La intervención de la OTAN en Libia es hoy por hoy uno de los hechos
más controvertidos del panorama global. Cierto es que la controversia
la generan más las opiniones al respecto de la misma que se producen
casi a diario en diversos medios de comunicación que la intervención
en sí.
Si bien existen (existimos) numerosas voces que afirman que la zona de
exclusión aérea ha sido y es la única vía efectiva,
aunque no desinteresada, de salvaguardar la vida de la población libia
también hay otras que claman en su contra por considerarla la mayoría
de las veces, una injerencia contra un Estado soberano motivada por el afán
de expoliar el petróleo libio.
Este debate tiene la virtud de alejar del espectro mediático la
existencia en Libia de una sociedad capaz de luchar hasta la muerte por enterrar
a un régimen dictatorial, cleptócrata, corrupto y sanguinario
y de relegar al olvido, por ende, sus demandas.
Sobra decir que tantas opiniones a favor y en contra no son siempre ruido.
Hay personas críticas con la intervención capaces de sostener
un debate serio pero que, en última instancia, se ve motivado por
su particular rechazo a la OTAN (algo legítimo por otra parte) y que
una vez más, no tiene en cuenta la aprobación de la intervención
por parte del único órgano que representa de manera legítima
a la sociedad libia en su conjunto, el Consejo Nacional Transitorio.
Además, lo que subyace al grueso de los discursos anti intervención
es el acallamiento de la voz del pueblo libio, que se ha manifestado desde
el primer momento de la Revolución a favor de la creación de
un Estado de Derecho democrático, libre y soberano, al
que le exigen ser capaz de garantizar de forma efectiva los derechos y libertades
civiles y políticos que la ciudadanía debe (quiere) detentar,
en ausencia de coacción, coerción y violencia.
Sin embargo son much@s los que nos alertan en diversos artículos,
blogs y un sinfín de espacios, de los terribles peligros y amenazas
que acechan a los habitantes de este país africano que, hasta hace
no mucho, se hallaba relegado al ostracismo mediático e informativo
(incluso académico, literario…etc) Este ostracismo acabó provocando
un desconocimiento sobre Libia, una suerte de vacío, que es
aprovechado por much@s para sustentar sus opiniones sobre lo que consideran
una guerra por petróleo.
Para ello su estrategia suele consistir en hablarnos de la bonanza económica
en la que la ciudadanía libia se encontraba felizmente sumergida y
en lo excelentes que eran el sistema educativo y sanitario. Y ello porque
se hallaban gobernados por uno de los pocos regímenes del mundo que
reconocía que el petróleo no le pertenecía a él
sino a la población.
Nos presentan así la conversión de la ficción socialista
y antiimperialista del régimen de Gaddafi en mito, pero situando,
curiosamente, todo análisis dentro de parámetros economicistas
y midiendo el bienestar de manera cuantitativa. Bienestar que gira siempre
alrededor del sacrosanto petróleo.
Ficción porque el socialismo de Gaddafi sólo puede ser probado
en la teoría. En la práctica creó un consorcio y un
entramado empresarial mediante el que desviaba todos los beneficios de la
extracción y venta del crudo directamente a sus bolsillos y a los de
su familia. Su enriquecimiento ha sido tan palpable que no es necesario ni
buscar en cables de Wikileaks. Cualquier interesado pudo leer en los periódicos
que tras su “conflicto” con Suiza sacó de los bancos de ese país
alrededor de…y también hemos sabido que sus hijos gastaban millones
de dólares en fiestas y conciertos como el de Beyoncé.
No dicen nada sin embargo de las personas detenidas y encarceladas en
las redadas indiscriminadas que se prolongaron durante 2 años en
Benghazi (1994-1996) y en las que se apresó a muchos de las personas
que fueron posteriormente asesinadas en la cárcel de Abu Salim, ni
de la concentración pacífica frente al consulado italiano,
también en Benghazi en la que los Comités Revolucionarios acabaron
con la vida de al menos 33 jóvenes. Tampoco recuerdan los ahorcamientos
públicos más lejanos en el tiempo (1977) pero igualmente crueles
y cuya única intención era difundir el terror en la sociedad
para aplacar posibles protestas. Tampoco hablan de los cientos de presos
que cumplieron condena hace más de 10 años pero que seguían
en la cárcel, ni de los presos que ni siquiera tuvieron juicio. Ni
de los juicios farsa, esos en los que el delito es la invención de
los acusadores y que en Libia se sucedían con relativa asiduidad.
