Trasversales
Workers Solidarity Movement de Irlanda

Arde Londres
Una perspectiva anarquista sobre las causas y consecuencias de los disturbios

Revista Trasversales número 23 agosto 2011

Texto original en ingles

Workers Solidarity Movement es una organización anarquista inlandesa


La muerte de Mark Duggan a manos de la policía ha dado lugar a cuatro noches de disturbios en toda Inglaterra, lo que tuvo como causa inmediata ese hecho pero también la grosería con que la policía trató a la familia y amistades de Mark. Sin embargo, los disturbios tomaron rápidamente una dimensión más amplia, expresando una ira y una aversión más general, con demasiada frecuencia mal orientadas hacia lo que estaba más cercano y más al alcance de la mano. Por consiguiente, se han destruido muchos bienes en barrios muy pobres y se han producido ataques antisociales contra los residentes.

Pese a todo, las raíces de los disturbios arraigan en las condiciones económicas y políticas de estas áreas, no en la "mala educación" dada por los progenitores ni en la "criminalidad ciega". Estas condiciones fueron creadas por la misma élite política y empresarial que ahora pide el retorno a la normalidad y el uso de la represión.

Los disturbios surgen en un momento singular, en el que el capitalismo sufre una profunda crisis. De hecho, los disturbios coincidieron con un nuevo crac en los mercados mundiales. Ambos acontecimientos ocuparon mucho espacio en las portadas de los medios de comunicación. No es una coincidencia, ya que el crac y los recortes presupuestarios dirigidos a descargar sus costes sobre las espaldas de la gente corriente no sólo han hecho crecer rápidamente el desempleo sino que también han degradado los servicios públicos.

Se estima que los daños causados por los disturbios tienen un coste de 200 millones de libras, cifra insignificante comparada con la destrucción de riqueza provocada por los mercados financieros. Del mismo modo, mientras que la atención de los medios de comunicación se centra en los cientos de trabajadores y pequeños comerciantes que perderán sus empleos a causa de la destrucción de sus lugares de trabajo, el sistema que dio origen a los disturbios niega un puesto de trabajo a millones de personas. En el Reino Unido alrededor de un millón de personas entre 16 y 24 años están actualmente desempleadas.

Ahora, tras los disturbios, está claro que los que cometieron el error de coger lo que antes se les había incitado a desear están a punto de ser brutal y ejemplarmente castigados, para inculcar que las leyes de la propiedad deben ser respetadas a toda costa, porque, después de todo, ¿cómo podría existir el capitalismo si pudiéramos coger todo lo que necesitamos? No hay otra explicación para las sentencias impuestas, como una pena de seis meses por robar agua embotellada por importe de 3,50 libras.

Por supuesto, los banqueros, que han provocado mucha más destrucción y desempleo, lejos de haber sido castigados han sido recompensados. En un artículo de un blog, Russell Brand pregunta: "¿Cómo definir las acciones de los banqueros de la City que en 2010 postraron nuestra economía? ¿Altruistas? ¿Respetuosas? ¿Gentiles? Pero como llevan traje y corbata se les da crédito, y quizá por eso ninguno de ellos ha sido encarcelado. Por otra parte, ellos se han quedado con mucho más que algunos puñeteros pares de deportivas".

¿Qué ha pasado?

En la guerra, se dice que la primera víctima es la verdad. Tras cuatro días de disturbios masivos ininterrumpidos iniciados en el norte de Londres, hay que tomar perspectiva y considerar lo que hemos aprendido. El carácter masivo de los desórdenes queda ilustrado por el hecho de que la policía declara haber arrestado a más de 1500 personas, lo que sólo puede ser una pequeña parte de quienes participaron en los disturbios.

La muerte de Mark Duggan

La causa inmediata de los disturbios fue la muerte de Mark Duggan a manos de la policía armada, el jueves 4 de agosto, mientras regresaba a casa en un taxi. Inicialmente, la policía habló de que habían matado a Mark durante un tiroteo, pero después se comprobó que la bala que impactó en la radio de un policía fue disparada por el policía que mató a Duggan y que no había pruebas de que éste hubiese disparado contra la policía. Una semana más tarde, la Comisión Independiente de Quejas contra la Policía admitió finalmente en las páginas de The Guardian que "Es posible que con nuestras palabras hayamos dado a entender a los periodistas que se habían cruzado disparos".

Mark Duggan, un hombre negro de 29 años y padre de tres hijos, volvía a casa en taxi cuando tuvo lugar el intento de arresto. Un agente de la unidad CO19 de la Policía Metropolitana le disparó dos veces. Una de las balas entró en la cabeza de Mark, que murió inmediatamente; la otra bala fue a parar a la radio de otro policía. La policía dice haber encontrado en la escena del suceso un arma que atribuyen a Mark Duggan. Según ellos, es una pistola starter, de las que usan para marcar la salida en una carrera, reconvertida para el uso de balas de verdad.

La policía se apresuró a justificar el asesinato presentando a Duggan como un gángster. Pero su novia Semone Wilson dijo al Canal 4 News que aunque él había estado en prisión preventiva, estaban a punto de dejar Tottenham para buscar una nueva vida juntos con sus hijos. Y dijo que "Aunque hubiese tenido un arma, lo que ignoro, Mark habría huido. Mark es un hombre que se fuga. Habría huido, en vez de disparar, y lo digo desde el fondo de mi corazón".

Exigencia de respuestas y comienzo de los disturbios

Semone Wilson y otros miembros de la familia se trasladaron a la comisaría de Tottenham a las 17 h. del sábado 8 de agosto, junto a líderes comunitarios locales, para que se les diesen explicaciones. Ni les atendió ningún responsable ni se les dio ninguna explicación. Tres horas y media más tarde, los disturbios comenzaron al disolverse la manifestación, al parecer tras la paliza que la policía dio a una joven de 16 años que estaba al frente de la multitud. Durante los disturbios que tuvieron lugar esa noche, dos coches de policía y un autobús fueron incendiados. Fueron atacados varios comercios. Los disturbios se extendieron desde Tottenham a Enfield y Brixton. Los informes policiales hablan de 55 detenciones y de 26 policías heridos. En ese momento, la familia Duggan se distanció de los disturbios.

La propagación de los disturbios

Durante las tres noches siguientes, los disturbios se propagaron por toda Inglaterra, especialmente en Birmingham, Salford, Liverpool, Nottingham, Leicester, Manchester, Wolverhampton, West Bromwich, Gloucester, Chatham, Oxford y Bristol.

La policía pronto fue desbordada y tuvieron la suerte de que la mayoría de los disturbios se centraron en el saqueo y no en la confrontación directa con ella, aunque no ha sido así en todas partes. En Nottingham fueron atacadas al menos cinco comisarías, pero en la mayoría de los casos los manifestantes se dispersaron a la llegada de más fuerzas policiales, para reagruparse y reemprender en otro lugar los saqueos.

Cuando toman esta forma, es muy difícil para la policía contener los disturbios. En un motín tradicional contra la policía, varias filas densas y estáticas de policías bien equipados hacen frente a alborotadores que les lanzan proyectiles desde lejos. Cada bando puede avanzar, retroceder y tratar de desbordar a su rival, pero este sistema implica que la destrucción y el saqueo son relativamente limitados. Pero en el caso que nos ocupa, la mayoría de los disturbios que tuvieron lugar después de la primera noche se centraron en el saqueo y esquivaron a la policía y a la confrontación directa con ella.

