Trasversales
Beatriz Gimeno

Las lágrimas de Aguirre

Revista Trasversales número 26, septiembre 2012 web)

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Esta semana han ocurrido dos cosas reseñables: ha dimitido Esperanza Aguirre y a Mitt Romney se le ha cogido hablando en serio, es decir, en privado y a sus amigos y pensando que no había prensa. Ambos son neoliberales duros y ambos tienen la misma visión del mundo, la que Romney ha dejado meridianamente clara. Los pobres son unos vagos, unos parásitos, que “se creen con derecho a comida, a vivienda, a atención sanitaria, a cualquier cosa”. Eso es lo que piensa un millonario y Esperanza Aguirre, otra millonaria, piensa lo mismo exactamente, (aunque tampoco lo dice) y ha trabajado toda su vida para imponer esa visión del mundo; es decir para que esos derechos dejen de serlo y para que quien no puede pagar comida, vivienda, atención sanitaria o educación simplemente no las tenga.

Los neoliberales, como Esperanza Aguirre o como Mitt Romney, intentan esparcir la idea de que los pobres son pobres porque quieren y no trabajan bastante, no se esfuerzan; intentan hacernos creer que en esta sociedad el mérito es lo más importante y que “tanto vales, tanto ganas”; intentan que creamos que en condiciones de libertad todo el que quiere puede. Aparte del hecho de que habría que saber exactamente cómo se mide el valor de una persona y si es posible asumir que unas personas valen más que otras (por ejemplo ¿por qué vale más un emprendedor –palabra fetiche del neoliberalismo- que una persona solidaria o buena?) esto es en todo caso una gran mentira. La inmensa mayoría de estas personas ha nacido en familias ricas de manera que no se lo han ganado ni han tenido que trabajar para ello; han estudiado en colegios de élite en donde no importa lo malo o lo bueno que seas, sino que importan los contactos; podrán pagarse también universidades exclusivas, tendrán acceso a la mejor formación si la quieren, y si no, da igual, serán contratados por ser quienes son (¿están en paro los hijos de Esperanza Aguirre o de algún rico?), heredarán un dinero que no se han ganado y serán ricos que dejaran la riqueza a sus hijos.  El trabajo político de los neoliberales es doble: conseguir las condiciones para que los ricos sean más ricos cada vez y conseguir también que la mayoría de la gente no se percate de que están dedicados a eso, lo que exige un férreo control de la información y el conocimiento y una perversión constante del lenguaje y de las ideas. Esperanza Aguirre era muy buena haciendo ambas cosas.

Como Aguirre es muy buena en lo suyo ha conseguido incluso dar pena en su despedida. Reconozcamos que existe esa costumbre hipócrita de no hablar mal de los muertos pero Aguirre no se ha muerto, sólo se va a jugar al golf,  así que no sé por qué mi juicio sobre ella iba a ser ahora distinto del que era hace una semana. Su ascenso a la Presidencia de la Comunidad de Madrid comenzó con un robo a la ciudadanía del que ella fue la beneficiaria y muy poco después se instaló en su despacho en calidad de presidenta de los empresarios madrileños. A trabajar para los empresarios consiguiendo al mismo tiempo que esto no se viera claramente ha dedicado lo mejor de sus esfuerzos laborales. Así, ha hecho todo lo posible para recortar dinero a la enseñanza pública (80 millones) mientras que se lo regalaba a la privada-concertada. Es decir, se aseguraba que los hijos de los que no tienen dinero no reciban una buena educación para que así sean buenos y callados trabajadores. Ha recortado en becas de comedor, en libros, en rutas escolares… Ha elevado las tasas universitarias para asegurarse lo mismo, que sólo estudien los ricos. He empobrecido a la sanidad pública (40 millones en recortes) mientras que le ha dado 130 millones más a la privada; así creaba un enorme nicho de negocio donde antes no lo había para que sus amigos (¿alguien duda que son sus amigos?) puedan hacerse mucho más ricos. Acabó con los pocos impuestos que pagan los ricos y no les cobró –faltaría más- el impuesto de patrimonio. El adalid de la libertad manipuló hasta la caricatura a Telemadrid sin cortarse un pelo, para chula ella. Al mismo tiempo inauguraba hospitales vacíos y llenaba los colegios de carteles en los que se anuncia un bilingüismo inexistente pero que se ve mucho desde la calle.

Todas estas medidas, que son solo las más llamativas, no son meras decisiones políticas, son medidas que causan sufrimiento real a personas reales. No me gustó que muchos políticos de izquierdas alabaran su talla política de manera aséptica. Eso demuestra que muchos políticos ven la política como un tablero de juego en el que se mueven fichas. Es posible que hubiera un tiempo en el que las medidas políticas no se clavaban de esta manera en las vidas de las personas porque había un suelo de derechos inamovibles, porque existía una protección básica. Puede que entonces la política hiciera adversarios; ahora la política neoliberal que nos están imponiendo desvela que vivimos una guerra de las élites contra la gente corriente, una guerra que nos quiere desposeer de todo. Los que aplican esas políticas sin rechistar son más que adversarios porque sus políticas no son decisiones administrativas, son decisiones que están generando sufrimiento real.

Cáritas acaba de alertar de que en España  de cada cuatro personas es pobre, mucha gente se está quedando sin nada; a mucha gente le están robando la vida. Ahora los profesores de la pública advierten de que muchos niños llegan sin desayunar y que están adormecidos por la mala alimentación que reciben en sus casas, ahora muchas personas enfermas viven con la angustia de saber que existe un tratamiento pero que no pueden pagarlo; ahora las personas dependientes son tratados como despojos humanos, se les dice que no hay dinero para cubrir sus mínimas necesidades. Más que decisiones políticas son sentencias.

Las lágrimas de Esperanza Aguirre en su despedida (no sé si lloraba porque está enferma o porque Rajoy se ha librado de ella) no me dieron ninguna pena. Podría desearle (y que cada cual lo interprete como quiera) que llegara a experimentar alguna vez lo mismo que ella ha obligado a experimentar a mucha gente, pero no creo en ese tipo de justicia ni, además, su marcha va a cambiar las políticas que se están haciendo. Me limitaré a decir que la talla política y humana de Esperanza Aguirre ha sido, como poco, siniestra.

Beatriz Gimeno es escritora y expresidenta de la FELGT (Federación Española de Lesbianas, Gays y Transexuales)



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