Trasversales
Mazen Yaghi

“¿Queréis libertad, hijos de puta?”

Revista Trasversales número 22 verano 2011


Al acabar sus estudios universitarios de medicina, el presidente sirio Bachar Al Assad decidió especializarse en oftalmología. Según sus propias declaraciones, la escasez de sangre en las intervenciones quirúrgicas de esta disciplina fue lo que motivó su elección. El mandatario ostenta el poder del régimen sirio desde que lo heredó de su padre, ahora hace once años. Durante este tiempo ha sido conocido tanto por otros líderes extranjeros como por la sociedad civil siria, con el calificativo de “mentiroso” por incumplir reiteradamente todas sus promesas. Sin embargo, pocos esperaban que tras su carisma de mentiroso también se escondiera el de un asesino.

Con el comienzo de las revueltas en los países árabes, la llegada de la revolución por parte de la juventud siria era cuestión de tiempo. Nació de manos de una quincena de adolescentes que habiendo escuchado el grito: “¡El pueblo quiere derrocar al régimen!” de boca de otros revolucionarios árabes, comenzaron a cubrir las paredes de su escuela con este lema. La respuesta del régimen fue inmediata. Les detuvieron y les torturaron salvajemente. Cuando sus familiares salieron a las calles a manifestarse, se produjeron las primeras víctimas mortales a manos de las fuerzas de seguridad. Se celebran funerales por las víctimas. Las exequias se convierten en protestas más encolerizadas donde se producen más muertes. Vuelven a celebrarse actos de homenaje donde aumentan la desesperación y los caídos, hasta que la situación se convierte en una espiral que se extiende a otras ciudades.

Desde el comienzo de las protestas han pasado más de dos meses, pero el pueblo sabía desde la primera semana que no habría vuelta atrás. Se cuentan más de mil asesinatos y miles de desaparecidos, que probablemente ya no regresarán porque gran parte de ellos estarán muertos desde un principio. El régimen monstruoso ha usado toda la maquinaria a su alcance contra su pueblo. Ha liberado a sus mercenarios e incluso a los tanques que durante años protegían las fronteras con la excusa de que el enemigo estaba ahí fuera. Y al final resultó que el enemigo era el pueblo.

Acusar a los revolucionarios sirios de salafistas, de pro israelíes o de venderse a los Estados Unidos no ha podido con las pocas imágenes que reflejaban la realidad. Entre ellas, las de un video donde un soldado pisaba las cabezas de los detenidos, postrados en el suelo, al grito de: “¿queréis libertad, hijos de puta?”. ¿Era “libertad” la palabra mágica a la que temía el régimen torturador?

Bachar Al Assad ha impedido la entrada de medios de comunicación extranjeros y ha expulsado a los que ya estaban en Siria. La principal y única vía de información que quedaba era la prensa oficial. Sin embargo, no supo defender al régimen ya que sus propias contradicciones provocaron la incredulidad de la ciudadanía. Las declaraciones de detenidos autoinculpándose como terroristas y declarando que su intención era atentar contra Siria y que posteriormente eran puestos en libertad, ha sido algo que nadie ha podido creer.

Las últimas sanciones impuestas a altos cargos del Gobierno sirio, incluido el propio Assad, por parte de los Estados Unidos y de la Unión Europea llegaron tarde y de poco van a servir para acabar con la masacre del pueblo. Impedir que el presidente sirio viaje a estos países o congelar sus cuentas en el exterior no compensa a las familias de las víctimas, ni libera a los detenidos. Teniendo en cuenta el enérgico rechazo del pueblo sirio a una intervención militar externa, la única vía para lograr la eficacia de las medidas internacionales es la judicial. Bien es cierto que las acciones judiciales, en aplicación del Derecho Internacional, son difíciles de llevar a cabo.

Como alternativa, la publicación de listas con nombres de los actores directos de la masacre podría provocar el temor a cumplir órdenes y alertarles sobre consecuencias futuras. La poca cobertura mediática que está teniendo la situación en Siria frente a otras noticias de la actualidad y la nula repercusión en la ONU provocará la dilatación en el tiempo de la lucha del pueblo sirio. Sin embargo, no se evitará el fin esperado: nunca más volverá a haber una dictadura en Siria.

martes, 24 de mayo, 2011

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