Trasversales
Luis M. Sáenz

Tras el 20-N: ¿y ahora qué? (I)

Ni exilio ni resignación ni inquina


Revista Trasversales número 24,  noviembre 2011

Textos del autor en Trasversales



a) Disiento...


Disiento de quienes consideran que hemos perdido las elecciones por haberlas perdido el PSOE; más adelante explicaré que creo que sí que la hemos perdido las gentes que aspiramos a detener la ofensiva contra los derechos sociales que está teniendo lugar a escala mundial, pero lo que ahora digo es que no las hemos perdido porque las haya perdido el PSOE. Para empezar, a la vista de lo ocurrido en la legislatura 2008-2011, sobre todo desde mayo de 2010, una victoria electoral del PSOE era imposible. Tampoco habría sido sano, pues daría muestra de un inmovilismo y de una incapacidad crítica pavorosa en la izquierda social, así como de una complicidad de ésta con unas políticas que sólo pueden calificarse de reaccionarias. Me parece insensata la ceguera de un sector -sólo un sector- de votantes del PSOE que, en vez de reflexionar sobre las causas de su debacle electoral y de ponerse a pensar en qué cambiar y en cómo exigir esos cambios, estalló el 21N en insultos contra las otras izquierdas, acusándolas de causar el triunfo electoral del PP por "dividir a la izquierda", empecinándose, contra toda evidencia política e incluso aritmética, en que el PP gana porque otras organizaciones de izquierda se presentan a las elecciones. La realidad es que sólo gracias a alternativas diferentes a PP y PSOE el Congreso es menos "azul" de lo que podría haber sido si sólo hubiera dependido de un PSOE que estaba derrotado de antemano y que profundizó la derrota con una campaña electoral delirante en la que Zapatero borraba con la derecha cada línea escrita con la izquierda por un Rubalcaba convertido finalmente en poco hábil entrevistador de Rajoy.

Disiento también de quienes consideran que las elecciones han sido un paso adelante porque tras la debacle del PSOE ya sólo queda por derrotar el otro miembro del par bipartidista, al otro coautor de una reforma constitucional vertiginosa y antidemocrática. Es decir, según esa lógica estaríamos mejor porque habríamos quitado de en medio a uno de los pilares políticos del sistema. Tal vez la explicación más clara y elaborada de esa tesis lo encuentro en una entrada del facebook de DRY:
"Ya hemos desenmascarado a uno de los dos grandes partidos del régimen, desahuciado por sus votantes por no haber dado cumplimiento a las demandas de la sociedad. Ahora solo queda que el PP revele ante los españoles el verdadero alcance de sus reformas y a quién van a beneficiar o perjudicar las mismas".

Esa tesis me parece politicista, pues se queda en la superficie de la realidad social al valorar todo con un criterio similar al que usan los fieles de los partidos, haciendo de los resultados de sus partidos la medida de todo, lo que deja en segundo plano y oculta el conflicto social, clasista, mucho más profundo que el choque entre o con dos partidos. El malestar social hacia el bipartidismo no es abstracto, sino malestar ante un "bipartidismo monocromático", es decir, dos partidos que se distribuyen el poder pero escasamente diferenciados en lo que se refiere a la respuesta a dar a la crisis. Eso es lo que quería dar a entender acertadamente el acrónimo PPSOE, aunque su uso no termina de convencerme por dificultar el diálogo con mucha gente crítica ante lo hecho por el PSOE pero a la que irritaba lo que les parecía una identificación abusiva.
La tesis antes citada, la de la quiebra del sistema en dos pasos (primero el PSOE, luego el PP), es ingenua, ya que sin modificar la correlación social de fuerzas entre "abajo" y "arriba" las opciones que se abren son una larga estancia del PP en el poder o una nueva alternancia con el PSOE para dentro de cuatro u ocho años. Las transformaciones sociales no avanzan a través de "desenmascaramientos" superestructurales sucesivos sino de luchas políticas y sociales, de cambios de mentalidad multitudinarios, de la creación de nuevos vínculos de solidaridad y cooperación, de la invención y experimentación colectiva de proyectos diferentes.

b) ¿Hemos perdido? En las elecciones, sí

Las consecuencias de los resultados de las elecciones del 20-N, a su vez consecuencia de la nefasta gestión llevada a cabo por los gobiernos del PSOE en la legislatura 2008-2011, serán negativas y empeorarán una situación ya mala, marcada por la guerra social transnacional declarada por las élites a la gente común. El monopolio unipartidista de casi todo el poder político institucional (Estado, comunidades, ayuntamientos) en manos del Partido Popular dará un gran margen de maniobra a un partido abiertamente reaccionario y aún más cercano a las citadas élites que los propios gobernantes seudosocialdemócratas a los que vienen a sustituir y una de cuyas últimas actuaciones ha sido el indulto dado a un importante banquero.

