Trasversales
Luis M. Sáenz

Alianza, no la temamos

Revista Trasversales número 26,  agosto 2012 (web)

Textos del autor en Trasversales


Estamos a la defensiva. Pensar otra cosa sería engañarse. Pero estamos defendiéndenos, sin resignación, en una época en la que defender lo que teníamos exige una movilización social sostenida muy potente y decidida. Y exige inventar nuevas formas de acción, crear nuevos vínculos sociales y transformar nuestras mentalidades, lo que puede crear condiciones para que dentro de algún tiempo podamos ir más allá. Eso está ocurriendo, sobre todo a partir del 15My2011. Esa es la propensión positiva que ha emergido en una situación francamente negativa.
Si no queremos una victoria  de las élites catastrófica para la gran mayoría de la sociedad, esa movilización social continuada requiere la participación de mucha, mucha gente, lo que a su vez requiere una gran unidad en la acción en torno a objetivos y sentimientos comunes. Nadie debe callar sus ideas, pero nadie debe usar las ideas que nos diferencian para poner obstáculos a la unidad de acción en todo lo que nos acerca, que hoy es mucho porque mucho nos quieren quitar.

Se trata de prioridades. Toda organización y colectivo que, a la hora de decidir su comportamiento, dé prioridad a las posibilidades de autocrecimiento o de consolidación de su influencia, cometerá un grave error y perjudicará al movimiento social. Lo más necesario ahora es la cooperación, la unidad de acción, la ayuda mutua, la convergencia social más amplia posible en torno a objetivos socialmente justos.

Un "otoño caliente" está servido. La cita multitudinaria más cercana es la Marcha a Madrid convocada para el 15 de septiembre por CCOO, UGT y las decenas de entidades agrupadas en la Cumbre Social, así como por otras no integradas en esa plataforma. También se prevé un inicio de curso conflictivo en la Enseñanza. Está en preparación una jornada de acción propuesta en Madrid para el 22 de septiembre desde "acampadasol" y otros colectivos del "magma 15M", orientada hacia desmontar las mentiras del Gobierno y a la presentación de alternativas de transformación social.
Además, el 26 de septiembre habrá huelga general en el País Vasco y Navarra, a la que CCOO y UGT deberían unirse para facilitar la dinámica unitaria, y la CGT se plantea una jornada de lucha en toda España en esa misma fecha. El 28 de septiembre habrá movilizaciones por el derecho al aborto promovidas por plataformas y colectivos feministas, y para el 13 de octubre se trabaja, desde el entorno "15M", para una jornada transnacional. En todas esas luchas, y en las que ya están en marcha, como las acciones que está desarrollando el SAT en Andalucía o la que sigue en marcha en las comarcas mineras, se constituirá la alianza social que necesitamos, si conservadurismos, aventurerismos, prepotencias y sectarismos no lo impiden.

Precisamente sobre eso querría reflexionar, sobre las piedras que podemos lanzar contra nuestro propia tejado si nos dejamos arrastrar por nuestras particularidades políticas o "ideológicas" y las ponemos por encima de la necesidad de acción común y de alianza social por el derecho a una vivienda, por el derecho a un ingreso mínimo garantizado, por el derecho universal a la sanidad y la educación, por nuestros derechos laborales, sociales y civiles. En particular, querría referirme a lo que he visto en dos movimientos en los que me muevo, el movimiento sindical y el movimiento "15M". Para ello, tengo que retroceder, al menos, hasta mayo de 2011.

