Trasversales
Alexis Tsipras

Europa está en ascuas

Revista Trasversales número 28,  marzo 2013 (web)

Intervención de Alexis Tsipras, conocido miembro de Syriza, en un encuentro realizado el 15 de marzo de 2012 en Londres



Europa está en ascuas. Chocan dos mundos.

Por un lado están las fuerzas productivas de la democracia, la gente que lucha para crear una sociedad con justicia, igualdad y libertad.

En el otro lado, se despliega un proyecto biopolítico neoliberal. Su objetivo es controlar cuerpos y mentes a través de la política del miedo. Para disciplinar la vida humana en su totalidad. Para intensificar la explotación de mano de obra y aumentar las ganancias del capital.

Tengo el privilegio de dirigirme hoy a vosotros, aquí en el corazón de Londres, para declarar que somos parte del experimento de la democracia. En Syriza creemos que los cambios democráticos radicales son la única manera que los ciudadanos de Europa tenemos para salir de la crisis.

No es una ilusión optimista. Es la conclusión convincente de argumentos racionales y de análisis detallados.

Es un hecho ampliamente aceptado que la estrategia de las élites europeas y del gobierno griego no puede proporcionar una perspectiva viable de salida de la crisis. Lo único que la austeridad ha logrado es hundir a Europa en la depresión económica y arrojar a Grecia a una crisis humanitaria sin precedentes. La austeridad está conduciendo a la economía y a la sociedad griegas por un camino catastrófico. ¡No es una afirmación, es un hecho! Numerosos informes de las instituciones europeas e internacionales lo confirman

Sólo voy a mencionar algunos de los datos estadísticos más llamativos. Este es el sexto año consecutivo de recesión económica. Los últimos pronósticos de Morgan Stanley predicen lo misma para el próximo año. La economía griega se ha contraído un 20% desde 2008. Trabajadores y pensionistas han perdido más del 30% de sus ingresos en los últimos tres años. El desempleo sigue aumentando y se acerca a un aterrador 30%, con un desempleo juvenil de casi un 60%. Una nueva oleada de emigración está llevando al extranjero a cientos de miles de licenciados y científicos altamente calificados, lo que socava cualquier recuperación futura.

Las políticas de austeridad han provocado recortes en las prestaciones, desregulado el mercado de trabajo y deteriorado el limitado Estado de bienestar que teníamos.

La negociación colectiva ha sido eliminada y todos los aspectos de la vida han sido sometidos a las exigencias del beneficio capitalista y de la disciplina presupuestaria.

Las élites europeas y el gobierno griego tienen pruebas suficientes de que estas políticas no pueden producir ningún resultado positivo. El FMI ha confesado que sus economistas han fracasado en todo intento de predecir las consecuencias de los recortes horizontales [esto es, generalizados a todos los ámbitos] y de otras medidas de austeridad.

Todo el mundo sabe ahora que las políticas de austeridad crean un círculo vicioso de austeridad, recesión y aumento de la deuda. ¿Por qué entonces los gobernantes europeos y griegos siguen con esta estrategia autodestructiva?

La respuesta es obvia. Sus verdaderos objetivos son diferentes a los oficial y públicamente anunciados. En realidad apuntan a una transformación total de la estructura social. Buscan la creación de un entorno económico basado mano de obra barata, zonas económicas especiales, desregulación del mercado laboral, exenciones fiscales para el capital y privatización extensiva de bienes y servicios públicos.

Las élites europeas y griegas utilizan la deuda pública como chantaje para la imposición de esta estrategia. Su esquema consiste en una tecnología del poder con el objetivo de excluir programas políticos alternativos.

Si la deuda no existiera, las élites tendrían que inventarla. Las políticas de austeridad derivadas de la crisis de la deuda no son impuestas a Grecia por la Troika.

Samaras y sus aliados políticos, el PASOK y la Izquierda Democrática, desempeñan un papel crucial en la instigación, planificación y ejecución de los programas de austeridad. Esto se hizo más que evidente cuando la "troika interna" rechazó nuestra petición para renegociar el Acuerdo de Servicio de Préstamo, incluso después de que el FMI admitió su repetido error multiplicador [esto es, que los efectos recesivos sobre el PIB de las políticas de ajuste presupuestario eran mucho mayores de lo esperado]. El Gobierno griego está dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias con el fin de complacer a sus aliados sociales: el gran capital y las élites corruptas. Su voluntad de aplicar plenamente este programa catastrófico ha transformado dramáticamente el estado y conlleva peligros sin precedentes para la democracia. La coalición que sostiene a Samaras ha intensificado la tendencia iniciada por el gobierno de Papadimos: eluden la separación de poderes y la Constitución para aprobar nuevas leyes a través de decretos ministeriales y sin aprobación del Parlamento.

