mayo) y además se debe ser consciente que el escepticismo es muy grande. También los grandes sindicatos deben andar el camino del acercamiento, y aunque muchas veces son víctimas de un tratamiento injusto (ver las declaraciones de apoyo al 15-M de CCOO y UGT) es evidente el alejamiento de nuevas generaciones de trabajadores que no logran incorporar al activismo sindical.

El freno al ascenso impetuoso de la derecha sólo puede empezar a producirse con un giro político en sintonía con las grandes demandas del 15-M coincidente con lo que reclama la base social de la izquierda que ha poblado de castigo las mesas electorales. Todo el resto serán fuegos de artificios con los que aplazar el dolor de una derrota que pagaran en primer lugar los ciudadanos. Solo un giro político (en su sentido más profundo) podrá hacer realidad el sueño de que no se instaure un régimen absoluto dominado por la derecha.


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