Trasversales
Marcelino Fraile

Siria, Libia, Yemen,… Las revoluciones árabes desamparadas

Revista Trasversales número 22 primavera 2011



Estos meses y últimas semanas las revoluciones árabes junto a sus esperanzas nos han arrastrado a una dura y trágica experiencia de muertes, sufrimiento y dolor. Todos los días vemos cómo, tras las manifestaciones populares, más y más vidas inocentes caen a manos de la represión, la guerra y el terror que aplican los dictadores de los países árabes. Ni la distancia cultural, ni la islamofobia imbuida por el pensamiento neoliberal dominante deben dejarnos insensibles ante las aspiraciones de liberación e igualdad que persiguen.

Un individuo, un grupo, un partido o una clase que "objetivamente" mira para otro lado mientras hombres ebrios de sangre masacran a personas indefensas está condenado por la historia a la putrefacción y a ser pasto de los gusanos aún en vida,  afirmaba el revolucionario León Trotsky. Sin embargo, en pocos momentos en la historia del último siglo, un movimiento de liberación tan masivo y tan justo como el que se ha desatado desde el Magreb, hasta el extremo de Oriente, se haya encontrado con tan poca solidaridad internacional de los pueblos y de los activistas que se reclaman de la izquierda.

El levantamiento de millones de jóvenes, hombres y mujeres árabes o beréberes, por la dignidad, la libertad y la igualdad soporta en estos momentos una autentica lluvia de proyectiles de tanque, bombardeos, francotiradores, bombas de racimo, palos, detenciones y torturas a manos de los regímenes sanguinarios de Siria, Libia, Yemen,  Bahrein, etc…
Y en Occidente estamos limitados a recibir las imágenes por televisión, mientras se nos pretende anestesiar y dejar inermes ante nos sucesos que se presentan como ajenos o lejanos a nuestros intereses, porque son árabes. Los medios pretenden convencernos de que depositemos nuestros sentimientos de solidaridad y deseos de cambio en la actuación de los políticos o los militares profesionales.
Por el contrario debemos intentar ayudar al triunfo de la libertad, tenemos que salir a la calle, y desplegar nuevas estrategias y tácticas, para rearmar una renovada solidaridad internacional antes tantos atropellos contra la rebeldía árabe.

Ya sabemos que desde la caída del muro, no existe un mundo bipolar. Y que a Rusia, China o Cuba lo único que les interesa es la vuelta rápida al gran negocio del capitalismo salvaje, por eso no apoyan las revueltas. Del mismo modo, ni siquiera el bolivariano Chávez, con todo su discurso “populista de izquierda”, esta dispuesto a defender a los millones de árabes que luchan por su independencia contra las tiranías corruptas. Chávez prefiere apostar por mantener sus alianzas, negocios y amistades con los dictadores poseedores de petróleo.
Tampoco podemos estar muy contentos con las debilidades que presentan las otras izquierdas, las alternativas o las agrupadas en el Foro Social Mundial. Las debilidades, la complejidad, la diversidad, los dilemas y los esquemas del pasado han hecho fracasar el tímido intento de dar una respuesta global solidaria como la que se dio a la guerra contra ocupación imperialista de Irak, porque en la practica estas revoluciones implican un compromiso mayor que un simple rechazo antiimperialista.

Así es difícil evitar el avance de las contrarrevoluciones. Con las escasas movilizaciones solidarias de Occidente, las revoluciones árabes se encuentran ante un terrible desamparo, desestima y desasistencia, quizás como jamás haya sufrido antes una revolución.
Frente a la grandeza, la espontaneidad, el heroísmo, la ingenuidad y la entrega de uno de los movimientos emancipadores más masivo de la historia, y su enorme valor constructivo para el futuro en libertad de toda la humanidad, es angustioso y debemos lamentar que no se haya producido una respuesta mas masiva de solidaridad incondicional impulsada por las izquierdas.
Debemos preguntarnos: ¿Qué diferencias existen entre los actuales manifestantes sirios, que luchan con piedras contra tanques, con la intifada Palestina, o con las protestas de Tianamen? ¿Qué diferencia hay entre los sufrimientos de los habitantes de Misrata, con los del cerco de Stalingrado, o con los republicanos madrileños del “no pasaran”? Las preguntas se contestan por si mismas.

Es directamente insólito y aberrante que las izquierdas institucionalizada no han levantado aun su voz contra los asesinatos de los manifestantes. O que nos lleve la delantera en las denuncias un imperialista y un torturador de Guantánamo, como Obama. Es tan desesperante esta situación y tan pobre la ayuda desarrollada por las izquierdas que, inevitablemente, los pobladores de Misrata o de Bengasi (Libia) se ven obligados a dar las gracias, por estar vivos, a los bombardeos de la OTAN, o a las maniobras de las corruptas democracias imperialistas de Francia, Gran Bretaña, Italia y España.

