Trasversales
Uri Avnery

Que tiendas más hermosas

Revista Trasversales número 23 agosto 2011

Uri Avnery es una destacada personalidad del movimiento por la paz israelí.

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Ante todo, una advertencia. Por todo Israel florecen acampadas. Un movimiento de protesta social cobra impulso. En algún momento no muy lejano, se puede poner en peligro al gobierno derechista.
En ese momento, habrá una tentación, tal vez irresistible, de "calentar las fronteras" e iniciar una desagradable guerra. Y llamarán a los jóvenes de Israel, a esas chicas y chicos que ocupan hoy las tiendas, para ir a defender a la patria.
Nada más fácil. A la menor provocación, un pelotón cruza la frontera "para evitar el lanzamiento de un cohete", un tiroteo, una salva de cohetes, y ya está, una guerra. Fin de la protesta.
En septiembre, dentro de pocas semanas, los palestinos tienen la intención de solicitar a la ONU el reconocimiento del Estado de Palestina. Nuestros políticos y generales cantan al unísono que esto provocará una crisis -los palestinos en los territorios ocupados pueden alzarse contra la ocupación, eso puede dar lugar a manifestaciones violentas, el ejército se verá obligado a disparar- y ya está, una guerra. Fin de la protesta.

Hace tres semanas me entrevistó una periodista holandés. Al acabar, me preguntó: "Está describiendo una situación horrible. La extrema derecha controla el Knesset y promulga abominables leyes antidemocráticas. La gente está indiferente y apática. No existe una oposición digna de mención. Y sin embargo usted emana optimismo. ¿Por qué?"
Le respondí que tengo fe en el pueblo de Israel. Contrariamente a las apariencias, somos un pueblo sano. En algún momento, en algún lugar, un nuevo movimiento se alzará y cambiará la situación. Puede ocurrir en una semana, en un mes, en un año. Pero llegará.

Ese mismo día, unas horas más tarde, una joven llamada Dafni Liff, con un inverosímil sombrero masculino sobre su cabeza, dijo para sus adentros: "¡Basta!".
Había sido desalojada por su casera, porque no podía pagar el alquiler. Instaló una tienda en el Bulevar Rothschild, una larga y arbolada calle en el centro de Tel Aviv. La noticia se difundió a través de Facebook y en una hora se habían instalado decenas de tiendas de campaña. Una semana más tarde había alrededor de 400 tiendas, distribuidas en doble fila de más de kilómetro y medio.
Similares acampadas surgieron en Jerusalén, Haifa y una docena de ciudades más pequeñas. El siguiente sábado, decenas de miles de personas se unieron a las marchas de protesta en Tel Aviv y en otros lugares. El último sábado fueron más 150.000.

Todo esto se ha convertido en el centro de la vida israelí. La acampada de Rothschild ha adquirido vida propia, un híbrido entre la plaza Tahrir y Woodstock, con un toque de Hyde Park corner. El ambiente es indescriptiblemente optimista, muchísima gente visita el campamento y vuelve a su casa llena de entusiasmo y esperanza. Todo el mundo nota que algo importante está sucediendo.
Al ver las tiendas de campaña, me acordé de las palabras de Balaam, que fue enviado por el rey de Moab para maldecir a los hijos de Israel en el desierto (Números 24) y en su lugar exclamó: "¡Cuán hermosas son tus tiendas, oh Jacob, y tus tabernáculos, oh Israel!".

Todo comenzó en un remoto lugar en Túnez, cuando un vendedor ambulante sin licencia fue arrestado por una policía. Parece que en el altercado, la mujer golpeó al hombre en la cara, una humillación terrible para un hombre de Túnez. Se prendió fuego. Lo que siguió es historia: la revolución en Túnez, el cambio de régimen en Egipto, los levantamientos en todo el Oriente Medio.
El gobierno israelí vio todo esto con creciente preocupación, pero no se imaginaba que podría tener efectos sobre el propio Israel. De la sociedad israelí, con su arraigado desprecio hacia los árabes, no se podía esperar que siguieran ese ejemplo. Y, sin embargo, lo hizo. La gente hablaba en la calle de la revuelta árabe con creciente admiración. Habían demostrado que las personas, si actuaban juntas, podrían atreverse a enfrentarse con líderes mucho más temibles que nuestro torpe Benjamín Netanyahu.
Algunos de los carteles más populares en las tiendas eran "Rothschild esquina Tahrir" y, con una rima hebrea, "Tahrir - No sólo en Cahir", donde Cahir es la versión hebrea de al-Cahira, el nombre árabe de El Cairo. Y también: "Mubarak, Assad, Netanyahu".
En la plaza Tahrir, el lema central fue "La gente quiere derrocar al régimen". En consciente parafraseo, el lema central de las acampadas es "el pueblo quiere justicia social".

¿Quiénes son estas personas? ¿Qué es exactamente lo que quieren?

Todo comenzó con la reivindicación de "vivienda asequible". Los alquileres en Tel Aviv, Jerusalén y otros lugares son muy caros, tras años de negligencia gubernamental. Pero la protesta pronto asumió otros asuntos: el alto precio de los alimentos y la gasolina, los bajos salarios. Los salarios ridículamente bajos de médicos y maestros, el deterioro de los servicios de educación y salud. Hay un sentimiento general de que 18 magnates controlan todo, incluyendo a los políticos. Los políticos que se atrevieron a aparecer por los campamentos fueron expulsados. Podría haber citado a un estadounidense que decía: "La democracia debe ser algo más que dos lobos y una oveja votando cuál será la cena" [NT: es una cita de Benjamín Franklin, que continúa diciendo "La libertad es la oveja armada impugnando el resultado"].

