Trasversales
Quartiers Libres

Teorías del complot: conspiracionistas y extrema derecha

Revista Trasversales número 24 otoño 2011

Texto de presentación de una conferencia organizada por Quartiers Libres y celebrada el 20 de mayo de 2011 en el local del Forum social des quartiers populares, París.



La teoría de la conspiración

Según el diccionario Petit Robert, “Un complot es un acuerdo secreto entre varias personas para derrocar a un poder establecido, o una organización para atentar contra la vida de una autoridad”.
A lo largo de la historia ha habido complots, acuerdos secretos y traiciones. Hay que distinguir estos complots y la “teoría del complot”.
La teoría del complot (conspiracionismo) es una forma de interpretar la historia que tiene como fundamento la creencia de que un pequeño grupo de individuos dirige el mundo a través de diversas manipulaciones (mágica, científica, económica, mediática).
Esta interpretación del mundo es muy especial ya que parte del principio de que el complot existe desde siempre (a veces, incluso antes de la humanidad) y en todo el mundo (y a veces incluso más allá).

Ha habido conspiraciones en la historia, pero no podemos reducir la historia a un complot universal, eterno y permanente.

Los mecanismos de la “teoría de la conspiración”

“No hay azar” y “todo está conectado” son los pilares de las tesis conspiracionistas.
La teoría de la conspiración hace uso de todos los elementos posibles (reales o imaginarios) distantes en el tiempo y el espacio como una voluntad  de explicar la providencia o el destino con medios científicos. Un plan misterioso queda desvelado por un discurso racionalista. El deseo de querer probar una convicción retomando argumentos científicos hace que las teorías de la conspiración sean atractivas para algunos creyentes, lo que explica la importancia de los temas religiosos en las obras conspiracionistas.

El conspiracionismo utiliza en la mayor parte de los casos dos argumentos para hacer que sus puntos de vista sean tan creíbles como sea posible.
El primero se basa en el hecho de que no podemos saber todo porque nos ocultan cosas. Esto permite el uso de elementos ocultos que han sido conocidos de una manera misteriosa por las personas que los revelan, sin que puedan  demostrar su fuente ni su autenticidad. Frecuentemente sacan a  relucir proyectos secretos del gobierno, textos históricos ocultos, pero también intervenciones extraterrestres o fuerzas satánicas o mágicas. Es posible pensar que todo esto es real, dado que intencionadamente se nos oculta todo.
La segunda parte del argumentario conspiracionista es el desarrollo de este supuesto escamoteo por pequeños grupos de individuos. Se pasa del engaño por omisión (se nos oculta todo) a la mentira deliberada. La historia oficial no tiene ningún valor. Las fuentes y la cronología se ponen en duda. Cualquier hecho histórico puede ser relativizado y colocado a la misma altura que algo improbable.

El conspiracionista que se presenta como defensor de los oprimidos, tiene, sin embargo, un enfoque muy cercano al de la elite que denuncia y contra la que dice estar luchando. Comparte con ella los secretos. ¿Cómo ha tenido acceso a ellos? Misterio. En cualquier caso, esto le convierte en una especie de persona elegida y clarividente que vive entre personas ciegas. El conspiracionista se adjudica el papel de un Prometeo: no es un simple mortal, es un iniciado. Si no es un renegado de alguna conspiración, se presenta como una persona de extraordinaria inteligencia y que lo sabe todo. Es la otra cara de lo que él denuncia.

Esta similitud entre el conspiracionista y el conspirador hace que, en última instancia, la teoría de la conspiración sirva a los intereses de ambos.  El uno no existe sin el otro. De hecho, el uno forma parte, implícitamente, del otro.
El conspiracionista denuncia una explotación del mundo y de la humanidad por una organización secreta, pero no proporciona ningún método para luchar contra el complot. Para los conspiracionistas, el simple hecho de denunciar la conspiración y de multiplicar la publicación de documentos tendría el poder de hacer desaparecer a la propia conspiración.

La creencia de que la conspiración es el motor de la historia quita cualquier responsabilidad al pueblo. Para un conspiracionista, seres de excepción (entre los que se encuentra) escriben y leen la historia. Esta perspectiva hace que considere al pueblo como una eterna marioneta. Es significativo que mire a la sociedad al mismo nivel y de la misma manera en que lo hace aquel a quien presenta como el amo del mundo.

¿Quién se beneficia de la teoría de la conspiración?

Está claro que de ninguna manera sirve a los dominados. La teoría de la conspiración no es un marco de análisis o un pensamiento que permita a los oprimidos construir un movimiento de resistencia o librar una lucha por la emancipación. Si una persona quiere saber quién está detrás del complot, se pierde en una búsqueda de conocimientos que le alejarán de sus preocupaciones reales. La teoría de la conspiración actúa en este sentido como un señuelo.

La teoría de la conspiración refuerza los poderes fácticos. El poder de los conspiradores que manejan los bancos, medios de comunicación, estados, multinacionales sin límites, si creemos a los “teóricos de la conspiración”. Cualquier revuelta organizada está condenada al fracaso. Si se produce una revolución, es porque era la voluntad de los conspiradores. Una visión conspirativa de la Historia no da ninguna perspectiva. Ya que la conspiración siempre gana, ¿para qué luchar?

La forma material del poder (Estado, bancos, industrias, medios de comunicación, etc.) no es cuestionada. El problema para los conspiracionistas es que al frente de todo esto está una minoría de parásitos que ha pervertido a toda la sociedad. Por ejemplo, “el banco” sería algo necesario, el problema es el “banquero”.
En el conspiracionismo, el problema no es la estructura injusta del sistema económico y social, sino el hecho de que un grupo oculto está en el puesto de mando dervirtuando un orden “justo / natural / divino”.

En ausencia de una crítica social, la teoría de la conspiración señalará a una minoría (real o inventada) y le atribuirá la responsabilidad de todos los males. El complot puede identificarse por las supuestas características (físicas, culturales) del grupo acusado de prosperar sobre la miseria del mundo. Así, las “teorías de la conspiración” puede ser permeables a las ideas xenófobas, diciendo que es posible identificar la pertenencia a un grupo de dominación secreta gracias a sus características morfológicas y culturales.

Históricamente, los movimientos políticos que utilizan la teoría de la conspiración como argumento de lucha también se han servido de ella para legitimar la represión cuando ellos llegan al poder.
Ha ocurrido incluso que los que detentan el poder utilicen las teorías de la conspiración para establecer su legitimidad o para desacreditar a sus oponentes, creando un poder sin mediación. En efecto, la amenaza de un complot tiene por objetivo crear un vínculo directo entre los amos del aparato del Estado y el pueblo.

La teoría de la conspiración sirve directamente a los intereses de los dominadores reforzando la legitimidad de su dominio en el inconsciente colectivo y facilitando el uso de la represión para conservar el poder. Las teorías de la conspiración no son necesariamente tesis de la extrema derecha, pero sirven como puentes  fácilmente utilizables por esa corriente política para ampliar su campo de acción. Esto se debe, por un lado, a que esas teorías pueden estar en correspondencia con una estrategia de propaganda consciente y eficaz, pero sobre todo porque son el reflejo de una visión global del mundo basada en los patrones de pensamiento de las derechas radicales.

Martes, 18 de octubre 2011

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