Trasversales
José Luis Redondo

¿Final de la energía nuclear?

Revista Trasversales número 22,  primavera 2011

Textos del autor
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La catástrofe de Fukushima ha supuesto un fuerte golpe a los intentos de construir nuevos reactores nucleares. En el momento de escribir este artículo, cada día hay un nuevo escape radiactivo y nuevos problemas en alguno de los seis reactores de Fukushima, así como en otras centrales por nuevos terremotos. La seguridad ha sido insuficiente, la quiebra de la refrigeración de reactores y de las piscinas con los residuos nucleares ha desencadenado la catástrofe, también han sido inesperadas las explosiones de hidrógeno que han destruido la contención de hormigón. El elevado número de centrales nucleares en Japón, país sísmico, es el mejor ejemplo de la irresponsabilidad con la que se ha tratado esta energía.
El accidente de Chernobil supuso un frenazo a los programas de expansión de la energía nuclear, es de esperar que el de Fukushima produzca, al menos, diez años de suspensión. Sin embargo, no hay que ser demasiado optimista, el lobby nuclear sabe utilizar a políticos y periodistas. El apetito de energía de nuestras sociedades nos hace aptos para ser manipulados y la memoria es frágil. Así que es el momento de conseguir compromisos políticos y legislativos en caliente y exigir el comienzo del cierre de estas centrales.
La construcción de nuevas centrales puede continuar en países como China, pero es mas difícil en Europa o en EEUU donde cuenta la opinión pública, ya estamos viendo las primeras respuestas, cierre de centrales en Alemania y suspensión de los proyectos en todos los países.

Aunque se prescinda de los peligros de esta energía, no existe ninguna justificación racional para ponerse a construir nuevos reactores. Son caros y exigen inversiones durante muchos años, que sólo pueden ser garantizadas por el Estado, tanto políticamente como económicamente, lo que es difícil de asegurar en tiempos de crisis. El uranio proviene de minerales no renovables, que pueden ser escasos antes del final de la vida de las nuevas centrales, sobre todo si se construyen un número elevado. El precio del Kwh sólo es rentable si las externalidades las paga el Estado, así como los almacenes para los residuos de alta actividad.
El último discurso que se ha usado para justificar su construcción se basa en la no emisión de CO(2), y se las presenta como necesarias para la transición hacia un modelo energético con menor consumo de combustibles fósiles. Esto es claramente falso, la fundación Ideas ha calculado que pasar del 6% de procedencia nuclear que hay hasta un 20% de la energía mundial total supondría pasar de los actuales 640 reactores a construir ya otros 1500, lo que parece imposible. Una menor proporción apenas afectaría a la reducción de emisiones.
Lo que sí es rentable para la iniciativa privada es la explotación de las centrales después de que hayan sido amortizadas, sobre todo si no se aplican impuestos en esta etapa, como está pasando en España. Así que la presión sobre la opinión pública va a ser a favor de la prolongación de la vida de las centrales nucleares existentes. En este caso pasan a primer plano los aspectos de seguridad y de duración de los residuos.

La catástrofe de Fukushima muestra que siempre pueden surgir “cisnes negros”, los acontecimientos imprevisibles pueden superar todas las barreras de seguridad previstas. En todo proceso humano pueden darse accidentes propios o naturales, lo grave de los accidentes nucleares es que emiten isótopos radiactivos cuya vida media puede ser de días, como el Iodo, de 30 años como el Cesio-139 y hasta de miles de años en el Plutonio. Isótopos que emiten radiaciones destructivas, cancerígenas y productora de cambios genéticos cuyo efecto aparece años después, que pasan a los alimentos vegetales y animales, que contaminan ríos y mares y que pueden desplazarse por el aire muchos kilómetros irradiando continuamente.
Los fallos pueden producirse por: a) errores humanos, como en Chernobil; b) catástrofes, como terremotos, tsunamis, inundaciones, guerras y atentados terroristas; c) dependencia del agua, para extraer la energía y para la refrigeración, dependencia que puede agravarse con el cambio climático, que producirá en unas zonas sequías y en otras inundaciones.