Una selección de consignas da una buena imagen: ¡Queremos un Estado de bienestar! ¡Luchamos por un hogar! ¡Justicia, no caridad! ¡Si el Gobierno está contra el pueblo, el pueblo está contra el Gobierno! ¡Bibi, este no es el Congreso de Estados Unidos, no nos va a comprar con palabras vacías! ¡Si no te sumas a nuestra guerra, no lucharemos en tus guerras! ¿Devuélvenos lo nuestro! ¡Con tres salarios no se paga un piso con tres habitaciones! ¡Frente a la privatización: revolución! ¡Fuimos esclavos del Faraón en Egipto, somos esclavos de Bibi en Israel! ¡Ya no tengo patria! ¡Bibi, vete a casa, nosotros pagaremos el gas! ¡Abajo el puerco capitalismo! Se realista, pide lo imposible!

¿Qué falta en esa serie de consignas? Evidente: la ocupación, los asentamientos, el enorme gasto en defensa. Eso ha sido planificado. Los organizadores, anónimos jóvenes -principalmente mujeres- no quieren ser tildados de "izquierdistas". Saben que sacar a relucir la ocupación proporcionaría a Netanyahu un fácil arma para dividir a los acampados y desbaratar las protestas.
En el movimiento por la paz lo sabemos y lo respetamos. Todos estamos autocontrolándonos  para que Netanyahu no logre marginar al movimiento ni hacerle ver como un complot para derrocar al gobierno derechista.
Como escribí en un artículo publicado en Haaretz, no hace falta presionar a los manifestantes. En su momento, llegarán a la conclusión de que el dinero para las grandes reformas que piden sólo puede sacarse a si detienen los asentamientos y se recorta el enorme presupuesto militar por cientos de miles de millones, y eso sólo es posible si hay paz. (Para ayudarles a lo largo, se publicó un gran anuncio, diciendo: "Es muy sencillo - el dinero de los asentamientos o el dinero para los servicios de vivienda, de salud y educación").

Voltaire dijo que "el arte de gobernar consiste en tomar tanto dinero como sea posible a partir de una clase de ciudadanos para dárselo a los otros". Este gobierno toma el dinero de los ciudadanos decentes para darle a los colonos.

¿Quiénes son, estos manifestantes entusiastas, que al parecer han surgido de la nada? Son la generación más joven de la clase media, que va a trabajar, tener obtiene salarios medios y "no llega a fin de mes". Madres que no pueden ir a trabajar porque no tienen dónde dejar a sus bebés. Estudiantes universitarios que no pueden conseguir una habitación en los dormitorios estudiantiles ni permitirse un alojamiento en la ciudad. Y especialmente jóvenes que quieren casarse, pero no puede permitirse el lujo de comprar un apartamento, ni siquiera con la ayuda de sus progenitores. Una tienda de campaña advertía: "Hasta esta tienda la han comprado nuestros progenitores").
Todo esto en una economía floreciente, que se ha librado de los males de la crisis económica mundial y cuenta con una envidiable tasa de desempleo de sólo el 5%.
Si se apura, la mayoría de los manifestantes se declaran socialdemócratas. Son lo contrario del Tea Party en EEUU quieren un Estado de bienestar, culpan a la privatización de muchos de sus males, quieren que el gobierno intervenga y actúe. Lo admitan o no, la esencia misma de sus demandas y actitudes es clásicamente de izquierda (término creado en la Revolución Francesa, porque los partidarios de esos ideales se sentó en la parte izquierda de la Asamblea Nacional). Son la esencia de lo que significa la izquierda, aunque en Israel los términos "izquierda" y "derecha", hasta ahora, han sido en gran medida identificados con asuntos vinculados a la guerra y la paz.

¿A dónde va esto?

No se puede decir. Cuando se le preguntó sobre el impacto de la Revolución Francesa, Chu En Lai dijo la famosa frase: "Es demasiado pronto para decirlo" Estamos asistiendo a un acontecimiento en curso, quizás incluso aún en sus comienzos.

Ya se ha producido un cambio enorme. Desde hace varias semanas, el público y los medios de comunicación han dejado de hablar de las fronteras, la bomba iraní y la seguridad. En cambio, ahora se habla casi por completo sobre la situación social, el salario mínimo, la injusticia de los impuestos indirectos, la crisis de la construcción de viviendas.
Bajo presión, los líderes informales de la protesta ha elaborado una lista de demandas concretas. Entre otros: construcción de viviendas públicas de alquiler, aumento de los impuestos a los ricos y a las grandes empresas, la educación gratuita desde los tres meses [sic], aumento salarial para médicos, policía y bomberos, clases con no más de 21 alumnos, ruptura con los monopolios controlados por un pocos magnates, etcétera.

Entonces, ¿qué pasará ahora? Hay muchas posibilidades, buenas y malas. Netanyahu puede tratar de comprar la protesta con algunas concesiones menores - algunos miles de millones aquí, algunos miles de millones allí. Esto pondrá a los manifestantes ante la misma encrucijada que se le planteaba al joven indio en Slumdog Millionaire: o bien tomar el dinero y salir corriendo, o bien  arriesgarlo todo en otra pregunta.
No obstante, el movimiento podría continuar cobrando impulso e imponer cambios importantes, como el desplazamiento de la carga fiscal hacia los impuestos directos.

Algunos optimistas rabiosos (como yo) incluso pueden soñar con la aparición de un nuevo auténtico partido político para llenar el enorme vacío que hay en el lado izquierdo del espectro político.

Empecé con una advertencia y terminaré con otra: este movimiento ha generado esperanzas inmensas. Si fracasa, puede dejar un clima de desaliento y desesperación, un estado de ánimo que impulsará a que quienes puedan se busquen una vida mejor en otro lugar.

6 de agosto de 2011


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