Hugh Orde, presidente de la Asociación de Comisarios, escribió un artículo en The Guardian en el momento álgido de los disturbios, criticando el uso de cañones de agua y de balas de goma. No lo hizo por razones morales, ya que había ordenado su uso varias veces cuando era jefe del Servicio de Policía de Irlanda del Norte. Él, evidentemente, considera que los ciudadanos británicos en Londres no deberían sufrir el mismo trato que los ciudadanos británicos en Irlanda, pero, dejando esto aparte, su principal argumento es táctico: "Los cañones de agua, cuya logística es difícil de implementar, funcionan bien contra grandes multitudes estáticas que arrojan objetos a la policía (...) Así se mantiene una distancia, entre la policía y las multitudes amotinadas, lo que a veces resulta vital. Los aporreamientos o tácticas aún más duras se usan, básicamente, para proteger la vida (...) Lo que hemos visto hasta ahora en estos disturbios son pequeños grupos de delincuentes que se mueven rápidamente, situación que requiere un tratamiento policial especial y apropiado".

Al cubrir estos acontecimientos, The Economist ha confirmado por qué la policía había perdido el control: "El viejo manual policial se basa en dos principios que de repente han demostrado ser inadecuados. El primero dice que los alborotadores intentarán atacar a la policía, lo que facilita las cosas por saber en ese caso que los alborotadores estarán donde esté la policía. El segundo dice que el objetivo principal es controlar el territorio, no controlar a las personas. Pero, como señaló Mr. Innes, la policía debe ir a buscar flash mobs, que utilizan las nuevas redes sociales para ir a un lugar determinado, saquearlo, dispersarse y reunirse de nuevo . 'Tenemos que seguirles, acosarles y alejarles'. El problema es que los saqueadores se separan cuando son perseguidos, lo que dispersa también a la policía. Incluso si la policía para y detiene a alguna persona, tarea que ocupa al menos a dos agentes de los que se podría tener necesidad en otros lugares, sólo podrá acusársela de un delito menor de alteración del orden público".

La forma particular de estos disturbios se refleja también en la proporción de detenciones relacionadas con agresiones a agentes. Dejando aparte la primera noche en Tottenham, en la que la policía fue el foco de la ira popular, el número de policías heridos contabilizado es menor al registrado en disturbios en los que se produjeron enfrentamientos con la policía e incluso ataques a ésta. En Brixton, 1981, se contabilizaron 299 policías heridos, frente a sólo 82 detenciones, según datos oficiales de la policía. Obviamente, desde el punto de vista de la policía y de la élite británica es una suerte que los disturbios hayan tomado esta forma depredadora, tanto más cuando el saqueo se ha limitado en general a los barrios más pobres de las ciudades, lo que significa que ningún elemento significativo del capital o del Estado ha sufrido grandes daños.

¿Qué hacer?

En Homenaje a Cataluña, George Orwell propuso un punto de vista útil en cuanto a la relación de los anarquistas con los disturbios: "No tengo ningún afecto especial por el obrero idealizado tal y como se lo representa la mentalidad comunista burguesa, pero cuando veo a un trabajador de carne y hueso en conflicto con su enemigo natural, la policía, no hace falta que me pregunte de qué lado estoy". Lo que pasó en Londres y lo que se extendió a otros lugares no es un levantamiento glorioso de un proletariado idealizado, sino la muy real explosión de cólera que surge cuando se desborda el vaso que han llenado años de pobreza, de represión policial y de racismo.

Han ocurrido cosas horribles durante los disturbios, pero los políticos que derraman lágrimas de cocodrilo ante las tiendas incendiadas y las agresiones antisociales son los mismos que bombardearon Irak hasta devolver ese país a la Edad de Piedra, los que han organizado la guerra y la ocupación que han matado a cientos de miles de personas. No hace falta considerar a los amotinados como ejemplares trabajadores idealizados para poder medir la hipocresía y las mentiras difundidas por los políticos y los medios de comunicación, que han descrito los acontecimientos como algo inusualmente horroroso y no como el resultado de una sociedad profundamente dividida.

Esto no quiere decir que sugiramos que la "respuesta" a los disturbios sea multiplicar las mesas de billar instaladas en espacios comunitarios para mantener a los jóvenes lejos de las calles. Este tipo de apaño superficial puede aplicarse para tratar los síntomas, pero la causa radica en la profunda desigualdad inherente al capitalismo. Esta división tiene efectos terribles en las personas que están cautivas en las profundidades de la pirámide de riqueza, a menudo en condiciones de pobreza, desempleo y exclusión compartidas por varias generaciones.


Breve historia de las muertes causadas por la policía

Las motivaciones de este movimiento, una vez pasada la primera noche, no pueden reducirse a la muerte de Mark Duggan, que más bien fue la chispa que ha prendido la mecha de un dispositivo pirotécnico listo para explotar.

La muerte de Mark Duggan a manos de la policía es la última de una larga serie de muertes violentas perpetradas por la policía. Desde 1990, 900 personas han muerto bajo "custodia" policial, la cuarta parte en las comisarías de la Policía Metropolitana. Hubo 333 muertes desde 1998, 87 de ellas mientras las víctimas se encontraban esposadas o inmovilizadas por algún medio similar. Ninguna de estas muertes han dado lugar a un juicio en que se haya condenado a los agentes implicados; de hecho, ningún agente de policía ha sido declarado culpable de las muertes producidas en las comisarías en los últimos cuarenta años.

En 1979, Blair Peach murió por las heridas que le causaron cuando participaba en una manifestación contra el racismo en Londres. Catorce testigos vieron cómo Blair fue golpeado por miembros de la Patrulla especial de la Policía Metropolitana, pero no hubo acusación y la investigación concluyó declarando que había sido una muerte accidental. En 1989, la Policía Metropolitana lograron que se desestimase la denuncia del hermano de Blair Peach. En 1985, los disturbios de Broadwater Farm fueron desencadenados por un incidente similar: una madre de 49 años, Cynthia Jarrett, se desmayó y murió mientras registraban su casa.

En 2005, Jean Charles de Menezes, brasileño e inocente, fue alcanzado en la cabeza por siete balas disparadas por la Policía Metropolitana mientras entraba en la estación de metro de Stockwell. Miles de personas se manifestaron en el sur de Londres a principios de este año para protestar por la muerte del artista reggae Smiley Culture, al que la policía atribuyó haberse apuñalado él mismo causándose la muerte mientras registraban su casa.

Los que mueren en las comisarías proceden generalmente de las franjas más pobres de la clase obrera. En Gran Bretaña en general y en Londres en particular, las minorías étnicas están muy sobrerrepresentadas en el decil más pobre de la población, lo que, además del racismo directo, explica que las minorías étnicas también estén sobrerrepresentadas entre las personas que mueren en las comisarias. Desde 1998, entre las 333 personas muertas en comisarias, había "una mayoría de blancos (75%), hombres (90%) y con edad entre 25 y 44 años". Sin embargo, el 91% de la población británica está clasificada como" blanca", así que un 9% de población no-blanca se lleva el 25% de las muertes citadas.

La policía en Gran Bretaña no difiere, en este aspecto, de la policía en otras partes del mundo. En Irlanda, las muertes en comisaría de Terence Wheelock, John Maloney y Brian Rossiter, entre otros, siguen sin aclarar. Si la muerte de Mark Duggan no hubiese desencadenado los disturbios, sólo habría ocupado un breve espacio en las noticias.


La situación económica en Tottenham

Tottenham se encuentra en el distrito de Harringey. Allí empezó el motín. La tasa de desempleo, 8,8%, dobla el promedio nacional. Se estima que hay un puesto de trabajo por cada 54 demandantes de empleo. Entre los 354 distritos de Inglaterra, Tottenham ocupa el puesto 18 en la lista de los más pobres, y según End Child Poverty unos 8000 niños viven en alojamientos temporales. Harringey tiene la cuarta tasa más alta de pobreza infantil en Londres, con un pasmoso 61% de niños que viven en familias de bajos ingresos.

