Trasversales
Luis M. Sáenz

Uno de los asesinos de Yolanda colabora con la policía y la Guardia Civil

Revista Trasversales número 27,  febrero 2013 (web)

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Recientemente, recordamos el asesinato de Yolanda González, a la que algunas de sus amigas rindieron homenaje en un emotivo vídeo.

Hoy, hemos sabido por El País que uno de sus asesinos, Emilio (ahora, Luis Enrique) Hellín Moro, es colaborador habitual de la Guardia Civil, Policía Nacional, los Ministerios de Defensa e Interior, Ertzaintza y Mossos d’Esquadra.


Este tipo de vinculaciones no son nuevas en este individuo. También colaboró durante tres años con el régimen sanguinario de Alfredo Stroessner en Paraguay. Y El País también recuerda hoy que "Alfonso Guerra, entonces diputado socialista, afirmó que los minicomputadores PET 201 que utilizaba Hellín eran usados como terminales de conexión telefónica con un ordenador que la Guardia Civil tenía en un chalet camuflado en la colonia de El Viso, en el centro de Madrid, donde operaba un capitán adscrito al servicio de información del citado cuerpo". Hubo entonces demasiados hilos que no fueron seguidos hasta su ovillo.


Hay que ser muy ingenuo para no saber que las cloacas de todo Estado, y en muchas ocasiones sus más públicos salones, chorrean sangre, mierda y corrupción. Pero cada vez que se descubre, hay que sacarlo a la luz, exigir responsabilidad, hacer que la basura emerja, no sólo porque es nuestro deber de conciencia hacia el recuerdo de sus víctimas, sino porque cada vez que se descubre lo inadmisible se contribuye a hacer más difícil que se repita y a que  haya menos víctimas. Sí, para lograrlo totalmente tenemos que construir una sociedad muy diferente, pero no debemos minusvalorar aquello que podamos lograr mientras tanto dentro de ésta. Al fin y al cabo, en su momento logramos meter en la cárcel a Hellín y a otros. No era suficiente, pero era necesario.


Me pida lo que me pida la indignación y el recuerdo de Yolanda, soy contrario a la pena de muerte y a la cadena perpetua. No puedo tampoco, en consecuencia, pedir la muerte social de quien sale de la cárcel tras haber cumplido su condena. No niego a Hellín su derecho a trabajar y llevar una vida normal, no estaría a favor de acosarle o hacerle la vida imposible, aunque le odie y no le perdone, que los sentimientos son libres pero los actos deben someterse a consideraciones éticas y políticas. Pero hay cosas que no pueden hacerse: al igual que no debe darse trabajo a un violador o al autor de un crimen machista en un centro de acogida de mujeres maltratadas, o a un condenado por abusos sexuales de menores colocarle en una escuela infantil, es inadmisible dejar en manos de un condenado por asesinato, culpable de un crimen de odio abominable, tareas de formación de los miembros de los cuerpos y fuerzas de "Seguridad del Estado" en cuanto al manejo de información confidencial y otros asuntos similares.


En consecuencia, exijo al Gobierno de España que nunca más cualquiera de los culpables del asesinato de Yolanda vuelvan a trabajar en asuntos vinculados con la policía, la Guardia Civil o cuerpos similares, y lo mismo pido a gobiernos regionales o locales. También pido responsabilidades políticas a todas aquellas "autoridades" a las que pueda atribuirse la decisión y control sobre este tipo de colaboraciones, bajo éste o cualquier otro gobierno, pues también informa El País de actividades de este tipo en 2008, por lo que esta vinculación no viene de nuevas ni puede atribuirse exclusivamente al PP. Esto no debe usarse para "politiqueos". Esto es algo muy serio. Esto no habla de tal o cual gobierno solamente, habla del Estado a través de diversos gobiernos, habla de todos esos gobiernos, aunque, por descontando, al actual gobierno incumbe adoptar medidas inmediatas.


Creo que quienes conocimos y quisimos a Yolanda, así como cualquier otra persona que lo quiera, debemos hacer un esfuerzo común para conseguirlo. Al menos, conseguiremos dar a conocer las cosas que ocurren dentro del aparato del Estado, ese Estado que proclaman como "nuestro" pero que está al servicio de las élites políticas y económicas. Y si logramos algo más, mejor.


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