El 15 de mayo de 2011 comenzó algo muy importante. Más allá de las “formas organizadas” parciales a las que dio lugar, que han tenido un papel valioso con sus aciertos y sus errores, lo esencial de lo ocurrido reside en el espíritu de ese movimiento sin fronteras definidas y sin miembros, en un cambio colosal en nuestras mentalidades, en su capacidad de impregnación, es decir, de contaminar positivamente las luchas sociales.
Mi experiencia como afiliado a una de las dos grandes centrales sindicales, CCOO y UGT, es que, pese a la participación en el 15M de muchas personas afiliadas a ellas, las estructuras sindicales, quizá más aún en zonas intermedias esclerotizadas que en las propias cúpulas confederales, no entendieron el significado del movimiento, por lo que al comienzo la vida sindical se desarrolló como si nada hubiera pasado “ahí fuera”, hasta el punto de que he escuchado en asambleas a portavoces sindicales analizar la situación sobre la base de que “la gente no se mueve, no protesta”, cuando ya era evidente que día a día se manifestaba de muchas maneras un movimiento amplísimo. Verdad es que en el ámbito 15M se difundió un ánimo muy crítico hacia CCOO y UGT, llegando a veces, en algunos sectores, a descalificaciones injustas o a ideas disparatadas, como la de que los sindicatos podían ser sustituidos en las empresas por asambleas 15M. Sin embargo, limitarse a constatar eso era ignorar las críticas justas y cerrar los ojos ante las raíces reales de ese descontento, como, por ejemplo, el pacto con el Gobierno para el pensionazo, que desacreditó a ambas centrales ante grandes sectores de la sociedad y las/nos dejó en muy mal estado para hacer frente a lo que se venía encima; ignorar también problemas ciertos, sobre los que es preciso reflexionar, relacionados con la financiación, el papel institucional en determinadas entidades, la democracia interna, la vinculación entre sindicatos, comités de empresa y asambleas, los mecanismos de control sobre comportamientos ajenos a la ética sindical, etc. Aunque haya excepciones, el sindicalismo mayoritario de CCOO y UGT no supo dar al 15M la importancia decisiva que tenía, más aún se percibió con bastante incomprensión y a veces con miedo; añado a eso que, a mi entender, tampoco lo supo hacer, en líneas generales, el sindicalismo que se propone como alternativo, tanto en aquellas franjas que, en el fondo, lo veían como un "movimiento pequeño burgués" como en aquellas que, más abiertas a él, tendieron a instrumentarle como una sigla más a integrar en sus propias iniciativas.

Pese a todo, el “espíritu 15M” expresó una enorme inteligencia social. Mi experiencia es que, en las mismas asambleas de barrio o comisiones temáticas en las que se había criticado mucho a CCOO y UGT, en los grandes momentos se entendía perfectamente la necesidad de unidad de acción, sumándose a las movilizaciones verdaderamente importantes convocadas por ambas centrales, aunque fuese bajo fórmulas como la de “bloque 15M”, perfecta a mi entender, o “bloque crítico”, más discutible pero que también ha jugado un papel aglutinador positivo, teniendo así el "magma 15M" un papel importante en la preparación de la huelga general del 29Mz2012, como ya antes había impregnado la “marea verde” y otras luchas sociales.

Las manifestaciones masivas que tuvieron el 29 de marzo o el 19 de julio de 2012, el recibimiento en Madrid a la lucha minera o algunas otras luchas sociales no pueden ser entendidas sin el “factor 15M”, sin las semillas de rebelión sembradas, aunque, a su vez, tampoco pueden ser reducidas a éste, ya que en esas acciones ha emergido, en sus primeros pasos, una alianza social que incluye a “15M” y a los sindicatos (no sólo CCOO y UGT, también a otros sindicatos como CGT, CNT o Intersindical) pero que es mucho más que una suma de componentes identificables, pues es expresión de una dinámica social que ha emergido desde abajo, en las calles y plazas, y que en los últimos meses también ha prendido en muchos centros de trabajo.
Todo esto ha comenzado a incidir sobre los comportamientos de las organizaciones sindicales. En los últimos meses han ocurrido cosas que poco antes eran casi impensables. Movilizaciones masivas convocadas inicialmente por CCOO y UGT han sido cerradas con las intervenciones de personas casi anónimas; en muchas empresas privadas o en entidades públicas se ha alcanzado un grado de unidad de acción sindical desconocido desde hace décadas; las organizaciones sindicales están colaborando con "el 15M" y con plataformas que defienden el derecho a la vivienda en la recogida masiva de firmas para una ILP que pide la modificación de la ley hipotecaria. Una tendencia similar se expresa en la convocatoria del 15Sep2012, en la que CCOO y UGT han cedido protagonismo en una amplia plataforma, denominada Cumbre Social; a su vez, el impulso unitario también influye sobre sindicatos que, como la CGT, han optado por participar en esa movilización, con identidad propia, aunque no firmen el manifiesto de la Cumbre.

