Trasversales
Jesús Jaén

El sistema reforzado
de cómo no se refundó el capitalismo y algunas cosas más

Revista Trasversales número 24 diciembre 2011

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“Las finanzas centralizadas engendraron la industria centralizada, y a su debido tiempo los beneficios de la industria centralizada aumentaron el poder de las finanzas centralizadas”. Aldous Huxley (Ciencia, Libertad y Paz) escrito en 1946.

1.- Han pasado cuatro años desde el estallido de la crisis y deberíamos poder extraer algunas conclusiones. ¡Qué lejos! quedan aquellas declaraciones de los líderes mundiales como Obama y Sarkozy que nos hablaban de la necesidad de “Refundar” el capitalismo del siglo XXI. ¡Qué lejos! sus intenciones de regular los Mercados financieros y acabar con sus prácticas corruptas y abusivas. Cuánto contraste de las palabras a los hechos ahora que vemos cómo los hombres del Goldman Sachs toman sus plazas apenas sin resistencia.
A excepción de Lehman Brothers y unos pocos bancos de inversión, la inmensa mayoría de las entidades financieras en bancarrota, fueron rescatadas por los gobiernos con el dinero público. Las cifras son mareantes (solamente en la UE 1,46 billones de euros aproximadamente).
Lo que estamos viviendo desde hace cuatro años es la historia contada al revés; ¡los rescatados nos vienen a rescatar a los rescatadores! Esa es la versión oficial, pero no es cierta. La realidad es esta: el sistema financiero fue a la quiebra, las finanzas públicas inyectaron miles de millones de dólares en los bancos y compañías privadas, y éstas a su vez prestaron a los Estados el dinero –que ellos les habían regalado- pero ahora con fuertes intereses. ¡La banca gana siga el juego!
La dinámica del capitalismo histórico siempre ha sido así. Es la lógica de un sistema que se basa en la acumulación y concentración de capital para lo cual se ve obligado a maximizar el beneficio a partir de la explotación de la fuerza de trabajo y los recursos naturales.

2.-  Una segunda conclusión: los líderes mundiales están a los pies de los Mercados financieros y lejos de enfrentarse a ellos, actúan en su apoyo. Es injustificable que se argumente que el poder del capital financiero es inmenso, ya lo sabemos (según Ramonet setenta y cinco veces el PIB mundial). Pero los gobiernos todavía cuentan con muchos resortes para frenar la dinámica depredadora de estos capitales. Cuentan con la legitimidad que dan millones de votos y cuentan con una batería legislativa para poner las reglas del juego dónde lo crean oportuno. La pregunta que nos hacemos millones de ciudadanos es muy simple ¿por qué no se han empleado los fondos millonarios del rescate a los bancos para “rescatar” de la miseria social a los seres humanos o evitar que la crisis la paguen los servicios como la sanidad o la educación?
La respuesta –a esta pregunta- por parte de las instituciones oficiales es esta: si cae el sistema financiero caemos todos. Otra falsedad. La historia ha demostrado suficientemente que las quiebras bancarias y las quiebras de países no significan necesariamente una catástrofe social  insalvable. A este respecto el economista argentino Rolando Astarita cita el trabajo de Reinhart y Rogoff “Esta vez es diferente” en donde se demuestra que a lo largo de la historia se han registrado numerosos defaults de deudas externas (suspensión de pagos) de una serie de 66 países que representan el 90 por ciento del PIB mundial. Según el profesor Astarita, en la quiebra y la ruina de unos capitales está el éxito de los vencedores: “es el ciclo de renovación del capital”. (La gran recesión y el capitalismo del siglo XXI, J.A Tapia y Rolando Astarita, editorial Catarata).
Por lo tanto nuestros destinos no están ligados a este sistema, sí así fuera habría que llegar a la conclusión de que tras el capitalismo no hay vida. Lo cual, es tan falso como demostrable: la historia del capitalismo solamente ocupa la centésima parte de la existencia del homo sapiens sobre el planeta. Más aún, muchas personas estamos convencidas de que la superación de este sistema puede ser la única solución para nuestra especie y el ecosistema.
¿Dónde reside entonces la trampa de estos planteamientos que a menudo escuchamos en tertulias y a los políticos? Pues que están consiguiendo llevar adelante sus planes con el menor coste social posible. Sí antes tomaron al asalto los países del tercer mundo, ahora, toca arrasar el estado de bienestar en los países avanzados de Europa. Con el negocio de las deudas públicas (comprar la deuda de los países y prestando dinero a intereses escandalosos) o apropiándose del patrimonio público. Los sistemas sanitarios y educativos así como los servicios sociales que son conquistas de las últimas décadas, pueden acabar degradados y cotizando en las principales plazas financieras del mundo.

