Trasversales

Beatriz Gimeno

Hagamos ruido

Revista Trasversales número 28, abril 2013 (web)

Textos de la autora
en Trasversales

Blog de la autora

Texto publicado inicialmente en El Plural, espacio en el que se indica que "quedan expresamente prohibidas, sin autorización previa, la reproducción, distribución y comunicación pública, incluyendo la puesta a disposición, de la totalidad o parte de los contenidos del sitio web elplural.com, incluyendo aquéllos de los que la titular sea cesionaria, siempre que se hagan con fines comerciales, cualquiera que sea el soporte o medio técnico utilizado al efecto"



Pues yo, al contrario que Jesús Posada, que está “profundamente preocupado” por el escrache, opino que entre la barbarie (su barbarie) y la gente corriente se interpone la protesta social no violenta en cualquiera de sus formas. Porque están construyendo –sobre nuestras espaldas- una sociedad en la que una minoría se enriquece a costa de las vidas de la mayoría, que bastante tiene con luchar para sobrevivir. Familias con niños pequeños son expulsadas de su casa violentamente y dejadas, sin más, en la calle con sus enseres; personas con discapacidades graves son privadas de sus pensiones, lo único que tienen para poder llevar una vida que merezca tal nombre; hay niños que van a clase sin desayunar, hay jubilados que tienen que elegir entre medicinas o comida. El nivel de vida de la gente ha descendido dramáticamente y en muchas ocasiones se sitúa al nivel de la pura supervivencia y, mientras, cada día asistimos entre atónitos y furiosos al espectáculo de ver cómo ellos parecen únicamente dedicados a repartirse impúdicamente el botín: la sanidad, la educación, la dependencia, las pensiones… Todo eso y nuestros sueldos son sus fortunas.

Contra esta barbarie está la dignidad de no aceptarlo. De protestar ante quienes nos imponen este estado de cosas. La protesta no violenta es la máxima prueba de dignidad de unas personas que se niegan primero a aceptar una situación completamente injusta y que deciden organizarse, luchar juntos, apoyarse, solidarizarse con el sufrimiento ajeno, no admitir que esto es una lucha individual ni de todos contra todos. Es una lucha contra los culpables, todos contra ellos. La protesta social abre espacios de resistencia y de inteligencia colectiva, de afecto mutuo, de solidaridad y de dignidad. La lucha social, como la que lleva a cabo la PAH, que ha conseguido organizar a la gente afectada, convertir a gente sin esperanza en sujetos de su propia lucha y no en víctimas adormecidas, es lo que más teme esa élite que nos gobierna antidemocráticamente, porque es la prueba de que nos resistimos y que nos podemos enfrentar a lo que nos preparan. En la medida en que ellos se preocupan nosotros y nosotras sabemos que vamos por el buen camino. El escrache les ha preocupado hasta el punto de compararlo con ETA. Están comparando los tiros y las bombas con gritos, pegatinas y pancartas. Así que sí, están preocupados. Y con razón.

A cualquier persona normal tiene que resultarle insoportable el cinismo de un González Pons, al que el escrache le ha obligado, por primera vez, a escuchar la indignación de los desahuciados, diciendo que se ha sentido acosado, violentado, amenazado y que no hay derecho a lo que han hecho con sus hijos. Porque las palabras de González Pons nos llevan, supongo que sin él quererlo, a pensar en todos los desahuciados que son diariamente acosados, violentados y amenazados por las entidades bancarias. Y de ellos todos los que tienen también hijos a los que se saca sin miramientos de sus casas. Y seguimos pensando y vemos que muchas de esas personas son jubilados, personas enfermas o con hijos enfermos, personas que no tienen nada más que esa casa, mientras que lo peor que le puede pasar con el escrache a González Pons o a sus hijos es que no puedan escuchar la televisión o que los vecinos se quejen.

Cada vez que algún político o periodista dice algo en contra del escrache eso sólo sirve para poner el foco en la diferencia entre sus vidas y las de las personas víctimas de la ley hipotecaria, entre sus privilegios y las necesidades de los demás; para poner de manifiesto que de esta situación hay culpables y que hay que señalarles. Cada vez que abren la boca para amenazarnos, para pedir, como Rajoy que denunciemos a los que hacen escrache, lo único que demuestran es que los escraches les atemorizan. Así que yo lo que deseo es que el escrache se haga total; que haya un escrache sanitario que persiga a los que venden la sanidad, que haya un escrache educativo, un escrache que obligue a quienes recortan en dependencia a ver a esas personas dependientes a las que condenan; que se señale a los que hacen negocios con nuestros derechos, a los que defraudan, a los que se enriquecen con lo público, previamente robado.

Me declaro partidaria acérrima del escrache, especialmente desde que he escuchado a los culpables quejarse de que hacemos ruido y que nuestro ruido les molesta. Entonces somos muchos los que nos hemos dado cuenta de que hay que hacer ruido, mucho ruido, mucho más ruido. Entre su barbarie y nuestra dignidad está la protesta. Tiene que ser no violenta pero puede ser muy ruidosa, hagamos ruido, todo el ruido posible, que no puedan dormir.


Trasversales