Los recortes presupuestarios que afectan a los dispositivos de permanencia en el sistema educativo vistos como una forma de alentar a los jóvenes desfavorecidos a permanecer en la escuela, junto con el aumento del importe de la matrícula universitaria, han golpeado duramente a la juventud urbana, que ve como desaparecen todas sus opciones. Symeon Brown, activista de 22 años contra los recortes presupuestarios en Harringey, dijo: "¿Cómo se crea un gueto? Mediante la eliminación de los servicios de los que dependen las personas para ganarse la vida, para mejorar su suerte". Muchos clubes juveniles han sido obligados recientemente a cerrar sus puertas en Tottenham, tras un recorte del 75% de las partidas para los servicios a la juventud, mientras que la subvención regular del gobierno central al consejo de distrito se recortó en 41 millones de libras. A finales de julio, The Guardian ha sacado un vídeo sobre el cierre de los clubes, en el que un joven que los frecuentaba prevé disturbios.

La crisis y los recortes presupuestarios

El contexto en el que se produce este movimiento no es sólo el aumento de la pobreza en Tottenham y otros barrios del Londres interior, sino también la degradación de la suerte de la clase obrera, generada por la crisis capitalista. Incluso antes de la crisis, el neoliberalismo ha profundizado la brecha entre ricos y pobres. El 1% de personas más ricas de Gran Bretaña tienen, cada una, fortunas de al menos 2,6 millones de libras, mientras que quienes pertenecen al 10% más pobre disponen de menos de 8800 libras, coche incluido. De manera que las menos ricas entre el 1% más rico son aproximadamente 300 veces más ricas que las más ricas del 10% más pobre. Estas estadísticas se dieron a conocer en el informe gubernamental "An Anatomy of Economic Inequality in the UK", publicado en enero de 2010.

Como era de esperar, raza y clase coinciden en gran medida cuando se trata de pobreza. "En comparación a los británicos blancos y cristianos con el mismo nivel de cualificación, la misma edad y el mismo nivel de empleo, un pakistaní o bengalí musulmán o un cristiano africano tiene ingresos entre un 13 y un 21% más bajos. Casi la mitad de los hogares cuya procedencia es Bangladesh o Pakistán viven en la pobreza".

Los banqueros del Reino Unido se han concedido bonos de casi 14.000 millones de libras este año, y David Cameron no ha extresado su indignación sino que, más bien, se ha deslomado para abrumar con impuestos a los trabajadores del sector público y para degradar los servicios sociales. Parte de la explicación de la profundidad de los disturbios, de su extensión y de su ira reside en el efecto que estos recortes han tenido sobre los que ya vivían en las simas más profundas de la pirámide social.

En un artículo publicado por el London Independent, Boff Whalley, miembro de la banda rockera Chumbawamb, cita a Andrew Maxwell, comediante irlandés: "Creamos una sociedad que valora las cosas materiales por encima de todo. Desmantelamos la industria. Aumentamos los impuestos a los pobres y se los reducimos a los ricos y a las grandes empresas. Alimentamos las instituciones financieras con fondos públicos. Pedimos más impuestos a la vez que reducimos los servicios públicos. Ponemos anuncios por todas partes, sin tener en cuenta la capacidad de la gente para comprar los artículos anunciados. Permitimos que los precios de la comida y de la vivienda excedan la capacidad de pago de la gente. Prendemos la mecha".

La derecha y la mayoría de los medios de comunicación quieren negar cualquier conexión entre pobreza y disturbios, pero la cartografía de éstos muestra claramente que tuvieron lugar en y alrededor de las zonas habitadas por los sectores más pobres de la clase obrera.


Los disturbios políticos

La gente no es estúpida. Puede comprender la injusticia de lo que le están haciendo. Nadie la escucha. Cuando ese sentimiento de ser ignorados y explotados se extiende en una sociedad, no hace falta mucho para prender la mecha que puede incendiar el bosque. Pero sin organización política, o al menos sin una amplia politización, la ira se manifiesta de forma cruda y mal orientada. Esto no quiere decir que los disturbios fueran apolíticos, ya que fueron animados por resortes económicos y sociales. El periódico Daily Mail citaba a una joven que dejó la escuela a los 13 años: "Todos estos ricos comercios para gente rica están pidiendo que se les pague con su misma moneda; ya es hora de que la gente corriente tengamos algo que decir en este país".

The Montreal Gazette publicó interesantes entrevistas con amotinados del municipio londinense de Hackney. Defendían los disturbios en términos directamente políticos. Uno de ellos dijo: "No eran los típicos delincuentes locales, no. Eran trabajadores, gente encolerizada. Han subido los precios, han bajado los subsidios. Así que todo el mundo se tomó esta situación como una oportunidad que no podían perderse". También cita, de forma indirecta, a una mujer de 39 años: "Ni ella ni los demás simpatizan con muchos de los comerciantes que han visto sus tiendas saqueadas y quemadas, pues los identifican más bien con las grandes cadenas que poca cosa ofrecen a la comunidad. Muchos de los más distinguidos comercios atienden a cada vez más profesionales de clase media y a blancos culturetas que en los últimos años se han instalado en las más hermosas casas de Hackney, a poca distancia de las más pobres colonias de viviendas".

Los políticos tratan de negar cualquier rasgo político a los disturbios, e intentan intimidar a todos aquellos que señalan estos hechos obvios, acusándoles de apoyar incendios y agresiones. En este sentido, estos disturbios se diferencian de los disturbios estudiantiles del invierno pasado y de las protestas contra los recortes presupuestarios en marzo. Durante aquellos movimientos, los políticos sugirieron que los desórdenes eran obra de una minoría de anarquistas y de "agitadores extranjeros". En esta ocasión, buscan evitar cualquier debate sobre las razones que dieron lugar a cuatro noches de graves disturbios.

Dicen que en muchos barrios el carácter aleatorio de los objetivos atacados demostraba la ausencia de una voluntad política colectiva que fuera más allá del deseo de hacer daño. Pero la gente no estaba desorganizada. Los alborotadores han demostrado una gran capacidad de organización a la hora de saquear las mercancías que les habían incitado a desear pero que no podían pagar, pero, además, hubo una tendencia a arremeter contra cualquiera de las escasas figuras de la autoridad que se interpusiesen en su camino y estuviesen al alcance de sus manos. Hay evidentes paralelismos con los disturbios en los suburbios de Francia en 2005, en los que, por las mismas razones, se destruyeron escuelas e instalaciones comunitarias.

Como hemos visto, algunos sí tenían una comprensión política clara de contra qué luchaban; también hubo ataques contra vehículos de la policía e incluso contra comisarías, lo que requiere organización y coordinación colectivas. Cinco comisarías fueron atacadas en Nottingham y se destruyeron coches de policía en Nottingham, Bristol y Tottenham.

¿Quién se preocupa por los Juegos Olímpicos?

Algunos medios de comunicación se han preguntado "Dios mío, ¿qué va a pasar con los Juegos Olímpicos?". Sí, pardiez, ¿qué va a pasar con ellos? Los disturbios tuvieron lugar cerca de las futuras sedes olímpicas. Estas áreas en las que los servicios públicos han sido esquilmados son testigo de que diez mil millones de libras serán dilapidados en la región para los Juegos, con muy escaso beneficio para los residentes en la zona, que padecerán muchas molestias, lo que demuestra cuáles son las prioridades de los gobernantes.

The Economist ha hecho sonar la señal de alerta: "Por una funesta coincidencia, los miembros del Comité Olímpico Internacional vienen esta semana para ver cómo van los preparativos de los Juegos para el próximo año, y la mayoría de los eventos deportivos tendrán lugar cerca de los lugares donde se han producido los peores disturbios".

