Trasversales
José Luis Redondo

¿Es bueno el equilibrio presupuestario?

Revista Trasversales número 24,  invierno 2011-2012

Textos del autor
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La introducción del equilibrio presupuestario en la Constitución ha sido de una prepotencia antidemocrática increíble. Una reforma decidida por dos personas, Zapatero y Rajoy, en la línea propuesta por el PP, impuesta a diputados socialistas en contra de sus opiniones, sin acuerdo con los demás partidos de la Cámara y sin recoger la opinión de los ciudadanos en referéndum. Una Constitución intocable se reforma en una semana. Un clavo más en el ataúd de la democracia, en la consolidación de los partidos políticos como aparatos sin más opiniones que las de su jefe.
Hay una propuesta neoliberal de equilibrio que pretende rebajar los impuestos a los ricos y recortar el gasto público. Es el programa oculto del PP, en parte ya en aplicación en autonomías en las que gobierna. Propuesta que prepara un nuevo crecimiento económico a costa de los sectores sociales con menos ingresos. Es la expresión política de la siempre renovada acumulación y del relanzamiento de la tasa de ganancia reduciendo las condiciones de vida de la población y debilitando las formas organizativas de los trabajadores.
También debe resaltarse que la propuesta de reducir el déficit del Estado procede de la UE, a través de reducir gastos y empeorar las condiciones de vida y trabajo de los ciudadanos. Realmente los órganos de la UE están fuera de juego y es el Gobierno alemán y la canciller Merkel la que nos marca el paso. Frente a esta política, que está conduciendo a la recesión, caben otras como los estímulos que propugna Obama y que aconseja hasta el FMI. Sin embargo, esta insistencia en el equilibrio, en recortar el déficit y la deuda, permite relanzar otro discurso alternativo, que casi nadie está formulando.

Una sociedad que vive de pedir enormes préstamos públicos y privados está apoyada sobre el tiempo futuro. Sea el de la población actual, sea sobre las siguientes generaciones. Este “depender de...” está ligado a la necesidad de crecer siempre más. Se trata de que crezca el PIB, la renta, en definitiva el consumo. Si ahora se trata de equilibrar gastos con ingresos es sólo para volver a crecer de nuevo. Es esta idea la que tiene que combatirse, hay que lanzar un discurso alternativo, hay que avanzar hacia un equilibrio sin crecimiento. Un equilibrio que preserve el gasto público, enseñanza, sanidad, servicios sociales y elimine lo mucho superfluo. Lo prioritario son las necesidades sociales y no las deudas, como han introducido en la Constitución, pero el camino no puede ser el equilibrio para repetir la misma historia, consumo ilimitado de mercancías innecesarias, de aeropuertos sin aviones e incluso con ellos y de carreteras sin coches. Para iniciar este cambio se necesita un periodo de transición, primero aumentando los ingresos fiscales que sirva a la vez para disminuir la desigualdad, al tiempo que se impulsa la reducción del gasto público y privado.

¿Se trata de no consumir por austeridad como principio moral? En último término se trata de asumir la limitación del planeta. Una civilización depredadora de los minerales, de la tierra, no puede perdurar indefinidamente. Los materiales no renovables se agotarán, en primer lugar lo harán los combustibles fósiles. El petróleo, que produce la mayor parte de la energía  para el crecimiento continuo está cerca, si no lo ha sobrepasado, del pico de su reservas y su consumo creciente llevará al aumento de su coste y a su terminación. El efecto de quemar estos combustibles es el cambio climático, que será irreversible si se continua así otros 10 años. Según los últimos datos de la Global Footprint Network, que estudia la huella ecológica, los recursos del planeta han alcanzado su límite para el consumo y la emisión de contaminantes. Se necesitarían cinco planetas para que el consumo de cualquier habitante del mundo fuera como el de un ciudadano de Estados Unidos y tres para que lo fuera como un español.
Si se pensara de verdad en el futuro, en las generaciones siguientes, no se trataría como el mayor problema el de la deuda, que puede no pagarse, sino el de permitirlas vivir en condiciones adecuadas. Se trataría en el mundo desarrollado de mantener y reforzar lo público y lo común y en los otros países de facilitarles su desarrollo. Propuesta que sólo es posible si los primeros decrecen económicamente para que los demás puedan crecer, siempre sobre la base de la limitación ecológica de los productos. La economía social está inserta en la limitación geológica de la Tierra y biológica de los seres vivos.

Este es un discurso alternativo, de equilibrio para preservar, de no consumir mercancías para ganar en lo cualitativo, de pasar del capitalismo de consumo a una sociedad basada en lo público y en formas comunitarias. Va a la contra de los dos discursos dominantes, el equilibrio a toda costa y el impulso el crecimiento aunque crezca la deuda. Ante él surgen objeciones y preguntas. ¿Cómo crear puestos de trabajo? ¿cómo desmontar la globalización financiera? ¿cómo pasar de la dependencia a la autonomía?
Las respuestas exigen estudios teóricos y prácticas sociales. Se necesitan empleos basados en tecnologías más limpias, dirigidos a las atenciones sociales, a las energías renovables, un menor tiempo de trabajo, rotación en el trabajo, renta básica garantizada... También otro modelo de producción y de consumo, reducir el consumo energético y de materiales en general, reducir el comercio mundial y tender a la producción cercana al lugar de consumo, favorecer la vida local. Por otra parte, desde un solo Estado no puede invertirse el proceso, aunque puedan hacerse avances.  Es necesario que la UE aborde estas transformaciones  y que sea más democrática. Son necesarias propuestas a escala mundial y organismos de control de los mercados para abordar una transformación que es anticapitalista y antiproductivista.
Hay que reflexionar sobre los instrumentos para abordar un cambio de tal calado, ya que los viejos partidos políticos y sindicatos están demasiado incluidos en el mantenimiento del sistema, son necesarias formas más democráticas y transversales entre clases sociales y países, formas como el 15M o los foros sociales, que ya han comenzado a influir en la sociedad.

Otro discurso exige otros análisis, otras preguntas propugnan respuestas distintas a las que se discuten, pero ya es el momento de formular las nuevas preguntas y de empezar a responderlas.


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