La austeridad ha dado lugar a una desobediencia y una resistencia popular crecientes, y ha provocado una represión policial sin precedentes. En Grecia se ha impuesto algo muy parecido a un estado de excepción. Se han desatado una violencia del Estado y una represión ilimitada contra cualquiera que se atreva a resistir. Las libertades civiles y los derechos constitucionales son constantemente violados. Las torturas de detenidos por la policía griega denunciadas por The Guardian son,. por desgracia, sólo uno entre muchos ejemplos. Otro ejemplo es la violenta represión policial en Chalkidiki, donde la comunidad local se resiste a la puesta en marcha de una mina de oro que sería ambientalmente catastrófica. Los continuos ataques contra los inmigrantes por parte de matones fascistas, bajo la protección o la tolerancia policial, han creado un ambiente de guerra no declarada en las calles de Atenas y de toda Grecia.

El gobierno no duda en poner en práctica sus planes catastróficos. Ha puesto en marcha un desplazamiento violento hacia la extrema derecha, poniendo en peligro la tradición europea liberal y humanista y la propia democracia.

El plan de Samaras es claro. Con el pretexto de la ley y el orden, está tratando de crear un polo político que detenga el avance de la izquierda. Aprovecha los reflejos conservadores y el justificado temor de las víctimas de la crisis económica para atraer a los votantes de Amanecer Dorado, el partido neonazi en auge. El último episodio de este drama político tuvo lugar hace tres días, cuando se supo que el ministro del Interior ha nombrado a un apologista del nazismo y revisionista del holocausto como asesor en cuestiones de nacionalidad e inmigración, que aún se mantiene en ese puesto pese a las peticiones de dimisión.

Syriza tiene la responsabilidad política y moral de poner fin a este desastre social. Somos responsables, no sólo ante nosotros mismos y ante las generaciones futuras. Somos responsables hacia la tradición europea y la visión europea. Hacia nuestro propio pasado y hacia nuestro futuro.

Pero, ¿tenemos una respuesta? ¿Existe una alternativa a la dominación neoliberal en Grecia y en Europa? ¿O somos, como dicen nuestros críticos, demagogos y populistas que sólo sabemos negar lo obvio y engañar?

Para nuestros rivales políticos siempre es más fácil llamar populista y demagoga a cualquier persona que resista. Cada fuerza política que tiene una agenda política y una visión alternativa, cada agente político que se atreva a negar sus soluciones monodireccionales, es denunciado como utópico o como fraudulento.

A esto respondemos enfáticamente: estamos haciendo una política afirmativa. Todos y cada uno de nuestros "No" es seguido por un Sí decisivo. Afirmamos una estrategia política para la justicia, la igualdad y la libertad. Un plan para la emancipación humana. Pero no somos utópicos. Sabemos que para cambiar la situación tenemos que ser idealistas y visionarios, pero también extremadamente pragmáticos. Un pragmatismo que, sin embargo, está sometido a nuestra visión hacia un cambio radical.

Este pragmatismo no es un paso atrás sino una precaución necesaria. Porque sabemos que para tener éxito debemos confiar en el poder del pueblo, en el poder productivo de la democracia y de la participación. Nunca vamos a comprometer nuestros principios.

¿Cuál es la alternativa para Europa y Grecia?

Syriza ha declarado que un futuro gobierno tiene que poner fin a las políticas de austeridad y, al mismos tiempo, renegociar el Acuerdo de Servicio de Préstamo con nuestros acreedores. Syriza sostiene que una estrategia económicamente viable debe seguir el modelo del Acuerdo de Londres sobre la Deuda en 1953, que dio empuje inicial a la economía de la posguerra alemana y ayudó a crear el "milagro económico" de la posguerra.

Vamos a volver a insistir en este punto. Sin el Acuerdo de Londres no habría habido ningún milagro económico alemán. Los elementos centrales de ese acuerdo fueron la reducción de la deuda, una fuerte inversión a través del Plan Marshall y la vinculación de las condiciones de financiación a las exportaciones y al crecimiento.

No vemos ninguna razón por la que en 2013 esa solución no sea también el camino adecuado para el Sur de Europa y para Grecia. ¿Por qué no podemos tener una nueva conferencia sobre la deuda en el Sur de la zona euro? ¿Por qué hemos aceptado expectativas tan minúsculas, porque hemos aceptado ese enfoque conservador, cuando está claro que ha fracasado el enfoque "paso a paso" y "país a país".

Este nuevo acuerdo es sólo un aspecto de nuestro proyecto político. Somos muy conscientes de que la economía griega no puede recuperarse si no implementamos una serie de reformas económicas, institucionales y democráticas, lo que cambiará radicalmente el panorama de la sociedad griega y del Estado.

Nuestra primera prioridad es la de congelar todas las medidas de reducción de los salarios y las pensiones y restablecer el salario mínimo a niveles similares a los existentes antes del Memorando. Ese será un paso crucial en nuestros esfuerzos para detener la espiral descendente de la depresión económica y para restablecer la dignidad y las perspectivas de la clase obrera griega.

La restauración del salario mínimo es una condición necesaria para salir de la crisis y sería una victoria para las clases y fuerzas sociales que la izquierda representa.

También es el momento de proponer una reforma fiscal radical que redistribuirá la carga impositiva y restaurará la justicia.