Podemos suponer que, a imagen de la represión durante los Juegos Olímpicos de 1968 en México, donde cientos de estudiantes fueron abatidos a tiros, las duras sentencias impuestas esta semana se utilizaran en parte para tranquilizar al Comité Olímpico y demostrar que Londres estará en calma durante los Juegos. El encarcelamiento de tantos hijos, hijas, hermanas y hermanos procedentes de los barrios en los que se realizarán los Juegos se suma ahora a la injuria hecha a la población local. La realidad de los Juegos Olímpicos se hizo patente cuando se supo que la primera mujer detenida era una atleta local de 18 años, que había sido seleccionada como "embajadora olímpica" y se había reunido con Sebastian Coe, presidente del Comité Organizador de Londres 2012, y con el alcalde de Londres, Boris Johnson.

Clase y raza

En la izquierda institucional, las explicaciones de los disturbios, cuando no se limitan simplemente a acusar a los alborotadores de ser matones sin conciencia, se centran principalmente en el elemento racial para tratar de encajar los acontecimientos en el molde, preconcebido de un "disturbio racial", es decir, la muerte de un hombre negro a manos de un policía (probablemente) blanco, con el consiguiente recalentamiento de las tensiones locales a través de jóvenes negros constantemente acosados por los controles de identidad. Sin duda hay algo de verdad en este análisis: la probabilidad de que un joven negro tenga que someterse a un control de identidad aleatorio es 26 veces mayor que la de que le ocurra a sus alter-ego blancos, y el riesgo de que pueda ser herido o matado por la policía es desproporcionadamente mayor.

En el Reino Unido, como en otros lugares, la pobreza está muy con la pertenencia a una minoría étnica. Según Oxfam "el 69% de los bengalíes y paquistaníes viven en la pobreza en el Reino Unido, frente a un 20% de la población blanca". Y aunque implica que, en términos absolutos, la mayoría de los pobres en el Reino Unido son blancos, en el Londres interior, donde se iniciaron los disturbios, el 70% de los pobres pertenecen a grupos étnicos minoritarios. No es casualidad, sino síntoma de un sistema que utiliza el racismo como un arma para dividir a la clase obrera con el fin de preservar los privilegios de una élite burguesa, mayoritariamente blanca.

El acoso y la brutalidad policial, el desempleo y la pobreza no afectan sólo a las minorías étnicas. Afectan a las franjas más pobres y marginadas de la clase obrera y reflejan el desprecio con que la policía trata a la gente trabajadora. Así lo ha confirmado la diversidad étnica de los amotinados.

Una encuesta encargada por The Guardian tras los disturbios muestra que sólo el 1% de la población encuestada atribuía a la tensión racial lo ocurrido, aunque el 5% lo atribuía a la muerte de Mark. La gran mayoría de los encuestados eligió explicaciones reaccionarias en términos de "criminalidad" (45% de los encuestados, estando los ricos muy sesgados hacia esa tesis) o de "falta de respeto en familias y comunidades" (28%). El número de personas encuestadas que optó por respuestas algo progresistas no superó el 21%. "Sólo el 8% cree que la causa es la falta de trabajo para jóvenes, un 5% opina que la muerte a balazos de Mark Duggan causó los primeros disturbios en Tottenham, el 4% culpa a la coalición de Gobierno, el 2% a la policía y el 2% a la situación económica".

El establishment británico ha reconocido retóricamente el problema del racismo institucional y ha adoptado el multiculturalismo desde los disturbios de los años ochenta, pero se ha hecho poco para abordar realmente el racismo estructural que atraviesa la sociedad británica. del Reino Unido. El "adiestramiento de la sensibilidad" e iniciativas similares no han cambiado gran cosa el racismo policial que marca la experiencia de los negros urbanos. Sin embargo, esta explicación simplista, que ve la raza como algo separado de la opresión de clase, tiene poco poder explicativo respecto a las cuatro noches de disturbios.

¿Por qué? Una explicación simplista sería decir que la policía no se toma suficientemente en serio el racismo activo en su seno. Una explicación más satisfactoria reconoce que la presencia de las minorías entre las franjas más pobres y marginadas de la clase obrera es desproporcionada, y que, dado que el papel central de la policía es hacer cumplir las leyes que permiten que el capitalismo funcione, la represión se focaliza hacia las franjas que menos tienen que perder y más que ganar transgrediendo estas leyes.

Cómo se combinan racismo y pobreza

Alex Carver, testigo de los disturbios, dijo en una entrevista concedida a Workers Solidarity Movement: "La policía es criticada una y otra vez por su racismo, endémico a esta institución, teniendo en cuenta los datos relativos a los controles de identidad realizados y a la población penitenciaria; si pudieran hacer algo al respecto, lo habrían hecho. Creo que la exigencia de que esos datos se modifiquen es una mascarada política para embrollar un asunto que es directamente una cuestión de clase y pobreza. Las áreas geográficas de las que procede la población reclusa y los muchachos a los que se para en los controles policiales son los barrios pobres, abandonados por la clase política, barrios cuyas necesidades no son satisfechas por la economía". Si este análisis es correcto, el racismo estructural es una consecuencia inevitable del sistema capitalista que ha relegado a una gran proporción de las minorías étnicas a la pobreza y a la exclusión. Una confirmación elocuente de la tesis de que la pobreza y la exclusión son las causas de los disturbios es la propia argumentación con que se viene pretendiendo refutarla desde hace mucho tiempo, basada en ejemplos de personas que lograron salir de esta trampa. En esta fase del capitalismo, donde la crisis da lugar a una sangría de las ayudas sociales, la única "solución" propuesta es la fuga individual, junto a llamamientos cada vez más feroces a una disciplina impuesta desde fuera. No queremos decir que no debamos luchar contra el racismo institucional, sino aclarar el hecho de que, sobre todo en una crisis como la actual, no podemos ganar ese combate, ya que las condiciones existentes recrearán continuamente este racismo.

Buena prueba de ello puede encontrarse en Estados Unidos, donde, tras las victorias del movimiento de derechos civiles, las ciudades de mayoría negra (o hispana) se dotaron de fuerzas policiales y de consejos municipales predominantemente negros (o hispanos). Sin embargo, en estas ciudades, como Atlanta, Detroit, El Paso, Miami y Washington, las víctimas de la violencia policial siguen siendo en gran medida negrras e hispanas. El investigador Ronald Weitzer ha explicado en su artículo "Can the police be reformed?" lo siguiente: "Aunque los informes oficiales muestran que los policías negros están más dispuestos que sus colegas blancos a admitir que la policía trata peor a las minorías y a los pobres que a blancos y burgueses, la mayoría de las investigaciones demuestran, sin embargo, que los policías negros y blancos se diferencian muy poco cuando se trata de una acción concreta ante los ciudadanos. Cuando pasan a la práctica, los policías son principalmente 'azules', no negros, morochos o blancos".

¿Quienes participaron en los disturbios?

Contra la idea de que el racismo fue el único o principal motivo de los disturbios, se ha dicho que muchos de los implicados eran blancos. Eso en sí mismo no prueba nada, porque en los supuestos disturbios raciales de los años ochenta muchos blancos, en gesto de solidaridad política, decidieron enfrentarse a la policía al lado de las minorías étnicas, punto de mira directo del racismo policial. Sin embargo, robar en una tienda de la cadena Curry no tiene nada que ver con la solidaridad, sino con un interés común. Las imágenes de muchos de los saqueadores, así como los testimonios de los participantes, han confirmado el carácter multiétnico de los disturbios.
El primer proceso lo ha confirmado. The Telegraph informa de que entre las personas acusadas "sólo unas pocas no tenía antecedentes penales. Muchos parecían delincuentes profesionales. La mayoría eran adolescentes o tenían unos veinte años, pero bastantes eran mayores. Lo más interesante es que la gran mayoría eran blancos y muchos tenían empleo". Entre ellos, un albañil, un cartero y alguien que trabajaba en una escuela por 1000 libras mensuales. El "Torygraph" pasa hábilmente de puntillas por esta lista de empleos frecuentemente mal pagados y precarios para centrarse en una de las personas detenidas, "Laura Johnson, de 19 años, hija de un exitoso ejecutivo".