3.- Es difícil olvidarse que -desde 1989-  se nos machacó con la fábula de que “el capitalismo era el único sistema posible” tras el derrumbe del comunismo totalitario. Treinta años después, la crisis sistémica, ha puesto en entredicho todo este discurso del “Pensamiento único”. Sin embargo la ideología neoliberal que ha ganado su batalla a la socialdemocracia, a los sindicatos y al keynesianismo, ya no se conforma con afirmar que no hay alternativa al capitalismo sino que además nos dice: “estos son lentejas si quieres las comes si no las dejas”.
Ante eso aparecen economistas de la escuela keynesiana como Paul Krugman, Vicens Navarro y otros muchos más. Pretenden levantar una alternativa económica e ideológica al neoliberalismo ¿cuál? La regulación de los Mercados financieros, menor control del déficit, reforma fiscal, inversión pública, bajar los tipos de interés,  impulsar la demanda, etc. No discutiremos aquí la eficacia o ineficacia de tales medidas bajo esta crisis (hay opiniones para todos los gustos entre los economistas de izquierdas o derechas), lo que nos interesa saber es la capacidad de la sociedad para llevarlas a cabo. Sin duda muchas de ellas aliviarían el sufrimiento de millones de personas y deben ser apoyadas. Sin embargo parece evidente que las tendencias van en una dirección opuesta; o sea, a un reforzamiento del proyecto neoliberal que se impuso a partir de la crisis de los setenta.
Las alternativas programáticas al neoliberalismo instalado desde hace tres décadas en la economía mundial han sido y serán abundantes. Desde un keynesianismo de “izquierdas” hasta las propuestas directamente anticapitalistas o ecosocialistas como el decrecimiento. Sin embargo una gran parte de la sociedad  las siente como inútiles, es decir, que son muy bonitas pero imposibles de aplicar.
Por lo tanto el problema más importante no parece ser la contraposición de estas propuestas sino el mostrar su viabilidad (cómo se podrían poner en práctica rompiendo el rodillo neoliberal). Y es aquí donde los proyectos keynesianos fallan estrepitosamente en la medida en que sus agentes principales (los movimientos sindicales tradicionales), permanecen anclados al pasado y atados a la dinámica del propio sistema (como se dice popularmente es  cazar elefantes con perdigones). Mientras los sindicatos europeos convocan huelgas simbólicas de 24 horas, los dueños del poder financiero te destrozan las economías en cinco minutos en el mercado de la deuda soberana y, a partir de ahí, trazando la hoja de ruta de los gobiernos.

