Trasversales
Jesús Jaén

La jubilación de Luzón: una reflexión

Revista Trasversales número 25 enero 2012

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Non furtum facies” No robarás (Séptimo mandamiento)

El señor Luzón, tercer consejero en el mando del Banco Santander, se jubila con una pensión de 66 millones de euros.
El señor Luzón seguramente es un “buen cristiano” y debería saber que robar atenta al séptimo mandamiento, que su Iglesia desde la Edad Media se oponía a la usura “Usura est plus accipere quam dare” (Usura es recibir más de lo que se ha dado). “Y el Señor dijo: prestad sin esperar nada a cambio (Lucas VI, XXXV). El señor Luzón y su Banco se enriquecen especulando en los mercados financieros o con el cobro abusivo de sus operaciones bancarias.

El señor Luzón debería saber, y lo sabe, que con sus 66 millones de euros, que cobrará de pensionista, se pueden pagar las nóminas completas de TODO el Hospital Universitario de La Princesa a lo largo de más de un año. Han oído bien, todo; nada menos que dos mil y pico puestos de trabajo en la sanidad pública madrileña (acosada ahora por los recortes sociales). El señor Luzón si tiene hijos y nietos, también debería saber, y lo sabe, que la Educación está sufriendo recortes, así como la totalidad de los servicios sociales, la investigación, etc.

Pero este señor pertenece a una clase social que no tiene escrúpulos, ni ojos ni oídos para la sociedad. Desahuciar a una familia que no puede pagar su hipoteca al Banco Santander es –para ellos- un dato contable. El sufrimiento de cinco millones de paradas-os es una especie de “catástrofe natural” que nada tiene que ver con su sistema social. Esa élite social se siente legitimada y respaldada por las instituciones o las leyes concebidas a su imagen y semejanza. Las burguesías financieras –a la que pertenece el señor Luzón- (utilizo el término que propone el profesor Vicens Navarro) son las herederas de la aristocracia, los terratenientes y las burguesías nacionales del siglo pasado. Se equivocan los que piensan que detrás de esta “cleptopía” (según el recomendado libro de Matt Taibbi) solo existe una compulsiva ansiedad por el dinero; muy al contrario, la acumulación y concentración de capital es el único camino de esta élite social para perpetuar per seculam seculorum su propia estirpe. No son enfermos de poder sino Sujetos de un poder enfermo. (Los datos sobre la evolución de la desigualdad social en los últimos cincuenta años –en países tan importantes como Estados Unidos o Europa- hablan de un aumento de diez puntos a favor de los que se encuentran en lo más elevado de la pirámide social).

Hace unos meses hemos visto como a sectores de la “burguesía financiera” le producía rubor su propia posición de privilegio ante las injustas cargas fiscales (“pagamos menos impuestos que nuestras secretarias”). Se trata de un lavado de cara para aparentar algo de sensibilidad social. Aquí en España ni eso.
Todas las medidas que se adopten para evitar recortes, disminuir las desigualdades sociales, abogar por una distribución más justa de la riqueza, reformar las leyes fiscales, obligar a la banca a pagar impuestos por las transacciones financieras, regular los mercados, forzar los créditos baratos a las trabajadoras-es autónomos o pequeñas empresas, serán bienvenidas. Sin embargo lo que se avance por un lado se perderá por el otro si no hay un proceso de movilización continuado y sostenido en el tiempo; si no hay una opinión pública y una sociedad concienciada y movilizada contra las desigualdades, los abusos y la corrupción de las clases dominantes.

El historiador E.P. Thompson escribía que en el siglo XVIII en Inglaterra la multitud (concepto interclasista referido a las clases populares en la sociedad protoindustrial) protagonizaron infinidad de luchas, disturbios y motines para combatir las injusticias del Mercado (basado en el laissez faire). Estas movilizaciones –que duraron más de cien años- se han recogido bajo el término de la economía moral de la multitud porque se trataba de restituir precios justos obligando a sacar los suministros al mercado. Durante muchos años se consiguieron éxitos parciales porque la multitud se movilizó con fuerza y muchas veces con violencia extrema.

El ejemplo de las revoluciones también es importante, pero si sabemos interpretarlas sin dogmatismo. A veces hemos “pecado” de estar aguardando un paradigma imposible (una revolución que por su esencia solucionará todas las injusticias y traerá un nuevo orden social justo). Tanto “esperar a Godot” que a muchos les han pasado –las revoluciones- por delante de sus narices.  Las multitudes y las clases hacen sus revoluciones sin manuales, empujadas por la extrema necesidad de sobrevivir o de vivir más dignamente; no preguntan sino que actúan espontáneamente.

Así puede ser el futuro de Europa en los próximos años. Puede llegar un tiempo en que tanta desigualdad, injusticia, humillación y provocación de los Luzón de turno, haga explotar a multitudes y clases que hasta ahora estaban dormidas. Su rugido conmovería los resortes de unas instituciones creadas para el inmovilismo social. ¿Acaso alguien previó el 15-M?

22 de enero de 2012


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