Entre las primeras personas encarceladas en Manchester estaba un trabajador de un call-center y otro de una fábrica de galletas. En otro grupo similar, estaba un cocinero en paro y una peluquera en prácticas. Una persona sin hogar acusada de robar comida fue ingresada en prisión preventiva, y un hombre "que ha insultado a la policía y que se ha peleado con ella ha sido considerado sospechoso de participar en los disturbios ya que iba vestido de negro, llevaba capucha y conducía una moto" ha sido condenado a diez semanas. Un estudiante ha sido condenado en Londres a seis meses por robar una botella de agua.

En resumen, el panorama diseñado por estas detenciones muestra que estas personas tienen en común estar desempleadas o mal pagadas, o, si son adolescentes, proceder de familias en esas situaciones. Las fotos policiales no resultan muy favorecedoras, pero, pese a todo, muchos de los rostros que vemos en los periódicos no mienten y cuentan su propia historia, una historia de dolor, pobreza y exclusión. The Sun se ha complacido en comparar a un hombre con el personaje de Frank Gallagher [un desempleado alcohólico con antecedentes penales] en la serie Shameless, pero en verdad también se podría seleccionar un espécimen humano similar en una fila formada por políticos y empresarios mimados y bien alimentados. El hombre sin hogar antes mencionado no estaba solo: una joven de 17 años reconoció haberse llevado bolsas de comida de una panadería. Una gran parte de los acusados ​​simplemente robaron alcohol o cigarrillos.
Hay por supuesto excepciones, como la citada Laura, pero la mayoría de los encarcelados tras los disturbios son pobres y provienen de todos los grupos étnicos, aunque con una sobrerrepresentación de minorías étnicas probablemente debida a la ubicación geográfica de los hechos, a la masiva sobrerrepresentación de las minorías en el decil más pobre de la población y también a la influencia de una buena dosis de racismo policial


Tensiones intercomunitarias, comerciantes, clase y grupos de autodefensa

Cuando se examina el vínculo entre raza y disturbios, aparece un factor perturbador: el conflicto potencial entre los amotinados y los grupos étnicos que ha formado cuadrillas de autodefensa. En Birmingham esto llevó a la trágica muerte de tres miembros de una de esas cuadrillas. Si los alborotadores eran en general multiétnicos, los grupos de autodefensa eran frecuentemente monoétnicos y dirigidos por los comerciantes de la zona.

La estrategia policial en Londres durante los disturbios parece haber sido abandonar provisionalmente los barrios empobrecidos, confinando allí los disturbios, y proteger la City y West End, donde se encuentra la verdadera riqueza. El objetivo tradicional de la mayor parte de los disturbios políticos en Londres es intentar llegar al West End, pero aunque en Birmingham los alborotadores tomaron como blanco las tiendas de lujo del centro, en Londres los disturbios han quedado casi completamente limitados a los barrios pobres en que viven los amotinados.

El London Daily News ha citado a un miembro de las cuadrillas de autodefensa del barrio de Green Lanes: "No tenemos ninguna confianza en la policía local, nuestros comercios son los siguientes en la lista de los bandidos que han saqueado Tottenham, protegemos nuestra propiedad". The Guardian entrevistó a Yilmaz Karagoz, propietario de un café: "Estaban por aquí muchos de ellos. Hemos salido de nuestros comercios, la policía nos ha dicho que no hiciésemos nada, pero ella tampoco ha hecho nada. Como cada vez se juntaban más, hemos tenido que expulsarles nosotros". Los empleados de un kebab han corrido hacia los asaltantes con cuchillos de cortar carne en la mano. "No creo que vuelvan pronto".

En parte, esto refleja tensiones de clase, en las que, como durante los disturbios de Los Ángeles de 1992, se inserta una clase media del mismo grupo étnico que tiene que trabajar mucho, que es relativamente pobre y que posee las pequeñas tiendas de barrios en los que la mayor parte de la población pertenece a otro grupo étnico. Aunque sean tensiones de clase, desde un punto de vista anarquista no son útiles, todo lo contrario. Las batallas locales entre obreros pobres y una clase media pobre sólo sirven para proteger y reforzar la dominación de los verdaderos ricos y llevar a los trabajadores de estos grupos étnicos a hacer causa común con sus patronos.

La investigación llevada a cabo por The Guardian detecta que los trabajadores turcos y kurdos han hecho causa común con sus patrones para defender los locales en que trabajan. Karagoz da un ejemplo de cuál es su punto de vista, declarando que "Tenemos comercios en los que trabajamos con mucho esfuerzo. Queremos que nuestros hijos trabajen, ganen dinero y sean capaces de comprar lo que quieran, sin robarlo. Nuestros jóvenes saben que nos avergonzaríamos de ellos si hicieran este tipo de cosas". Esa alternativa es la misma que la propuesta por los conservadores.

No obstante, no todos la comparten. El 10 de agosto, militantes de las comunidades turca y kurda dieron una conferencia de prensa en Green Lanes, en nombre de "diez grupos de apoyo social diferentes sostenidos por miembros de las comunidades turcas y kurdas", en la que condenaron a la policía y a los medios de comunicación hegemónicos. En particular, resaltaron la utilización por la BBC de una entrevista con Darcus Howe [en la que se acusó a ese veterano activista de participar en los disturbios, por la que la BBC ha tenido que pedir excusas]. Acusaron a la policía de incitar enfrentamientos de las comunidades turca y kurda con los "jóvenes negros que se sublevan para combatir a la policía".

Parece que la misma situación se ha dado en el barrio de Southall. La BBC cita a Satjinder Singh, miembro de la comunidad sij: "Comenzamos a recibir textos en los que se avisaba de probables ataques en Southall, dado que aquí hay muchas joyerías, cercanas al templo sij y a otros lugares de culto. Los sij han decidido proteger sus lugares de culto". En una entrevista televisada, un miembro del comité de organización de esos grupos de autodefensa locales dijo que protegerían todo Southall y que junto a ellos había musulmanes, cristianos e hindúes.

El carácter interclasista de los grupos de autodefensa, en los que se unieron empleados y empleadores sobre bases comunitarias, debería ser motivo de reflexión para quienes, en la izquierda, han defendido acríticamente esa posición, haciendo demagogia para distanciarse más fácilmente de los disturbios. Por su parte, USDAW, sindicato de empleados del pequeño comercio, ha sacado una declaración llamando a sus miembros "a no ponerse en peligro intentando impedir los robos, el pillaje o los ataques contra la propiedad". Pero, al igual que con los disturbios, también en este caso es un error tomar en cuenta un sólo aspecto, bueno o malo, y confundirle con el fenómeno en su conjunto. Ambas cosas son producto de una misma situación económica y política, que incluye elementos sobre los que podemos apoyarnos pero también elementos que debemos combatir.


Fantasías de la extrema derecha

Los ejemplos que acabamos de citar se refieren a grupos de minorías étnicas que se oponen a los alborotadores para defender sus locales, lo que puede o no puede desembocar en tensiones a largo plazo, pero lo que es infinitamente más preocupante es que la racista English Defence League (EDL) ha podido sacar partido de la ola de miedo para movilizar grupos formados totalmente por blancos. En Eltham, The Guardian citaba a un hombre que decía "Este es un barrio popular blanco y estamos aquí para proteger a la comunidad". No obsttante, la capacidad de la EDL o del British National Party (BNP) para convencer de su rol protector a una parte significativa de la población es limitada, pues hace muy poco ha tenido lugar la masacre de tantos jóvenes indefensos en Noruega, perpetrada por Anders Behring Breivik, vinculado a la EDL.