Las propuestas para salir de este atolladero no van a ser fáciles pero algunas señales hemos recibido en el 2011. Éstas no han venido de la mano de los sindicatos tradicionales sino de los movimientos alternativos como el 15-M en España y sobre todo las revoluciones democráticas en los países árabes. Lo que “más le duele” al poder no es tanto la huelga de duración limitada, sino la resistencia inquebrantable en Tahir y la Puerta del Sol, la desobediencia generalizada o la multiplicidad de acciones en las redes sociales o los centros más simbólicos de poder capitalista. En definitiva; solamente desatando una crisis social y política a la altura del desafío neoliberal podremos ir encontrando las “formulas” de resistencia y contraofensiva anticapitalistas; es decir, creando movimientos de resistencia que vayan arrancando conquistas y obligando al poder político y financiero a ceder en puntos básicos.
Hay una experiencia ilustrativa de lo que venimos diciendo que ha sido el 15-M.El ataque político más fuerte que ha sufrido ha sido -por parte de los partidos mayoritarios- al confrontarle con los millones de votos que obtienen PP, PSOE, CiU, etc. ¿Qué son unas cuantas miles de personas en Sol frente a una mayoría absoluta? Este intento de restarle legitimidad al 15-M demuestra también que las castas políticas ven un peligro real y potencial.
La respuesta a ellos no puede ser la confrontación de una movilización democrática frente a una democracia esclerotizada que todavía cuenta con el apoyo de una mayoría de la sociedad. El valor añadido que tiene el 15-M es múltiple en la medida que se ha convertido en un regenerador democrático y en una potentísima palanca de movilización social tanto ciudadana como entre las-os trabajadoras-os de la sanidad o la educación.

Nos gusta el 15-M por todo eso, nos gusta porque proyecta un nuevo mensaje a la sociedad al margen de la vieja cultura política o sindical que existe en la izquierda. Nos gusta por su fuerza globalizadora, solidaria, antisistema pero también por su pragmatismo y reformismo. En síntesis la potencia del 15-M es ésa. Pero esta otra también: ha demostrado que un sector de la sociedad todavía minoritario puede influir y determinar la política nacional saliendo del círculo de una democracia limitada.

4.- Una última reflexión. A la par que los Mercados han decidido el asalto total al estado de bienestar europeo (educación, sanidad y servicios sociales), los banqueros y tecnócratas del capital están tomando como un instrumento más, el control de los propios gobiernos “democráticos”. Los ejemplos de Grecia o Italia son ilustrativos así como del propio Banco Central Europeo. Ya no se limitan únicamente en poner los deberes a Merkel, Sarkozy o Cameron, ahora presiden el gobierno de la séptima economía del mundo. ¿Hasta dónde más?
Sí antes no han sonado, ya va siendo hora que suenen todas las señales de alarma social. La democracia parlamentaria, incluso ésta tan descafeinada, sigue siendo una conquista democrática pues tras ella están un montón de libertades y derechos civiles o democráticos irrenunciables que no hace falta enumerar. Alguien dijo que la principal lección de la historia es que nunca aprendemos de las lecciones de la historia. Hace más de ochenta años los movimientos fascistas y totalitarios irrumpieron en la arena mundial desatando la peor de las pesadillas humanas: la barbarie.
No es comparable ni probable que el conjunto de fuerzas que se agrupan en torno al proyecto neoliberal (desde los Mercados financieros hasta los lobbies fundamentalistas cristianos) recorran el camino de la anterior recesión o depresión mundial de los años treinta; los escenarios son muy distintos. Sin embargo su indiscutible acumulación y concentración de poder –en todos los sentidos- les lleva a subestimar las reglas de  la democracia. Para ellos, ésta, no es otra cosa que un instrumento para sus objetivos; un clínex de usar y tirar, ahora me interesa y ahora no. Hace ocho décadas Antonio Gramci –fundador del PCI y víctima del fascismo- explicaba que una forma en la que la dominación capitalista logra legitimarse es utilizando la democracia y creando una hegemonía cultural en la sociedad.
Por eso parece importante que, a la vez que se pueden defender otras formas alternativas de democracia (como ha hecho el 15-M), basadas en la movilización social, la participación ciudadana o las convocatorias de las redes sociales; no se llegue a descuidar una cosa tan elemental como el derecho a elegir a nuestras/os representantes políticos. Sobre todo teniendo en cuenta que el ejercicio de la democracia política (nos referimos a todas las formas democráticas ya sean directas o “por delegación”) es consustancial a cualquier proyecto social.


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