Francisco Javier
Vivas “Que se jodan”. Un grito en el escaño Revista Trasversales número 26, julio 2012 (web) Otros textos del autor
En el que caso al que me refiero,
este mérito no corresponde al trabajo de un sociólogo,
de un politólogo o de otro experto en interpretar la conducta pública,
sino al acto espontáneo de una persona corriente, que no tenía
la intención de ejercer un papel tan esclarecedor. ¿Aplauden porque se prepara
una colosal expropiación de bienes y servicios públicos? ¿Aplauden
porque se consuma el expolio del patrimonio social y se marca un camino
hacia el futuro lleno de penuria económica y de explotación
laboral? ¿Aplauden porque se carga únicamente sobre la clase
media y las clases trabajadoras (y a la fuerza destrabajadoras) el esfuerzo
de devolver la deuda contraída para enjugar un gigantesco descalabro
financiero? ¿Aplauden, acaso, la impunidad de los responsables? ¿Aplauden
la pasividad de quienes debían controlarlo? ¿Aplauden porque
los ricos quedan exentos de un sacrificio similar? ¿Aplauden porque
se desprecia a los pobres y se maltrata a los débiles? ¿Aplauden
porque el país quedará hipotecado durante largos años?
¿Aplauden porque vamos a retroceder décadas en nivel y calidad
de vida, acercándonos a los parámetros de cuando regía
la dictadura? El grito de Andrea Fabra mostraba, por encima de la fingida compunción del Presidente, la exultante alegría de su partido por saberse vencedores en una batalla donde el enemigo -eso somos- está dividido, inerme y perplejo. Los aplausos mostraban una moral de victoria por encima de lo que aconsejaban el buen tono y la prudencia política, en una ocasión en que el Gobierno hacía trizas el país y decidía con frialdad cómo privaba de esperanza a millones de personas sin empleo, cómo condenaba a una generación de jóvenes a emigrar, cómo obligaba a la inmensa mayoría de los ciudadanos a vivir mucho peor y se enviaban miles de familias a la pobreza; esas familias que, de boquilla, tanto preocupan a la Iglesia, que es otra de las grandes beneficiadas por esta colosal expropiación. Ese grito era una manifestación intestinal, que salía de muy adentro y de muy atrás, porque expresaba el resentimiento de siglos de los conservadores. En ese alarido estaban concentrados los miedos y las fobias de la vieja derecha española, porque resumía su posición en la historia contemporánea de España: era un grito contra los afrancesados, contra los liberales (los verdaderos, no los de hoy), contra la Pepa, contra la desamortización, contra la libertad de opinión y asociación, contra la democracia y el Estado de derecho, contra las dos repúblicas, contra el movimiento obrero, los sindicatos y los partidos de la izquierda; contra el Estado del bienestar, contra el laicismo y la liberación de la mujer, contra la autonomía de los individuos; contra la modernidad, en suma. Hay quien ha pedido que Andrea Fabra dimita. Es un error. Que no dimita ni pida perdón, (pero que tampoco espere clemencia), que siga en su escaño sirviendo de luz a los imbéciles y de faro a los despistados que creen todavía que el Partido Popular es un partido que defiende los intereses de España, y no lo que realmente es: un partido plagado de vicios y corruptelas, que defiende los intereses de los ricos y los defraudadores, y por tanto, es el partido de un grupito de españoles, que curiosamente son los más ricos, pero no los más honrados ni los más patriotas. Y nosotros, la nación de los
que trabajan y pagan impuestos, los destinatarios de tales medidas y del
grito de la diputada, los perjudicados, los jodidos, hemos entendido el mensaje:
todo esto no es para salir de la crisis, porque así no se sale, sino
para aplicar de manera rápida, concentrada y brutal las medidas que
exige vuestro programa máximo: que es traspasar la mayor cantidad
de riqueza en el menor tiempo posible a los bolsillos de los ricos, aunque
España quede hipotecada durante años. |