La extrema derecha seguirá fantaseando sobre el inicio de la guerra de razas que ella misma incita desde hace mucho tiempo, pero la realidad es que parece que los participantes en los disturbios tenían orígenes muy diversos, unidos por la pobreza y la exclusión más que por la raza. Además, estos dos grupos de extrema derecha deben estar en apuros, pues hace poco habían declarado que "con los negros británico no hay problemas, pero los musulmanes británicos nos detestan". Ahora las bases de la extrema derecha deben encaminarse hacia una segura confusión, tras haber coincidido con musulmanes británicos en la vanguardia de las brigadas locales de autodefensa ante unos disturbios desencadenados por la muerte a tiros de un negro británico.

Mucho más preocupante es la trágica muerte de tres asiáticos británicos en el barrio de Winston Green en Birmingham, al parecer atropellados por un grupo de afrocaribeños británicos que formaban parte de una caravana de cuatro coches sospechosa de querer robar en el barrio, en cuya defensa se habían movilizado, según se dice, unos 80 asiáticos. Testigos presenciales dijeron a The Guardian que la policía les había dicho que montasen ellos mismos guardia ante sus comercios, ya que "los policías estaban muy ocupados protegiendo los lugares importantes del centro, yendo tras el populacho toda la noche en vez de tomar medidas enérgicas".

Es muy probable que las llamadas a la calma de los familiares de los tres asiáticos muertos sean lo único que ha impedido el desencadenamiento de una batalla intercomunitaria en la zona. Además, se tomó la decisión de hacer una asamblea de barrio, en la que, según The Guardian, "300 hombres musulmantes y sijs se reunieron para discutir como debían responder a esta tragedia".


El lado negativo de la espontaneidad

La naturaleza espontánea de los disturbios, sin ninguna organización política informal ni menos aún formal, explica la naturaleza aleatoria y contraproductiva de muchos pillajes e incendios. Esto no debería minimizarse, pues parece que cuatro personas han perecido a manos de participantes en los disturbios sólo porque defendían viviendas o comercios locales. Salvo que haya un contexto particular que desconozcamos, el pillaje e incendio de una panadería de barrio o el pillaje de una floristería familiar no tiene ningún sentido, salvo que bajo un flujo de adrenalina todo parezca un objetivo a atacar. En ese aspecto, los disturbios de Londres se parecen más a los disturbios de Los Ángeles de 1992 que a los disturbios de 1980 o que a los disturbios estudiantiles del pasado año, en los que los edificios atacados parecían haber sido cuidadosamente seleccionados.

Evidentemente, la cobertura mediática ha puesto el acento sobre estos ataques. La historia de una peluquería llevada por un hombre de 81 años tiene más intereses inmediato y sentimental que el pillaje de una sucursal de cadenas como Curry o Footlocker. Pero las actas judiciales y las declaraciones de testigos presenciales sugieren que el saqueo de tiendas pertenecientes a grandes cadenas ha sido más habitual.

En un disturbio no es extraño que algunos individuos o grupos, en la furia del éxtasis, pierdan la cabeza y arremetan contra todo, pero en situaciones políticas conscientes este tipo de comportamiento es parado rápidamente por otros amotinados. Es frecuente que al día siguiente de este tipo de incidentes los rótulos de McDonalds o Starbucks, o los de las tiendas en que se exponen coches de primera mano, estén totalmente destrozados, mientras que el puesto de periódicos o el café de al lado siguen intactos, o casi intactos. En esta ocasión, parece que también ha sido así en algunos lugares.

Un anarquista ha contado que en Brixton todos los locales atacados pertenecían a grandes cadenas, salvo un café portugués. Cuando entrevistamos a Alex, testigo de los disturbios de Hackney, nos contó que al entrar con un amigo en una tienda para apagar un incendio, "nadie nos lo impidió, mucha gente corrió a ayudarnos, como si de repente volvieran a ser ellos mismos".

Todos hemos escuchado comentarios del tipo "deberían buscar un empleo en lugar de intentar robar un par deportivas Footlocker o de arrancar una pantalla de plasma colgada de la pared de la tienda". En el pequeño mundo de los usuarios de Twitter, leemos "entendería que roben un paquete de arroz, pero roban ordenadores portátiles". No, los disturbios no funcionan así. Si se crea una sociedad basada en el consumo, no cabe sorprenderse de que chavales de 14 años aprovechen la posibilidad de tener un nuevo par de deportivas. Lo que hay que tratar de entender no es la naturaleza de este tipo de acción, sino por qué ha ocurrrido.

En 2009 se publicó el libro titulado "The Spirit Level: Why More Equal Societies Almost Always Do Better", esto es, algo así como "El espíritu igualitario: por qué casi siempre funcionan mejor las sociedades en las que hay más igualdad". Sus autores, Richard G. Wilkinson y Kate Pickett demuestran, con argumentos y datos, que en las sociedades muy desigualitarias se producen fenómenos de pérdida de confianza, aumento de la ansiedad y de otras enfermedades, consumo excesivo, etcétera. En los once ámbitos analizados se obtienen peores resultados en las sociedades más desigualitarias en cuanto a salud física, salud mental, abuso de drogas, educación, población reclusa, obesidad, movilidad social, de confianza y vida comunitaria, violencia, embarazos precoces y bienestar infantil. El subtítulo"casi siempre funcionan mejor las sociedades en las que hay más igualdad " resume bien toda la argumentación aportada en el libro.

La política del miedo

Los informes que conocemos sobre la implicación anarquista en los disturbios nos hablan de los esfuerzos realizados para impedir la destrucción de comercios locales. Otros informes nos muestran un cuadro muy diferente del presentado por los medios de comunicación dominantes, para los que sólo había una muchedumbre salvaje atacando a cualquier cosa y a cualquier persona. Por el contrario, nos han contado que, por regla general, se ignoraba a transeúntes y a mirones curiosos. Hay excepciones, como puede verse en las agresiones filmadas colocadas en youtube, pero si tenemos en cuenta que en los disturbios y pillajes han estado implicadas decenas de miles de personas, parece que estos incidentes no han sido regla sino excepción, aunque esas excepciones hayan sido utilizadas para propagar el miedo y el pánico.

No tenemos ninguna objeción en cuanto a lo ocurrido en sucursales de cadenas como Curry o Footlocker durante los disturbios, pero no vamos a aplaudirlo como si fuese algo grandioso. Lo más peligroso son los incendios, que pueden causar situaciones dramáticas si hay gente en los edificios incendiados o en los colindantes con ellos, ya que el fuego puede propagarse. El año pasado en Grecia, tres empleados bancarios murieron en un incendio de este tipo, lo que fue una gran tragedia y además tuvo un efecto desmovilizador sobre el movimiento.

Alex, al que entrevistamos, fue a ver los disturbios vestido con su ropa de trabajo. La inmensa mayoría de los medios de comunicación sensacionalistas nos hacen creer que tendría que haber sido atacado y agredido, pero Alex, no sin reconocer que en otros lugares podría haber sido todo de otra manera, nos dijo que "Los chavales robaban en las tiendas porque en ellas se encuentra lo que buscan; atacaban a los policías porque los querían detener. Era algo simultáneo, no había dos grupos de gente, unos para pegarse con la policía, otros para robar, era un sólo grupo de personas, en general jóvenes. No se atacaban entre sí, ni violaban, ni agredían a la gente. Pude deambular libremente entre ellos con mi ropa reglamentaria de trabajo; mucha gente que evidentemente no participaba en los disturbios andaba entre la muchedumbre sin esconderse, algunos dijeron que más tarde el ambiente había cambiado, pero yo estuve allí con un amigo, tampoco vestido para la ocasión, hasta algo después de medianoche".

