Trasversales
Luis M. Sáenz

Rajoy y la cadena perpetua

Revista Trasversales número 23,  octubre 2011

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Todo, quieren desmantelar todo. Los logros sociales, democráticos, culturales y éticos. La crisis, causada por la lógica propia del sistema capitalista, es la gran excusa para ello.
Estamos en tiempos difíciles y pueden venir peores. La guerra social que han declarado las élites políticas y económicas va a continuar y es muy probable que, como ya está ocurriendo, vaya acompañada de un recrudecimiento de la represión y de las limitaciones a la libertad. Tiempos así son tiempos para las peores demagogias.

Demagogia es la propuesta de instauración de la cadena perpetua. Una de las pocas propuestas que está lanzando sin recato un Partido Popular que prefiere no explicar sus propósitos en caso de alcanzar el Gobierno de España. La lanza porque piensa que vende. Si fuese así, el PSOE tendría parte de la culpa, por sus acuerdos con el PP en 2003 y 2010 para establecer periodos continuados de cumplimiento de penas de hasta 40 años, en vez de hacer frente a un discurso antihumanista y vengativo. Cabe recordar que el propio Zapatero consideraba en febrero de 2009 que los cumplimientos de pena máximos admitidos por el Código Penal eran "como si fuera una cadena perpetua", por lo que su negativa a aceptar la cadena perpetua quedaba devaluada ya que no se condenaba éticamente por la gravedad de sus consecuencias sino que sólo se eludía aprobarla porque la legislación vigente ya causaba esos mismos efectos.

En todo caso, el PP quiere dar una vuelta de tuerca más, legalizando la cadena perpetua. No debe extrañarnos que así sea, dado que tanto el PSOE como el PP, los mismos que acaban de constitucionalizar la prioridad absoluta del pago de la deuda pública sobre cualquier gasto social, han mantenido la constitucionalidad de la pena de muerte (artículo 15 de la Constitución española, por el que la pena de muerte podría ser legal en España, aunque hoy no lo sea, sin más que modificar el Código penal militar). Pero el que no deba extrañarnos no quiere decir que pueda sernos indiferentes, muy por el contrario la aprobación de la cadena perpetua sería una nueva degradación ética de nuestra sociedad y, no nos equivoquemos, una victoria de los partidarios del restablecimiento de la pena de muerte, pues ese sería el próximo paso.
Ambas cosas, cadena perpetua y pena de muerte, son una barbaridad. En nombre de lo más noble que lleva consigo la humanidad, frente al horror que también llevamos dentro, NO a la cadena perpetua, NO a Rajoy.

Sí, entiendo perfectamente que quienes han perdido a un ser querido a manos de un asesino traten de prolongar la pena de éste, e incluso que deseen su muerte. Más aún, entiendo que, en determinadas circunstancias, intenten matarlo; y digo más, si llegan a hacerlo creo que en algunos casos habría que considerar circunstancias atenuantes. Pero no estamos hablando de eso, estamos hablando de las leyes del Estado. Cuando el Estado instaura la cadena perpetua o la pena de muerte, carentes de toda eficacia para prevenir la criminalidad, no lo hace para defender a las víctimas, lo hace para realzar su poder. Es cierto que la cadena perpetua y la pena de muerte son ineficaces, sólo añaden criminalidad a la criminalidad, pero eso no es lo más importante. Lo más importante es que son inmorales.

Lo que habría que hacer es reformar el código penal para que las penas estén en relación a la gravedad de los hechos, lo que no ocurre. Pondré un ejemplo: una persona que allane la residencia del rey, sin violencia de ningún tipo ni cometer ningún otro acto delictivo, puede ser condenada a cuatro años de cárcel, exactamente la misma pena máxima que se aplica a quien determine, empleando violencia, a una mujer a ejercer la prostitución. Una persona que viole a otra privada de sentido, pero sin incluir "penetración" en la agresión, no puede ser condenada a más de tres años. El código penal está al servicio de los poderosos, del capitalismo y del patriarcado.

Eso sí, hay que tomarse las cosas en serio. Si estamos en contra de la pena de muerte radicalmente, lo estamos en España, Estados Unidos, China o Cuba. Y si estamos radicalmente en contra de la cadena perpetua debemos rechazarla incluso en los casos en que más merecida sería, como pudo ser el caso de un genocida tan abominable como Rudolf Hess. Convicciones conviene tener pocas, pero tomárselas en serio.


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