Es bien conocido por los políticos progresistas y los activistas, pero también por la troika y el gobierno griego, que la carga de la crisis ha recaído exclusivamente sobre los trabajadores de los sectores público y privado y sobre los jubilados. Esto tiene que parar. Es hora de que los ricos contribuyan con su parte a nuestro intento de salir de la crisis. Nos comprometemos a esa tarea. Vamos a enfrentar el antiguo problema de la evasión fiscal, tanto la ilegal como la legal. Vamos a perseguir y gravar el capital retirado de Grecia para comprar pisos de lujo en Mayfair y Chelsea. Vamos a garantizar la viabilidad del sistema bancario mediante la introducción del control social y público de los bancos. El sistema bancario que prevemos apoyará la inversión pública ambientalmente viable y las iniciativas cooperativas.

Se promoverá la calidad de los productos regionales, las fuentes de energía renovable y cruciales proyectos de mejora de infraestructuras.

Lo que necesitamos es un sistema bancario dedicado al interés público, no uno que reverencie la ganancia capitalista. Un sistema bancario al servicio de la sociedad, un sistema bancario que sirva de pilar para el crecimiento.

Las reformas económicas, sin embargo, son necesarias pero no suficientes para salir de la crisis. Necesitan ser complementadas con cambios drásticos en el sistema político y administrativo. Necesitamos restaurar la confianza en la capacidad de la democracia para proporcionar soluciones para toda la población. Esto es por supuesto una tarea enorme, que requiere la movilización de todas las fuerzas sociales interesadas en la la lucha contra la corrupción, el nepotismo, el clientelismo y la ineficiencia del sector público.

Ninguno de estos objetivos políticos se puede lograr, por supuesto, sin el apoyo y la participación popular. Este es exactamente el elemento nuevo que queremos introducir en el sistema político. Los trabajadores, los pensionistas, los jóvenes y los desempleados son sólo observadores pasivos de los acontecimientos políticos. Están casi totalmente excluidos de los procesos de toma de decisiones. Esto, también, tiene que acabar. Todas las fuerzas vitales de nuestra sociedad tienen que recuperar su papel en la política y la toma de decisiones. Y el Estado debe ser transformado radicalmente con el fin de apoyar la visión de una sociedad que toma en sus propias manos su vida actual y las perspectivas futuras.

El programa político que presenta Syriza incluye un completo proyecto de nueva hegemonía. No se trata sólo de ganar las elecciones y de formar un gobierno; se trata de ganar poder y de que Grecia se transforme en una dirección socialista y democrática.

Como Gramsci escribió en una ocasión, el príncipe moderno, el partido político de la izquierda, tiene que "llegar a ser la base de un laicismo moderno, de una transformación popular, de una completa reconstrucción popular de toda la vida y de todas las relaciones habituales.

No partimos de cero en este esfuerzo. Los movimientos y las fuerzas políticas de la izquierda europea hemos logrado mucho. Mucho más de lo que cualquiera hubiera esperado hace unos años.

Nada ha seguido siendo igual tras las rebeliones de 2011, de los indignados de la Puerta del Sol y de la Plaza Syntagma, de la resistencia sin precedentes en todo el mundo.

El verano pasado, Syriza estuvo cerca de ganar las elecciones y dar un paso más hacia el derrocamiento en Grecia de la élite política corrupta y peligrosa. No tuvimos éxito entonces.

Pero lo tendremos muy pronto. Y no estamos solos.

Una nueva oleada de luchas populares está surgiendo en toda Europa. El equilibrio de poder ha comenzado a cambiar.

De Lisboa a Madrid, de París a Atenas, una nueva oleada de movilización y resistencia ha comenzado. Pronto llegará a Londres.

La política de austeridad llegará a su fin. Lo que necesitamos hacer es supervisar ese final de la austeridad.

La resistencia está en el aire y a partir de la resistencia crece la semilla del cambio.

Por primera vez desde los años 80, Europa está en ascuas. Se encuentra en una encrucijada. O bien se sigue el camino de un estado de excepción permanente, con el objetivo de controlar la creciente resistencia popular, o bien se elige -y es lo que vamos a hacer- un acto radical de cambio que transformará por completo la economía y la política.

Nosotros, la izquierda europea, necesitamos aprender de la resistencia de los movimientos populares y, al mismo tiempo, necesitamos ser capaces de expresar sus aspiraciones en el plano político, precisamente con el fin de cambiar lo que la política significa.

Tenemos que abandonar la actitud gerencial de los precedentes tecnócratas y burócratas. Tenemos que unirnos con la gente y expresar sus aspiraciones a un mundo justo e igualitario. Nuestro objetivo no es sólo para rescatar a la economía de la agonía de la austeridad neoliberal. Nuestro objetivo es cambiar el paradigma capitalista dominante.

No seremos capaces de alcanzar nuestros objetivos sin la solidaridad y la ayuda de la izquierda Europea y de los sindicatos. Nuestra lucha es la misma.

El futuro de Grecia, el futuro de Europa depende de nuestro éxito.



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