He aquí un panorama muy diferente al mostrado por los medios de comunicación o por la oleada de frenéticas especulaciones que se disparó en Twitter durante los disturbios. En ambos casos se hablaba de muchedumbres salvajes que vagabundeaban por las calles y atacaban a cualquier cosa y a cualquier persona. Estas especulaciones basadas en el miendo fueron adornadas con términos como "escoria", "chusma", "ratas", destinadas a deshumanizar a los amotinados y entregarles a la represión.

Consecuencias de "escoria"

Esta historia sobre una muchedumbre salvaje es una artimaña mediática estándar empleada en cuanto se produce una ruptura significativa con el orden establecido. Los que aceptan y repiten este tipo de cuentos asumen una pesada responsabilidad, ya que el miedo que suscitan crea una atmósfera favorable para la represión policial más extrema.

Tras el paso del huracán Katrina por Nueva Orleans se difundieron y aceptaron como ciertas historias horrorosas sobre violencias colectivas, provocando un clima tal que permitió a la policía disparar sobre población negra que intentaba escapar de la ciudad; el ejemplo más conocido es lo ocurrido en el puente Danziger, en el que fueron tiroteados cinco miembros de la misma familia al cruzarle, lo que provocó una muerte y causó heridas a un hombre de 40 años discapacitado mental. Después se ha sabido que la mayor parte de esos cuentos eran falsos, aunque las muertes causadas no fueron consideradas como asesinatos; el 11 de septiembre de 2005, el jefe de policía de Nueva Orléans reconoció que no había "ningún informe que confirmase crímenes sexuales".

Los medios de comunicación, los falsos "sabios" y otros charlatanes han hecho todo lo posible para que cunda la idea de que quienes han participado en los disturbios sólo son bandidos y criminales, en un intento de deshumanizarles. Es un fenómeno peligroso: una vez transformados los amotinados en infrahumanos ante la opinión pública, se abre la oportunidad para una escalada represiva.

Las consecuencias pueden verse en los resultados del sondeo encargado por The Sun. El 33 % de los encuestados opinan que "la policía debería ser autorizada a utilizar armas de fuego y balas reales". Opciones 'menos letales' tuvieron aún más apoyo: "nueve de cada diez personas pensaban que debía autorizarse el uso de cañones de agua en la represión de los disturbios. También gozaban del sostén de la gran mayoría otras tácticas: policía montada (84%), toque de queda (82%), gases lacrimógenos (78%), descargas eléctricas (72%) y balas de goma (65) ".

La idiotez de todo esto resplandece cuando se recuerda que el desencadenante de los disturbios fue la muerte de Mark Duggan a manos de la policía. Al parecer, la solución a la mortífera violencia policial es más mortífera violencia policial. "Solución" que, por supuesto, engendrará nuevos disturbios, como ya ocurrió en los años ochenta bajo el mandato de Thatcher.

Este deshumanización ha tenido otras consecuencias. Con 1500 detenciones, es evidente que muchas personas serán criminalizadas y encarceladas un Estado ansioso de restablecer su autoridad. Los primeros procesos han sido muy claros: los jueces toman muy en serio su papel de defensores del capitalismo y del Estado. Se han impuesto condenas de demencial dureza, como la de esa mujer de 22 años condenada a 6 meses de prisión por robar 10 paquetes de chicle.

Además, la policía va a recibir poderes suplementarios y podemos augurar que irá aún más lejos en el control del espacio público. Se habla ya expulsar de su casa a los condenados que son inquilinos de viviendas municipales y de negarles cualquier ayuda social que puedan solicitar. Las primeras órdenes de expulsión han sido entregadas en Clapham, contra un inquilino cuyo hijo ha sido condenado por participar en un disturbio. Incluso desde un punto de vista derechista, esto es pura locura, ¿cómo podrá ganarse la vida un ex-prisionero sin hogar y sin ingresos? ¿cómo podrá sentirse en medio del resto de la sociedad una persona en esa situación? ¿Qué ocurrirá cuando dentro de algunos meses salgan de la cárcel cientos de personas y se encuentren sin hogar, sin recursos y sin poder encontrar trabajo? El Estado espera poder ignorar estos problemas ya que una parte importante de la población se ha unido al coro que deshumaniza a los alborotadores. La consecuencia será inevitablemente una exclusión y un resentimiento todavía más profundos, y, con tales respuestas, la próxima vez los disturbios serán aún más destructivos e indiscriminados.

Los disturbios son a menudo contradictorios

Todo el mundo tiene su opinión sobre los disturbios y es sorprendente hasta qué punto los que, en un pasado lejano o incluso no tan lejano, tomaron partido por los disturbios y hasta por la insurrección, procuran deshumanizar a los amotinados británicos de hoy. Sin duda, como ya hemos visto, la conducta de algunos de los participantes en los disturbios plantea problemas extremadamente graves. Pero estos problemas, peores esta vez que en disturbios anteriores, no son nada nuevo. Por naturaleza, los amotinamientos espontáneos masivos aglutinan a elementos muy variados. Entre los amotinados londinenses había gángsteres y oportunistas antisociales que sacaban provecho utilizando el motín como pretexto para atacar a los más débiles. Este es algo frecuente en este tipo de distrubios y lo que ha permitido que estos elementos saquen buen provecho es la debilidad de una presencia política formal o informal.

La realidad es que los disturbios son a menudo expresiones indiscriminadas de cólera. La gente es bastante consciente para saber que no tienen un lugar en la sociedad tal como es. Han sufrido la pobreza intergeneracional y la falta de oportunidades. Lo que vivieron sus antecesores lo viven ellas también. La movilidad social es un mito que ya nadie toma en serio, es el equivalente capitalista de la jarra de oro al pie del arco iris. Los dados están trucados y siempre pierden los mismos. El sistema político ni acoge ni escucha a la gente que participa en estos motines. Nadie les escucha, nadie habla en su nombre, nadie intenta invertir en su futuro. Cuando no se ha visto ningún futuro para nuestros antecesores y no se vislumbra ningún futuro para sí mismo, incendiar un edificio o saquear una tienda es un grito para hacerse oír, un grito de supervivencia.

En marzo de 1968, Martín Luther King pronunció un discurso en un instituto ante un público hostil. Habló de los disturbios violentos que habían puesto sacudido las ciudades estaounidenses durante el verano de 1967, disturbios que culminarían más tarde en una orgía de destrucción como respuesta a su asesinato. Era pacifista, pero explicaba sin embargo que "No puedo contentarme con hablaros esta tarde para condenar los disturbios. Sería irresponsable por mi parte actuar así sin condenar al mismo tiempo las condiciones intolerables que rigen nuestra sociedad. Condiciones que hacen que haya personas que piensan que para llamar la atención no tienen otro camino que la rebelión violenta. Y debo decir esta tarde que el motín es la voz de sin voz".

El grupo Hackney Unites sacó "Un mensaje a la juventud de Hackney", el 9 de agosto, que decía lo que sigue: "el hecho de participar en un disturbio puede parecer un acto de rebelión y una respuesta a una serie compleja de problemas: poner a la defensiva por una vez a la policía y adoptar los estereotipos de temeridad, criminalidad y brutalidad que tan frecuentemente nos atribuyen. Sin embargo, un amotinamiento de este tipo destruye los pocos equipamientos que tenemos en el barrio y pone en grave peligro tanto a quienes participan en los disturbios como a los espectadores". El mensaje continúa diciendo "en Estados Unidos, América, los guetos negros entraron en erupción en respuesta al asesinato de Martín Luther King. Sin embargo, en ese momento, el Black Panther Party, la más militante de las organizaciones radicales negras, pedía a la comunidad que no provocase disturbios sino que se organizarse para luchar por la justicia. Pedimos hacer eso mismo".

