Trasversales
Beatriz Gimeno

No están equivocados. Existe un plan

Revista Trasversales número 25, mayo 2012

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Se puede decir de formas complicadas pero también se puede decir de manera simple: si los partidos que ganan las elecciones hacen todo lo que dijeron que no harían para ganarlas, ¿qué legitimidad tienen después para aplicar sus mentiras? El programa electoral del PP era una mentira de arriba abajo y, como tal mentira, completamente intencionada. Los futuros gobernantes sí que sabían lo que iban a hacer en cuanto ganaran, como se le escapó al portavoz del PP en la Comisión de Sanidad del Senado Jesús Aguirre o al propio Rajoy (“haré lo que tenga que hacer aunque haya dicho lo contrario”). El hecho de que tuvieran que mentir indica que sabían de sobra que de decir la verdad puede que no hubieran ganado las elecciones, es decir, que se reconoce que la mayoría de la gente, si tuviéramos alguna capacidad de elegir, elegiríamos otra cosa distinta a ésta que se nos está imponiendo. Se nos hurta así la posibilidad real de elegir qué tipo de política queremos

Esto nos lleva a la deslegitimación entera de un gobierno salido de una especie de tomadura de pelo intencionada, pero también de un sistema que parece pensado para que los gobiernos hagan lo contrario de lo que quieren sus respectivas ciudadanías. La siguiente pregunta es: si no gobiernan para hacer lo que la mayoría de la gente quiere como se supone que ocurre en democracia ¿para quién gobiernan? Pues para los beneficiarios de las políticas que, fraudulentamente y hurtadas al voto, desarrollan, es decir, para los poderes financieros. La crisis no es más que una excusa, el verdadero objetivo no es otro que provocar un cambio completo de modelo. No es verdad que no haya dinero: no  hay dinero para la sanidad pública, pero si para dárselo a los bancos. No es muy complicado de entender ni de ver. Por tanto, aceptado lo anterior, no es verdad tampoco que estos gobernantes estén equivocando sus políticas. No están equivocados, saben muy bien lo que hacen. El objetivo es acabar con el modelo social (más o menos social) construido después de la Segunda Guerra Mundial, convertirnos en una sociedad de consumidores en la que el estado no sea más que el responsable de reprimir la disidencia, garantizar “su” orden y gestionar algunas cuestiones ineludibles, pocas, así como de organizar un poco el tráfago de intereses privados.

Es inútil tratar de demostrar con argumentos que la política que hacen está equivocada y nos lleva al desastre. Primero por lo dicho, porque no están equivocados, sólo nos mienten. Y segundo porque, además, el capitalismo es irracional y lleva, con seguridad, a la catástrofe. No se le puede detener con razones porque es un tren sin frenos destinado a autoaniquilarse,  con el inconveniente de que nuestras vidas van en ese tren. Al capitalismo hay que frenarle con un levantamiento democrático, con la insumisión popular, pero no se convencerá a ninguno de sus sacerdotes, es decir, gobernantes, con razones. La razón está excluida de esta ecuación.

Leía hace poco en El despertar de la historia de Alan Badiou la descripción que el filósofo hace de lo que podrían ser las órdenes que los poderes financieros dan a los respectivos gobiernos y que estos cumplen, con mayor o menor entusiasmo según se llamen de derechas o presuntamente socialistas, pero que todos cumplen. Las órdenes que darían estos que el filósofo francés llama bandidos o mafiosos serían de este tenor: “Privaticen todo. Supriman la ayuda a los débiles, a los solitarios, a los enfermos, a los parados. Supriman toda ayuda a todos menos a los bancos. No asistan a los pobres, dejen morir a los viejos. Bajen el salario de los pobres y los impuestos a los ricos. Que todo el mundo trabaje hasta los 90 años. Enseñen matemáticas solo a los traders, a leer sólo a los grandes propietarios, historia sólo a los ideólogos a nuestro servicio”.

¿Os suena esa música? Pues ese es el plan.  No hay más razón aquí que el interés de esa oligarquía que está en disposición de dar esas órdenes. También sabemos que la mayoría de quienes nos gobiernan están a su servicio. Y si esto suena crudo no hay más que ver el tráfico de políticos de todos los partidos desde la política a los consejos de administración de financieras, petroleras, eléctricas o farmacéuticas. Ser ministro, ministra o alto cargo, privatizar algo, o dar enormes beneficios a una empresa y acabar después asesorando a la misma empresa que poco antes se ha puesto en manos privadas o se ha beneficiado, ya ni nos asombra. La inmensa mayoría (sé que no todos) de los políticos que han tenido verdadero poder pasan del cargo público a formar parte de la casta de los ricos, sin solución de continuidad. Parece que ser asesor muy bien pagado es la salida de los que antes han gobernado y tenemos derecho a temernos que no se les contrata para que asesoren a estas empresas sobre cómo distribuir de manera más justa y equitativa la riqueza o cómo atender de verdad al interés general.

Pero esto se puede parar. Por mucho que los medios se empeñen en llamar “radicales” a quienes no aceptamos que este orden de cosas sea inevitable podemos llenar las urnas de votos radicales cuando toque, y podemos mientras echarnos a la calle este 12 de mayo y tantas veces como sea necesario y podemos negarnos a seguir las órdenes y podemos rebelarnos y podemos despojarnos del miedo que tratan de infundirnos y podemos tejer redes solidarias y de conocimiento, y podemos leer y podemos escribir y podemos explicar y hablar. Y podemos ocupar el espacio público que es nuestro,  y podemos ocupar, en fin, la democracia que nos están robando, junto con todo lo demás. Podemos, como dice Eduardo Galeano, buscar los soles que hay en la noche escondida, que no se ven, pero que, de golpe, iluminan los caminos.

Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)
http://beatrizgimeno.es



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