Trasversales
Pete Radcliff

¿Dónde va Egipto?


Revista Trasversales número 27 enero 2013 (web)

Publicado en Solidarity nº 269, 9 de enero 2013. Solidarity es editado por la Alliance for Workers' Liberty

Texto original en inglés.

Traducción de Trasversales




Por medio de un referendo convocado con sólo dos semanas de anticipación y realizado los días 15 y 22 de diciembre, el presidente egipcio Mohamed Mursi, dirigente de los Hermanos Musulmanes (HM), ha forzado la adopción de una constitución islámica que representa una gran amenaza para los demócratas y trabajadores egipcios .

Las propuestas del Partido Libertad y Justicia (PLJ), controlado por los HM, obtuvieron un 64% de los votos, con una bajísima participación del 32%. Votaron en contra muchos centros urbanos y con alta presencia obrera, como El Cairo y Mahalla. La Federación Egipcia de Sindicatos Independientes (EFITU) distribuyó en los lugares de trabajo dos millones de folletos contra la nueva Constitución. Sin embargo, los HM contaban con la fuerza suficiente para ganar la votación, con especial apoyo en las zonas agrarias.

En el periodo previo al referéndum hubo protestas masivas en las calles frente al Palacio Presidencial, protestas que fueron atacadas violentamente por el PLJ y sus aliados, lo que causó diez muertes.

Otra controversia que rodeó la votación fue la negativa de los jueces a supervisar las elecciones por no estar satisfechos con la limpieza del proceso electoral. Hubo numerosas denuncias de violaciones del proceso electoral, como la movilización de los partidarios del PLJ en las cercanías de las mesas electorales intimidando a apoderados electorales, periodistas y mujeres sin velo.

Los demócratas revolucionarios habían promovido una constitución que evitase no sólo la continuación de los abusos dictatoriales de la época de Mubarak sino también los posibles abusos de un gobierno islamista. Pero, a pesar de cierta retórica liberal, la Constitución hace que todo dependa de la sharia o "ley islámica". Y Mursi acaba de nombrar a 90 de los 270 miembros del Senado, que ya estaba dominado por los islamistas. El Senado se ha convertido en el poder legislativo de Egipto hasta que sea elegida una nueva cámara baja en las elecciones programadas para febrero.

En la nueva constitución se define que "Los principios de la Sharia Islámica incluyen evidencias generales, reglas básicas, normas de jurisprudencia y fuentes creíbles aceptadas en las doctrinas suníes y por la mayoría de la comunidad" (art. 219). Las nuevas leyes tendrán que ser aprobadas por los expertos islamistas. Al-Azhar, la Escuela Islámica de El Cairo será financiada por el Estado egipcio y tiene un papel explícito en la Constitución, pero también lo tendrán otros "expertos" islámicos no especificados.

Los militares mantienen su derecho a juzgar a civiles por "delitos que dañen a las Fuerzas Armadas" (artículo 198). Debido a las objeciones conservadoras islamistas no hay garantías constitucionales para la igualdad de la mujer.

La nueva Constitución también incluye muchas disposiciones contra la clase trabajadora. El artículo 14 vincula los salarios a la producción, sin considerar la subida de precios. Los artículos 63 y 70 permiten la regulación de ciertos tipos de trabajo forzoso y trabajo infantil. El artículo 53 estipula que sólo puede haber un sindicato por sector, lo que es un duro ataque contra el movimiento sindical independiente en ascenso.

El artículo 44 establece que "Queda prohibido el insulto u ofensa a los mensajeros religiosos y profetas".

Mubarak hizo ocasionalmente concesiones a la agenda islamista en la antigua Constitución, para pacificar a los partidarios de los HM cuando necesitaba promover la división entre la mayoría musulmana y la minoría cristiana. Pero ahora es mucho más probable que las cláusulas islamistas se apliquen con más rigor. En efecto, si Mursi no lo hace podría sufrir una presión sostenida por parte de aquellos que en el seno de los HM sienten que la marea a largo plazo de la historia se ha vuelto contra ellos y que tienen que utilizar ahora su dominio inmediato para establecer el Estado islámico que han pedido en las últimas décadas.

Antes del referendo ya se habían emprendido acciones legales contra blogueros ateos como Alber Saber, contra el dibujante Daa El-Adl e incluso contra presentadores de televisión como la versión egipcia de Jon Stewart, Bassem Youssef. Los cargos principales contra ellos son haber insultado al Islam o al presidente. Los ataques a la libertad de expresión serán posiblemente la vía que tomará la continuación de la represión. El secretario general de los HM, Mahmoud Hussein, ha afirmado incluso que criticar ahora la Constitución es ilegal y punible por la ley.

