Trasversales
Jesús Jaén

Movimiento anti-desahucios de hoy, rebeldes primitivos de ayer

Revista Trasversales número 28 marzo 2013 (web)

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No es cierto que el escrache sea un invento argentino (Río de la Plata). La historia de los movimientos sociales está llena de ejemplos donde se usaron técnicas muy parecidas de movilización, lucha y disuasión contra las clases opresoras y dominantes.

En la Inglaterra de 1811 nace el movimiento ludita cuya característica esencial era la destrucción de las máquinas por parte de los obreros y artesanos. Estos trabajadores actuaban así porque consideraban (con toda justicia) que las nuevas tecnologías traían la miseria y la sobreexplotación a sus familias.

Los tundidores, tejedores, calceteros o zapateros “escracheaban” a los propietarios de máquinas mediante mensajes, cartas, amenazas, concentraciones en la puerta de sus casas o incluso –cuando era necesario- ejerciendo acciones como la destrucción de máquinas, las propiedades o domicilios de los dueños. Veamos una carta enviada (siempre firmaban con el seudónimo “general Ludd”) a una de sus “victimas”.

Nos acaba de llegar la información de que posees esas detestables máquinas tundidoras, y mis hombres se han encargado que te escriba y te haga la razonable advertencia de que te deshagas de ellas (…) Te advierto de que si no han desaparecido a la semana que viene, destacaré a uno de mis lugartenientes con trescientos hombres, por lo menos, para que las destruyan, y además te advierto de que si nos provocas la molestia de ir tan lejos, aumentaremos tu desgracia, reduciendo tus edificios a cenizas y, si tienes el atrevimiento de disparar contra alguno de mis hombres, tienen órdenes de matarte y quemar tu vivienda. Tendrás la bondad de informar a tus vecinos que correrán la misma suerte si no quitan rápidamente sus máquinas”

(E.P. Thompson: La formación de la clase obrera en Inglaterra)


Hacia 1830, también en Inglaterra, surge un movimiento muy fuerte de características parecidas a los luditas. Son las revueltas del capitán Swing porque, al igual que aquél, éstos firmaban con ese seudónimo. Luchaban para impedir la introducción del maquinismo en el campo (trilladoras). Este es un ejemplo de los mensajes que enviaban:

Esto es para informaros lo que os sucederá caballeros si no destruís vuestras trilladoras, eleváis los salarios de los pobres, dais dos chelines y seis peniques a los casados y dos chelines a los solteros. Os incendiaremos vuestros graneros con vosotros dentro. Este es el último aviso”

(Hobsbawm y Rudé: La revolución industrial y la revuelta agraria del capitán Swing)

Esta gente no hablaba en broma y muchas veces hizo efectivas sus amenazas, razón por la cual algunos de ellos acabaron en el patíbulo.

Salvando las distancias nos hemos servido de estas analogías históricas, no para reivindicar ningún tipo de violencia sino fundamentalmente, para plantear que los más débiles tienen derecho a defenderse, a la desobediencia o realizar actos pacíficos de presión social, cuando las leyes son tan injustas como las que permiten desahuciar a las familias y abandonarlas en la más absoluta miseria. También, cuando los grandes partidos políticos han dejado de representar a las clases más desfavorecidas de la sociedad y, reiteradamente, se ponen del lado de los intereses del uno por ciento de la población, que son los más ricos.

La desesperación de la gente sin trabajo, sin recursos o sin vivienda, está llegando a un punto social límite. Unos deciden, lamentablemente, quitarse la vida. Otros han abierto nuevos caminos de lucha que no son los ritos habituales que el sistema ha terminado asimilando.


29 de marzo de 2013

Trasversales