¿A qué se deben el silencio de Llamazares o del PCE? ¿cómo unas izquierdas autodefinidas como antiimperialistas (entre ellas, sectores abertzales) se declaren partidarias de dictadores genocidas como Gadafi o Asad? No es comprensible que conocidos intelectuales y artistas, antimilitaristas y pacifistas no se manifiesten contra las atroces bombas de racimo o los cañonazos de los tanques sirios o libios contra  las poblaciones civiles en lucha, y solo se pongan, en las pancartas, para inclinar el peso de sus denuncias en un “no a la guerra” o en un no a la “intervención imperialista”. Algunos nos preguntamos: ¿Por qué se pasa a un segundo plano la otra guerra, la de los dictadores contra sus poblaciones? ¿Qué dice el antimilitarismo y el pacifismo de las masacres de la población indefensa, queétiene eso que ver con la OTAN?
Este cúmulo de despropósitos, de abandonos y de silencios, deja a las revoluciones indefensas ante la represión. No es normal que el rechazo a la “intervención imperialista” sea el centro, la excusa o el doble eje para abandonar las luchas a su suerte. No es normal que se deslegitimice a las víctimas rebeldes, por pedir todo tipo de ayuda, reconocimiento o asistencias. En Occidente, se hacen demasiados oídos sordos a los gritos de la población árabe. Debemos movilizarnos para exigir todo aquello que a ellos les sea necesario y posible para conseguir salvar sus vidas y las de la causa por la que luchan, en ultima instancia ese mundo más justo, mas libre y mejor por el luchamos, es el mismo mundo para toda la humanidad.

Sin duda, nada es sencillo y la complejidad de las nuevas revoluciones nos obligan a dar respuestas complejas, pero nuestros razonamientos no nos pueden dejar atrapados en un dilema derrotista. Es un error señalar que, de entrada, la revolución libia está condenada a la muerte, por la superioridad militar de Gadafi (ahora con amenazas de usar armas químicas), o que, de salida, también está condenada por el interesado martillo de los bombardeos de la OTAN, que obviamente no son la solución, porque también matan la soberanía y la autonomía de la revolución Libia.
Es decir, aunque algunas izquierdas hemos planteado que se debería apoyar a la revolución suministrándole armas y bloqueando a la dictadura, desde el primer momento, resulta que esto no lo esta haciendo nadie (salvo pequeños y raros suministros). Así las masas árabes se están quedando solas a su suerte, o en las manos de Alá, o aisladas por nuestra impotencia y rechazo a la “intervención”, siendo fatídicamente abocadas a perecer ante la supremacía militar de Gadafi, Asad ... o sin otra salida que echarse en los brazos del imperialismo.
Los occidentales anticapitalistas no podemos caer en la simplificación de "ni Gadafi, ni la intervención", o, mucho peor, solo denunciar las intervenciones. Ya que por mucho que denunciemos a nuestras tropas imperialistas como los auténticos malos de esta película, por sus perversas intenciones, acciones, historia, intereses y armamento, los árabes saben muy bien en sus carnes quienes están sembrado todas sus calles de cadáveres, en este momento, y afortunadamente, no son ni el imperialismo yanqui y ni europeo.
Todas las izquierdas, y la antisistemica en particular, deberíamos romper con esos esquematismos litúrgicos y con este campismo interesado que nos condiciona al pasado. Tenemos que irnos modernizando en las estrategias y las practicas para que estén a la altura de las necesidades de las masas, en las luchas del siglo XXI. Nada se puede reducir a una simple pelea de buenos contra malos, sino aportar todo nuestro esfuerzo en la defensa de unos intereses concretos en una situación contradictoria. Debemos apoyar la ayuda que se nos demanda y que beneficia a las revoluciones, claro está que sin dejar de denunciar los intereses que persiguen los imperialismos, pero sin prescribir de antemano los destinos ni el futuro desenlace de estas revoluciones desde nuestras cómodas tribunas de opinión.

Quizá la metáfora de los modernos protocolos de los médicos del siglo XXI que se utilizan contra los tumores cancerigenos, la quimio y la radiología, sea la mas apropiada para explicar nuestras consignas. Si bien es cierto que con los bombardeos quirúrgicos (o de la OTAN) también se dañan células vivas, tejidos y defensas y que no garantizan la curación total del paciente, estos protocolos si que han demostrado su eficacia para mantener con vida a muchos seres humanos, que además durante mucho tiempo continúan heroicamente luchando por vivir.
Esta “intervención de la ONU” se ha convertido en necesaria para los rebeldes libios frente al cáncer asesino de Gadafi. Así como se está convirtiendo en necesario que se aplique toda la legislación internacional existente contra el dictador sirio... y contra todos los dictadores árabes, que están copiando el ejemplo de Gadafi para ahogar en sangre la rebeldía de sus pueblos, o como ya lo venia haciendo Israel con el pueblo palestino.
Las izquierdas occidentales no pueden seguir repitiendo declaraciones y consignas políticamente correctas en los papeles, pero estériles para los que luchan. Tenemos la enorme responsabilidad de ayudar con todo lo posible, para evitar las derrotas. Debemos movilizarnos una y otra vez, para alentar la movilización de nuestras sociedades, para así poder ofrecer a las y los revolucionarios, todo lo que ellas demanden o necesiten, en ello les va su vida, y la nuestra también.
Esta primavera revolucionaria a puesto en juego un futuro de mayor o menor libertad para toda la humanidad, todo depende de que las fuerzas desatadas en este curso revolucionario no sean aplastadas, y que de estas heroicas luchas, puedan seguir desarrollando todo el potencial de sus aspiraciones democráticas e igualitarias. De nosotros también va a depender que seamos capaces de despertar un amplio y masivo movimiento de solidaridad internacionalista hacia todas revoluciones árabes, para que de este modo podamos seguir sus ejemplos.


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