La Constitución embaucó a gran parte de los medios de comunicación occidentales, adornándose a veces tras ambiguos términos islamistas. Las inexactitudes en la cobertura dada a la Constitución han encolerizado a las fuerzas democráticas en Egipto. Un editorial de The Guardian, 7 de diciembre de 2012, tomó partido por el gobierno, lo que llevó a una desvinculación explícita de su corresponsal en Egipto, Jack Shenker (htttp://bit.ly/128m2Rb).

El analista estadounidense Juan Cole escribió que "Egipto está profundamente polarizado... Los HM han pasado de ser una organización de cuadros a aportar los matones que atacan a los manifestantes de izquierda, en una evocación obsesiva de lo que sucedió en el Irán revolucionario en la década de los ochenta". Este proceso no tiene un resultado inevitable, pero Cole identifica una trayectoria real que no puede ser ignorada.

En este contexto, las declaraciones del SWP rayan en lo ridículo. Socialist Worker (21 de diciembre de 2012, sobre Internet) incluye el siguiente comentario: "Denunciar a los HM como fascistas es un error", dice Sameh, miembro de su organización hermana, los Socialistas Revolucionarios. "Hay elementos que representan la contrarrevolución, y los contrarrevolucionarios son violentos contra los trabajadores y los activistas. Pero no estamos presenciando un fascismo en Egipto. La clase obrera no ha sido derrotada y la lucha desde abajo se profundiza".

Esto es especialmente extraño dado que matones de los HM hirieron a un miembro de los Socialistas Revolucionarios durante las manifestaciones y están claramente actuando contra en el movimiento obrero y la democracia.

¿Hacia dónde va Egipto?

Durante la segunda vuelta de las últimas elecciones presidenciales de junio, entre los candidatos Mursi, por los HM, y Shafiq, ex ministro de Mubarak, pocos alertaron sobre la naturaleza profundamente antidemocrática de ambos candidatos.

No se debatió públicamente ni se elaboró ninguna estrategia de la izquierda para luchar por la democracia. Menos aún se planteó la necesidad de un gobierno responsable ante la clase obrera organizada, ante el creciente número de personas procedentes de una pequeña burguesía desesperadamente empobrecida y ante otros pobres urbanos. Muchos de los revolucionarios, destacadamente los Socialistas Revolucionarios, llamaron a votar por Mursi como mal menor.

Una victoria de Shafiq probablemente habría significado la continuación de la represión brutal llevaba a cabo por el Alto Mando de las Fuerzas Armadas, que se había hecho cargo de la dirección del país a partir de febrero de 2011. Sin embargo, la base social de los militares era débil. Ante una probable victoria islamista y ante la ausencia de una campaña significativa contra ambos candidatos, hubo un importante voto cristiano por Shafiq. Pero pese a no existir una estrategia articulada para una tercera vía, ambos obtuvieron pocos votos en proporción a la población (24% Mursi, 22% Shafiq), pues muchos egipcios se negaron a votar por los islamistas y por los militares.

Shafiq y el Alto Mando de las Fuerzas Armadas no pudieron movilizar a nadie en las calles, más allá de las fuerzas de seguridad y de un número cada vez menor de matones y criminales mercenarios. La victoria electoral habría dado a Shafiq cierto impulso, pero habría seguido aislado respecto a la mayoría de la población civil. La parte más influyente de la población que votó por Shafiq no habría querido participar en la ocupación de las calles. La mayoría de los cristianos inducidos a votar por Shafiq por temor a una victoria islamista no habría apoyado sus ataques contra los derechos democráticos.

Por otra parte, el gobierno de los HM está resultando potencialmente más represivo a pesar de haber sido una fuerza de oposición durante décadas. La ideología de los HM, que sigue siendo ignorada por sus apologistas en la izquierda, es abiertamente hostil a los derechos sindicales. Consideran, literalmente, que una mujer cuenta la mitad que un hombre. Creen en un Estado religioso y autocrático en el que las minorías no islámicas pueden ser perseguidas. Creen en la supresión de la libre expresión y de la libertad de prensa, en particular si se atreve a criticar al Islam y a los islamistas. Y ahora tienen una poderosa milicia civil, preparada para ir a una confrontación violenta con aquellos que se les oponen.

La confianza en la credibilidad de los HM como fuerza revolucionaria está en decadencia desde el 25 de enero de 2011. Fueron reacios a dar cualquier tipo de apoyo a las protestas callejeras que provocaron la caída de Mubarak, tras la que trataron de hacer tratos con el Alto Mando. En cuanto al trato dado por éste a la minoría cristiana, a los trabajadores y a las mujeres, se mantuvieron en silencio o apoyaron abiertamente a los militares.