Los disturbios de 1967 a que se refería King fueron considerablemente más violentos y contradictorios que todo lo que ha podido pasar en Londres. Pero el punto de vista de King no era que la gente volviese a casa y aceptase su suerte, sino incitarla a preguntarse si no había una mejor forma organizar su descontento: "busqué mucho tiempo una alternativa a los motines y a las tímidas súplicas, y creo que esa alternativ, es la militancia no-violenta de masas".

Contrariamente a King, no pensamos que los que luchan debsn limitar siempre su resistencia a la acción no violenta, porque un amotinamiento es uno de los numerosos instrumentos que pueden utilizarse cuando las circunstancias se presten para ello y porque, de todas maneras, tendrán lugar espontáneamente cuando las circunstancias lo impongan, como en esta ocasión, pero las palabras de King son de gran utilidad para la izquierda y para los progresistas que han reaccionado reprobando a los alborotadores y, demasiado a menudo, llamando a la represión y a la restauración de la normalidad. Si no se quieren los resultados caóticos y devastadores de un motín, la tarea no es sermonear a los que por lo menos tienen el valor de resistir, sino organizarse para proponer otro modo de resistir, más eficaz.

Si el Estado está dispuesto a encarcelar a centenares de personas, como parece querer hacer, probablemente habrá motines en las cárceles, como ocurrió en respuesta a los encarcelamientos masivos posteriores a los grandes disturbios contra la Poll Tax en 1990, durante los cuales los medios de comunicación usaron los mismos términos, "golfos", "bandidos, "escoria", palabras que hoy son aún más populares que en la era final del thatcherismo. Por otra parte, hoy podemos ver en el Museo de Londres un cuadro que representa la revuelta en Trafalgar square.

¿ Qué es lo que va a cambiar?

La bloguera Penny Red cita a un joven de Tottenham entrevistado en la cadena NBC, que ante la pregunta de si los disturbios iban a cambiar algo contestaba: "Sí, sí. Usted no me entrevistaría si no nos hubiesen amotinado. Hace dos meses nos manifestamos ante Scotland Yard, más de 2000, éramos un montón de negros, de forma pacífica y tranquila, pero no salió una palabra en la prensa. En cambio, la última noche hubo unos pocos disturbios y pillaje, y mire usted ahora a su alrededor".

Los disturbios indiscutiblemente llamaron la atención de los medios de comunicación y provocaron en la prensa más discusiones sobre el racismo, la pobreza y la exclusión que en los años pasados. Eso es mejor que la ignorancia muda, pero la cobertura informativa en sí misma no lleva a nada, ya que ese aspecto positivo es contrarrestado por una campaña exitosa de deshumanización y de criminalización, por los cinco muertos, las 1500 detenciones y un número desconocido de heridos. Como ocurrió tras los disturbios precedentes, es probable que, una vez pasada la oleada de pánico, la opinión pública abandone la actitud extremista de "colgadles a todos", pero en todo caso está claro que los disturbios serán la ocasión para instaurar leyes más represivas y marginar y criminalizar aún más a las franjas más pobres de la clase obrera.

A corto plazo, por desgracia, asistiremos seguramente a una exhibición masiva de represión policial, destinada a intentar que la fama de Londres no sea afectada por estos acontecimientos, condición necesaria para el desarrollo del proyecto olímpico. En cambio, lo que no emergerá será una sociedad o un sistema político en el que la gente tenga voz y disponga de algún poder sobre su futuro. Este tipo de sistema no figura en los mapas del capitalismo. No puede ser tolerado. Esa manera de pensar es sediciosa para los poderes establecidos.

Las causas profundas de los disturbios no pueden abordarse desde las clásicas soluciones "progresistas" como la apertura de clubes juveniles o la colocación de algunas mesas de billar más. Sólo hay solución si se aborda la desigual distribución de las riquezas. Los políticos que han permitido que este año los banqueros se embolsen bonos por valor de 14.000 millones de libras no lo harán. Los empresarios que invierten en los Juegos olímpicos tampoco lo harán. El proyecto de las Olimpiadas, que ya ha dejado su marca sobre el territorio, no será puesto en cuestión a la vista de los acontecimientos. Veremos más represión y más barreras policiales. La gente será severamente castigada por "haber incendiado sus comunidades", con el fin de que la próxima vez no vayan a hacerlo en Chelsea o West End.

Los amos políticos juegan un juego peligroso. Quieren hacer pasar estos disturbios por bandolerismo ciego. Pero la gente ha visto que las calles de numerosas ciudades se han convertido en plataformas del cambio en los seis últimos meses, de Túnez a El Cairo, de Damasco a Madrid. Nuestros opresores no quieren que los disturbios se transformen en movilizaciones masivas de rechazo y de rebelión civil contra el sistema existente, un sistema marcado por la injusticia y la desigualdad, así como por la necesidad desesperada en otra cosa. En este sentido, nuestro deber de ciudadanos del mundo es hacer que estas demostraciones de cólera se transforman en un combate político por el cambio.

El sistema capitalista no ofrece ninguna solución a las causas fundamentales de los disturbios. Sólo puede responder con más violencia y represión policia. contra estas comunidades, acompañadas ocasionalmente de promesas para la galería, o, como mucho, de algunas mejoras que afecten a algunos de los peores efectos de la pobreza, con el objetivo de ocultar provisionalmente el problema. La pobreza, la alienación, la privación de derechos y la violencia son inevitables en un sistema que se funda sobre la división entre dominantes y dominados, ricos y pobres, patronos y obreros, y adoptan su más cruda expresión, alcanzando los peores excesos, durante las periódicas crisis capitalistas.

La única solución es crear una sociedad donde cada persona tenga un poder verdadero, en la que cada cual tenga un control efectivo sobre su propia vida, sobre su lugar de trabajo y su hábitat. Este tipo de sistema no aparece en los mapas del capitalismo y es reprimido tanto por los proyectos socialdemócratas como por los proyectos neoliberales que han fracasado a la hora de atender las necesidades y preocupaciones de la gente corriente. Este sistema sólo podrá ver la luz cuando la cólera que se ha expresado en las calles de Gran Bretaña se canalice contra el capitalismo, por medio de una organización masiva de la clase obrera.

Los disturbios han trazado una línea de demarcación respecto a la que cada cual define su posición. ¿Es esto lo que usted quiere, la seguridad del Estado Gran Hermano, dotado de los medios de proteger el sueño de los ricos mientras que los pobres son arrojados literalmente a la calle o a prisión si resisten? ¿Un Estado que actuará para que quienes no pueden pagarse las baratijas del día sean mantenidos a raya al otro lado de los escaparates, reducidos a convertirse en esclavos de quienes sí pueden pagárselas? Tal vez lo haga con los suficientes cañones de agua, con aporreamientos, con vídeovigilancia, para que pueda mantenerse el statu quo. No obstante, ¿acaso este mundo desigualitario estará aproximándose a los límites de sus deseos? ¿Acaso su utopía no está comenzando ya a asemejarse a las celdas de las prisiones en las que arrojan a tanta gente cuando quieren preservar esa misma utopía?

El mundo está polarizado y hay que escoger bando. No hemos dudado en criticar las debilidades, la estupidez ciega y a veces la crueldad de estos disturbios. ¿Pero acaso el retorno al statu quo nos ofrece algo bueno, más allá de una vana ilusión de seguridad? Recordando de nuevo a Martín Luther King, ¿si los disturbios no son la solución, cuál es? Con confianza, decimos que la solución no es seguir con más de lo mismo. Si queremos la libertad, debemos organizarnos para combatir por ella y para convencer a otros para que sumen a este combate a nuestro lado. Juntos, tenemos el poder. La pregunta es: ¿vamos a organizarnos para utilizarlo?


16 de agosto de 2011



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