La excelencia de los sistemas educativo y sanitario es otra de las falacias
que Gaddafi ha logrado extender fuera de las fronteras de Libia por lo que
tampoco sirve que en internet circulen cálculos que hablan de
aproximadamente 5 millones de dólares gastados por la población
libia en los últimos 15 años en la sanidad de países
extranjeros, ni de las cientos de horas gastadas leyendo el Libro Verde en
las carreras universitarias.
Y no sirve porque, tras el argumento de que la intervención obedece
a una guerra que ya estaba preparada subyace otro más determinista,
y que presupone que en Libia sus habitantes no eran lo suficientemente racionales
para saber si estaban siendo oprimidos, ni tenían la voluntariedad
necesaria para alzarse contra esa opresión. Por eso siembran la duda
en torno a la indefensión de los civiles que salieron desarmados en
las primeras manifestaciones, para afirmar veladamente que el complot (o
contubernio si se prefiere) estaba ya en marcha. Porque no nos engañemos,
los libios son manipulables. Por eso se hallan expuestos a un futuro incierto
y lleno de amenazas. A saber: una monarquía que, parece ser, lleva
años planeando una vuelta triunfal; el radicalismo y fanatismo religioso
personificado en Al Qaeda que muchos vinculan a Abdu el Jalil, presidente
del Consejo Transitorio, o la partición del país.
Quienes alertan sobre estos posibles escenarios y peligros nos dibujan
una comunidad (que no lo olvidemos, habita un país al norte de África)
incapaz de articular un régimen político democrático
y libre por sí sola, que a lo único que puede aspirar es a
mantenerse inserta en el neocolonialismo. Bien sea bajo el gobierno de una
monarquía de esas decimonónicas que tan bien se ajustan a nuestros
parámetros de lo que resulta “exótico” o sumida en un conflicto
interminable fruto de alguna cruzada que tal vez dé como resultado
un gobierno de fanatismo religioso o fruto de rencillas tribales. Entre ambas
alternativas aún tenemos la que nos habla la partición del país,
sustentada en el argumento tan manido de que una vez controlados los pozos
petrolíferos los “rebeldes” forzarán la división del
país (seguramente por “consejo” de algún extranjero más
ilustrado) pero que admite una lectura alternativa y cuyo núcleo radica
en el pensamiento de que las personas en esa parte del globo terráqueo
se mueven sólo por bajos instintos, en este caso la codicia.
Al fin y al cabo la exigencia de democracia, libertad y justicia es patrimonio
de Occidente, que nadie lo olvide.
Sin embargo esta sociedad, que tan a la ligera cosifican, deforman y
manipulan y de la que sustraen todo raciocinio y voluntad, sigue luchando
por acabar hasta con el más mínimo resquicio del régimen
dictatorial de Gaddafi, y mientras lo hacen, reivindican con ello la veracidad
de la Revolución que muchos quieren desterrar de Libia. Y es una Revolución
porque se ha iniciado la renovación del sistema político de
principio a fin. Esta sociedad ya está creando un tejido social
nuevo sobre la base de la conquista de los derechos y de las libertades,
y por eso mismo no será fácil que vuelvan a robárselos,
y que además está siendo crítica con la situación
en la que se hallan. Sólo basta echar un vistazo a sus páginas
en internet (Shabab Libya, Al Manara, Libia AlHura…) para escuchar y/o leer
sus análisis sobre la misma, o visitar la página oficial del
Consejo de Transición (www.ntclibya.com) para obtener información
sobre las demandas socio – políticas de l@s libi@s.
Analizar críticamente el conflicto existente en la actualidad es
una tarea necesaria. Pero quien quiera hacerlo debe alejarse de los determinismos
culturales. De lo contrario, muchos los que escriben contra la intervención
caerán en la trampa de articular representaciones y sustentar argumentos
claramente coloniales mientras se proclaman valedores del antiimperialismo.
Cabe preguntarse cuando menos, qué intereses albergan estas personas
y si alguna vez pusieron en práctica el pensamiento crítico
y la reflexión que tanto nos exigen. Avisarles también de que
la Libia que perdurará en el tiempo es la que sus ciudadanos y ciudadanas
están construyendo, desde abajo, en comunidad, cooperando y colaborando
y así recuperando su dignidad y la libertad y justicia que durante
tanto tiempo se les ha negado. Será, en fin, la Libia Revolucionaria.
Espero que sepan vivir con ello.