Sin embargo, el violento ataque contra los manifestantes frente al palacio presidencial tras el 5 de diciembre 2012 tomó por sorpresa a muchos revolucionarios. Gigi Ibrahim (@Gsquare86 en Twitter) tuiteó en su momento "Honestamente, nunca me imaginé que llegase a pasar esto con Ikhwan [HM], estoy todavía en estado de shock ante los muchos y feroces ataques violentos contra los manifestantes".

Al arrastrar, golpear e interrogar a los manifestantes bajo la mirada aprobadora de las fuerzas de seguridad, las milicias de los HM intentaban obligarlos a "confesar" que habían sido pagados por figuras de la oposición, como El Baradei. La gran mayoría de los diez asesinados eran manifestantes contra Mursi, pero eso no impidió que el régimen alegase que los asesinados eran suyos, una mentira tragada por la mayor parte de la prensa occidental, como los editores de The Guardian. Con razón Gigi Ibrahim y otros se referían a estos ataques como acciones fascistas.

Informes recientes (como el de Egypt Independent, http://bit.ly/UrSpWx), indican que los HM han comenzado a utilizar ilegalmente la tortura contra sus oponentes, con la complacencia de las fuerzas de seguridad.

Fascistas clericales

Desde hace muchos años venimos clasificando en este periódico a los HM como un movimiento clerical fascista. Como cualquier otro movimiento fascista, sólo ganan popularidad entre los intereses capitalistas e imperialistas cuando las fuerzas estatales se sienten incapaces de derrotar a la disidencia. En tales circunstancias, los fascistas pueden hacer lo que el Estado no puede hacer. Pueden desafiar en la calle la organización de los revolucionarios demócratas. Pueden penetrar en la sociedad civil, identificar y neutralizar a sus enemigos. Con una fuerza popular unida por ideas reaccionarias, que en el caso de los HM son la creación de un Estado autoritario islámico y el imperio de la sharia, pueden desmoralizar a aquellos que pensaban que todo lo que se interpone entre ellos y la victoria era una pequeña élite privilegiada en la sociedad y en el Estado. En última instancia, si llegan a tomar todo el poder pueden eliminar sin piedad y silenciar a sus oponentes de una forma tan completa como ningún régimen militar podría igualar.

Egipto no es todavía un estado fascista, pero esa perspectiva aterradora puede no estar muy lejos. Sin embargo, los HM enfrentan una serie de problemas. La clase dominante de Egipto les ha desdeñado durante mucho tiempo. La política internacional de los HM, en particular su antisemitismo, ha sido un engorro embarazoso. Su ideología tiene elementos de medievalismo improductivo para una economía capitalista moderna. La clase dominante egipcia ha sido educada de forma "occidentalizada" y culturalmente está en desacuerdo con los HM. Al igual que en el Irán pre-1979, en gran medida ven a los islamistas y sus figuras religiosas como una reliquia histórica. Fueron periódicamente detenidos y encarcelados por Mubarak, así como por sus predecesores, Nasser y Sadat. Muchas de las figuras principales de la clase dominante nunca les han considerado creíbles como fuerza dirigente en un Estado capitalista.

La alianza con los islamistas no ha sido un paso fácil para la clase dominante egipcia. Aunque Mursi ha limitado el poder de los militares (en agosto pasado), el alto mando militar sigue siendo extraordinariamente potente, tanto por el personal a su cargo como por el capital y la riqueza que han acumulado. Mursi ha intentado calmar sus temores. Por ejemplo, la nueva Constitución egipcia garantiza la autonomía militar, ya promovida por el mariscal de campo Tantawi y el que fue jefe del Estado Mayor, teniente general Sami Anan, durante el período del Alto Mando de las Fuerzas Armadas.

El presupuesto militar carece de toda transparencia, los militares controlan el Consejo de Defensa Nacional y la política de defensa sigue siendo del dominio exclusivo de los militares. Se trata de una concesión a los militares y a sus partidarios en el gobierno estadounidense, que ha aportado aproximadamente 2500 millones de dólares anuales en ayuda militar directa.

La eliminación de Tantawi como Jefe de las Fuerzas Armadas y su sustitución, por decisión de Mursi, por el general Abdel Fattah al Sissi, del que se sospecha que es simpatizante de los HM, no provocó rechazo en el Ejército, lo que podría ser un indicador de cierto grado de penetración en él de los HM así como de cierto "ablandamiento" de la actitud de los militares ante ellos.

