Trasversales
Beatriz Gimeno

El vértigo

Revista Trasversales número 26, octubre 2012( web)

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Sentimos vértigo, yo al menos lo siento. No se trata sólo del vértigo que me produce -y es grande- la precarización de la vida a la que estamos siendo sometidos, sino que va más allá. Es el vértigo que sentimos al vernos embarcados en un vehículo que va a toda velocidad por una autopista, sin frenos y marcha atrás. La vida humana es una lucha entre la civilidad y el caos o, dicho vulgarmente, entre la civilidad y la selva. Y en esta legislatura el descenso a la selva está siendo tan pronunciado que da terror.

Es obvio que los retrocesos en derechos civilizatorios tienen que ir acompañados de un potente aparato ideológico que justifique, explique y trate de convencer y de engañar a la gente para impedir en lo posible las protestas que, en todo caso, y finalmente explotan siempre, tarden más o menos. Lo que nadie quizá hubiera imaginado es lo brutal que resulta la propaganda desplegada para convencernos de lo que resulta intragable. El vértigo tiene que ver con la sensación que tenemos muchos cuando vemos cómo hemos pasado de un país que de repente era pionero en muchas cosas, avanzado y moderno por primera vez en su historia, al que medio mundo miraba con admiración, a este otro que es el de siempre, pero al que nos habíamos desacostumbrado. Las explicaciones económicas las conocemos. Las ideológicas son esas que ahora sirven para apuntalar las primeras.

He tratado de explicar estos días a unos amigos franceses y belgas que el Consejo de Ministros de este país, falsamente aconfesional, otorgó, sin morirse de vergüenza, una medalla a la Virgen del Pilar. No hubiera estado mal una pregunta en la rueda de prensa posterior acerca de qué méritos concurrían en la Pilarica para tan alto honor. Me pregunto qué ministra o ministro elevó la cuestión y qué razones dio. Se le hubiera podido preguntar también si esta medalla va en la misma línea de la costumbre de la Ministra de Trabajo de encomendar la salida de la crisis a las vírgenes oriundas de los lugares que visita, y si esa es la estrategia del PP para sacarnos de esta situación. No me parece que la Virgen del Pilar se merezca una medalla, el paro ni siquiera disminuye en en Zaragoza que es lo que tiene más cerca. Me hubiera gustado ver a Sáez de Santamaría respondiendo a esta cuestión.

Puestos a premiar a la divinidad, ya podía Wert haber propuesto para la medalla a la Moreneta y después, en su propósito de españolizar España, haberse empeñado en imponérsela él mismo. Con ese simple gesto hubiera españolizado mucho más que con cualquier otra cosa. Españolizar es algo que Wert sólo quiere perpetrar en Cataluña, porque para lo demás no le impota nada que nos pakisticemos (nos parezcamos a Pakistán). Allí una niña ha estado a punto de morir por defender frente a los talibanes el derecho a estudiar. Los fanáticos dicen estar en contra de la coeducación, cosa a la que no llega Wert, aunque sí se ha declarado partidario de la educación segregada. Pues eso, marcha atrás. Lo que en algunos lugares es una utopía por lo que la gente muere, aquí el PP lo desprecia y contraría. No se sabe si con ese mismo objetivo españolizador nuestros dirigentes educativos se gastan un dinero en dar clases de caza y tauromaquia. Investigación en cambio no, no vaya a ser que alguien descubra que procedemos del mono, lo demuestre y la líe con la virgen del Pilar. Pronto veremos el creacionismo en algún libro escolar y a Wert defendiéndolo, y si no, al tiempo.

El creacionismo aun no ha llegado, pero a cambio el ministro de antiMedio Ambiente, después de dar permiso para urbanizar lo poco que queda de costa, ha organizado un curso de una cosa llamada “agricultura biodinámica” basada en los signos del zodiaco y en las fuerzas “cósmicas” del suelo. Al parecer, según estos biodinámicos, si entierras una boñiga de vaca metida en un cuerno pasa algo en las cosechas, no recuerdo qué. Pero lo que sé de cierto es que si sigues el curso con aprovechamiento te dan un título oficial. Ese título seguro que después sirve para que Ana Mato te contrate en su consejo consultivo de sabios en asuntos de mujeres.

Esta ministra, que además de desmantelar la sanidad, dice que se ocupa también de la igualdad de género (doméstica, que diría ella) ya va por su cuarto consejo consultivo a ver si encuentra a alguien con título que le diga que la píldora postcoital es malísima, de ahí la utilidad de la cosa biodinámica. Por ahora lo que ha hecho para asesorarse sobre la salud reproductiva de las mujeres es dejar que opinen sólo los hombres (sólo cuatro mujeres) y poner al frente de ese consejo a un veterinario, profesión digna donde las haya, pero que no sé yo si me gusta que opine sobre mi vida reproductiva.

Y es que si alguien va aquí marcha atrás somos las mujeres. Para ello todas las que hay en el gobierno se han puesto a la labor y las más importantes del mismo en cuanto pueden se disfrazan de Carmen Polo. A Roma que se han ido de esta guisa la vicepresidenta y Cospedal, ésta con las perlas más gordas que ha encontrado. Ante esta visión recuerdo con nostalgia cuando se jaleaba con razón a la periodista Ana Pastor porque dejó caer el pañuelo obligatorio que le cubría la cabeza en presencia del presidente iraní, todo el mundo le reconoció el gesto de valor y de independencia, pero eso es historia. Aquí la mantilla no puede deslizarse y caerse porque las mujeres como dios manda la llevan bien clavada con la peineta. Con estos modelos de mujer qué derechos vamos a pedir las feministas, ¿el aborto? En el aborto vamos camino de ponernos al nivel de Uganda, por poner un ejemplo, un país que Rajoy ponía como modelo de lo que aun no somos.

Y finalmente se ha presentado el nuevo Código Penal que penaliza muchísimas cosas que ya estaban penalizadas pero que sirve para meter de tapadillo la cadena perpetua y para penalizar casi todo menos la corrupción política. En fin, somos España, Irán es Irán, Pakistan es Pakistan y Uganda es Uganda, lo que no sé es dónde vamos a acabar nosotros. A mí este camino hacia atrás y a esta velocidad me hace sentir un terrible vértigo. Vamos tan deprisa que no sería de extrañar que el año próximo el Comité del Nobel nos de también un premio.




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