Trasversales
Francisco Javier Vivas

El estilo ZP

Revista Trasversales número 23 octubre 2011

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Con la precipitada reforma de la Constitución -sin consenso parlamentario ni consulta popular- para incluir en ella la limitación del déficit; con la modificación, del mismo modo, de la ley electoral para dificultar más aún la presencia de partidos pequeños cuando las desconfianza ciudadana en los grandes alcanza cotas históricas, más la pleitesía rendida por el Gobierno en la visita privada del Papa, la corrección de la reforma laboral, la rehabilitación del impuesto sobre el patrimonio y la cesión, ya con las cámaras disueltas, de la base de Rota para albergar el dispositivo naval del escudo anticohetes de la OTAN, termina la segunda legislatura de Rodríguez Zapatero conservando su peculiar forma de gobernar. 

No se le puede negar a Zapatero intención reformista. De modo sucinto, hay que recordar: la retirada de las tropas de Iraq, la Ley contra la Violencia de Género y la derogación del trasvase del Ebro, en 2004; la reforma del Código Civil para agilizar el divorcio, la regularización de inmigrantes, matrimonio gay, primera Ley Antitabaco en 2005; la entrega a la Generalitat de documentos de la guerra civil (papeles de Salamanca), la rebaja del IRPF, el canon digital, el Estatuto de Cataluña, las leyes de Educación y Reproducción Asistida (células embrionarias), el permiso de conducir por puntos y la Ley de Dependencia en 2006; la Ley de Igualdad, el cheque bebé de 2.500 euros, la reforma del Código Penal (penas por conducción temeraria), la Ley de Investigación biomédica (clonación terapéutica), la Ley de Memoria Histórica, en 2007; devolución 400 euros del IRPF (2008); Plan E (Estímulo de la Economía y el Empleo), reforma de la Ley de Extranjería, Ley de Seguridad Vial, supresión de la deducción de 400 euros del IRPF, nueva Ley de Financiación Autonómica y retirada de las tropas de Kosovo, en 2009; supresión del cheque bebé, despenalización del aborto, reforma del Código Penal (endurece penas por terrorismo, delitos sexuales, corrupción urbanística), aumento del IVA y IRPF, reforma laboral, privatización del 49% de AENA y del 30% de Loterías (2010); reforma de la Ley Antitabaco, la Ley Sinde, la reforma del sistema de pensiones, la reforma de la Constitución y de la ley electoral, la reforma de la reforma laboral, en 2011. 

Mientras que la bonanza económica de la primera legislatura permitió ampliar derechos civiles y repartir algo mejor el excedente social, en la segunda, el Gobierno se ha visto obligado a hacer frente de manera prioritaria a la crisis económica con idéntico afán reformador, pero neutralizando en parte logros del primer mandato, al hacer recaer los efectos de las medidas de restricción del gasto sobre las clases medias, los asalariados y usuarios del sistema público. En lo cual, Zapatero no se ha apartado un ápice de la ortodoxia prescrita por las agencias de calificación de riesgos, la OCDE, el FMI, Merkel, Sarkozy y el Banco Central Europeo, que, para dar satisfacción al capital financiero, marcan una imaginaria pero eficaz línea roja que separa a los gobernables de los intocables; los primeros no sólo pueden sino que deben soportar los efectos de los planes de ajuste; los segundos no sólo están exentos de sufrir molestias por tal motivo, sino que pueden seguir ganando dinero en tiempo de crisis -y a causa de la crisis- como antes lo ganaron en la etapa de bonanza.
Lo destacable en ambos casos -sin crisis y con crisis- es que la misma persona  haya aplicado con la misma convicción y similar rapidez dos tipos de medidas tan dispares. Y en los dos casos, con el mismo estilo de gobernar, que parece surgido de la urgencia, sin estudio ni referencia previos; en estado constante de prueba, error y corrección. El espasmódico estilo de gobernar de Zapatero recuerda a aquellas películas de arte y ensayo, que no dejaban indiferentes.  

La improvisación, la prisa, la demora, el titubeo, el globo-sonda, la rectificación, la anulación y la falta de información a la ciudadanía, que han sido rasgos permanentes en ocho años, revelan preocupantes aspectos personales -un cesarismo sonriente- de quien ostenta la máxima responsabilidad del Gobierno, pero también la actuación de todo el gabinete y del Partido Socialista.
Parte de estas oscilaciones son atribuibles a la forma de actuar de Zapatero, a su afán por estar presente en todas partes y reemplazar a los ministros, pero también a la adversa correlación de fuerzas y a la opción por la llamada geometría variable, con la que el Gobierno ha rechazado pactos estables para establecer acuerdos coyunturales con unos u otros partidos, mientras los ha rehuido con las fuerzas situadas a su izquierda.

El estilo de gobernar de Zapatero es una especie de caudillaje populista, él gobierna, y los ministros son secretarios que apenas le siguen, y si le siguen, no le entienden pero muestran públicamente sus desacuerdos hasta que los zanja Zapatero, y detrás va todo el partido asintiendo. Es curioso observar que el giro copernicano dado por el Gobierno en 2010 no haya suscitado críticas en el PSOE, sino al contrario, un cierre de filas en torno a Zapatero, y luego otro cierre de filas en torno a Rubalcaba, que pone patas arriba lo hecho cuando gobernaba. Demasiada docilidad; sospechosa docilidad y aburrida docilidad; para los ciudadanos son más estimulantes las tensiones habidas en estos años dentro del Partido Popular, con sus conatos de rebelión y sus versos sueltos.

El modo de actuar de Zapatero, actuando a corto plazo, revela que estamos no sólo ante una persona optimista, sino ante un superviviente. Zapatero se ha adaptado a lo que hay: primero a la bonanza, luego a la recesión; se ha adaptado a la lógica especulativa del modelo productivo de Aznar y luego a la lógica de la recesión impuesta por la Unión Europea y el FMI. Zapatero, en política, ha imitado a la economía; ha actuado con rapidez para adaptarse al corto plazo, lo cual coincide con la lógica del capital especulativo. Con lo cual ha mostrado un gran talante y un gran talento para adaptarse y sobrevivir en esta globalización darwinista; es como un camaleón, que, mimetizado según la coyuntura, se confunde con el paisaje económico.


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