No quiero decir con esto que los sindicalismos hayan superado ya sus dificultades, sus errores, sus/nuestros defectos. Ese es un largo camino que tal vez se recorra y tal vez no. Quiero decir, ante todo, que hay una nueva situación social, a la que los sindicatos no deben volver la espalda, una situación en la que los problemas que se nos plantean en el día a día son nuevos y no pueden resolverse desde la mera afirmación de las identidades de cada cual, en la que sería absurdo que desde el magma "15M" sólo se viese en esos cambios una "maniobra" a desenmascarar sin darse cuenta de que, en gran medida, esos cambios son consecuencia del propio espíritu del 15M.

Desde el 15 de mayo de 2011 hasta el 15 de septiembre de 2012 habrán transcurrido sólo 16 meses, pero todo ha cambiado: en mi centro de trabajo se ha multiplicado por nueve o por diez el número de personas que de una manera u otra se moviliza y protesta, así que si antes cada cual iba con su sindicato, con el 15M o con sus amistades a las manifestaciones, ahora lo que se discute, por ejemplo el 19 de julio, es dónde quedamos para ir en común, lo que deja fuera de lugar o convierte en "excentricidades" debates sobre a “qué mani vamos” (afortunadamente, el 19 de julio eso no estaba planteado, pero sí el 29 de marzo, día que hubo cinco convocatorias distintas en Madrid), o “con quien vamos”. La necesidad de que los sindicatos nos adaptemos a estas condiciones es evidente, pero lo mismo ocurre con el "15M": la existencia de cinco manifestaciones sindicales el 29 de marzo en Madrid planteó serias dificultades al activismo que había cooperado en los barrios durante semanas preparando la huelga general, ya que no correspondía elegir una de ellas. En el contexto actual debe entenderse que, cuando en un centro de trabajo se habla de cómo quedar para ir a una manifestación en grupo, tan (o más) extravagante sonaría decir "vamos con el bloque 15M" que decir "vamos con UGT (o CCOO, o CGT...)". La realidad ha cambiado y tenemos que modificar nuestras maneras de actuar. Cuanto más amplia es la movilización, más fronteras se rompen.

Y esto me lleva ahora a otra faceta, posando ahora la mirada sobre el magma 15M. Hay sectores activos en las “franjas organizadas” del 15M, es decir, en asambleas de barrio o municipio, comisiones, grupos de trabajo, etc., que tras la importantísima manifestación del 19 de julio empezaron a emitir con insistencia dos mensajes que daban de lado la magnitud extraordinaria de esa lucha social y minusvaloraban la impregnación del espíritu 15M que en ella se manifestó: uno de esos mensajes dice que las manifestaciones masivas no sirven para nada y el otro dice que no hay que sobrevalorar la incorporación a la lucha social de tantísima gente porque sólo lo habían hecho cuando habían tocado su “bolsillo” y era algo meramente “economicista”. Creo que ese punto de vista ignora que cualquier transformación positiva sólo puede derivar de acciones colectivas lo más amplias posibles y del cambio en nuestras mentalidades, así como que éstas se transforman en el curso de la acción común. Las jerarquías “delante”/”detrás”,·"vanguardias/masas", son tan destructoras como las jerarquías “arriba/abajo”.
Este sesgo ha tomado forma más precisa tras la convocatoria de la Cumbre Social para el 15 de septiembre. Frente a la “tradición” de participación autónoma o explícitamente crítica en las convocatorias de CCOO y UGT no rituales (es decir, en aquellas en las que se palpa que serán una oportunidad para una importante movilización social, no una mera acción proclamativa por parte de las estructuras sindicales), quienes han sostenido las tesis a que me he referido en el párrafo anterior tienden a manifestar ahora una opinión abiertamente contraria a esa movilización. En los argumentos dados predomina la inquietud de que CCOO y UGT capitalicen el movimiento social y lo paralicen, dando prioridad así a problemas de “liderazgo” en vez de a la propia dinámica de lucha social y a la construcción de una alianza social impensable sin el “espíritu 15M” pero también sin las personas afiliadas a los sindicatos y los canales de éstos, siendo la idea de que "con la base sí, pero no con los dirigentes" un mero subterfugio pues quiere decir "venid conmigo y nos unimos". La referencia a tomar no puede ser, en negativo, lo que hacen o dejan de hacer otros: la referencia tiene que ser el movimiento social, la posibilidad de lograr movilizaciones potentes.

