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Consejo editorial de Trasversales

Por fin... (casi) el final de ETA

Revista Trasversales número 24 noviembre 2011




El comunicado de ETA anunciando que va a dejar de matar y extorsionar es una magnífica noticia, especialmente para la sociedad vasca. Es consecuencia, en primer lugar, de la pérdida de apoyos a la violencia en Euskadi y del creciente rechazo ciudadano a ella, y también de la sistemática desarticulación de sus comandos en un contexto de desencantamiento de su entorno social respecto a la estrategia terrorista, de la ruptura de la última negociación con el atentado de la T-4 y de una actitud política desde el Gobierno y desde el parlamento diferente a la mantenida por Aznar en su segunda legislatura. Estos pasos han llevado a la llamada "izquierda aberzale" a renunciar a la violencia como forma de hacer política, aunque esto no debe considerarse como favor que debamos agradecer a ETA y a los que la han apoyado.

Dados los antecedentes, la prudencia es necesaria y la desconfianza está justificada, pero las reacciones de sectores del PP y de su entorno mediático son aberrantes, pues parecen lamentar que la búsqueda del independentismo, opción política tan legítima como cualquiera que carezca de aspiraciones totalitarias, se haga a través de fórmulas no violentas. Si la reacción de rechazo pueden ser comprensible entre las víctimas, no lo es la actitud mostrada por los medios de ultraderecha y sectores del PP, como Mayor Oreja, Aznar o Esperanza Aguirre, que pretenden arrastrar a estas posiciones a todo el partido.

Pudiera faltar un largo proceso hasta la desaparición definitiva de ETA.. Será necesario abordar la situación penitenciaria de los presos que están o han estado vinculados a ETA y el reconocimiento legal de la expresión política de lo que fue la antigua Batasuna. Es lamentable que la renuncia a la violencia terrorista no haya sido acompañada de una reflexión ética y política sobre el daño causado, y más aún que ETA reivindique su trayectoria, pero el arrepentimiento no puede ser un requisito exigible para la participación política, al igual que para ella ni se exigió ni se exige la desvinculación ética respecto a la tiranía franquista y a sus crímenes.

Por delante se abre un largo período de superación de las heridas, en el que se debe tener muy en cuenta a las víctimas, las centenares de víctimas de ETA y sus familias y amistades, sin excluir tampoco a las que sufrieron torturas mientras estaban detenidas o fueron asesinadas por los GAL.  Las víctimas tienen que tener todo el apoyo y consideración, así como ser escuchadas, aunque no pueden determinar la política antiterrorista ni, ahora, la política a seguir para llevar al mejor puerto posible la derrota de ETA y el fin del terror. Sabemos y entendemos que puede resultar paradójico y doloroso que esta derrota de ETA pueda solaparse con buenos resultados electorales de quienes estuvieron en su entorno político y siguen reivindicando su pasado, pero hay que asumir la complejidad de la situación y que la erradicación de la violencia etarra no es incompatible con la permanencia social de ideas y proyectos que se defiendan por los cauces habituales para hacerlo.

Es posible que, de cara a las elecciones del 20-N, las diversas fuerzas políticas traten de capitalizar el fin de la violencia. Los pasos a dar van a llevar mucho más tiempo y exigirán esfuerzos por parte de las fuerzas políticas y sociales y de toda la sociedad vasca. Sin embargo, resultará muy beneficioso que el conflicto social, la divergencia política y las alianzas se normalicen en un ambiente en que las ideas puedan expresarse sin la amenaza del terror, la bomba y el tiro en la nuca.

En cualquier caso, el camino que ahora comienza es difícil, pero debe recorrerse en un ámbito muy diferente al que durante tantos años ha estado marcado por la coacción y la violencia y, así mismo, debe huir de las prisas dictadas por el momento electoral. Una nueva situación sin violencia debiera permitir un debate sereno en el que puedan expresarse y ser tomadas en cuenta las diversas opciones democráticas relativas a la articulación política entre el País vasco y España, ya sean éstas centralistas, autonómistas, (con)federalistas o independentistas. Quienes hacemos la revista Trasversales trataremos de participar en ese debate desde nuestra propia diversidad.

Por último, no queremos terminar sin mencionar el papel decisivo jugado por colectivos precursores, como Gesto por la Paz, cuyo nacimiento hace 25 años ha contribuido decisivamente a estos frutos.

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