Sin embargo, cualquier nueva extensión del control de los HM podría poner en riesgo el desarrollo de la confianza mutua entre los antiguos gobernantes militares y los actuales gobernantes islamistas.

La clase dominante egipcia aún no está convencida de que las restricciones que sobre sus propias vidas imponen las políticas sociales de los HM compensen los posibles beneficios económicos que para ellos pueda suponer un movimiento obrero intimidado y encadenado por los islamistas.

Los movimientos fascistas siempre han requerido centralismo y disciplina para triunfar. No les une un racional interés común democráticamente acordado. Tienen que hacer drásticos giros tácticos sin que sean cuestionados por los suyos. Tienen que demostrar a la clase capitalista que pueden mantener la disciplina y que el futuro que ofrecen no está tan desordenado como el caos que prometen superar. Disciplina, disciplina, disciplina, orden, orden, orden, beneficio, beneficio, beneficio.

Por el momento los HM no puede ofrecer eso. De hecho, los cambios tácticos en política exterior y sobre Israel, o en las relaciones con los militares y los restos del régimen de Mubarak, hasta el momento han provocado más divisiones en el seno del movimiento islamista tomando en su conjunto. Las relaciones entre los HM y varios grupos salafistas han empeorado. El principal partido salafista, Al Nour [Partido de la Luz], parece estar en declive y haciéndose astillas, tras haber servido a los planes de los HM, pues, aunque les quitó algunos votos, arrastró a la actividad política a muchos fundamentalistas islámicos que anteriormente se habían abstenido de participar en ella. La escisión de Al Nour ha dado lugar a una nueva fuerza peligrosa, el Hazemoun, las milicias formadas en torno al predicador salafista Hazem Abu Ismail. En represalia por las protestas de diciembre, Hazemoun trató de bloquear Media City, un complejo de El Cairo desde el que los corresponsales extranjeros informaron, por lo general en forma desfavorable, de los asesinatos cometidos por las milicias de los HM frente al Palacio Presidencial. En las últimas semanas, Hazemoun ha irrumpido incluso en cafés e intimidado a mujeres vestidas "indecorosamente" según los estándares de la sharia. Hazem Abu Ismail ha propagado abiertamente la necesidad de atacar violentamente a las fuerzas revolucionarias laicistas. Ahora, el vicepresidente del partido Al Nour ha dejado ese partido para formar un nuevo partido, Al Watan, con Abu Ismail. Al parecer, Ismail tiene el apoyo de Ayman Al Zawahiri, dirigente de Al Qaeda.

Un escenario de pesadilla para los revolucionarios demócratas y socialistas sería la connivencia entre las milicias de los HM y las de Hazemoun, mientras que los HM utilizan su posición gubernamental para dar forma a su relación política con los viejos grupos dominantes y con el imperialismo, tranquilizando a éstos. Sin embargo, EEUU no quiere, por ahora, que Mursi desarrolle una relación más estrecha con Abu Ismail, lo que puede obstaculizar esa evolución.

Abu Ismail pretende que sus fuerzas están defendiendo al Presidente, sin atacarle como un conciliador. Sin embargo, sigue exigiendo la ruptura del tratado de paz con Israel, una ley que obligue a las mujeres a llevar velo y la definición de la "pubertad" como la edad a partir de la que poder contraer matrimonio.

Sería difícil para Mursi aceptar la primera de esas exigencias y seguir disfrutando del apoyo de EEUU. Pero le puede resultar más fácil imponer el matrimonio infantil y el uso obligatorio del velo. Esto daría lugar a protestas masivas, pero si Hazem Abu Ismail tiene la oportunidad de atacarlas violentamente e intimidar a las voces críticas con el apoyo tácito del gobierno y de los militares dar esos pasos podría resultar atractivo para los HM, pues saben que es poco probable que disfruten de futuros éxitos electorales si no logran romper el espíritu del movimiento democrático.

Incluso si el gobierno Mursi y sus aliados fuesen capaces de reprimir las protestas callejeras de la izquierda, eso no necesariamente significa que ellos hayan vencido. La próximo gran confrontación está planteada para el 25 de enero, segundo aniversario del inicio de la revolución. Parece que el gobierno podría declarar ilegal la protesta prevista por la oposición.

La oposición burguesa agrupada en torno a El Baradei y Moussa tienen pocos instrumentos de acción más allá de las manifestaciones callejeras y de las negociaciones directas o indirectas con Mursi utilizando para presionar sus contactos con EEUU y la máquina estatal de Egipto. No parece que les esté sirviendo de mucho la influencia occidental sobre Mursi, ya que están siendo investigados por agentes de éste de cara a una posible acusación de traición.