A mi entender, en el momento actual son necesarias tanto las movilizaciones convocadas desde los sindicatos y otras organizaciones tradicionales, entre otras cosas porque su "legalidad" permite la participación de sectores que difícilmente pueden hacerlo en otras condiciones, como las que surgen  desde el "magma 15M", en cierta forma más flexibles y continuadas, más críticas del sistema. Contraponerlas perjudica al movimiento social. Las organizaciones sindicales deberían ayudar a difundir aquellas tipo 15M, sin ánimo de protagonismo y dejándose de temores y conservadurismos, y desde el 15M convendría mantener la tradición de apoyo autónomo, incluso crítico, a aquellas acciones que, las convoque quien las convoque, ayuden a la convergencia en la acción de un creciente número de personas contra los recortes, contra el Gobierno, contra los grupos privilegiados que crearon la crisis y ahora la utilizan para quedarnos sin derechos.

Entiendo que cada organización o movimiento trate de fortalecerse y de convencer, aunque creo también que todas las organizaciones y todos los movimientos tenemos pendiente una revisión profunda de nuestras maneras de hacer. Pero si las organizaciones y movimientos parciales que se proponen cambiar las cosas se convierten en su propia prioridad, entonces no cumplirán su papel. Debemos mirar con otros ojos. ¿Qué podemos hacer para que la marea contra los recortes crezca y se haga más fuerte?

Más allá del núcleo común en torno al que aglutinar las acciones sociales, que no está formado sólo por "reivindicaciones concretas" sino también por un rechazo frontal al Gobierno, a las élites dominantes y a su sistema, cada cual es libre de difundir sus propuestas estratégicas y de intentar convencernos. Ya sea el "acuerdo nacional" propuesto por CCOO y UGT, ya la huelga general indefinida de la que se habla en algunos ambientes, ya la "asamblea constituyente" propuesta en otros, son propuestas que, en el momento actual, no veo realistas ni acordes (por defecto, por exceso o por ambas cosas a la vez) al movimiento real de protesta, pero sobre las que podemos reflexionar en los espacios adecuados para ello. Lo que no podemos hacer es aferrarnos a ese tipo de propuestas y pretender que el movimiento social se articule de inmediato en torno a ellas.

Lo que está hoy en juego no es la hegemonía sindical. Lo que está hoy en juego no es qué colectivos hegemonizan la resistencia social a la ofensiva reaccionaria de los más ricos. Está en juego la supervivencia social. Nuestra sociedad nunca ha sido justa, pero ahora la injusticia está inundando todo. Para impedirlo, nadie sobra. Para pararles los pies, hacemos falta casi todas y casi todos. Con nuestros defectos, con nuestras limitaciones, con nuestras diferencias. Por eso mismo, porque somos diferentes, pero también porque tenemos mucho en común y porque en común tenemos que crear una sociedad mejor, necesitamos construir una gran alianza social. Pero tampoco se trata de aferrarnos a esa otra "estrategia", la alianza convertida en un cliché o etiqueta más, ni de que se sumen siglas al final de un papel con un "programa" pactado desde arriba. Se trata, sencillamente, de no supeditar la acción a ninguna consigna-fetiche surgida de un "laboratorio ideológico", de buscar el más amplio frente común en cada lucha social que se inicie y de propiciar la convergencia de todas las luchas.
Nos vemos, el 15 de septiembre con la Cumbre Social y los colectivos que convocan sin ser parte de ella; el 22, con los colectivos "15-M" que trabajan para que ese día sea un nuevo paso en el desmontaje de mentiras; el 28 de septiembre, con los colectivos feministas, por el derecho de las mujeres a decidir su maternidad (*). Y así seguiremos, hasta pararles, hasta echarles.

(*) Soy consciente de que en septiembre está convocada otra acción "llamativa", recogida ya en medios de información. Pero dado que tendría que hacer una valoración muy crítica de ella y que sus promotores han optado por mantenerse en el anonimato porque "Algunos de nosotros ya estamos fichados y perseguidos suficientemente por todo lo que hemos hecho durante este año y pico o antes, y queremos protegernos", por lo que no podrían responderme, prefiero no hablar de ella. 


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