Es verdad que estamos indignados e indignadas. Pero no sólo.
Si sólo fuera indignación lo que nos juntó en las
calles y plazas de nuestras ciudades, tal vez el movimiento tendría
poco aliento. Pasado el momento del arrebato habríamos vuelto a
nuestras casas. No es eso lo que está ocurriendo. Tras las manifestaciones
grupos más o menos grandes han acampado en las plazas y, después
de los desalojos, están volviendo una y otra vez.
Eso muestra una voluntad de hacerse oír que va más allá
de la mera indignación, una voluntad que está abriendo nuevas
vías para hacer política a partir de la idea de que “la política”
no es sólo ni principalmente el oficio – el “negocio” – de la mal
llamada clase política, sino que política es la única
forma que tenemos de resolver los problemas colectivamente. La captura de
la política por esas capas profesionales que han hecho de ella su
ocupación exclusiva, reduciendo a su gusto la representatividad y ejerciéndola
en contra de gran parte de la población, nos quita de las manos unas
herramientas sin las cuales estamos abocados a la competencia salvaje entre
unos/as y otros/a y a la guerra entre pobres.
La situación actual de crisis aguda ha hecho estallar ese modelo
de política. Ha mostrado a las claras que los políticos actuales
utilizan la legitimidad que les dan las urnas para volver a los ciudadanos
cada vez más impotentes frente a las demandas y exigencias de una
clase capitalista global a la que no quieren o no saben domeñar. Nadie
dice que las cosas sean fáciles. Lo que decimos es que necesitamos
las herramientas de la política, de una nueva política, para
empezar a encontrar soluciones a la situación actual.
Los movimientos parciales que están surgiendo nos dan alguna
pista. Todos ellos desde Afectados por la hipoteca, a Democracia real ya
pasando por Juventud sin futuro, las Oficinas de derechos sociales, los
Centros sociales, las Asambleas de parados y tantos otros muestran una enorme
capacidad para oponerse a las medidas impuestas desde las administraciones
públicas, para construir alternativas parciales y para intentar
desbaratar las medidas de privatización y de empobrecimiento que
están en marcha.
Tenemos ahí una izquierda social que no coincide con la “izquierda”
política. Ésta ha sido absorbida por las élites económicas
hasta el punto de que es difícil distinguir entre las recomendaciones
de los grandes grupos empresariales y las decisiones de los políticos.
El estrecho filtro de la democracia de partidos impide la participación.
Por ello es hora de poner en marcha la imaginación y buscar nuevas
formas de articulación que reinventen la comunidad política
poniendo a prueba nuestra inteligencia colectiva. Las redes de Internet
están en ello, ellas conforman el nuevo espacio político virtual.
Necesitamos más: asambleas populares y ciudadanas, encuentros abiertos,
toma de la palabra pública, instituciones que vigilen y controlen
a los partidos, ... Es nuestro futuro, es nuestro momento.