Pero los trabajadores tienen otras potenciales armas, basadas en la organización en sus comunidades y lugares de trabajo. Incluso si los islamistas fuesen capaces de bloquear Tahrir y el centro de El Cairo impidiendo que se congregue la oposición, los trabajadores aún podrían afirmar su poder a través de huelgas y de la organización en las comunidades locales de su autodefensa frente a los ataques de las milicias islamistas y de la policía.

La disposición del movimiento obrero para ponerse al frente de la oposición no está clara. Hay una comprensible renuencia a jugar un papel subalterno respecto a fuerzas sobre las que creen que menosprecian al movimiento obrero y que no están en sintonía con sus preocupaciones. En ocasiones, no se han considerado provechosas las invocaciones a una huelga general procedentes de algunas fuerzas de oposición que no tenían en cuenta las condiciones concretas en que se encontraban los sindicatos.

Sin embargo, en el período previo al referendo tuvo lugar un proceso interesante en Mahalla, el principal centro del radicalismo sindical en Egipto. El 7 de diciembre de 2012 varios miles de personas se reunieron en el centro de la ciudad y proclamaron una "República de Gran Mahalla" independiente del gobierno en El Cairo. La declaración parece más bien testimonial, pero es algo esperanzador. La participación en la iniciativa de algunas de las figuras sindicales más importantes, como Kamal Abbas, del Centro Sindical y de Servicios a los Trabajadores (CTUWS) de Egipto y del Congreso democrático de los trabajadores egipcios (EDLC), o como el dirigente sindical de Mahalla, Sayyid Habib, demuestra que está teniendo lugar una reflexión sobre alternativas a a las monótonas propuestas de la oposición bajo la forma exclusiva de manifestaciones.

No hay duda de que, si pudieran, los islamistas aplastarían a los nuevos movimientos sindicales y les quitarían todo el poder que hasta ahora han logrado construir. Mursi podría utilizar la continuada crisis económica para convertir en chivos expiatorios a los sindicatos y las fuerzas sociales democráticas. Como la crisis económica persiste junto a la incertidumbre política, los argumentos derechistas en pro de restaurar la autoridad y el orden podrían ganar el apoyo, no sólo de los capitalistas egipcios y de intereses imperialistas estadounidenses u de otro origen, sino también de desesperados elementos pequeñoburgueses en Egipto.

Cualquier creencia en que los sindicatos pueden acumular gradualmente fuerza bajo un gobierno de los HM es una insensatez. Los sindicatos necesitan urgentemente un plan de autodefensa así como generar una forma alternativa de gobierno.

Las genuinas fuerzas democráticas y populares necesitan desarrollarse muy rápidamente y hacerse lo bastante fuertes para autodefenderse de las amenazas autoritarias y sectarias, así como adquirir la capacidad de crear un gobierno que cree puestos de trabajo y promueva la justicia social.

La izquierda internacional debe advertir con voz alta y clara sobre la amenaza de los HM. Debe solidarizarse con el nuevo movimiento sindical egipcio, vinculándose directamente con él y ayudándole a avanzar. Este movimiento obrero es la mejor garantía, no sólo de los derechos de los trabajadores, sino también de las libertades democráticas ante la amenaza de los islamistas.

Nota: la izquierda y el islamismo

Durante muchos años, franjas de la izquiera, como el SWP en el Reino Unido, han actuado partiendo del principio de que el islamismo, en Egipto en particular pero también en otros lugares, era un movimiento con el que los socialistas revolucionarios podrían establecer alianzas significativas.

El SWP, con un giro brusco respecto al enfoque socialista tradicional, acuñó el eslogan "con los islamistas, a veces". En esa perspectiva estaba implícita la creencia de que muchos de estos activistas islámicos "anti-imperialistas" se unirían con los socialistas en un sostenido movimiento anticapitalista revolucionario. Los últimos dos años en Egipto han confirmado que se trataba de una perspectiva completamente falsa, que no hizo nada para preparar a los socialistas y al movimiento obrero ante lo que los islamistas están haciendo ahora.

Más allá de individuos aislados que quizá alguna vez se sintieron atraidos por el el islamismo, en éste no ha habido rupturas hacia la izquierda. Si alguna probabilidad hay de que surja una potencial ruptura disidente de la corriente principal del islamismo egipcio, a la que sólo se juzgaría como "anti-imperialista" por su oposición al Estado de Israel, sería una ruptura de derechas, de hecho abiertamente fascista . Su "anti-imperialismo" con respecto a Israel no se basaría en la lucha por los derechos nacionales de los palestinos, sino en el objetivo antisemita de expulsar a los judíos de un futuro estado islámico que abarque todo Oriente Medio.



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