Siempre surgen nuevos problemas para la seguridad, que encarecerían la construcción de las centrales si se aplicaran en el gasto. En Chernobil después de compactar el reactor con hormigón se tiene que construir otro contenedor para evitar las pérdidas por radiación. En Fukushima es nueva la avería de los motores diesel, auxiliares para la refrigeración. Nadie sabe cuál va a ser el nuevo problema.
La imprevisibilidad estadística queda compensada por los efectos a largo plazo de la radiactividad, obligando a desplazamientos de los habitantes a más de 30 km de los reactores, con posibilidad de que la radiación pueda aumentar en Tokio. Los efectos cancerígenos a largo plazo son imprevisibles.
A los accidentes posibles hay que añadir la ocultación por parte de las compañías eléctricas. Parece que en Fukushima, Tepcon podía haber inundado antes los reactores con agua de mar, pero se retrasó porque suponía su destrucción. En los accidentes de Vandellós también se ocultó la gravedad. Por interés, las compañía propietarias tienden a  actuar tarde, ocultando la gravedad de los accidentes.

El segundo problema es el de la duración de la radiactividad en los residuos de la producción eléctrica. Por ahora no se ha podido reconvertirlos en isótopos de menor vida media y siguen irradiando activamente durante cientos de años. Tampoco se han podido construir almacenes, que sean estancos y al margen de accidentes durante todo el tiempo necesario. Se está estudiando enterrarlos en depósitos especiales, con un coste elevadísimo, que no se cargaría a los propietarios privados. Los almacenes de superficie, como el que está pendiente en España, están sujetos a accidentes. Aunque puede ser peor mantener las piscinas con los residuos en cada reactor, sobre todo si tenemos en cuenta la irresponsabilidad que han demostrado las empresas propietarias. En cualquier caso el desastre de Fukushima muestra el peligro de almacenar los residuos con refrigeración exterior.

Es demencial pretender utilizar una energía con posibles amenazas para cientos de años. Sin embargo la necesidad de energía de nuestra civilización y la presión del lobby nuclear, sigue presentando la energía nuclear como imprescindible.
Hay un estudio de Greenpeace que demuestra que España podría sustituir el 20% de procedencia nuclear por energías renovables, mucho mas difícil sería para Francia que obtiene el 70% de esa fuente.
La sustitución de la energía nuclear de forma progresiva no sería un problema a escala mundial, otra cosa es para los combustibles fósiles, carbón, petróleo y gas.
Los combustibles fósiles, fuente del cambio climático, son por ahora insustituibles en sectores como el trasporte, el 60% del consumo mundial. Sí pueden ser sustituidos por energías renovables en la producción eléctrica. El precio del petróleo y derivados va a seguir subiendo, se consume más que se descubre y en condiciones cada vez más costosas, en grandes profundidades marinas y parece que se va a comenzar en zonas árticas. La pretensión de mantener economías siempre en crecimiento con estas fuentes se hará cada vez mas difícil, hasta que su escasez suponga una catástrofe civilizatoria. Es el momento de ir eliminando las centrales nucleares, de aumentar y desarrollar las energías renovables, pero sobre todo de cambiar el modelo energético que sostiene nuestra civilización.
Sólo el ahorro energético puede suponer un 20% de la energía consumida, un porcentaje semejante puede conseguirse con al aumento de la “intensidad energética”. Esto no es suficiente, aunque sea imprescindible, es necesario avanzar hacia otra estructura social con decrecimiento productivo de los países desarrollados, a cambios en la ocupación del territorio, en el transporte y en la industria. Actualmente hay diferentes opiniones sobre si este cambio de modelo en la civilización, es compatible o no con el sistema capitalista, que necesita más crecimiento para su funcionamiento. En cualquier caso parece de locos pretender consumir siempre más energía, sin tener en cuenta los peligros de su producción o del agotamiento de sus fuentes.
                                                                                          Abril de 2011


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