Rajoy continuará, acelerará, ampliará y profundizará la ofensiva contra los derechos sociales y laborales iniciada en mayo de 2010. Y lo hará desde una vinculación mucho más estrecha, orgánica, "de familia", con la CEOE y con los grandes grupos capitalistas y sin tener que soportar la tensión existente en el caso del PSOE entre la política antisocial que ha llevado a cabo durante al menos 18 meses y las aspiraciones de gran parte de sus votantes. A decir verdad, considero que entre los líderes del PSOE y del PP hay muchos puntos de cercanía y similar complicidad con las élites económicas, pero que entre sus votantes las distancias son bastantes más grandes, y esto es algo que no es irrelevante en lo que se refiere al esfuerzo necesario para presionar a unos u otros. El PP, tras su "legislatura horrible" 2000-2004, perdió sólo 560.000 votos, mientras que el PSOE, en la que acaba de terminar, ha perdido 4,3 millones, que podían haber sido mucho más si no le hubiesen votando quienes no querían hacerlo pero al final se doblegaron al miedo al PP.

Además, tal vez se recrudezca la represión contra las luchas sociales, muy en particular contra el 15M, y la libertad de expresión sufras nuevas limitaciones. Es de temer que haya que afrontar a la vez dos frentes de batalla, el frente socioeconómico-laboral y el frente de los derechos civiles, en ámbitos como el derecho al aborto -que podría sumar restricciones a las muchas ya existentes-, los derechos LGTB, la legislación penal (¡cadena perpetua!), la ya cuestionada posibilidad de obtener la residencia en España por arraigo social, etc.

Entonces, ¿hemos perdido porque ha perdido el PSOE? No, ni mucho menos. El reto de las elecciones del 20N era el mismo que el reto al que hacemos frente cada día: frenar la ofensiva contra el bienestar social y los derechos laborales, así como poner fin al retroceso acelerado en las políticas de igualdad. Las elecciones no iban a resolver eso, que se está jugando en la confrontación social, y todo el mundo sabía que el PP iba a ser el primer clasificado y el PSOE el segundo, pero estaba por ver en qué medida el rechazo a la complicidad de ambos con los grandes grupos capitalistas tenía una expresión electoral potente, que, pese a la victoria segura del PP, dejase tocada la "legitimidad" de esas políticas e impidiese una mayoría absoluta. A mi entender, pese a algunos elementos positivos de los que ahora hablaré, eso no ha sucedido. Y pasar de una mayoría relativa del PSOE a una mayoría absoluta del PP no mejorará la relación fuerzas, pues estas elecciones han deslegitimado al PSOE pero, dando la victoria al PP y a CiU en Cataluña, no han deslegitimado la política de recortes sociales, sino que han dado más poder a sus más fanáticos y coherentes partidarios. Hemos perdido, no porque haya perdido Rubalcaba sino porque ha ganado la política aplicada por Zapatero pero en una versión aún más agresiva. El desafío ante el 20N era debilitar el núcleo político común en las estrategias de Rajoy y Zapatero, lo que no se consigue con la mayoría absoluta del PP.

c) No todo ha sido negativo


Es positivo que se haya expresado una mayor pluralidad. Si en el Congreso anterior PP y PSOE sumaban 322 escaños, ahora sólo suman 296. En particular, la representación obtenida por otras candidaturas consideradas habitualmente como "izquierda" o "centro-izquierda", distintas al PSOE, ha pasado de 8 a 18 escaños. Si contásemos a Amaiur serían 25, y soy consciente de que en determinados asuntos sociales lo más probable es que mantenga posturas homologables a las de "izquierdas", pero aún debe comprobarse que no sólo renuncia a la violencia sino también a una visión totalitaria de la sociedad vasca, lo que no significa renunciar al independentismo.
Sin embargo, esa mayor pluralidad no procede de un deterioro conjunto de los partidos de "la pinza de la reforma constitucional a favor de los mercados", sino de la debacle de unos de ellos. La mayor pluralidad de la composición de la Cámara no da mayor influencia a las minorías en la toma de decisiones, dado que el papel de arbitraje que podrían jugar en un Congreso sin mayoría absoluta desaparece ante una mayoría absoluta del PP, con la que, desde el punto de vista institucional, podrá aprobar lo que quiera sin alianzas, salvo para reformar la Constitución.

Por descontado, es totalmente legítima, y comparto, la satisfacción que pueda sentir la gente de IU, ICV o Compromis por haber incrementado su presencia en el Congreso. Entre IU (8 escaños), ICV (3 escaños), Equo, Compromis (1 escaño) y Anticapitalistas han obtenido 12 escaños y un 8,5% de los votos, además de lo obtenido por ERC, BNG y G-Bai. Es un avance. Pero un avance demasiado pequeño en una situación en la que el PSOE ha perdido más de cuatro millones de votos (el PP apenas ha ganado unos 550.000) y en la que está muy presente un movimiento social, difuso pero arraigado, tan potente como el "15-M". Es un avance mediocre.

Uno de los motivos de que ese avance tan limitado es una ley electoral que no sólo ha quitado escaños a esos candidaturas sino también votos, por el efecto "voto útil". Pero quedarse en eso lleva a no evaluar debilidades propias. Creo que aún así la situación daba para mucho más que un 8,5% entre  IU, ICV, Equo, Compromis y Anticapitalistas. Por ello, yo creo que hay que ampliar la reflexión a otros ámbitos: ¿no es cierto que, pese a convergencias parciales, ninguna fuerza de izquierda o de la ecología política entendió que, cuando está en primer plano defender los derechos sociales y laborales, había que relegar las pulsiones identitarias para lograr una amplia alianza en torno a unas pocas, pero sentidas, "ideas fuerza", como el derecho a un sitio en que vivir, unos ingresos básicos con los que mantenerse, otra ley electoral, impulso de las políticas de igualdad, etc.? ¿No es cierto que hay carencias de proyecto y de democracia, desconexión social, oscilaciones entre el oportunismo y el sectarismo, exceso de ideología y consignas, déficit de pragmatismo y de convicciones,  (pocas pero tomadas en serio), autocentramiento que conlleva que las organizaciones se convierten en fin en sí mismas, incapacidad para acoger la diferencia...? No me refiero sólo a las organizaciones, sino también a muchas de las personas que procedemos de la "vieja izquierda" y que por compartir esos defectos tenemos que hacer grandes esfuerzos para encajar y no dar la nota en un movimiento novedoso como el 15M.
En realidad el principal logro de este proceso electoral es extraelectoral, y tiene más que ver con el esfuerzo realizado desde el 15M que con lo hecho y dicho por los propios partidos. Acabo de escuchar que una encuesta ha dado por resultado que el 75% de la población exige la reforma de la ley electoral en un sentido de mayor proporcionalidad. Hasta hace muy poco la ley electoral era una gran desconocida, sólo motivo de preocupación para "extravagantes" minorías, ahora es una ley cuestionada socialmente. Ese es un gran logro, que se inserta en el antagonismo fundamental en torno al que se está jugando el futuro: el antagonismo transnacional entre la ofensiva brutal de las élites contra las condiciones de vida de la gente y el surgimiento de una nueva conciencia social indignada. En ese antagonismo se está jugando todo.

d) Y ahora...

Si antes critique las reacciones sectarias de quienes han culpado de la victoria del PP a las personas que hemos votado en conciencia a opciones como Izquierda Unida, ICV, Equo-Compromis o Anticapitalistas, muchas veces también de forma crítica, también quiero decir que debemos de abandonar de inmediato actitudes estériles y declarativas del tipo "me exilio" (¿a dónde?, no hay "fuera", esta pelea es planetaria), "este país es una mierda", "que no se quejen luego de los que les pase, que hubieran votado otra cosa"... No, ni exilio, ni resignación, ni inquinas. No, no debemos exiliarnos a otro país ni tampoco a la indiferencia. Sí, demos la bienvenida a quienes, tanto si votaron PSOE como PP, empiecen a quejarse y oponerse a lo que se nos viene encima. Basta de ideología cerrada, de juicios despectivos hacia nuestras vecinas y vecinos, no podemos ir diciendo que somos el 99% y a la vez despreciar a la mayor parte de las personas con las que nos cruzamos porque no votan cómo querríamos
Es hora de convicciones y de conciencia crítica, es hora de indignación, es hora de acción y de apoyo mutuo. Es hora de mirar adelante, de que el pasado no nos aplaste, de que el partidismo y la bilis no nos margine de la realidad. Para ganar hay que convencer, para convencer hay que ser capaces de aprender de las y los demás. Hay que tener paciencia y hay que ser persistentes, sin agotar nuestros entusiasmos en unos pocos meses, porque el conflicto social nunca acabará.
Es la hora de sentirse 15M, es lo hora de hacer 15M. Es la hora de asumir que nadie puede representarnos y que a nadie podemos representar. Que lo que hay que hacer tenemos que hacerlo cada una de nosotras, cada uno de nosotros, en común y en cooperación. O eso o nos machacan.
De esto intentaré hablar en la prevista segunda parte de esta nota, si es que llego a hacerla.



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